Un sanatorio para los chimpanc¨¦s de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo
La caza ilegal de simios es un modo f¨¢cil de conseguir alimento o ingresos para la poblaci¨®n congole?a. Muchos terminan en zoos o colecciones privadas por todo el mundo. El Centro de Rehabilitaci¨®n de Primates de Lwiro es refugio y cura para los ejemplares incautados y traumatizados
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Itsaso V¨¦lez apura su caf¨¦ con intranquilidad. Camina de una esquina a otra de la terraza, en silencio. Ella es la directora t¨¦cnica del Centro de Rehabilitaci¨®n de Primates de Lwiro (CRPL). Est¨¢ preocupada porque el chimpanc¨¦ que las autoridades congole?as rescataron anoche est¨¢ tardando m¨¢s tiempo del estimado en llegar a sus instalaciones, en una esquina del este de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. Es un lugar tan pl¨¢cido que la primat¨®loga no necesita esforzarse para escuchar al todoterreno que transporta al animal incautado. En cuanto el ruido del motor se superpone a los reclamos de los suimangas, unas avecillas parecidas a los colibr¨ªes americanos, V¨¦lez sale a toda prisa a la carretera. Sin tiempo que perder, con eficacia militar, unos guardabosques le entregan un ejemplar hembra de dos a tres a?os: una bola de pelo oscura, cubierta con mantas gruesas. Est¨¢ desnutrida, pero no tiene heridas peligrosas. El equipo del CRPL piensa que se recuperar¨¢ enseguida con los tratamientos adecuados.
Mientras examina la salud del reci¨¦n incautado, su biograf¨ªa estremece a Lina Nturubika, la veterinaria del CRPL. Unos cazadores mataron a sus padres para traficar con la carne de los simios en los mercados locales. Despu¨¦s pas¨® muchas semanas en una jaula diminuta, donde unos comerciantes la trasladaban de una ciudad a otra con la esperanza de encontrar una oferta generosa a cambio de ella. El CRPL es el hogar de 93 chimpanc¨¦s incautados por las autoridades congole?as, adem¨¢s de 104 primates de otras especies. Todos tienen historias parecidas. Pero incluso los trabajadores m¨¢s veteranos del centro contin¨²an escuch¨¢ndolas con el mismo espanto que en sus primeros d¨ªas. ¡°Nunca me acostumbrar¨¦ a escucharlas¡±, confiesa Nturubika. ¡°Me deprimen porque los beb¨¦s chimpanc¨¦s me recuerdan a m¨ª misma. Como ellos, yo tambi¨¦n perd¨ª a mi padre cuando era peque?a por culpa de la guerra. Comprendo su sufrimiento¡±.
Los h¨¢bitats de los chimpanc¨¦s, nuestros parientes m¨¢s cercanos, con los que compartimos el 98,7% de nuestro c¨®digo gen¨¦tico, est¨¢n desapareciendo a un ritmo alarmante. De 1990 al 2016, los humanos talamos 1,3 millones de kil¨®metros cuadrados de bosques, una superficie m¨¢s del doble que la de Espa?a. Los escondites de los ¨²ltimos ejemplares se han transformado en bosques separados por decenas o centenares de kil¨®metros de huertos, ciudades o pueblos. Son una especie en peligro de extinci¨®n porque, aunque a¨²n existen de 173.000 a 300.000 en ?frica, las poblaciones censadas en 1975 quedar¨¢n reducidas a m¨¢s de la mitad en el 2050 si las tendencias actuales no cambian, seg¨²n la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN).
En el Congo, donde ocho de cada 10 ciudadanos viven con menos de 1,25 d¨®lares diarios, algunas personas de las zonas rurales identifican la caza ilegal de primates como una manera de conseguir las prote¨ªnas que necesitan o ingresos adicionales para mantener a sus familias. La disminuci¨®n de los bosques facilita esas cacer¨ªas. Los humanos est¨¢n cada vez m¨¢s cerca de los chimpanc¨¦s: ha aumentado la interacci¨®n entre ambas especies. Adem¨¢s, despu¨¦s de consumir la carne de los animales adultos, algunos comerciantes subastan a las cr¨ªas. Sus destinos son numerosos: muchos terminan en zool¨®gicos o colecciones privadas en China, pero tambi¨¦n en Europa, Estados Unidos u Oriente Medio.
El CRPL abri¨® sus puertas en el 2003 como una respuesta al aumento de este tr¨¢fico. Lo hizo poco despu¨¦s de que los seis estados africanos implicados en la ¨²ltima guerra congole?a firmasen un acuerdo de paz. Era un programa del Instituto Congole?o para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (ICCN) que apadrin¨® la oeneg¨¦ Coopera. Durante la guerra, que mat¨® de dos a seis millones de personas desde 1998 hasta el 2003, la multiplicaci¨®n de las armas y la pobreza en un territorio gigantesco, donde el Estado no ten¨ªa la capacidad de defender los espacios naturales protegidos ni de garantizar al pueblo los servicios sociales m¨¢s b¨¢sicos, crearon un escenario ideal para la proliferaci¨®n del furtivismo.
En vez de terminar, la guerra congole?a se ha transformado en una cicatriz sin sanar: en el extremo oriental del Congo contin¨²an luchando m¨¢s de 130 grupos rebeldes. Por eso, esta tarde, mientras el equipo del CRPL da un biber¨®n repleto de leche al chimpanc¨¦ reci¨¦n llegado, V¨¦lez reconoce que detener el tr¨¢fico de animales o la deforestaci¨®n a¨²n son tareas descomunales. Pero, seg¨²n ella, todos los esfuerzos de este santuario merecen la pena porque, adem¨¢s de ofrecer un futuro digno a los primates incautados, son peque?os pasos para lograr esa meta.
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Cada chimpanc¨¦ es ¨²nico
Al amanecer, una entreluz violeta se cuela a trav¨¦s de las ventanas del dormitorio de V¨¦lez: es el momento de despertarse. La directora t¨¦cnica del CRPL no tiene rutinas. Cada jornada es distinta. Se encarga tanto de cuidar de los primates reci¨¦n llegados como de buscar fondos para el santuario, entre otras labores. El ¨²nico denominador com¨²n de sus d¨ªas son las caminatas que hace cada ma?ana, poco despu¨¦s de la madrugada, para comprobar el estado de salud de todos los primates e inspeccionar las interacciones entre ellos.
Antes de abrir las puertas del centro escucha a decenas de chimpanc¨¦s gritando en¨¦rgicamente casi al un¨ªsono: es uno de los m¨¦todos que usan para comunicarse. Los simios se acercan a la primat¨®loga. Ella los saluda a trav¨¦s de una valla. Recita sus nombres. Reconoce a cada individuo. Est¨¢n repartidos en recintos diferentes para impedir peleas. Son animales inteligentes que establecen estructuras sociales tan complejas que los humanos a¨²n no conocemos todos sus secretos. La introducci¨®n de los reci¨¦n llegados en esos grupos es un proceso largo, complicado, que V¨¦lez supervisa con esmero. Adem¨¢s, despu¨¦s de sobrevivir a todo tipo de experiencias dolorosas, muchos arrastran traumas que dificultan su relaci¨®n con otros ejemplares.
V¨¦lez tiene una empat¨ªa asombrosa con los primates. Para ella, todos los seres vivos merecen el mismo respeto. Piensa que cada animal es ¨²nico, un hecho innegable en el caso de los chimpanc¨¦s. Esos simios compilan en su cerebro conocimientos que acumulan a lo largo de su vida y pueden transmitir a sus descendientes. Los trucos que usan para sobrevivir en las selvas de ?frica son el resultado de un proceso de aprendizaje que empez¨® hace millones de a?os. Casi todos los animales heredan al nacer un instinto que les permite alimentarse, reproducirse o eludir a sus depredadores. Pero, como sucede con las personas, el tiempo que los chimpanc¨¦s pasan con sus progenitores ¡ªde seis a siete a?os¡ª les permite desarrollar lentamente m¨¢s conexiones neuronales para incorporar conocimientos adicionales m¨¢s complicados.
Al nacer, las partes del cerebro de los chimpanc¨¦s responsables de las tomas de decisiones, la autoconciencia o la creatividad a¨²n est¨¢n inmaduras. Esa demora en el desarrollo de sus cerebros con respecto al de otros animales es el precio por su plasticidad para integrar, gracias al contacto con otros individuos, capacidades que hasta hace menos de seis d¨¦cadas pens¨¢bamos que solamente ten¨ªamos los humanos, como el lenguaje, interacciones sociales complejas, o el uso de herramientas para conseguir alimentos. Cuando los cazadores furtivos asesinan a un grupo entero para alimentarse de su carne o comerciar con los ejemplares m¨¢s peque?os, tambi¨¦n est¨¢n eliminando para siempre una cadena de transmisi¨®n de conocimientos tan antigua como los primeros primates y habilidades ¨²nicas.
Seg¨²n algunos primat¨®logos, los chimpanc¨¦s tienen culturas: cada poblaci¨®n posee comportamientos o m¨¦todos propios para, por ejemplo, obtener alimentos. Mientras que en el parque nacional de Kibale (suroeste de Uganda) estos animales usan palos para extraer miel de las colmenas en el interior de las oquedades de los ¨¢rboles, en el bosque de Budongo (oeste de Uganda) utilizan hojas masticadas que funcionan como esponjas, id¨®neas para absorber la miel de las colmenas en huecos min¨²sculos. Los simios aprenden esas habilidades del mismo modo que los humanos: imitando a sus compa?eros o familiares.
¡°Pocos hu¨¦rfanos son capaces de sobrevivir¡±, asegura V¨¦lez. ¡°Estos primates est¨¢n todo el tiempo en contacto con sus madres hasta que cumplen tres a?os. Nunca se separan de ellas m¨¢s de cinco metros. E incluso despu¨¦s de su emancipaci¨®n, es usual que mantengan lazos estrechos con sus madres o hermanos, sobre todo en el caso de los machos¡±. En el CRPL, esas figuras maternas son sustituidas por un equipo de trabajadores que acompa?an a las cr¨ªas y adolescentes las 24 horas.
Amor para rehabilitar a los hu¨¦rfanos?
Para Lorena Aguirre, psic¨®loga y directora del CRPL, concentrar todos los esfuerzos del centro en los primates ser¨ªa un error. ¡°Hemos dise?ado un programa de desarrollo humano integrado en la conservaci¨®n de los grandes simios¡±, dice Aguirre. ¡°Todos vivimos en el mismo ecosistema. Las personas somos parte activa tanto de los problemas como de las soluciones¡±. Aguirre compagina sus trabajos en el CRPL con programas de sensibilizaci¨®n ambiental o proyectos de refuerzo psicosocial para ex ni?os y ni?as soldado, guardabosques, trabajadores sanitarios y supervivientes de violaciones. Su ¨²ltimo proyecto es una cooperativa de mujeres que ahora produce 160.000 kilogramos de caf¨¦ por cosecha.
Para rehabilitar psicol¨®gicamente a los chimpanc¨¦s y otros primates, Aguirre emplea terapias parecidas a las que usa con los humanos. ¡°Todos los mam¨ªferos necesitamos amor, y m¨¢s a¨²n cuando somos peque?os¡±, dice Aguirre. ¡°Sin excepci¨®n, todos los primates ingresan en el CRPL con problemas f¨ªsicos y psicol¨®gicos. En una ocasi¨®n, un cercopiteco de diadema beb¨¦ lleg¨® al santuario con, aparentemente, una salud perfecta. No ten¨ªa heridas ni diarrea. Su pelaje era radiante. Ni siquiera presentaba s¨ªntomas de desnutrici¨®n o deshidrataci¨®n. Pero siempre estaba hecho una bolita, replegado sobre s¨ª mismo. Pens¨¦ que ten¨ªa alg¨²n problema en sus patas. Me equivoqu¨¦. En realidad, el peque?o ten¨ªa tanto miedo que se hab¨ªa quedado petrificado. Se hab¨ªa rendido. No pod¨ªa hacer otra cosa. De hecho, muri¨® poco tiempo despu¨¦s. Esta historia puede ayudarnos a comprender el grado de traumatismo psicol¨®gico que presentan los animales de nuestro centro, el miedo extremo que sufren cuando son separados de sus madres o de sus grupos¡±.
Para los hu¨¦spedes del CRPL, su inteligencia es un obst¨¢culo: pueden recordar el momento traum¨¢tico en el que perdieron a sus madres. El primer paso para rehabilitarlos psicol¨®gicamente es demostrarles que est¨¢n en un lugar seguro: en cuanto ingresan en el santuario, antes de unirse a un grupo de su especie, pasan un mes entero con un cuidador que no se separa de ellos. ¡°Durante ese tiempo monitoreamos la salud del animal, su alimentaci¨®n¡¡±, dice Aguirre. ¡°Pero sobre todo nos aseguramos de que recibe mucho cari?o¡±. En una regi¨®n donde los disparos de los fusiles de asalto resuenan desde hace d¨¦cadas, el equipo de este centro usa el amor que sienten hacia todos los seres vivos para cicatrizar sus heridas.
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