Legado Trump

Las guerras mundiales y las grandes depresiones no surgen de la nada; ocurren porque se debilitan antiguas restricciones a malas conductas. (¡­) En tiempos relativamente estables, el mundo puede sobrellevar la existencia de l¨ªderes problem¨¢ticos sin que se produzcan da?os duraderos. Es cuando confluyen una serie de factores disruptivos que aquellos que ostentan el poder pueden desencadenar la tormenta perfecta.

Estas palabras pertenecen a un ensayo reciente de Margaret MacMillan, una de las principales autoridades mundiales en historia de las relaciones internacionales. MacMillan nos advierte de que las mayores conflagraciones entre pa¨ªses surgen en ocasiones como fruto de tropiezos, negligencias, excesos ret¨®ricos e interpretaciones err¨®neas. Prepararse para lo peor puede agudizar las tensiones y derivar precisamente en lo que se pretende evitar, pero hacer o¨ªdos sordos a las se?ales de alarma puede conducir al mismo final dram¨¢tico. El arte de la pol¨ªtica internacional radica a menudo en hallar el punto justo entre ambos extremos. Es ah¨ª donde los grandes estadistas se distinguen de los peligrosamente mediocres.

En la ¨¦poca que vivimos, sin embargo, el l¨ªder m¨¢s poderoso del mundo es ajeno a estos dilemas. Sentado tras el imponente escritorio Resolute en el Despacho Oval, el presidente Trump tiene inquietudes mucho m¨¢s inmediatas. Su mirada se encuentra fija sobre su ombligo. Sus hombros son inmunes al peso de la historia. Sus manos envuelven el tel¨¦fono m¨®vil desde el que se dispone a lanzar su pr¨®ximo tuit incendiario. Y, mientras tanto, todav¨ªa se oyen los ecos de aquellos ingenuos vaticinios que pronto cumplir¨¢n cuatro a?os: ¡°Se moderar¨¢ cuando llegue a la Casa Blanca¡±, ¡°dejar¨¢ atr¨¢s la ret¨®rica divisiva¡±, ¡°terminar¨¢ adoptando un comportamiento presidencial¡±. Nada m¨¢s lejos de la realidad.

Trump no se ha adaptado a la presidencia, sino que ha adaptado la presidencia a ¨¦l. Los llamados ¡°adultos en la sala¡± han ido abandonando su c¨ªrculo cercano, vi¨¦ndose reemplazados por yes-men que se dedican a cantarle las alabanzas, en lugar de atemperar sus instintos. Por su parte, el poder militar pas¨® a ver con mayor recelo a su comandante en jefe, al que ahora se le atribuyen comentarios despectivos sobre los ca¨ªdos en combate. Hace tan solo 12 a?os, el Partido Republicano estaba liderado por John McCain, un veterano de Vietnam que fue prisionero de guerra durante m¨¢s de cinco a?os. Hoy, el mismo partido est¨¢ totalmente volcado con un magnate y celebrity que despreci¨® a McCain por haber sido capturado, y que al parecer fue reacio a homenajearle tras su fallecimiento en 2018. Por supuesto, Trump se las arregl¨® durante su juventud para no servir en el Ej¨¦rcito ni una sola vez.

Un presidente de Estados Unidos no tiene por qu¨¦ ser un militarista ac¨¦rrimo (de hecho, es preferible que no lo sea), pero s¨ª comprender que existen causas a las que servir que son m¨¢s grandes que uno mismo. Pronto qued¨® claro que ¨¦l no cumpl¨ªa siquiera con este requisito b¨¢sico. En su concepci¨®n del poder no caben condiciones ni cortapisas. Cualquier triunfo o elogio es siempre leg¨ªtimo, mientras que cualquier derrota o cr¨ªtica surge siempre de una conspiraci¨®n en su contra. No es de extra?ar, pues, que Trump no se haya comprometido inequ¨ªvocamente a respetar el resultado de las inminentes elecciones; si las pierde, claro est¨¢.

Su presidencia ha sido tan t¨®xica en el ¨¢mbito internacional como lo ha sido en el dom¨¦stico. Es cierto que no ha empezado ninguna guerra, pero se ha asomado a numerosos precipicios, creando nuevas grietas y ensanchando otras que llevaban tiempo gest¨¢ndose en el escenario global. En este sentido, el presidente representa el prototipo de ¡°l¨ªder problem¨¢tico¡± al que se refiere MacMillan, y un potencial segundo mandato comportar¨ªa un elevado riesgo de que se forme esa temida ¡°tormenta perfecta¡±. Partiendo de algunos fragmentos de su discurso de investidura en 2017, procedamos a examinar los principales vectores de su incauta y extravagante pol¨ªtica exterior, as¨ª como prioridades dom¨¦sticas que guardan relaci¨®n con ella.

Trump, el nacionalista

La riqueza de nuestra clase media ha sido arrancada de sus hogares y redistribuida por todo el mundo. (¡­) A partir de ahora, va a ser Am¨¦rica primero. (¡­) Juntos, haremos a Am¨¦rica grande de nuevo.

Por encima de todo, Donald Trump ha hecho de este tipo de esl¨®ganes nacionalistas su se?a de identidad. Su defensa de un repliegue nacional ha sido incesante, y se ha basado en una concepci¨®n formalista y anacr¨®nica de la soberan¨ªa. En su primer discurso ante la Asamblea General de la ONU, las palabras ¡°soberan¨ªa¡± o ¡°soberano¡± aparecieron, de media, una vez cada dos minutos. Sin embargo, ?c¨®mo puede ayudarnos la soberan¨ªa del siglo XVII a paliar los efectos universales del cambio clim¨¢tico? ?l no dedic¨® ni una sola palabra a explicarlo.

Habiendo identificado importantes focos de resentimiento en Estados Unidos, Trump se ha erigido en el abanderado de ¡°los perdedores de la globalizaci¨®n¡± y de ¡°las personas olvidadas¡±, prometiendo revitalizar sectores de la econom¨ªa estadounidense ¡ªcomo el manufacturero¡ª que han sufrido el impacto de la deslocalizaci¨®n. Se estima que, entre 1996 y 2004, la renta de los hombres blancos sin estudios universitarios en Estados Unidos cay¨® un 9%. Algunos de ellos se han visto seducidos por las pulsiones nativistas del mandatario republicano.

Dejando la ret¨®rica a un lado, los resultados tangibles durante el mandato de Trump han sido m¨¢s bien pobres, antes incluso de que la econom¨ªa estadounidense se viera gravemente afectada por la crisis de la covid-19. Y es que ¨¦l no ha logrado contrarrestar otros factores estructurales que est¨¢n detr¨¢s de la destrucci¨®n de empleos manufactureros en Estados Unidos, como la automatizaci¨®n. Su pol¨ªtica fiscal tampoco ha sido particularmente beneficiosa para las clases trabajadoras, mientras que el 1% m¨¢s rico ha gozado de considerables recortes impositivos. A esto se a?aden las recientes revelaciones de The New York Times sobre las exiguas declaraciones fiscales que ha presentado durante a?os. Con tal de ocultar las m¨²ltiples contradicciones entre su discurso populista y sus tendencias plutocr¨¢ticas, el presidente ha buscado chivos expiatorios en el exterior. Por una parte, se ha propuesto frenar la inmigraci¨®n procedente de lo que catalog¨® despectivamente como ¡°pa¨ªses de mierda¡± y abrir la puerta solamente a aquellos que, en su opini¨®n, s¨ª que pueden contribuir a la sociedad estadounidense. El llamamiento a construir un muro con M¨¦xico fue uno de sus caballos de batalla durante la campa?a de 2016, aunque en la pr¨¢ctica los avances han sido modestos.

Por otra parte, Trump ha abrazado el ¡°nacionalismo econ¨®mico¡± patrocinado por Peter Navarro, uno de sus principales asesores. La mayor obsesi¨®n de su Administraci¨®n ha sido eliminar el d¨¦ficit comercial estado?unidense y la cuantiosa deuda nacional. El fracaso de la empresa ha sido absoluto: tanto el d¨¦ficit como la deuda de Estados Unidos han aumentado desde 2016, y las perspectivas para el cierre de este turbulento a?o 2020 son todav¨ªa peores. Las pol¨ªticas proteccionistas que empez¨® a aplicar el Gobierno a principios de 2018 ¡ªa trav¨¦s de importantes auges arancelarios¡ª han ca¨ªdo en saco roto, repercutiendo adem¨¢s sobre las empresas y los consumidores estadounidenses. De entre todos los d¨¦ficits comerciales bilaterales que tiene Estados Unidos, el mayor ¡ªde largo¡ª es el que tiene con China. La ¡°guerra comercial¡± que inici¨® Estados Unidos ha hecho poco por reducir el d¨¦ficit con China en intercambio de bienes, que es el dato concreto que m¨¢s irrita a Trump. En vez de repatriar cadenas de valor que pasaban por el gigante asi¨¢tico, generalmente los aranceles no han logrado m¨¢s que desplazarlas hacia otros pa¨ªses con bajos costes de producci¨®n.

Trump, el unilateralista

Reforzaremos las viejas alianzas y formaremos nuevas, y uniremos el mundo civilizado contra el terrorismo isl¨¢mico radical, el cual erradicaremos completamente de la faz de la tierra.

A finales de los a?os sesenta, el presidente Richard Nixon acu?¨® la teor¨ªa del loco (madman theory): intimida a tu adversario haci¨¦ndole creer que eres un l¨ªder irracional dispuesto a todo y obtendr¨¢s las concesiones que buscas. ?D¨®nde est¨¢ el inconveniente? En que es pr¨¢cticamente imposible cultivar alianzas con este tipo de enfoque, y m¨¢s si lo utilizas indiscriminadamente. En ese error ha ca¨ªdo Trump en su torpe intento de emular a Nixon, y el resultado ha sido el esperable. Su ¡°Am¨¦rica primero¡± se ha convertido m¨¢s bien en un ¡°Am¨¦rica por s¨ª sola¡±.

La primera decisi¨®n que tom¨® en materia de pol¨ªtica exterior fue retirarse del Acuerdo Transpac¨ªfico (TPP), que se encontraba en fase de ratificaci¨®n. Este tratado fue impulsado por su predecesor, Barack Obama, con el objetivo de tejer alianzas comerciales a ambas orillas del Pac¨ªfico y ejercer presi¨®n sobre una China que quedaba al margen de ¨¦l. La retirada de Trump se?al¨® los derroteros por los que discurrir¨ªa su acci¨®n exterior: Estados Unidos perseguir¨ªa ¨²nicamente acuerdos bilaterales y tratar¨ªa de lidiar por su cuenta con la pujante China.

Su empe?o en desmarcarse de acuerdos promovidos por Obama ha sido sistem¨¢tico. Los dos logros m¨¢s destacados del expresidente en el ¨¢mbito internacional ¡ªel Acuerdo de Par¨ªs sobre el cambio clim¨¢tico y el acuerdo nuclear con Ir¨¢n¡ª se encuentran ahora en serios apuros, despu¨¦s de que Estados Unidos les diera la espalda. El candidato dem¨®crata Joe Biden ha prometido que, de salir elegido, Estados Unidos retornar¨¢ inmediatamente al Acuerdo de Par¨ªs, y cumplir¨¢ con el acuerdo nuclear siempre y cuando Ir¨¢n haga lo propio. Se tratar¨ªa de dos excelentes noticias, aunque no enmascarar¨ªan el hecho de que Donald Trump ha propinado un duro rev¨¦s a la credibilidad de Estados Unidos.

Las organizaciones internacionales tambi¨¦n han estado en el punto de mira del actual presidente, desde la OMC ¡ªcuyas reglas y mecanismos ha menoscabado en su cruzada comercial¡ª hasta la ONU y sus agencias. En 2018, el presidente nombr¨® como asesor de seguridad nacional a John Bolton, antiguo embajador estadounidense en Naciones Unidas, que una vez proclam¨® que a las oficinas de la ONU en Nueva York les sobraban 10 plantas. Bolton dio el empuj¨®n definitivo para que Estados Unidos abandonase el acuerdo con Ir¨¢n, ignorando una resoluci¨®n un¨¢nime del Consejo de Seguridad, y explotando la hegemon¨ªa del d¨®lar para imponer abusivas sanciones secundarias a terceros pa¨ªses por cumplir con dicha resoluci¨®n. Tambi¨¦n fue Bolton uno de los instigadores de la retirada estadounidense del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. La trayectoria del exembajador en la Administraci¨®n de Trump fue turbulenta y relativamente breve. Sus tendencias eran incluso demasiado extremistas para el gusto del presidente. Sin embargo, este ya hab¨ªa orquestado la retirada estadounidense de la Unesco antes de que llegara Bolton, y anunci¨® la retirada de la OMS despu¨¦s de que se fuera.

Trump ha reforzado alguna de las alianzas tradicionales de Estados Unidos, como prometi¨® en su discurso de investidura. Israel es el ejemplo m¨¢s evidente. Por el contrario, las relaciones transatl¨¢nticas se enturbiaron nada m¨¢s acceder Trump a la presidencia, a ra¨ªz de sus reticencias a suscribir la cl¨¢usula de defensa mutua de la OTAN. Insiste en que tanto la Alianza Atl¨¢ntica como la Uni¨®n Europea sirven para que los pa¨ªses europeos se aprovechen de Estados Unidos, lo cual representa un aut¨¦ntico insulto a la historia de ambas organizaciones. No contento con esto, ha protagonizado sonados desplantes a sus aliados en el marco del G7, y ha puesto muy poco de su parte para salvaguardar la relevancia del G20. Hoy, en plena pandemia global, se echa de menos la ¨¦poca en que estos foros intergubernamentales funcionaban a pleno rendimiento.

La mayor¨ªa de los supuestos ¨¦xitos internacionales de los que viene presumiendo han partido de acciones unilaterales y efectistas. Entre ellas, destacan el asesinato del general iran¨ª Qasem Soleimani a principios de 2020 y la operaci¨®n que termin¨® hace un a?o con la vida del l¨ªder del Estado Isl¨¢mico, Abu Bakr al Bagdadi. Ni la una ni la otra ofrecen soluciones duraderas a la amenaza del islamismo radical, aunque es cierto que el Estado Isl¨¢mico no solo ha perdido a su fundador, sino tambi¨¦n los territorios que controlaba en Siria e Irak. En lugar de premiar el papel decisivo de las milicias kurdas en la lucha contra el Estado Isl¨¢mico, el presidente procedi¨® a abandonarlas a su suerte.

Una pol¨ªtica exterior eficaz requiere coherencia, paciencia y visi¨®n estrat¨¦gica. As¨ª fue como Estados Unidos forj¨®, por ejemplo, los grandes tratados armament¨ªsticos de la Guerra Fr¨ªa, y los que vinieron despu¨¦s. Fiel a su af¨¢n de romper la baraja, Trump ha ido desmantelando estos acuerdos uno a uno, sin proponer alternativas viables.

Trump, el iliberal

No buscamos imponer nuestro modo de vida a nadie, sino dejar que brille como un ejemplo a seguir para todos.

La imagen que proyecta est¨¢ manchando el prestigio de Estados Unidos en su conjunto. Mucho de ello tiene que ver con su elecci¨®n en s¨ª, interpretada como un s¨ªntoma de las hondas fracturas sociales que atraviesan el pa¨ªs. Pero Trump es a la vez consecuencia y causa. Su voluntad de moldear el Gobierno a su imagen y semejanza ¡ªque no ha sufrido solo el Departamento de Estado, sino tambi¨¦n otros como el de Justicia¡ª ha da?ado la reputaci¨®n del modelo institucional del pa¨ªs. Adem¨¢s, sus constantes ataques a los medios de comunicaci¨®n han minado una de las caracter¨ªsticas hist¨®ricamente asociadas a Estados Unidos, como es la libertad de prensa.

En lo que concierne m¨¢s directamente a otros pa¨ªses, Trump ha exhibido tambi¨¦n tendencias claramente iliberales, contrarias al esp¨ªritu de apertura de Estados Unidos. Menos de una semana despu¨¦s de tomar posesi¨®n, el presidente estadounidense decret¨® su pol¨¦mico veto migratorio, dirigido a siete pa¨ªses de mayor¨ªa musulmana (una versi¨®n revisada de este veto, incluyendo a seis pa¨ªses m¨¢s, est¨¢ ahora mismo en vigor). La cruel separaci¨®n de familias en la frontera sur de Estados Unidos ha sido otro rasgo distintivo de su pol¨ªtica migratoria.

Su primer destino como presidente fue uno de los pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo que han logrado librarse de su veto migratorio: Arabia Saud¨ª. Toda una declaraci¨®n de intenciones y un preludio de lo que estaba por venir. Cuando el periodista saud¨ª Jamal Khashoggi, columnista de The Washington Post, fue brutalmente asesinado en Estambul, Trump no respondi¨® m¨¢s que con evasivas. Su ¨²nico inter¨¦s ha sido proteger al l¨ªder de facto de Arabia Saud¨ª, Mohamed Bin Salm¨¢n, que tanto la ONU como la propia CIA han vinculado al asesinato.

Arabia Saud¨ª e Israel ¡ªel segundo pa¨ªs que visit¨® Trump¡ª han sido los aliados m¨¢s estrechos de Estados Unidos durante los cuatro ¨²ltimos a?os, hasta el punto de que se ha producido un acercamiento entre ambos (oficialmente, no mantienen todav¨ªa relaciones diplom¨¢ticas). Los mal llamados ¡°hombres fuertes¡± no suelen entender ni de ideales ni de sensibilidades sociales: su prioridad es asegurar su propia supervivencia pol¨ªtica y cultivar relaciones personales con l¨ªderes de talante similar. Inspirado por Steve Bannon, su antiguo jefe de campa?a y principal estratega a principios de mandato, Trump ha patrocinado una especie de ¡°internacional iliberal¡±, incluyendo a pa¨ªses como Polonia y Hungr¨ªa.

Se ha mostrado dispuesto, asimismo, a pasar por alto las tropel¨ªas del presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin. Todo arranc¨® con las injerencias rusas en las elecciones de 2016, sobre las que la Administraci¨®n de Trump no ha dejado de cuestionar o tergiversar las conclusiones de la CIA (de nuevo) y del fiscal especial Robert Mueller, tratando de desviar la atenci¨®n a toda costa. Ser¨ªa equivocado pensar que Trump accedi¨® a la presidencia por mero capricho de Putin, pero tambi¨¦n lo es infravalorar los riesgos democr¨¢ticos que conlleva la creciente exposici¨®n a hackeos y desinformaci¨®n. Existen indicios de que el patr¨®n se est¨¢ repitiendo en 2020, y no es de extra?ar: Trump ni siquiera ha levantado la voz sobre el reciente envenenamiento del opositor ruso Alex¨¦i Navalni, mediante un agente nervioso cuya naturaleza apunta a la implicaci¨®n del Kremlin.

Cuando le ha resultado conveniente, sin embargo, no ha dudado en enarbolar la bandera de los derechos humanos. El presidente ha denunciado los abusos que se producen rutinariamente en pa¨ªses que tiene en su punto de mira, como Ir¨¢n, Venezuela y China. Por supuesto, estos abusos merecen una inequ¨ªvoca y contundente reprobaci¨®n internacional. Pero invocar los derechos humanos de forma selectiva ¡ªalgo que, a decir verdad, no es del todo nuevo¡ª resta credibilidad a Estados Unidos, y m¨¢s cuando el presidente dedica efusivos elogios a l¨ªderes tan censurables como el norcoreano Kim Jong-un.

Durante estos cuatro a?os, la Administraci¨®n de Trump se ha dejado llevar por obsesiones ciegas, se ha marcado objetivos inasumibles y se ha desviado de patrones l¨®gicos. Adem¨¢s, los valores que se suelen atribuir a Estados Unidos han quedado extremadamente diluidos, cuando no directamente demolidos. Al comparecer por segunda vez ante la Asamblea General de la ONU, Trump bautiz¨® a su doctrina de pol¨ªtica exterior como ¡°realismo con principios¡±. El veredicto es claro: no ha sido ni una cosa ni la otra.

Trump, el transaccional

Am¨¦rica comenzar¨¢ a ganar de nuevo; a ganar como nunca antes.

Dirigir una empresa no es lo mismo que gobernar un pa¨ªs. Sin embargo, el presidente no hace distinciones. Su peculiar modo de entender la pol¨ªtica se corresponde perfectamente con su peculiar modo de entender los negocios. Seg¨²n ¨¦l, los acuerdos en el ¨¢mbito privado tienen siempre ganadores y perdedores, y eso le ha llevado a interpretar tambi¨¦n las relaciones internacionales como un juego de suma cero.

Movido por una indestructible confianza en su talento negociador, y apoyado en el peso econ¨®mico de Estados Unidos, ha buscado subir la temperatura para doblegar la voluntad de otros pa¨ªses. No obstante, ha acabado d¨¢ndose de bruces con la realidad: lo primero es siempre m¨¢s sencillo que lo segundo. En el caso de Corea del Norte, las volc¨¢nicas amenazas de Trump, seguidas de ins¨®litos encuentros amicales con Kim ?Jong-un, no reportaron ning¨²n resultado tangible. En el caso del NAFTA (el tratado comercial con M¨¦xico y Canad¨¢), la renegociaci¨®n que forz¨® desemboc¨® en retoques muy modestos, hasta que los dem¨®cratas exigieron una revisi¨®n m¨¢s amplia a cambio de la ratificaci¨®n del nuevo acuerdo en el Congreso. En el caso de Israel y Palestina, la estrategia de apretar las tuercas solamente a los palestinos, y de tentarlos con incentivos econ¨®micos, imposibilit¨® que cuajara el ¡°acuerdo del siglo¡±. Hace un mes, la Administraci¨®n de Trump encontr¨® un premio de consolaci¨®n en el establecimiento de relaciones diplom¨¢ticas entre Israel, por un lado, y Bar¨¦in y los Emiratos ?rabes Unidos, por otro.

El caso de la OTAN merece un p¨¢rrafo aparte, ya que ilustra a la perfecci¨®n el car¨¢cter transaccional de Donald Trump. El presidente no es el primero en reclamar a los dem¨¢s pa¨ªses de la Alianza Atl¨¢ntica que gasten m¨¢s dinero en defensa. Pero s¨ª en asegurar que los pa¨ªses cuyo gasto no alcanza el 2% de su PIB ¡°deben dinero¡± a Estados Unidos. Esta lectura falaz sugiere que a ¨¦l no le preocupa tanto la salud de la OTAN como una de sus permanentes ambiciones: incrementar las ventas de material militar estadounidense. Cualquier iniciativa de la UE orientada a reforzar su autonom¨ªa estrat¨¦gica y compartir recursos ¡ªalgo mucho m¨¢s ¨²til que fetichizar cifras de gastos¡ª ha recibido el rechazo de la Administraci¨®n de Trump.

Ciertos acuerdos internacionales, por otro lado, son contemplados por el presidente de Estados Unidos como transacciones de las que espera obtener un r¨¦dito personal directo, como constata el esc¨¢ndalo con Ucrania que suscit¨® su impeachment. Las transcripciones que salieron a la luz revelan que Trump propuso un il¨ªcito quid pro quo al presidente Zelenski: desbloquear un paquete de ayuda militar a cambio de que Ucrania investigase, entre otras cosas, las actividades en el pa¨ªs de Joe Biden y su hijo Hunter. Trump fue finalmente absuelto por el Senado, de mayor¨ªa republicana.

Mientras acusa a otros de tener conflictos de inter¨¦s, y dice esforzarse por erradicar la corrupci¨®n de Washington, se ha negado expresamente a desligar su presidencia de sus intereses privados. Seg¨²n una reciente investigaci¨®n de The New York Times, sus propiedades en Estados Unidos y en el extranjero se han convertido en nodos de una aparente red de tr¨¢fico de influencias.

Trump, ?el ef¨ªmero?

En muchos sentidos, la de Donald Trump ha sido una presidencia sin precedentes en la historia de Estados Unidos. Para quienes hemos tenido la fortuna de experimentar de primera mano las muchas virtudes del pa¨ªs, y de tratar con sus extraordinarios diplom¨¢ticos, resulta impactante contemplar c¨®mo buena parte de su credibilidad internacional se est¨¢ derrumbando. La onda expansiva de este derrumbe se ha llevado por delante todo atisbo de confianza estrat¨¦gica entre grandes potencias, y ha dejado magulladas nuestras estructuras de gobernanza global.

Una victoria electoral de Biden contribuir¨ªa a que Estados Unidos recuperase compromisos abandonados, se reencontrase con sus aliados occidentales y redescubriese una pol¨ªtica m¨¢s racional. No obstante, esperar un retorno al mundo de ayer ser¨ªa tan ingenuo como lo fue esperar que Trump se moderase. Incluso si acaba siendo un presidente de un solo mandato, muchas tendencias que se vienen agudizando desde 2016 ¡ªcomo el mayor ¨¦nfasis en proteger las industrias dom¨¦sticas, y las tensiones comerciales y tecnol¨®gicas con China¡ª est¨¢n aqu¨ª para quedarse. Y tampoco conviene idealizar el pasado: la polarizaci¨®n llevaba d¨¦cadas arraig¨¢ndose en Estados Unidos, y el mundo liderado por Washington nunca fue tan ordenado como ahora se pretende.

Sin embargo, Biden no ahondar¨ªa en ninguna de las principales facetas que han caracterizado las pol¨ªticas del presidente Trump. Por el contrario, una ?reelecci¨®n de este ¨²ltimo infligir¨ªa da?os probablemente irreversibles a la democracia estadounidense y a la cooperaci¨®n internacional, en un momento en que nos enfrentamos a enormes retos globales como la actual pandemia, el cambio clim¨¢tico y la multipolaridad emergente. La ¨²nica ventaja ser¨ªa que sus ideas trasnochadas y sus desmanes personalistas ya no nos coger¨ªan por sorpresa. Al fin y al cabo, Donald Trump no necesita que nadie lo retrate. Durante estos cuatro a?os, lo ha hecho ¨¦l solo.

Javier Solana fue ministro de Cultura, Educaci¨®n y Asuntos Exteriores en Gobiernos socialistas y secretario general de la OTAN de 1995 a 1999. Actualmente, es presidente de EsadeGeo, el Centro de Econom¨ªa Global y Geopol¨ªtica de Esade.