El arte de comerse una gamba
Sabores yodados y algo dulzones. Textura carnosa y firme. El respeto al producto es fundamental para disfrutar de un bocado en todo su esplendor.
La propia entrada, con una sutileza ofensiva, se ocupaba de marcar las distancias. Era el acceso a un club exquisito, privado como pocos. No al estilo ingl¨¦s, donde el dinero no es ¨²nicamente la llave de admisi¨®n, aunque este lugar tambi¨¦n se vanagloriaba de saber decir que no, y la prueba era que entre sus miembros hab¨ªa un d¨¦ficit de perfiles digamos famosos. La discreci¨®n y confidencialidad eran parte del atuendo de aquellos individuos, titulares de imponentes fortunas, que buscaban pasar inadvertidos.
Desde que el mundo es mundo nos hemos aplicado en subrayar la jerarqu¨ªa mediante vestimentas, pinturas, ornamentos y expresiones varias. Lo mismo da enarbolar una ense?a con el escudo de un equipo de f¨²tbol o anudarse al cuello el pa?uelo de una cofrad¨ªa que blandir, como si de una navaja se tratara, las facturas de los incontables restaurantes por los que se ha pasado. Todo va encaminado a la exhibici¨®n de alguna diferencia que, cuando menos, nos haga sentir singulares. Los socios de este club la establec¨ªan con trajes ejecutivo slim fit, elegantes tailored fit en tonos gris, azul oscuro y negro, o atemporales classic fit con estampados pr¨ªncipe de Gales, raya diplom¨¢tica y Herringbone.
La gerencia de aquella instituci¨®n nos hab¨ªa convocado a un encuentro enmarcado dentro de las actividades programadas para sus socios, junto a altos ejecutivos de algunas de las empresas m¨¢s relevantes del panorama econ¨®mico nacional e internacional. Entre bloques de intervenciones se abrieron espacios para la conversaci¨®n relajada y las relaciones sociales. El caf¨¦ de media ma?ana y las comidas de trabajo eran un inventario de contactos visuales intensos e interrogativos, que se confund¨ªan con otros afables y curiosos. Y entre observaciones c¨®mplices, aburrimientos varios y miradas que estudiaban lo que suced¨ªa alrededor, se person¨® el equipo a cargo del almuerzo con unas bandejas de gambas onubenses peladas que la audiencia acogi¨® con gusto. Probablemente, de todo lo que estaba all¨ª, ese producto era lo ¨²nico con una procedencia rastreable, si pensaba en muchos de los temas que estaban debati¨¦ndose y que ten¨ªan que ver con el encogimiento de este mundo globalizado, que desplaza mercanc¨ªas de uno a otro lugar en funci¨®n de su utilidad comercial. Ese proceso de convergencia mundial seguramente sea tambi¨¦n el causante de que coman igual de mal un ciudadano de escasos recursos al que no le interesa la cocina y un directivo ocupado que se desentiende de su alimentaci¨®n.
Y el ejemplo estaba all¨ª, con aquellas gambas, que en un intento por afinarlas hab¨ªan pelado antes de tiempo, sin tener en cuenta que la mejor expresi¨®n de las cualidades de ese producto se ofrece nada m¨¢s cocinarse, retirando la c¨¢scara en el acto, antes de introducirse en la boca. Es en ese instante cuando adquieren el tono, brillo, firmeza y sabor diferenciado que las dota de reputaci¨®n. Entonces, reci¨¦n cocinadas, se advierten con mayor transparencia la limpieza de su textura carnosa y los intensos sabores yodados y algo dulzones almacenados en su cabeza. Eso es lo que las revela extraordinarias.
As¨ª que mientras aquellos hombres y mujeres de negocios se inflaban a colas de gambas terciadas por la mano del hombre, yo pensaba en esos encabezamientos de los medios de comunicaci¨®n que nos recuerdan la recomendaci¨®n de la Agencia de Seguridad Alimentaria de no chupar las cabezas de gamba, mientras pasamos de puntillas informes como el estudio epidemiol¨®gico a escala global de la Sociedad Europea de Cardiolog¨ªa que sit¨²a la tasa de mortalidad mundial anual por contaminaci¨®n atmosf¨¦rica en 8,8 millones de personas. Seres humanos que ven reducida su esperanza de vida en casi tres a?os por culpa de la inhalaci¨®n de peque?as part¨ªculas. Paradojas de un mundo estrecho que emplea formidables cantidades de energ¨ªa en complacer los antojos de las sofisticadas y cosmopolitas nuevas tendencias mundiales en tanto menoscaba la belleza local.
Bogavante con agua de Idiaz¨¢bal
Ingredientes
Para 4 personas
Para el bogavante
- 1 bogavante
- 10 litros de agua
- 300 gramos de sal
- 8 litros de agua
- 2 kilogramos de hielo
Para el agua de Idiaz¨¢bal
- 300 gramos de queso Idiaz¨¢bal
- 400 gramos de agua
- 3 gramos de kuzu
Para el majado
- Restos de bogavante
- 50 gramos de hojas de capuchina
- 5 gramos de salvia
- Aceite de oliva
- Sal
Para el acabado
- Hojas de capuchina
- Flores de salvia
Instrucciones
Mezclar el agua con la sal y colocar en una olla al fuego. Cocer el bogavante en el agua con sal una vez que esta rompa a hervir.
Mantener la cocción durante 6 minutos y seguidamente refrescar el bogavante en una mezcla de agua, sal y hielo.Una vez frío, descascarillar el bogavante por completo y hacer porciones de 80 gramos.
Reservar también el coral (en caso de haber), así como las piezas del bogavante que son más pequeñas (patas y recortes) para aprovechar en el majado.
4. El agua de Idiaz¨¢bal
Rallar el queso. Poner el agua y el queso rallado y dejar que hierva durante 20 minutos.
Microfiltrar en caliente y enfriar. Texturizar con el kuzu removiendo en frío hasta que gelifique.
6. El majado
Triturar todos los ingredientes y reservar.
Calentar el bogavante y el agua de Idiazábal. Disponer un poco de majado y, sobre este, los trozos de bogavante. Cubrir los trozos con el agua de Idiazábal y disponer hojas de capuchina y salvia como acentos.
Origen
El queso Idiaz¨¢bal es originario del Pa¨ªs Vasco y Navarra. Se produce con leche de oveja de las variedades Latxa y Carranzana y es parte del patrimonio pastoril de sus montes.
Aporte nutricional
Es una gran fuente de calcio y de vitamina A y aporta 443 kilocalor¨ªas por cada 100 gramos de producto.
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