El consuelo de los verdugos
O peixe me resulta insoportable. Es por la violencia aberrante del consuelo. Por la ternura genuina del verdugo
Me sucedi¨® cuando vi por primera vez ¡ªy todas las veces siguientes¡ª la serie Nadie olvida nada, del artista argentino Guillermo Kuitca (por cierto: hay que mirar ahora la obra de los ¨²ltimos a?os de Kuitca, esas camas desnudas, esas cintas de aeropuerto vac¨ªas, esas plantas de departamento, una obra brutalmente resignificada por lo que sucede en estos meses: las camas dispuestas con frialdad de sepulcro en los hospitales modulares, los aeropuertos deshabitados, los departamentos como ¨²nico espacio permitido). Me sucedi¨® cuando vi El perro, de Goya, en el Museo del Prado. Me sucedi¨® cuando vi el busto de Nefertiti en un museo de Berl¨ªn: el advenimiento del v¨¦rtigo y el pavor. Son objetos tr¨¢gicos. Convocan fuerzas extra?as. Hay en su belleza algo pernicioso. Me aterran, y por eso no puedo dejar de mirarlos. Pero con el video me pasa otra cosa. Hace m¨¢s de un mes que no dejo de pensar en el video.
Tengo muy claro c¨®mo llegu¨¦ a ¨¦l. Estaba buscando textos sobre la pandemia, y encontr¨¦ el de un autor que me gusta mucho. Eso me llev¨® a otros trabajos suyos, m¨¢s antiguos. En uno hablaba del video. No dec¨ªa demasiado, as¨ª que google¨¦: escrib¨ª ¡°O peixe¡±, escrib¨ª ¡°Jonathas de Andrade¡±. Y apareci¨®. Era un fragmento (la pieza final, de 2016, tiene una duraci¨®n de 37 minutos), y mostraba a un solo pescador (en total son 10). No pude identificar al pez. No supe si era un piraruc¨², un tambuacu, una tilapia.
La psiquis est¨¢ para usarla. Trabajo de eso: de recibir el impacto de las historias de otros y no dejarlo en el cuerpo ¡ªen el m¨ªo¡ª sino en un documento de Word. No soy miedosa, pocas cosas me dan impresi¨®n (en general, cualquiera que involucre el filo de un cuchillo y un ojo, de modo que jam¨¢s pude ver aquella escena de Bu?uel). Pero el video me resulta insoportable. Es como kryptonita, me desactiva, me deja a merced de una materia deforme y perversa, peor que la muerte.
Jonathas de Andrade?es un artista brasile?o nacido en 1982 en Macei¨®, Alagoas, noreste de Brasil. O peixe est¨¢ filmado en el r¨ªo San Francisco, que divide los Estados de Alagoas y Sergipe. Conozco ese r¨ªo. Lo cruc¨¦ en transbordador hace a?os, cuando fui en auto desde Macei¨® hasta Salvador de Bah¨ªa. Recuerdo, o creo recordar, que en esa frontera me detuve en un restaurante a comer carne de yacar¨¦. En el video, el sonido del agua es encantador. Los hombres son serenos y dulces, fibrosos, la piel untada de luz. Pertenecen a una aldea del noreste brasile?o en la que se practica un rito singular: al sacar un pez del agua, los pescadores lo aferran contra su pecho. El pez boquea, se asfixia desesperado, mientras ellos lo acarician, lo besan, lo consuelan, lo tranquilizan durante su pavoroso tr¨¢nsito hacia la muerte. El video es sensacional. Y es una farsa. Los pescadores son pescadores, los peces son peces, el r¨ªo es el r¨ªo, la muerte es la muerte. Pero el ritual no existe. Es una f¨¢bula inventada por De Andrade. Y es una f¨¢bula de horror. Le¨ª varias rese?as en torno a esta pieza. Hablan de su extra?o erotismo, de la reflexi¨®n que propone en torno a la etnograf¨ªa documental. Todo debe ser cierto. A m¨ª me pasa otra cosa. Me hace pensar en esos versos de Baudelaire: ¡°Yo te golpear¨¦ sin c¨®lera / y sin odio, como un le?ador (¡) ?Tus queridos sollozos resonar¨¢n / como un tambor que bate a la carga! (¡) ?Yo soy el siniestro espejo / donde la furia se contempla!¡±. He pescado mucho. He cazado bastante. He tomado vidas, s¨¦ lo que se siente. Pero el video me resulta insoportable. Y no es por la muerte. Es por la violencia aberrante del consuelo. Por la ternura genuina del verdugo.
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