Miguel Delibes de Castro: ¡°Sin una justicia econ¨®mica global no podremos salvar la naturaleza¡±
Delibes hijo hered¨® el amor por el medio ambiente de Delibes padre, cuyo centenario se celebra en 2020 y quien ya en 1975 alert¨® en su discurso en la RAE de la ¡°inmolaci¨®n¡± planetaria en ciernes. Juntos escribieron en 2004 La tierra herida, una charla casera sobre la amenaza del colapso ecol¨®gico. El padre defendi¨® la cultura rural sublim¨¢ndola en sus novelas. Su hijo fue director de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana y ha sido el gran protector del lince ib¨¦rico. Jubilado y activo, el bi¨®logo avista tempestades.
Es mediod¨ªa, hace sol en Sevilla y Miguel Delibes de Castro ya ha dado su habitual paseo ma?anero en bicicleta con su yerno Jose. Ha recorrido 40 kil¨®metros ¡ªcifra estupenda para un hombre de 73 a?os¡ª y lo ¨²nico rese?able es que al sortear un camino reci¨¦n arado se ha pinchado con una rama en un brazo. El bi¨®logo no se fij¨® en qu¨¦ clase de ¨¢rbol lo roz¨®. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, tras otro paseo, el exdirector de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana y m¨¢xima autoridad en el lince ib¨¦rico env¨ªa un escueto mensaje de m¨®vil informando de que se trataba de una planta leguminosa: ¡°Fue una acacia¡±.
El 17 de octubre se cumplieron 100 a?os del nacimiento de su padre, el escritor Miguel Delibes, fallecido en 2010. La Biblioteca Nacional est¨¢ celebrando con una gran exposici¨®n el centenario de un prodigio de las letras que fue a su vez un enamorado y un defensor de la naturaleza, sensibilidad que absorbieron sus hijos. En 1975, en su acto de ingreso en la Real Academia Espa?ola ¡ªsill¨®n e min¨²scula para una persona que siempre rehuy¨® lo may¨²sculo¡ª, ley¨® un discurso titulado El sentido del progreso desde mi obra en el que advert¨ªa de los peligros de ¡°un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional¡± y sosten¨ªa la necesidad de encauzar el desarrollo con sentido ¨¦tico y manteniendo la conexi¨®n con la naturaleza. Para quienes entonces pensaban sobre todo en un r¨¢pido crecimiento econ¨®mico y en la modernizaci¨®n de aquella Espa?a anquilosada, pod¨ªan sonar como las palabras de un aguafiestas o, como el propio Delibes dijo aquel d¨ªa, de un retr¨®grado o un reaccionario. Hoy se leen simplemente como las palabras de un individuo cabal y perspicaz.
La preocupaci¨®n medioambiental acompa?¨® al escritor toda su vida, y en 2004 public¨® con su hijo Miguel el libro La tierra herida, una charla casera en la que el novelista anciano apremia al cient¨ªfico en su plenitud a que le d¨¦ respuestas concretas sobre el desaguisado que se estaba produciendo en el planeta Tierra.
Nuestro desaguisado de ayer. Nuestro desaguisado de hoy. Nuestro desaguisado de ma?ana.
En la sala de estar de Miguel Delibes de Castro hay un simp¨¢tico peluche de lince eurasi¨¢tico, el Lynx lynx. El bi¨®logo se encuentra fresco y bien dispuesto.
Es importante la bicicleta, ?verdad?
Es esencial, c¨®moda y entretenida. Su empleo no deber¨ªa ser visto como una imposici¨®n desagradable, sino como algo saludable y que permite disfrutar del paisaje de otra manera. En bici ves muchas cosas. Mi libro Cuaderno del carril bici: pedaladas de un viejo naturalista en Sevilla y m¨¢s all¨¢ [Tundra, 2019] naci¨® un d¨ªa por la ma?ana en el que yendo hacia el trabajo tuve la suerte de observar el instante en el que un ¨¢guila pescadora ¡ªel Pandion haliaetus¡ª capturaba un pez junto a la Torre del Oro. En realidad, la he visto dos veces intentar pescar por la ciudad. Una se llev¨® una buena pieza, la otra fall¨®. Por lo dem¨¢s, es obvio que el uso de la bicicleta es muy importante por la reducci¨®n del di¨®xido de carbono y de otras part¨ªculas contaminantes que emiten los coches, y que la salud de los ciudadanos que andan en bici mejora. ?Es tan absurdo gastar dinero y tiempo pedaleando en un gimnasio, o haciendo spinning como dicen, cuando se puede hacer ejercicio al aire libre para desplazarse de un lugar a otro! Una buena noticia es que parece que con el posconfinamiento se est¨¢ haciendo un esfuerzo en las ciudades europeas por mejorar los carriles bici. Par¨ªs lidera el proceso, seg¨²n dicen. En un lugar como Copenhague se le da tanta relevancia que esta v¨ªa es la primera que se limpia cuando cae una nevada. Madrid, al contrario, es nefasta para la bici.
?Cree que en Espa?a hay un rechazo hacia este humilde medio de transporte?
No, tampoco dir¨ªa eso. Lo que s¨ª es un problema generalizado es que caminamos poqu¨ªsimo para el clima tan ben¨¦volo que tenemos. Cogemos el coche para movernos uno o dos kil¨®metros. La verdad es que no s¨¦ de d¨®nde viene esto.
En su familia la bici ha sido objeto de veneraci¨®n.
?Hombre, no tanto! Es cierto que a mi padre le gustaba much¨ªsimo. Antes de casarse se hac¨ªa 100 kil¨®metros en bici para ir a ver a mi madre, y la us¨® hasta que ten¨ªa 85 a?os. Pero lo m¨¢s importante para ¨¦l, la pluma aparte, fue la escopeta. Ten presente que ¨¦l no dijo nunca: ¡°Soy un ciclista que escribe¡±. Dijo: ¡°Soy un cazador que escribe¡±.
?Y usted en qu¨¦ est¨¢ investigando?
Ya no tengo grandes proyectos, trabajo en temas con los que llevo a?os. Por ejemplo, otros bi¨®logos del CSIC y yo tenemos pendiente la publicaci¨®n de un par de art¨ªculos relacionados con la nutria. En uno estudiamos c¨®mo va disminuyendo la contaminaci¨®n en el r¨ªo Guadiamar, ocasionada por el vertido de Aznalc¨®llar, mediante el an¨¢lisis de las cargas de minerales pesados en los excrementos de las nutrias. Otro tiene que ver con las poblaciones de este animal en Marruecos, por donde hemos andado unos cinco a?os buscando nutrias. Es muy grato investigar cuando est¨¢s jubilado porque, aunque tengas que pagarte los gastos, te ahorras la horrorosa burocracia de la ciencia en Espa?a. Me siento m¨¢s libre.
?Por qu¨¦ las nutrias?
Hace medio siglo, cuando yo empec¨¦, aqu¨ª no hab¨ªa una estructura cient¨ªfica y b¨¢sicamente escog¨ªas para investigar lo que m¨¢s te apetec¨ªa. A m¨ª me gustaban los mam¨ªferos carn¨ªvoros como la gineta, el lince o la nutria, que en los setenta estaba desapareciendo en toda Europa y se ha recuperado con mucho ¨¦xito.
Tiene fama de ser pel¨ªn agresiva.
No hay animales agresivos si t¨² no los agredes, al menos en Espa?a. Todos son huidizos, y si hay alg¨²n riesgo se derivar¨ªa de una excesiva confraternizaci¨®n con ellos. Hay que comprender que los animales son distintos a nosotros, que Walt Disney creo una fantas¨ªa, que no es nada prudente acercarse a un oso cuando est¨¢ devorando su pieza de carro?a. Nosotros podemos considerarnos amigos de los animales, como F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente, pero ellos no tienen por qu¨¦ ser amigos nuestros.
Su padre en su discurso de 1975 precis¨® que hab¨ªa escrito aquella disertaci¨®n en memoria de su esposa, ?ngeles de Castro, fallecida un a?o antes.
S¨ª, a ella le hizo much¨ªsima ilusi¨®n que lo eligieran acad¨¦mico. Mi hermana Elisa recuerda que mi madre andaba por casa y de repente dec¨ªa: ¡°?Uy, no s¨¦ por qu¨¦ estoy tan contenta hoy!¡±, y luego: ¡°?Ay, s¨ª, claro, por lo de la Academia!¡±. Ella muri¨® en 1974, cuando a¨²n no estaba acabado el discurso. A mi padre le entra una gran depresi¨®n y no tiene ¨¢nimo para hacer nada, pero en los primeros meses de 1975 saca fuerzas para terminarlo por ella. Por cierto, que esa parte del discurso que mencionas decidi¨® no leerla en el acto porque tem¨ªa quebrarse y echarse a llorar.
No quer¨ªa exponerse.
Se conoc¨ªa. Las comidas y las reuniones formales lo angustiaban. Dec¨ªa que se le cerraba el est¨®mago y que le entraba ansiedad. Tambi¨¦n le daban claustrofobia los aviones, y por eso cuando ten¨ªa que ir de viaje, as¨ª fuera a lugares remotos como Mosc¨² o Estambul, nos ped¨ªa a alguno de los hijos y nuestras parejas que viaj¨¢ramos con ¨¦l. Mi esposa, Isabel, y yo lo acompa?amos una vez en una gira por los pa¨ªses n¨®rdicos, y despu¨¦s de Noruega y de Suecia, cuando a¨²n ten¨ªamos que ir a Finlandia, se angusti¨®, se le cerr¨® el est¨®mago y nos propuso que nos fu¨¦ramos a hacer turismo hacia el c¨ªrculo polar, huyendo de comidas formales y clases magistrales. ?l dec¨ªa que era neurast¨¦nico.
?Su madre y su padre compart¨ªan la preocupaci¨®n por el medio ambiente?
Mi madre ten¨ªa otra clase de relaci¨®n con el campo. Simplemente lo disfrutaba y, por su car¨¢cter alegre, tend¨ªa a ver el lado bueno de todo. Pienso que si ahora le dijesen que han desaparecido las truchas en tal sitio, ella dir¨ªa: ¡°Pero f¨ªjate cu¨¢ntas hay en tal otro¡±. En mi padre, sin embargo, las inquietudes siempre adquir¨ªan el cariz de una preocupaci¨®n grave. Si se interesaba tanto por el medio ambiente, aparte de porque tambi¨¦n lo disfrutaba mucho, era porque ten¨ªa la sensaci¨®n de que era un bien que se estaba perdiendo r¨¢pido; lo mismo le suced¨ªa con la cultura rural. ?l, por su car¨¢cter depresivo, tend¨ªa a ver las cosas como negativas e irreversibles. Me acuerdo de que aun a los 89 a?os, poco antes de morirse, me dijo: ¡°Hijo, yo sab¨ªa que el fin del mundo estaba cerca, pero no tanto. Me parece que a¨²n voy a llegar a verlo¡±.
?Ella era ama de casa?
S¨ª, aunque no el ama de casa al uso que se quedaba siempre en el hogar cuidando a los hijos y haciendo la comida. Le interesaba hacer patrones de moda, durante un tiempo fue con una t¨ªa m¨ªa distribuidora de libros en Valladolid, era agente de mi padre, lidiaba con sus traductores, organizaba sus viajes, reservaba los hoteles. Cuando ella muri¨®, mi padre se encontr¨® de pronto inerme, sin capacidad de hacer nada solo.
?Qu¨¦ com¨ªan en su casa en un d¨ªa especial?
De muy ni?os, pollo, que ahora suena de lo m¨¢s corriente. Comer pollo era excepcional. Mi madre hac¨ªa un formidable pollo guisado.
Imag¨ªnese que sus padres y sus siete hijos se ?reuniesen hoy a comer. Corre un d¨ªa cualquiera de octubre de 2020. Una pandemia ha provocado ya la muerte de m¨¢s de un mill¨®n de personas. Se atropellan las noticias sobre el cambio clim¨¢tico. ?De qu¨¦ hablar¨ªan?
Uy, qu¨¦ dif¨ªcil de imaginar. Ella muri¨® hace 46 a?os, todav¨ªa viv¨ªa Franco y por entonces lo que m¨¢s le preocupaba era la transici¨®n al posfranquismo. Le daba mucho miedo por su recuerdo de la Guerra Civil. Tem¨ªa que hubiera otra guerra, y a los hijos nos ped¨ªa calma, prudencia, huir de los extremos; nos dec¨ªa que hab¨ªa que buscar la democracia pero sin causar da?os mayores que los que ya hab¨ªamos tenido. A mi padre esto no le preocupaba tanto. Creo que lo ve¨ªa de modo m¨¢s racional. En fin, que recuperar a mi madre en 2020 me resulta demasiado dif¨ªcil. Pero la verdad es que s¨ª estar¨ªa muy bien juntarnos otra vez todos a la mesa a comer un bonito con tomate, unas manitas de cordero o unos calabacines rellenos. Y hablar¨ªamos de la pandemia, claro, pero casi seguro tambi¨¦n de la familia, porque los Delibes somos muy familiares. Hablar¨ªamos de las bodas de los nietos de mis padres, de sus nuevos bisnietos¡
Cuando escribieron La tierra herida lo subtitularon ?Qu¨¦ mundo heredar¨¢n nuestros hijos? Han pasado 16 a?os. ?Qu¨¦ mundo heredar¨¢n los bisnietos de Delibes?
La situaci¨®n es peor. Pese a que en comparaci¨®n con entonces hay una mayor conciencia del problema, e incluso una tendencia casi universal a llevar a cabo pol¨ªticas ecol¨®gicas y sostenibles, el deterioro del medio ambiente se acelera. Podemos constatar muchas mejoras concretas ¡ªlos r¨ªos europeos est¨¢n mucho m¨¢s limpios que hace unas d¨¦cadas, hay m¨¢s parques naturales y hay especies como la nutria o el lince en una situaci¨®n m¨¢s positiva, por poner algunos ejemplos¡ª, pero todo peque?o avance local es casi insignificante a escala mundial.
?Qu¨¦ es lo m¨¢s grave del deterioro actual del medio ambiente?
?Eso es una pregunta de liga de f¨²tbol! Los cient¨ªficos no nos dedicamos a los rankings. Yo suelo decir que estamos ante un solo problema: un ¨²nico problema ambiental y social con diversas facetas. Si no conseguimos una justicia econ¨®mica global, la sostenibilidad social a la par que la ecol¨®gica, no arreglaremos nada ni salvaremos la naturaleza. Mientras haya gente que viva muy mal, habr¨¢ gente que da?a el medio y gente que acaba con especies de animales; habr¨¢ p¨¦rdida de bosques; habr¨¢ p¨¦rdida de biodiversidad; seguir¨¢ sin detenerse la hiperfertilizaci¨®n de la tierra y de los oc¨¦anos¡ Y parece inevitable que el mundo vaya volvi¨¦ndose m¨¢s y m¨¢s complicado. Aunque dej¨¢semos de emitir del todo gases de efecto invernadero, continuar¨¢n el aumento de la temperatura, el deshielo, la subida del mar, los huracanes y otros fen¨®menos extremos, y todo ello dar¨¢ lugar a grandes dificultades de orden pr¨¢ctico, adem¨¢s de probables guerras por el agua. Esto va a m¨¢s y solo se podr¨¢ afrontar con una gobernanza global, con algo como lo que supuso la ONU en tiempos del temor a un apocalipsis nuclear. Para evitar el colapso de nuestro mundo ¡ªclim¨¢tico o de otro tipo, pues bien pudiera ser tecnol¨®gico, por ejemplo¡ª no hay soluciones locales.
?Dir¨ªa que su padre fue un ecologista?
Creo que s¨ª, aunque el ecologismo hoy es muy heterog¨¦neo. Alg¨²n ecologista lo rechazar¨ªa con cajas destempladas, pero otros lo aceptar¨ªan de buen grado. En todo caso, creo que es el ¨²nico ismo al que se adscribir¨ªa.
No lo aceptar¨ªan, por ejemplo, los animalistas. ?Cree que su padre, como cazador que era, ten¨ªa una concepci¨®n poco evolucionada de los derechos de los animales?
El punto de vista de los derechos de los animales es una conciencia nueva muy urbanita, y mi padre era de otra ¨¦poca y entorno y no ten¨ªa dicha conciencia. Yo como bi¨®logo tengo dudas sobre algunos de esos derechos. No me considero en absoluto animalista y creo que esta corriente est¨¢ llegando a extremos antiecol¨®gicos. ?Hay movimientos que reclaman eliminar a los animales depredadores porque hacen sufrir a las presas!
En su discurso su padre dijo que se le acusaba de retr¨®grado por cuestionar la idea imperante de progreso en defensa de la naturaleza.
M¨¢s bien yo creo que si lo tachaban de eso era por el mundo rural que representaba en novelas como El camino o Las ratas. Entend¨ªan que era un conservador que no quer¨ªa el progreso de los espa?oles (¡°?c¨®mo va a defender Castilla si convierte en h¨¦roe a un ni?o que vive en una cueva!¡±), cuando lo que subyac¨ªa a esas historias era una defensa de la necesidad de mantener la cohesi¨®n en el campo, los lazos con la tierra y la lentitud de ese modo de vida, adelant¨¢ndose al problema tan obvio hoy del vaciamiento de los pueblos.
Le traslado una pregunta que lanz¨® su padre en su discurso: ¡°?En qu¨¦ consiste el bienestar? ?Qu¨¦ entiende el hombre contempor¨¢neo por estar bien?¡±.
Te digo lo que yo creo: que si pudi¨¦ramos ser felices sin comprar mucho, sin tener que cambiar de casa o de coche cada poco, sin necesidad de ir a las Maldivas de vacaciones, nos estar¨ªamos acercando a una idea sensata del bienestar. Hacen falta economistas que nos orienten hacia la econom¨ªa del no crecimiento y pol¨ªticos que nos ayuden a ir por ese camino sin necesidad de que nos obligue una cat¨¢strofe como la actual o como otras que puedan venir.
?Qu¨¦ era para ¨¦l el bienestar?
Estar en el campo. Que la familia estuviera bien. Ir de caza: ¡°Ser un hombre libre en un campo libre contra una pieza libre¡±, dec¨ªa. Y, por supuesto, la justicia social.
Y usted, ?cu¨¢ndo est¨¢ bien?
Yo tambi¨¦n en el campo. Es donde m¨¢s canto.
?Qu¨¦ canta?
Canciones de los sesenta o de los setenta. En las excursiones familiares cantamos mucho. Hace apenas un a?o, en un viaje a Noruega, cantaba Palmero sube a la palma, de Los Sabande?os, con mi hermano Germ¨¢n mientras naveg¨¢bamos en piragua por aguas del c¨ªrculo polar.
Es divertido que en La tierra herida su padre lo chinchaba seguido con comentarios como ¡°Necesitamos hablar con cierto rigor¡±, ¡°Pero bueno, ?est¨¢s elucubrando?¡±, ¡°Hablas y hablas¡¡± o ¡°?Es que los cient¨ªficos trabaj¨¢is por tanteo?¡±.
S¨ª, mi padre me chinchaba porque quer¨ªa que fuera muy concreto, como le gustaban las cosas a ¨¦l, y yo, como corresponde a la formaci¨®n del cient¨ªfico, le iba dando vueltas a todo.
Y si ahora mismo su padre le reclamara que le dijera c¨®mo va la cosa del medio ambiente, seca y llanamente, qu¨¦ le dir¨ªa.
Como dec¨ªa el cartel de un ni?o que me lleg¨® el otro d¨ªa al WhatsApp: ¡°Regulinchi¡±.
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