Yolanda D¨ªaz: la ley del acuerdo
La ministra de Trabajo se ha convertido en figura clave del Gobierno. Su objetivo: crear el marco laboral del siglo XXI
Le dijo que no con firmeza, pero segura de que al final dar¨ªa un s¨ª. Le dijo no, no y no, presa de la contundencia con la que casi solo ella es capaz de discutir con Pablo Iglesias. Pero convencida tambi¨¦n de que ante aquella propuesta era imposible negarse.
¡ª?Est¨¢s sentada?
El l¨ªder de Unidas Podemos llam¨® por tel¨¦fono y fue preparando el terreno. Yolanda D¨ªaz (Fene, A Coru?a, 1971) andaba iracunda por su casa. ¡°Limpiando¡±, dice. ¡°?Enfadad¨ªsima!¡±, a?ade. ?Por qu¨¦? ¡°Por la repetici¨®n de estas ¨²ltimas elecciones¡±. Aquellas, se refiere, en las que la falta de tino que impidi¨® al PSOE y a Unidas Podemos llegar a un pacto antes hab¨ªa llevado directamente a volver a las urnas. Al descentrarse ambos en sus acuerdos dentro de la izquierda, pas¨® Vox por la ultraderecha y sac¨® 52 diputados. Un error de c¨¢lculo que ha lastrado el futuro de todo un pa¨ªs. Por eso estaba ella indignada en su casa de Ferrol.
¡ªYa empezamos¡
Todo el mundo sab¨ªa que, de llegar a un pacto, Yolanda D¨ªaz, diputada por Galicia en Com¨²n, formaci¨®n adscrita a Unidas Podemos en el Congreso, acabar¨ªa con la cartera de Trabajo. Era una certeza para Iglesias: en 2012 ¨¦l hab¨ªa trabajado para ella como asesor antes de saltar al liderazgo de su formaci¨®n. Tambi¨¦n una baza segura para los que en su regi¨®n vieron c¨®mo en aquellas elecciones al Parlamento de Galicia de 2012 la candidatura de la que ella formaba parte como l¨ªder de Esquerda Unida en alianza con el BNG de Beiras adelantaba al PSdeG ¡ª?el PSOE gallego¡ª con seis diputados y un senador por Ourense. Pero era sin duda una inc¨®gnita para el resto. Diez meses despu¨¦s de su gesti¨®n, a nadie le cabe duda de que no pod¨ªa ser otra persona.
¡ªAcabo de salir de La Moncloa y le he propuesto a Pedro S¨¢nchez que seas ministra de Trabajo.
Eso, asegura D¨ªaz, le cont¨® Iglesias como parte del pacto de Gobierno expr¨¦s ¡ªaunque con demasiado retraso¡ª que andaban ultimando. ¡°Yo me negu¨¦ y me segu¨ª negando. Hasta que ¨¦l me colg¨® el tel¨¦fono. Sab¨ªa que despu¨¦s le dir¨ªa que s¨ª por una raz¨®n: porque a Pablo yo no le puedo decir que no. Somos amigos, me conoce y me gana por los afectos. De esto son conscientes Andr¨¦s, mi marido, y tambi¨¦n mi padre [Suso D¨ªaz, hist¨®rico dirigente de la izquierda sindical en Galicia]. Saben que a Pablo es al ¨²nico a quien no puedo decir que no¡±.
?C¨®mo lo logra? Cuenta que Iglesias utiliz¨® argumentos meridianos: ¡°Eres comunista, ?no? Pues tienes que hacer lo que el partido disponga¡±. Tomemos esto como iron¨ªa para no inquietarnos. Pero, medio en broma, medio en serio, as¨ª fue. Ni siquiera hablaba de la formaci¨®n que lidera, a la que Yolanda D¨ªaz no pertenece. Se refer¨ªa al Partido Comunista, del que la gallega conserva todav¨ªa el carn¨¦ tras haber liderado Esquerda Unida tambi¨¦n en Galicia. ¡°De ah¨ª no me he movido¡±, asegura. ¡°No me muevo de ah¨ª¡¡±, recalca. ¡°Lo que Pablo Iglesias hab¨ªa conseguido es que una formaci¨®n como la m¨ªa volviera al Gobierno despu¨¦s de 80 a?os. Supon¨ªa algo hist¨®rico, muy importante¡±.
Adem¨¢s de eso, el l¨ªder de Unidas Podemos a?adi¨® algo de sutil y firme contundencia: ¡°Lo que dije pr¨¢cticamente a todos los miembros del Gobierno que pertenecen a nuestro entorno: nos ha costado mucho llegar hasta aqu¨ª, ahora no pod¨¦is dejarnos en la estacada¡±. As¨ª que Yolanda D¨ªaz se mud¨® al ¨²ltimo piso del Ministerio de Trabajo en Madrid, con Andr¨¦s (Juan Andr¨¦s Meizoso, delineante y exjugador de baloncesto, con quien se cas¨® en 2004) y Carmela, su hija de ocho a?os. No sab¨ªa entonces que se pasar¨ªa al menos los 10 meses siguientes sin poder oler el mar. Jur¨® el cargo el 13 de enero. Nada m¨¢s entrar al despacho, hizo lo que un amigo cercano le aconsej¨®: ¡°Abrir la puerta y entrar. Despu¨¦s, cerrarla y salir para tener claro que esto solo durar¨¢ un tiempo concreto¡±.
Ten¨ªa equipo formado y un plan cristalino en la cabeza: ¡°Lo primero era innegociable. La clave reside en que no est¨¢ formado por perfiles pol¨ªticos; son t¨¦cnicos, expertos en la materia que les toca. Despu¨¦s, lo que queremos hacer lo tenemos muy claro: miramos al futuro, no al pasado. Establecer el marco laboral para el trabajador del siglo XXI. Crear un estatuto para eso¡±.
Pero lleg¨® la pandemia y la urgencia imper¨® en mitad de aquella crudeza sin respuestas que trajo el mes de marzo. Para mal, pero con cierta ventaja, en su caso. La situaci¨®n acelerar¨ªa las reformas con cifras que acabar¨ªan ¡ªo empezar¨ªan, m¨¢s bien¡ª por darle la raz¨®n¡ ¡°Cuando certificamos el primer mes que de los 900.000 empleos que se destru¨ªan, 600.000 eran contratos temporales, madre m¨ªa, ver eso caer lo dec¨ªa todo¡±.
Nadie pod¨ªa negar la evidencia. Espa?a, con una legislaci¨®n laboral que permit¨ªa ese derrumbe, quedar¨ªa siempre en desventaja. ¡°Deb¨ªamos sostenerlo, dar apoyo a quien quedara desprotegido. No pod¨ªamos seguir as¨ª. Hasta el FMI, la Comisi¨®n Europea y el Banco de Espa?a lo han diagnosticado: nuestro punto d¨¦bil es la precariedad y la temporalidad, tenemos que revertirlo¡±.
Antes hab¨ªan comenzado a legislar con un sentido social inequ¨ªvoco y una di¨¢fana vocaci¨®n de pacto. El primer acuerdo lleg¨® antes de la pandemia. Tan r¨¢pido que agarr¨® a todos por sorpresa y coloc¨® un foco de referencia en su ministerio para la presente legislatura. Lo hizo con la connivencia de sindicatos y patronal: fue la subida del salario m¨ªnimo a 950 euros. ¡°?Ya?¡±, pensaron hasta los m¨¢s esc¨¦pticos compa?eros de gabinete y los m¨¢s cr¨ªticos miembros de la oposici¨®n. No hab¨ªan pasado ni 10 d¨ªas desde la llegada de esta abogada laboralista al ministerio. Ser¨ªa la primera medida, a la que seguir¨ªan despu¨¦s, entre otras y en medio de la crisis sanitaria, los acuerdos para los ERTE (expedientes de regulaci¨®n temporal de empleo) con sus sucesivas pr¨®rrogas en junio o septiembre; la ley del teletrabajo, y ahora, en preparaci¨®n, la que afecta a los repartidores, conocidos como riders.
El d¨ªa en que entr¨® en vigor la ley que regula el teletrabajo, Yolanda D¨ªaz recib¨ªa a El Pa¨ªs Semanal en la sede de su ministerio. Era el primero de los encuentros con ella para elaborar este perfil. La ministra entr¨® vestida de blanco y negro. Lo primero que hizo fue felicitar a todos los miembros de su equipo con los que se cruzaba. Repart¨ªa besos de ventosa a los m¨¢s pr¨®ximos. Despu¨¦s abri¨® un paquete que ten¨ªa encima de la mesa del despacho. Su padre le enviaba tres camisas. ¡°Moda galega. Sabe que no tengo tiempo para ir a comprar¡±, afirma. La euforia continu¨®. Sabe racionarla porque no son muchos los d¨ªas en que se presenta. Por eso la aprovecha, se la bebe, la degusta, la comparte y la encara de frente, sonriendo. Una euforia medida y nada impostada. Muy aut¨¦ntica y con un cron¨®metro sometido a su agenda. Toca a veces celebrar un rato, lo justo para pasar a lo que viene despu¨¦s.
Aquel momento de festejo dur¨® unos 45 minutos. Tom¨® un piscolabis r¨¢pido antes de bajar a una reuni¨®n de teletrabajo con los ministros del ramo de la Uni¨®n Eu?ropea, que la felicitaron por la nueva ley. La rodeaba su n¨²cleo duro. Esos a los que cuando enferman les hace caldo, pero a los que exige todo su tiempo y dedicaci¨®n para la tarea que llevan por delante. En el sof¨¢ de su despacho, en torno a los libros de Ricardo Piglia o Thomas Piketty que tambi¨¦n le ha enviado su padre o un amigo como Daniel Fuentes, economista de La Moncloa, estaban Joaqu¨ªn P¨¦rez Rey, secretario de Estado de Empleo y Econom¨ªa Social; Mar¨ªa Amparo Ballester, jefa de gabinete; Estela Pazos, jefa de gabinete adjunta; Ver¨®nica Mart¨ªnez, directora general de Trabajo; Maravillas Esp¨ªn, directora general de Trabajo Aut¨®nomo, Econom¨ªa Social y Responsabilidad Social de las Empresas; Manuel Lago, asesor econ¨®mico; Elena Cardezo, asesora jur¨ªdica, y Virginia Uzal, directora de Comunicaci¨®n.
La plana mayor de sus colaboradores salvo algunas ausencias. El grupo a quien casi todo el mundo considera parte fundamental de su secreto en la gesti¨®n. En este entorno pareciera que un ovni se ha plantado en el paseo de la Castellana en medio del Madrid crispado para demostrar que se puede contar con capacidad de consenso. La eficacia de este equipo no pol¨ªtico la aplauden varios sectores. Empezando por la patronal, encabezada por Antonio Garamendi, y tambi¨¦n por Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez, secretario general del sindicato Uni¨®n General de Trabajadores (UGT), y Unai Sordo, cabeza de Comisiones Obreras (CC OO).
Garamendi no ha querido hablar para este perfil, aunque desde la CEOE se?alan que la relaci¨®n es buena y cordial, incluso en los momentos en los aflora la tensi¨®n en las negociaciones. Los dos l¨ªderes sindicales, por otro lado, se?alan el acierto en la elecci¨®n de su gente como ingrediente fundamental del ¨¦xito que acompa?a a D¨ªaz: ¡°El equipo y adem¨¢s su firme voluntad de di¨¢logo, de llegar a acuerdos previos l¨ªnea a l¨ªnea y no como parte de un escenario de cart¨®n piedra para hacerse la foto al final. Esas dos cosas y otra igual de importante. Ha coincidido con una madurez en el entorno de los agentes sociales, muy a pie de los problemas reales y alejados del postureo pol¨ªtico. Andamos escarmentados de la crisis de 2008, dispuestos ahora a adoptar medidas distintas, incluyendo a la patronal¡±, comenta Sordo. ¡°Destaco entre sus caracter¨ªsticas, adem¨¢s del equipo, la firmeza y su intuici¨®n a la hora de saber jugar con un factor: cu¨¢ndo y c¨®mo las partes implicadas necesitamos tambi¨¦n el acuerdo que ella persigue¡±, a?ade ?lvarez. La experiencia en la lucha sindical y su dedicaci¨®n profesional como abogada laboralista le proporcionan callo. Este ¨²ltimo aspecto lo echa de menos: ¡°Pelear y defender en sala¡±.
La reacci¨®n de los sindicatos es una de las inc¨®gnitas con las que jugaban los suyos en la reuni¨®n posterior al encuentro de D¨ªaz con los ministros de la UE. Comenzaban a perfilar la estrategia de los repartidores para negociar con agentes sociales y plataformas tecnol¨®gicas. La clave con la que jugaban de cara a los riders era dise?ar un marco en el que esos trabajadores, el d¨ªa en que se apruebe su ley, ¡°se acuesten aut¨®nomos y se levanten laborales¡±, comentaban. Tambi¨¦n deb¨ªan preparar su comparecencia en el Congreso dos d¨ªas despu¨¦s para aprobar el teletrabajo.
La discusi¨®n fluy¨®, pero D¨ªaz sali¨® para cumplir con otra de las obligaciones a las que no renuncia: atender a su hija Carmela. Deb¨ªa prepararla para ir a clase de ballet. La esperar¨ªa por los alrededores, resolviendo otros asuntos. Con el caf¨¦ en una terraza, pasaba casi inadvertida. Hay gente que se le acerca para agradecer cosas, sobre todo relacionadas con los ERTE. ¡°Pero, a pesar de eso, contenta no estoy, ?por qu¨¦ habr¨ªa de estarlo si a¨²n quedan muchos parados?¡±. ?Y respecto a los retrasos que sufren algunos adscritos a los ERTE? ?Qu¨¦ respuestas da frente a las cr¨ªticas de esa gesti¨®n? Ah¨ª se?ala el esfuerzo que ha hecho durante estos meses el Servicio P¨²blico de Empleo Estatal (SEPE). ¡°Ha sido un esfuerzo ¨²nico en nuestra historia reciente. Una gran labor de los trabajadores de este departamento, cuya plantilla sufri¨® importantes recortes durante el Gobierno del PP y que ha trabajado incluso en festivos y se ha jugado la piel para que nuestros compatriotas tengan una renta¡±.
Al regresar al ministerio, continuar¨ªa con las reuniones y empollando su comparecencia parlamentaria para dos d¨ªas despu¨¦s. Entonces, cuando toc¨® subir al estrado, se visti¨® con una de las camisas que le hab¨ªa enviado su padre. La azul celeste, con cuello Mao. Un regalo talism¨¢n. Asistir a una comparecencia de Yolanda D¨ªaz es un b¨¢lsamo que contradice la imagen parlamentaria vigente hoy en la ciudadan¨ªa. De la crispaci¨®n, sus se?or¨ªas pasan a otro temple. Del no por el no, a veces, a la unanimidad. Otras, a una tibia oposici¨®n que no pasa de abstenerse, incluso en el caso de Vox. Del enconamiento desembarcamos en el sentido pr¨¢ctico. Los noes son s¨ªes para su propuesta de salario m¨ªnimo, para los ERTE, para el teletrabajo, caso de aquella tarde, sin que deje de apuntar ni recibir cr¨ªticas con vistas a la mejora de cada ley.
Es su marca, la de una especie de superdotada para el acuerdo, algo que le hace parecer eso: extraterrestre en un entorno pol¨ªtico de histeria enconada en el no a todo. ¡°Vivo en el conflicto, pero no provoco ruido, procuro no hacerlo: el conflicto hay que afrontarlo e intentar ganarlo, pero eso se consigue al bordearlo, surfe¨¢ndolo. No soporto el histrionismo, la sobreactuaci¨®n¡ Soy m¨¢s bien sobria. Vengo de la cultura del di¨¢logo, aunque haya salido casi siempre perdiendo. En casa me ense?aron que hay que resolver, piso firmemente tierra. Entre el ser y el querer ser, estoy en el ser, porque a veces la izquierda tiene unos debates¡ Debemos discutir, vale, pero yo he venido aqu¨ª para coser heridas¡±.
Entre otras, la de la ¨²ltima reforma laboral, aprobada por el PP. Una mesa empez¨® a abordar su cambio antes de la pandemia y continuar¨¢, seg¨²n ella indica, en las pr¨®ximas semanas. Ser¨¢ derogada como parte del programa de Gobierno, afirma D¨ªaz: ¡°Y con car¨¢cter de urgencia las partes m¨¢s da?inas¡±. Aquellas que m¨¢s desigualdad y agravio producen. Las que hacen a muchos ministros en Europa llevarse las manos a la cabeza cuando D¨ªaz les cuenta que cualquier trabajador en una empresa puede ser despedido un viernes y vuelto a contratar el lunes siguiente.
Pero el problema no viene de ah¨ª. Yolanda D¨ªaz lo fija en 1984, cuando el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez comenz¨® a caminar por esa senda de la temporalidad como ?t¨®tem. Es lo que, seg¨²n su padre, Suso D¨ªaz, rompi¨® el pacto de causalidad en la contrataci¨®n laboral. ¡°Ese seg¨²n el cual un empleado fijo debe ser contratado como tal, y uno temporal, lo mismo¡±, comenta. Dice tambi¨¦n que a su hija le ha dado pocos consejos, pero serios: ¡°Tranquilidad y mucha firmeza para acabar con esta situaci¨®n laboral lamentable que padecemos¡±. El caso es que hoy, tres de cada cuatro trabajadores en Espa?a son temporales. ¡°No podemos seguir as¨ª¡±, comenta la ministra. ¡°Los expertos lo se?alan desde aquel a?o 1984. El problema estriba en que desde entonces todos los gobernantes han dicho que resulta bueno. Se ha creado una cultura que debemos desmontar. Porque no es as¨ª: esto se ha demostrado malo no solo para el trabajador, tambi¨¦n para las empresas. La reforma laboral, adem¨¢s, representa otro obst¨¢culo. Ha sido denunciada en Europa, la gente se olvida. Debatirlo es solo una cuesti¨®n pol¨ªtica, un fetiche. Hay que rebatirlo con hechos pr¨¢cticos. Si no, pierdes el tiempo; hay que demostrarlo con cifras¡±.
Por no hablar de la campa?a que alienta el PP, incluso en Bruselas, para que no se toque ni una coma de la pieza que defini¨® en ese ¨¢mbito la ¨²ltima etapa del Gobierno de Rajoy. ¡°Es intolerable. Ning¨²n dem¨®crata de otro pa¨ªs lo har¨ªa. La reforma cambi¨® el paradigma del derecho del trabajo: es brutal. Lo dice el Banco de Espa?a. No ha servido para crear empleo, sino para devaluarlo y provocar la depreciaci¨®n salarial m¨¢s salvaje de nuestro pa¨ªs. Nos colocaban ante una disyuntiva h¨¢bil pero falsa. Elija usted: un trabajo precario o el paro. Ese planteamiento part¨ªa de una mentira. No es cient¨ªfico. Ah¨ª me muestro recia, hay que tener las ideas muy claras¡±, avisa.
Por mucho que otras sensibilidades econ¨®micas dentro del propio Gobierno actual quieran plantar tambi¨¦n batalla. ¡°Es necesario este proyecto, los grandes cambios dentro de ese campo que se dan en el Gobierno provienen de las l¨ªneas de acci¨®n de Unidas Podemos. Si no estuvi¨¦ramos nosotros, no perdamos nunca la perspectiva, se har¨ªan otras pol¨ªticas radicalmente distintas. No s¨¦ si hablo claro¡±. ?Ahora se est¨¢ refiriendo a Nadia Calvi?o, vicepresidenta econ¨®mica del Gobierno? No es que mantengan una relaci¨®n ideal, seg¨²n parece: ¡°Me estoy refiriendo a los que mandan¡±, recalca D¨ªaz.
Si no es para volver a emprender un camino radicalmente distinto, Yolanda D¨ªaz prefiere quedarse en su casa. Le asisten su propia raz¨®n y unas cifras contundentes que ha puesto de manifiesto la pandemia. Pero quiere hacerlo con tacto. ¡°Al principio nos pintaban como si fu¨¦ramos a comernos los ni?os crudos¡±, comenta. Pero D¨ªaz pone por delante el sentido pr¨¢ctico al dogmatismo. Decide en base a una ideolog¨ªa ¡ªcomo lo ha hecho la derecha¡ª, pero no se la quiere imponer a nadie.
¡°?Yo hago barcos!¡±, fue su grito de guerra en la campa?a de 2012. ¡°Es una cultura, proviene de cierta orfebrer¨ªa y de una ciudad racionalista como Ferrol, de ingenieros tambi¨¦n. Algo que a m¨ª me ha salpicado de lleno y que me gustar¨ªa que impregnase a mi hija. Es una forma de ser para gente muy fuerte y so?adora. La m¨ªa es una ciudad muy ordenada, por eso a m¨ª el desorden me vuelve loca. Sufro, soy racional y muy responsable, lo padezco. Recia, como digo, pero tambi¨¦n fr¨¢gil. Puedo llegar a mostrarme dur¨ªsima, pero muy cercana; me gusta verme alegre. Eso para m¨ª es un misterio. Me parece muy bueno en la vida ser cercana, aunque se sufre. A lo mejor resultar¨ªa m¨¢s pr¨¢ctico andar por ah¨ª de otra manera. Pero no voy a cambiar, me arreglo as¨ª y ya est¨¢¡±.
Ah¨ª le sale el car¨¢cter de ferrolana. Naci¨® en Fene, un peque?o municipio cercano a Ferrol, aunque creci¨® en Santiago de Compostela, de donde tambi¨¦n se siente. Acudi¨® al instituto Rosal¨ªa de Castro, todo un referente en la ciudad, y trabaj¨® para pagarse los estudios limpiando casas, poniendo copas, de azafata y haciendo fotocopias. ¡°Santiago me fascina, posee un halo m¨ªstico que quiz¨¢ vaya contra el, digamos, materialismo hist¨®rico que veo de Ferrol. Estoy permanentemente agitada, me siento ambas cosas a la vez. As¨ª me asumo. No s¨¦ cu¨¢nto soy de una parte o de otra. Tampoco acierto yo bien a explicarme a m¨ª misma. Pero bueno¡±.
Quiz¨¢ porque en Madrid se encuentra desubicada. No puede hacer lo que le place un fin de semana: comprar la prensa, sentarse en una terraza a leerla sin que la interrumpan, porque su timidez hace mella y la retrae: ¡°No me gusta que me est¨¦n chusmando¡±, dice. ¡°?Me entiendes?¡±. Claro. ¡°No porque me moleste, que soy cercana, pero es que a veces me da un poco de verg¨¹enza¡±. Procura hacer al menos la mitad del plan. Se dirige al quiosco y, en vez de sentarse, echa a caminar durante dos horas sin rumbo fijo, ordenando pensamientos revueltos dentro de una cabeza y un cuerpo que no sabe estar quieto si no tiene entre manos tres cosas a la vez. ¡°No s¨¦ centrarme en una. Soy una tarada. Me gusta Shostak¨®vich¡¡±.
He ah¨ª una clave. La m¨²sica del compositor lo es todo menos un remanso de paz y D¨ªaz lo cuenta cruzada de piernas pero elevando la izquierda sistem¨¢ticamente como queriendo dar un puntapi¨¦ al aire. Su term¨®metro de tranquilidad aparece cuando relaja la parte de debajo de la rodilla al nivel paralelo de la otra pierna. Sin dejar de sonre¨ªr, asombrada, cuando no se entiende bien a s¨ª misma.
?Qu¨¦ sabe Yolanda D¨ªaz de s¨ª misma? Que es muy gallega; que le gusta comer pero no cocinar, aunque lo hace, y bien. Que no quiere carne, a excepci¨®n de jam¨®n, y prefiere siempre pescado. Sabe que un d¨ªa le bes¨® la mano Santiago Carrillo cuando ten¨ªa cuatro o cinco a?os y que aquello le llam¨® la atenci¨®n, como si de algo antiguo pero importante se tratara. Que por su casa pasaron dirigentes clandestinos e intelectuales a finales del franquismo y durante la Transici¨®n. Que las redes sociales, salvo Twitter, para ella ¡°son una trapallada¡±. Que de su madre aprendi¨® a valorar las cosas peque?as, a la manera que Julio Cort¨¢zar lo probaba en Historia de cronopios y de famas, y de su padre, la pelea. Que el hueco que dej¨® al morir su madre hace ocho a?os ¡ª¡°el mayor palo que me ha dado la vida¡±¡ª no se recupera ni con el espacio que le han llenado otros. Que la pol¨ªtica lleva impl¨ªcita un desesperante punto de ficci¨®n al que ella quiere poner remedio mediante la concreci¨®n. Que ahora, como mucho y con suerte, duerme cuatro horas¡ Que la izquierda no puede perderse en debates est¨¦riles y debe actuar m¨¢s que teorizar o entregarse al artificio de lo que denominan sencillamente relato. ?Relato? ?Qu¨¦ relato? ?Los hechos son el ¨²nico relato! Ah, y que de un incendio salvar¨ªa probablemente su biblioteca y su colecci¨®n de vinilos¡
De vuelta a los relatos¡ Sobre aquel mejunje que ?aire¨® Podemos acerca del r¨¦gimen de 1978, ?qu¨¦ piensa? ¡°Para toda una generaci¨®n, ese debate fue complejo. Una discusi¨®n en gran parte acad¨¦mica, interesant¨ªsima, sin duda. Pero sirvi¨® en algunos casos para enfrentar a padres y a hijos, a dos mundos, en ese sentido, la generaci¨®n de mi padre con la nuestra, que luch¨® y seguramente perdi¨®. Hay una crisis intergeneracional ah¨ª. Ellos lo dieron todo por esta democracia y no se les reconoci¨®. Debemos darle sentido a eso, no ser injustos con su papel, aunque el r¨¦gimen de 1978 es algo muy amplio y dar¨ªa m¨¢s que para un solo debate¡±.
Y del mel¨®n abierto entre monarqu¨ªa y rep¨²blica, ?qu¨¦ dice? ¡°Me adscribo m¨¢s bien a la res publica. La Espa?a por construir es esa: la de la res publica. Nos queda mucho a¨²n, resulta mejorable. No soy mon¨¢rquica, soy republicana. Cualquier instituci¨®n debe someterse a elecci¨®n, pero en este momento insisto en pisar tierra. No se da correlaci¨®n de fuerzas para afrontarlo. Se trata de un horizonte posible y necesario. Si se ha abierto es, sobre todo, por el comportamiento del rey em¨¦rito y la Casa Real. La instituci¨®n no se ayuda mucho a s¨ª misma. El debate vuelve cuando el rey em¨¦rito se va de este pa¨ªs¡±.
Sabe tambi¨¦n que en este tiempo de Gobierno no ha sentido ni un instante lo que en otros dirigentes de la izquierda se dio al pasar de la teor¨ªa a la acci¨®n. Yolanda D¨ªaz no siente un ¨¢pice de desencanto. Un asunto cuyo mero planteamiento es para Pablo Iglesias, seg¨²n ¨¦l mismo, ¡°una chorrada¡±. Para ella, igual: ¡°Eso de que llegas al Consejo de Ministros y te derechizas no me ha pasado. Al rev¨¦s. Cada d¨ªa tengo m¨¢s claro que lo que pensaba hay que hacerlo. Cambiar la vida de la gente, sin maximizar planteamientos. Cualquier peque?o avance lo demuestra. Se puede hacer. No estoy frustrada, me encuentro muy feliz. Lo hemos demostrado: se puede lograr todo dentro de la ley, tan sencillo como eso¡±.
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