Pancho Doren & Jes¨²s Monteagudo: esto no es una florister¨ªa
En Casa Protea no venden geranios, ni orqu¨ªdeas ni ramos de margaritas. S¨ª que tienen, en cambio, ejemplares de Pachypodium bispinosum, con su aspecto un tanto prehist¨®rico, infinidad de suculentas y las inevitables monsteras. Tampoco se definen como una florister¨ªa, sino como un estudio para coleccionistas de plantas. Y, aunque parezca mentira, todo esto es menos pijo y elitista de lo que podr¨ªa pensarse a primera vista.
Pancho Doren y Jes¨²s Monte?agudo, de 34 y 37 a?os, abrieron esta tienda taller en el barrio de Gr¨¤cia de Barcelona hace tres a?os, cuando la obsesi¨®n mil¨¦nica por las plantas alcanzaba su c¨¦nit, un fen¨®meno que se hizo evidente, por ejemplo, cuando se viraliz¨® una tira de dos vi?etas de la ilustradora C¨¦cile Dormeau. ¡°Cuando me siento triste, me compro una planta¡±, dice la primera, en la que se ve a una chica con un cactus en la mano. En la segunda, la chica abre la puerta y su peque?o apartamento parece un invernadero. Sin ansiedad y sin helechos no se explica esta d¨¦cada.
¡°En todo esto hay una parte est¨¦tica innegable¡±, tercia Monteagudo, un artista pl¨¢stico catal¨¢n que gestionaba una galer¨ªa en Santiago de Chile antes de decidirse a abrir la tienda con su pareja, Pancho Doren, arquitecto y profesor universitario chileno. ¡°Pero no hay que olvidarse de que las plantas son seres vivos. Nos da un poco de rabia cuando se pone una planta de moda, como el Ficus lirata, que es muy exigente con la luz. La gente se los lleva y los pone en sitios en los que duran tres telediarios. Hay que hacerles entender que por mucho que se encaprichen, si no los cuidan bien no van a vivir. Nosotros tenemos que decirlo. No estamos vendiendo bragas¡±.
Ellos, que han visto ya nacer y morir varias modas vegetales desde que abrieron ¡ªpas¨® ya un poco la obsesi¨®n por la Monstera variegada y ahora les piden mucho la Estefania erecta, ¡°que es muy instagrameable¡±¡ª, tratan de hacer ese ejercicio de concienciaci¨®n y acompa?amiento con sus clientes, a los que dan servicio posventa (y preventa) en persona o por Instagram. Adem¨¢s, generan comunidad de ¡°biof¨ªlicos¡±, como dicen, con sus talleres en torno a la cultura de las plantas. En cuanto sea posible volver a juntarse los organizar¨¢n de nuevo: de macram¨¦ (para las macetas colgantes), de tintes naturales hechos con las flores que desechan los hoteles y las florister¨ªas tradicionales y unas sesiones gratuitas de intercambio de esquejes entre clientes y amigos.
?A qu¨¦ creen ellos que se debe esta s¨²bita apreciaci¨®n de lo verde? ¡°Me parece que esta generaci¨®n necesita sentir arraigo por algo, tener algo a futuro, que te haga proyectarte. Te alivia la inestabilidad. Igual no sabes de qu¨¦ vas a trabajar ni d¨®nde vas a vivir en tres a?os, pero tendr¨¢s tu plantita si la cuidas bien¡±, apunta Doren.
La labor pedag¨®gica que hacen tambi¨¦n llega a los precios. No todo el mundo entiende por qu¨¦ una planta ¡ªun Pachypodium lamerei, por ejemplo¡ª cuesta 350 euros. ¡°Tienen 18 o 20 a?os. Alguien lleva todo ese tiempo cuid¨¢ndolo y ahora miden dos metros. Tambi¨¦n vendemos la misma planta en peque?ito por 10 euros¡±. Y muchas otras desde los seis euros. Como tantos otros peque?os negocios, Casa Protea corri¨® peligro con el confinamiento. Estuvieron r¨¢pidos y activaron la tienda online ya en abril, y desde entonces han vendido por toda la Pen¨ªnsula, con un sistema de embalaje que califican de ¡°ingenier¨ªa pura¡± para que las plantas no sufran. En breve, abrir¨¢n un nuevo espacio en el Eixample izquierdo de Barcelona. Y no, all¨ª tampoco habr¨¢ orqu¨ªdeas.?
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