Elogio del militante
Todos sabemos que un minero asturiano es una cosa muy seria. Si alg¨²n d¨ªa hay que ir a la guerra, yo quiero ir con ellos
Nunca he militado en un partido pol¨ªtico y, a menos que estalle una guerra, no pienso hacerlo. Primero, por culpa de Groucho Marx, quien declar¨® que nunca aceptar¨ªa ser miembro de un club que lo admitiese como socio, y las palabras de Groucho son ¨®rdenes para m¨ª. Y, segundo, por mi culpa, por mi culpa, por mi grand¨ªsima culpa: porque soy un insoportable rompepelotas que ni siquiera fue capaz de mantener la disciplina en la mili, por mucho que lo intent¨¦. Tal vez por eso admiro tanto a los militantes de los partidos pol¨ªticos.
Me refiero, claro est¨¢, a los militantes de verdad. ?Qu¨¦ es un militante de verdad? Yo lo descubr¨ª hace unos a?os, cuando una asociaci¨®n de mineros asturianos me invit¨® a dar una charla en la cuenca del Nal¨®n. En cuanto llegu¨¦ all¨ª, supe que aquellos hombres eran especiales, tipos duros y silenciosos que durante a?os se hab¨ªan despedido por la ma?ana de sus familias sin saber si por la noche, despu¨¦s de pasarse el d¨ªa entero trabajando a centenares de metros bajo tierra, las volver¨ªan a ver. La atm¨®sfera de la charla tambi¨¦n fue especial: en Oxford no he tenido un auditorio tan atento y respetuoso como aqu¨¦l. Esto debi¨® de influir en lo que ocurri¨®, igual que el hecho de que todas o casi todas las personas que asist¨ªan al evento fueran militantes socialistas. Lo cierto es que al final de la charla me vine arriba y ¡ªlo de rompepelotas iba en serio¡ª largu¨¦ una aut¨¦ntica fil¨ªpica contra los partidos pol¨ªticos en general y contra el socialista en particular, una invectiva furiosa contra su falta de democracia interna y su colonizaci¨®n de las instituciones, contra la corrupci¨®n que los devora y est¨¢ al principio o al final (o al principio y al final) de casi toda la corrupci¨®n de este pa¨ªs, en definitiva contra la lacra quiz¨¢ esencial de la famosa vieja pol¨ªtica que la famosa nueva pol¨ªtica proclam¨® que ven¨ªa a corregir y no ha hecho m¨¢s que acrecentar. Cuando me call¨¦ y abrieron el debate al p¨²blico, se hizo eso que llaman un silencio sepulcral. Fue entonces cuando tom¨® la palabra un minero viejo, con aire rocoso de boxeador y cr¨¢neo senatorial. No recuerdo la letra de lo que dijo, pero s¨ª su esp¨ªritu. ¡°Se?or Cercas, llevo casi 60 a?os militando en el partido socialista, y usted ha venido hoy aqu¨ª, a mi casa, a despotricar de mi partido, a ponernos a todos pingando¡±, empez¨®, y en ese momento comprend¨ª que se me hab¨ªa ido la mano y que no iba a salir con vida de aquel teatro: aquellos mineros tan encantadores me iban a convertir en hamburguesas y a enterrarme en lo m¨¢s hondo del pozo Sot¨®n. ¡°Pues bien, se?or Cercas¡±, prosigui¨® el hombre. ¡°La verdad es que se ha quedado usted corto¡±. Acto seguido lanz¨® un alegato contra su propio partido que convirti¨® el m¨ªo en un chiste inofensivo. Y concluy¨®: ¡°Dicho esto, yo soy socialista y me morir¨¦ siendo socialista, porque nadie ha contribuido tanto como mi partido al bienestar de los trabajadores de este pa¨ªs¡±. Eso fue todo. As¨ª fue como supe qu¨¦ es un militante de verdad. Aquel viejo, seg¨²n me contaron m¨¢s tarde, era una leyenda del socialismo asturiano, un tipo que, a los 20 a?os, se hab¨ªa batido con la polic¨ªa franquista en las huelgas de 1962, que escap¨® de milagro arroj¨¢ndose a las aguas del Nal¨®n, que se exili¨® en Francia, que ya en democracia fue diputado en el Congreso y que, al terminar su legislatura, regres¨® a la mina. Se llamaba Avelino P¨¦rez.
Se llama todav¨ªa: hace unos d¨ªas volv¨ª a verlo. All¨ª estaba ¨¦l, en una foto de este peri¨®dico, con su aspecto intacto de p¨²gil, su sonrisa mellada y su pu?o en alto, en un homenaje a los militantes socialistas de la dictadura, vindicando la contribuci¨®n de su partido a la democracia y el ¡°esp¨ªritu de convivencia¡± de los espa?oles (olvidaba decir que, cada vez que Avelino P¨¦rez y sus compa?eros oyen decir que esta democracia no es m¨¢s que una prolongaci¨®n de la dictadura por otros medios, se parten de risa para no partirle la cara al imb¨¦cil que lo dice). Por lo dem¨¢s, todo el mundo sabe que un minero asturiano es una cosa muy seria, pero yo me separ¨¦ de los de la cuenca del Nal¨®n dici¨¦ndome que, si alg¨²n d¨ªa hay que ir a la guerra, yo quiero ir con ellos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.