El coronavirus afecta a los ¨²ltimos gorilas de planicie de Congo
El parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga, en RDC, es Patrimonio de la Humanidad y casa de los ¨²ltimos gorilas de planicie del mundo. Las restricciones de movimiento por la pandemia y la ca¨ªda del turismo afectan a su protecci¨®n. Una visita con los guardabosques que intentan contin¨²ar su labor sin ingresos
Estamos en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. Rodeados de toda clase de plantas, un grupo de cinco hombres uniformados avanza con el paso seguro de los soldados. Sus botas se hunden en el barro oscuro. En algunos rincones los ¨¢rboles son tan frondosos que conforman una especie de b¨®veda vegetal, una barrera impenetrable para el sol tropical. Es un mundo de sombras, columnas de luz que se filtran a trav¨¦s de las hojas, sonidos extra?os que provienen de la espesura, silencios inquietantes y se?ales que solamente las personas que han pasado muchos a?os en esta selva pueden descifrar. Huellas. Olores. Ramas dobladas. Hierbas pisadas. Los hombres caminan en silencio, despacio, leyendo con atenci¨®n esas marcas. Est¨¢n armados. Fusiles de asalto: AK-47. Se escucha el tintineo met¨¢lico de los cargadores y los silbidos de algunas aves. Eso es todo. El resto es silencio. Seg¨²n el recuento de un grupo de expertos de la Universidad de Nueva York, en el este del Congo luchan m¨¢s de 130 grupos rebeldes, pero estos hombres no son militares ni combatientes; son los guardabosques del parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La misi¨®n de los guardabosques ¡ªproteger a animales tan raros como los gorilas orientales de planicie¡ª est¨¢ en peligro por un obst¨¢culo que nadie hab¨ªa pronosticado, y sin embargo ha congelado los movimientos de millones de personas en todo el mundo: el coronavirus. Preocupado por la propagaci¨®n de esta enfermedad, el Gobierno congole?o cerr¨® sus fronteras el 25 de marzo.
La interrupci¨®n del turismo es un golpe duro para la gesti¨®n de este espacio natural, que recib¨ªa a cerca de 2.800 visitantes cada a?o. Era un n¨²mero modesto, sobre todo si lo comparamos con los 20.000 turistas que visitaban el cercano parque nacional de Bwindi, en Uganda, el hogar de los gorilas de monta?a. Pero esos ingresos imped¨ªan que el parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga entrase en bancarrota. Seg¨²n Gloria Mwenge Bitomwa, la coordinadora de las actividades tur¨ªsticas, hasta el 40% del presupuesto del parque depend¨ªa del turismo. El resto proced¨ªa de algunas ONG y agencias de cooperaci¨®n extranjeras.
Con el turismo estancado, ser¨¢ un a?o complicado para el parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga y otros programas para la conservaci¨®n de la naturaleza en ?frica.
Los guardianes de los gorilas
Despu¨¦s de 30 minutos caminando, los guardas se?alan a una mole oscura e inmensa tumbada entre las plantas. Han encontrado a la familia de Bonne Ann¨¦e, uno de los tres grupos de gorilas orientales de planicie habituados a la presencia de turistas. El macho dominante ¡ªBonne Ann¨¦e¡ª pesa alrededor de 270 kilos. En ocasiones, golpea sus pectorales con tanta fuerza que los porrazos pueden escucharse a muchos metros de distancia. Est¨¢ comiendo. No le molesta la presencia de los agentes forestales. Pero para demostrar su autoridad, sacude el suelo con sus brazos musculados, poderosos. Los guardabosques intentan calmarlo con un ruido que se parece al de un humano aclarando su garganta. Ese sonido significa: ¡°sabemos que t¨² eres el jefe. No queremos molestarte. Te respetamos¡±.
"Es doloroso cuando los furtivos matan a un gorila", dice Lambert Mongane. "Mi familia depende de ellos. Por eso los defender¨¦ durante el resto de mi vida". Mientras los beb¨¦s de Bonne Ann¨¦e se acercan con curiosidad a los guardas forestales, Mongane los mira como si una reuni¨®n familiar estuviese a punto de celebrarse. Ha pasado muchos a?os a su lado para comprobar su salud o anotar sus comportamientos. Es uno de los 240 guardabosques del parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga. Est¨¢ orgulloso. Seg¨²n ¨¦l, tiene una misi¨®n importante. Este parque es la ¨²ltima trinchera segura para los gorilas orientales de planicie. El resto del ¨¢rea de distribuci¨®n de estos primates est¨¢ a merced de los cazadores furtivos, los le?adores y los mineros artesanales. La presencia del Estado congole?o es tan d¨¦bil en esos lugares que las autoridades no pueden controlar las actividades ilegales.
Hasta ahora, se han descrito cuatro especies o subespecies de gorilas. Sus diferencias son min¨²sculas. Por eso los bi¨®logos a¨²n no han llegado a un consenso sobre este n¨²mero, que genera debates acalorados. En lo ¨²nico que est¨¢n de acuerdo es que los gorilas orientales de planicie son los m¨¢s amenazados. Solamente est¨¢n presentes en un pu?ado de bosques en el este del Congo, y sus poblaciones han disminuido un 77% en los ¨²ltimos 20 a?os: quedan 3.800 ejemplares.
La poblaci¨®n de gorilas orientales de planicie ha disminuido un 77% en los ¨²ltimos 20 a?os: quedan 3.800 ejemplares
Los guardabosques como Mongane protegen a estos simios por un salario de 50 d¨®lares mensuales. Los recursos del parque nacional son limitados. Por eso ellos solamente pueden patrullar cerca del 38% de las 600.000 hect¨¢reas del espacio protegido. Aunque tienen el control de las zonas que visitan los turistas, las partes m¨¢s remotas a¨²n son los escondites de algunas milicias.
Pobreza en tierra de oro
El coronavirus aterriz¨® en el Congo el 10 de marzo, casi dos meses despu¨¦s del primer contagio en Espa?a. Desde entonces, las autoridades sanitarias congole?as han confirmado 1.300 infecciones y 50 muertos. Probablemente, el cierre de las fronteras ha desacelerado la propagaci¨®n de la pandemia, que hasta hace poco progresaba en el continente de manera similar a la que se registr¨® en Europa. Pero los expertos a¨²n contienen la respiraci¨®n. Si la crisis sanitaria se extiende, esta naci¨®n re¨²ne todos los ingredientes para una hecatombe.
El subsuelo de este pa¨ªs esconde un tesoro estimado en 24 billones de d¨®lares, una cantidad superior al Producto Interior Bruto de todos los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. Ese es el precio de los dep¨®sitos minerales que a¨²n no se han explotado. Sin embargo, ocho de cada diez congole?os intentan sobrevivir con menos de 1,25 d¨®lares al d¨ªa. Es el resultado de un Estado que ha dado la espalda al pueblo desde su creaci¨®n en el per¨ªodo colonial. Nunca ha demostrado un inter¨¦s real para entorpecer a las empresas o individuos que exportan los recursos naturales sin apenas pagar impuestos. Todo lo contrario. Los gobiernos congole?os impulsaron los reg¨ªmenes tributarios m¨¢s generosos de todo el continente. El desenlace m¨¢s espantoso de estas decisiones se encuentra en las provincias orientales, donde una guerra interminable aterra al pueblo desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas.
Los congole?os no tienen m¨¢s remedio que buscar sus propias maneras de salir adelante en esos lugares donde el Estado ni siquiera les garantiza los servicios sociales m¨¢s b¨¢sicos ni su seguridad, y la guerra ha acabado con los pocos empleos remunerados que exist¨ªan. En ocasiones, esto significa incumplir las normas. Tambi¨¦n las del parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga, donde las minas artesanales y las explotaciones forestales ilegales han destruido numerosas hect¨¢reas de bosque.
Encontrar un modelo de conservaci¨®n que beneficie a la fauna salvaje y a los humanos y que ahora deber¨¢ acometerse sin los ingresos del turismo
La amenaza principal de los gorilas orientales de llanura es la p¨¦rdida o el deterioro de su h¨¢bitat. Las entra?as del parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga son el origen de una parte del oro de contrabando que termina en los mercados internacionales, y de una rara combinaci¨®n de metales con la que se fabrican los condensadores los aparatos electr¨®nicos: el colt¨¢n. Los ¨¢rboles se talan para extraer esos minerales de las entra?as del espacio protegido o para producir carb¨®n vegetal, un negocio que en el cercano parque nacional de Virunga origina unos 35 millones de d¨®lares al a?o. Su demanda es inagotable: el 98% de los hogares de la provincia del Kivu Sur usa este combustible para cocinar.
El Instituto Congole?o para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (ICCN) ¡ªuna agencia gubernamental que gestiona los parques nacionales¡ª dialoga con las comunidades locales para terminar con esas actividades. Pero los funcionarios, incapaces de ofrecer alternativas, en ocasiones usan la fuerza o reciben ataques. El a?o pasado murieron dos guardabosques y al menos un civil. El parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga ha dado un paso adelante al contratar como guardabosques a decenas de cazadores furtivos que ahora usan sus conocimientos del bosque para proteger a los animales. Sin embargo, encontrar un modelo de conservaci¨®n que beneficie tanto a la fauna salvaje como a los humanos a¨²n es un desaf¨ªo que, al menos de momento, deber¨¢ acometerse sin los ingresos procedentes del turismo. "Los gorilas son uno de nuestros parientes m¨¢s cercanos", dice Mongane. "Ellos son nuestros hermanos. Por eso no podemos permitir su extinci¨®n. La decisi¨®n de protegerlos o exterminarlos est¨¢ en nuestras manos".
Un oficio peligroso
Antes del amanecer, una columna de guardabosques uniformados asciende por la carretera de tierra que une el pueblo de Miti con el parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga. Rodeados de huertos y plantaciones de eucaliptos, usan las linternas de sus tel¨¦fonos m¨®viles o, simplemente, caminan a oscuras. De acuerdo con una encuesta de la ONG Coopera, m¨¢s de la mitad de los guardabosques de este espacio natural proceden de hogares pobres. Casi todos decidieron trabajar en el parque porque buscaban sueldos con los que alimentar a sus familiares o ahorros para tener hijos, y nunca pensaron que era un oficio peligroso.
En el espacio natural encontraron con escenarios distintos de los que esperaban. El 72% de los guardabosques del parque cree que sus salarios son demasiado bajos, y el 53% no est¨¢ satisfecho con su trabajo, de acuerdo con una encuesta de la Universidad de Cambridge.
Seg¨²n Lorena Aguirre, una psic¨®loga espa?ola que trabaja en el Congo desde hace 13 a?os, adem¨¢s de las condiciones de trabajo dif¨ªciles, los agentes forestales se enfrentan a situaciones estresantes, muchas de ellas violentas y traum¨¢ticas, incluyendo secuestros, enfrentamientos con armas de fuego y luchas cuerpo a cuerpo que pueden causar secuelas f¨ªsicas y psicol¨®gicas para toda la vida.
Aguirre, la directora de la ONG Coopera en el Congo, piensa que es necesario actuar de inmediato. Por eso, ha dise?ado un programa de apoyo psicosocial para los trabajadores del parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga. "En el este del Congo existe un trauma colectivo del que se habla muy poco", dice Aguirre. "El a?o pasado, despu¨¦s de evaluar psicol¨®gicamente a 216 mujeres que viv¨ªan cerca del parque nacional de Kahuzi-Bi¨¦ga, encontramos resultados alarmantes: todas ten¨ªan trastornos claros. Los psiquiatras congole?os insisten en el alto n¨²mero de intentos de suicidio y diagn¨®sticos de depresi¨®n de la regi¨®n. Pero la provincia del Kivu Sur solamente dispone de tres especialistas".
Para Aguirre, la evaluaci¨®n psicol¨®gica de los guardabosques y un entrenamiento que les permita comprender las bases del trauma y detectar las patolog¨ªas, aumentar¨¢n su eficacia y capacidades. "Si eso no ocurre, no podremos garantizar la seguridad de los espacios protegidos y las especies que los habitan ", dice Aguirre. "Adem¨¢s, los agentes forestales afectados sufrir¨¢n un deterioro progresivo en todas las ¨¢reas de sus vidas". En el Congo, un sistema de salud mental adecuado ser¨ªa favorable para la vida salvaje y las personas. Aguirre aboga por modelos como este, que eviten la militarizaci¨®n de la conservaci¨®n de la naturaleza, y que beneficien a todos.
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