Gorilas y pigmeos: luces y sombras de la conservaci¨®n
La salvaci¨®n de los primates de la extinci¨®n significa a la vez la expulsi¨®n forzada del pueblo ind¨ªgena batwa de sus tierras
En un secreto lugar de los volcanes Virunga, en el verde coraz¨®n de ?frica, una familia de gorilas de monta?a se alimenta de la frondosa vegetaci¨®n que les rodea. Sin depredadores naturales y con total disponibilidad de alimento, la vida de estos grandes primates se antoja pl¨¢cida. De repente, el viento cambia y llega el sonido de ladridos cada vez m¨¢s cercanos y machetes abri¨¦ndose paso a trav¨¦s de la espesura. Asustados, los gorilas se ponen en marcha, pero no tardan en ser alcanzados por una partida de cazadores que lleva siguiendo su rastro desde el alba.
El gran macho de espalda plateada es el primero en morir. Hacen falta varios tiros para hacerlo caer. Una vez sin vida, h¨¢biles movimientos de machete cercenan su cabeza y manos. La primera es un trofeo, las segundas ser¨¢n convertidas en grotescos ceniceros. Aterrorizadas, las hembras con cr¨ªas intentan ponerse a salvo pero son igualmente abatidas. Resulta imposible separar a los peque?os de los cad¨¢veres de sus madres. Para conseguirlo, los cazadores les arrojan agua hirviendo. Al final de la batida, apenas las cr¨ªas y los j¨®venes han sobrevivido, pero es solo una pr¨®rroga. Heridos y traumatizados, dejar¨¢n de comer y morir¨¢n solos y tristes en una peque?a y l¨²gubre jaula de alg¨²n traficante.
Esta era la realidad de los gorilas cuando a principios de los a?os sesenta la estadounidense Dian Fossey lleg¨® a ?frica central para estudiarlos por encargo del paleo-antrop¨®logo Louis Leakey. La caza furtiva hab¨ªa diezmado su poblaci¨®n hasta reducirla a apenas 250 ejemplares. El pionero y valiente trabajo en Fossey en la convulsa Ruanda dio a conocer la dif¨ªcil situaci¨®n por la que atravesaba la especie. Fossey se emple¨® a fondo en conocer y proteger a estas criaturas.
Las ¨²nicas referencias que por entonces se ten¨ªan de los gorilas eran las que documentaron su descubrimiento por parte de Paul du Chaillu y que los describ¨ªa como monstruos semi humanos. Los estudios de Fossey demostraron que la imagen proyectada por du Chaillu no se correspond¨ªa con la realidad. Por el contrario, los gorilas resultaron ser, pese a su fuerza y tama?o, pac¨ªficos vegetarianos socialmente complejos.
La vehemente cruzada de Fossey a favor de los gorilas le cost¨® la vida. Muri¨® asesinada a machetazos mientras dorm¨ªa en su campamento de Karisoke en 1985. A partir de su trabajo, la situaci¨®n de los grandes primates empez¨® a despertar el inter¨¦s de la opini¨®n p¨²blica y a mejorar. Los gobiernos de los pa¨ªses que albergaban las ¨²ltimas poblaciones crearon parques nacionales consagrados a su conservaci¨®n. As¨ª, el de Uganda cre¨® a principios de los noventa, a trav¨¦s de UWA (Uganda Wildlife Authority) y con la colaboraci¨®n de WWF (World Wildlife Fund), los parques del bosque impenetrable de Bwindi y Mgahinga. Los parques congole?os de Kahuzi-Biega y Virunga, junto al de los Volcanes en Ruanda, completaron la lista de santuarios de gorilas.
La conservaci¨®n de los gorilas y de sus selvas ha supuesto el desarrollo de las deprimidas comunidades aldeanas que lindan con la selva
La inestabilidad que durante las ¨²ltimas d¨¦cadas ha azotado a Ruanda y que sigue afectando a la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo ha provocado que sea Uganda el pa¨ªs con m¨¢s ejemplares. Con cerca de 500 animales, la poblaci¨®n ugandesa constituye pr¨¢cticamente la mitad de los efectivos en el mundo.
Recientemente, la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN) cambi¨® el estatus de conservaci¨®n del gorila de monta?a de cr¨ªticamente amenazado a en peligro, lo que indica que ya no se teme por su inminente extinci¨®n. Sin embargo, dado lo reducido e inestable de su ¨¢rea de distribuci¨®n, siguen requiriendo especial atenci¨®n. Este anuncio constituye un ¨¦xito conservacionista del que todos nos felicitamos. Por desgracia, la lucha por salvar a los gorilas de la extinci¨®n oculta una gran mancha basada en la violaci¨®n de los derechos humanos de los pigmeos batwa, los ¨²ltimos cazadores recolectores de las selvas de ?frica oriental y primeros habitantes de la regi¨®n.
La conservaci¨®n de los gorilas y de sus selvas ha supuesto el desarrollo de las deprimidas comunidades aldeanas que lindan con las ¨¢reas boscosas. Los gorilas son el principal atractivo tur¨ªstico de Uganda, dejando unos beneficios anuales de unos 1.400 millones de d¨®lares. Oficialmente, ocho d¨®lares de cada permiso que expide la UWA para visitar a los gorilas, y que oscilan entre los 450 y 600 d¨®lares, debe repercutir en las comunidades locales. Pero el caso de los pigmeos batwa es diferente. Expulsados abruptamente de su selva cuando se constituyeron los parques nacionales a principios de los noventa, quedaron totalmente desamparados. Los batwa no est¨¢n reconocidos como ciudadanos ugandeses. Por ello, cuando se les ech¨® de su hogar no se les ofreci¨® ninguna alternativa.
Desde entonces, ni el Gobierno ugand¨¦s ni la UWA han permitido el acceso de los pigmeos a los beneficios derivados del ecoturismo. Tampoco han ofrecido compensaci¨®n alguna por la expulsi¨®n de sus territorios. Al perder su tierra, los batwa tambi¨¦n perdieron su voz. As¨ª, estos antiguos n¨®madas se vieron obligados a asentarse en los l¨ªmites de los parques y en los bordes de las carreteras donde los tradicionales mogulus (peque?as chozas construidas entrelazando ramas y hojas) fueron sustituidos por m¨ªseras chabolas.
"El ¨¦xito en la recuperaci¨®n de los gorilas demuestra que los humanos podemos enmendar nuestros errores", afirma Jillian Miller, directora desde 1992 de The Gorilla Organization, la instituci¨®n que lidera la conservaci¨®n de estos animales a nivel internacional. Miller enfatiza el papel de la instituci¨®n que preside en implicar a las comunidades locales en la conservaci¨®n de los gorilas. Sin embargo, las comunidades locales nunca han incluido a los batwa. Para Miller, la expulsi¨®n a la que estos fueron sometidos fue un error que nunca tuvo que haberse producido. Defiende asimismo que su organizaci¨®n intenta asistirlos, ense?¨¢ndoles a cultivar y escolarizando a los ni?os, intentando de esta manera integrarlos en una sociedad que les resulta ajena y que les da la espalda.
Resulta desolador constatar tan triste realidad. La de los gorilas de monta?a es una historia de ¨¦xito conservacionista. Sin embargo, este triunfo ha supuesto la destrucci¨®n de vidas humanas. Para los pigmeos de Uganda ya es tarde. Nunca podr¨¢n volver al bosque. Por crudo que resulte, la salvaci¨®n de los gorilas arrastra a los batwa a la extinci¨®n.
Carlos Mic¨® es historiador y naturalista.
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