Los aplausos no bastaron
Trabajar en cualquier labor sanitaria ya era heroico en Espa?a antes de la pandemia: un oficio precarizado y mal pagado. Pero el virus plante¨® adem¨¢s un reto f¨ªsico, mental y an¨ªmico
En la primavera de 2020, de los balcones de la Espa?a confinada surg¨ªan aplausos a las ocho de la tarde. Los ciudadanos animaban a los hombres y mujeres que cuidaban a los que acud¨ªan en un aluvi¨®n imparable a ambulatorios y hospitales. Si ten¨ªan un respiro, esos m¨¦dicos, enfermeras, auxiliares y celadores, exhaustos y desprotegidos, sal¨ªan a escuchar el homenaje. A tomar fuerza. A aplaudirse. Sus d¨ªas transcurr¨ªan mirando a los ojos a la muerte, siendo la ¨²nica mano que sosten¨ªa a sus pacientes aislados, temiendo contagiarse ¡ªy contagiar a los suyos¡ª de la nueva peste. Fueron los m¨¢s golpeados en esos negros meses. Uno de cada cinco enfermos era sanitario. A finales de abril hab¨ªan sido infectados m¨¢s de 35.000.
Los aplausos han sido uno de sus pocos b¨¢lsamos. Los aplausos, que son gratis. Han tenido voz en los homenajes a las v¨ªctimas. Y les han dado el premio Princesa de Asturias de la Concordia. Pero su mayor sost¨¦n ha sido, seg¨²n cuentan, esos compa?eros que arrimaron el hombro, que se organizaron para hacer circuitos diferenciados en los centros de salud o montaron equipos para enfrentarse al mayor desaf¨ªo profesional que vivir¨¢n nunca. Un desaf¨ªo tambi¨¦n ¡°f¨ªsico, mental y an¨ªmico¡±, como dice Santiago Moreno, jefe de enfermedades infecciosas del hospital Ram¨®n y Cajal, de Madrid, que pas¨® por la UCI durante la primera oleada y relat¨® su experiencia como paciente en estas p¨¢ginas.
Ser sanitario en este pa¨ªs era ya heroico antes del coronavirus. Mal pagados y precarizados ¡ªun 28% trabaja con contrato temporal en los centros p¨²blicos¡ª, sosten¨ªan un sistema cr¨®nicamente infrafinanciado ¡ªpor un gasto inferior a la media de la UE¡ª y empobrecido a causa de los recortes posteriores al batacazo econ¨®mico de hace una d¨¦cada. ?ramos y somos los mejores del mundo en trasplantes, pero los sueldos de los m¨¦dicos que los hacen realidad son irrisorios.
La mayor crisis de salud en un siglo les sorprendi¨® sin batas, pruebas diagn¨®sticas ni respiradores. Tambi¨¦n ciegos de conocimiento frente a una enfermedad nueva. Actualizaban a diario las gu¨ªas de tratamiento en grupos de WhatsApp, lloraban en el cambio de turno y dorm¨ªan pocas horas, muchos de ellos recluidos en un hotel o aislados en una habitaci¨®n de su propia casa. Como Mar¨ªa Cruz Mart¨ªn Delgado, jefa de medicina intensiva del hospital de Torrej¨®n de Ardoz, en Madrid. Ella, que cuid¨® en su UCI al primer caso grave de Espa?a, enferm¨® en marzo. Estuvo tres meses sin poder abrazar a su hija peque?a. ¡°La primera ola fue algo muy brusco e impactante en todos los sentidos. No pudimos dar atenci¨®n de calidad ni ingresar a todo el que lo necesitaba¡±, dice. Fueron legi¨®n las enfermeras que dejaron de cuidar a ni?os o de ser instrumentistas quir¨²rgicas, y los m¨¦dicos que aparcaron el bistur¨ª, el otoscopio o la anestesia para atender a los pacientes que llenaban las plantas o que se les iban de las manos en unidades de cr¨ªticos montadas en ?quir¨®fanos o gimnasios.
Cuando enfermaban, ansiaban volver. No quer¨ªan dejar a sus compa?eros solos. Aguantaron a base de l¨¢grimas y adrenalina, rezando para que no se repitiese el envite que volvi¨® sus hospitales del rev¨¦s. M¨¢s de la mitad ya sufr¨ªan en esos primeros meses s¨ªntomas de estr¨¦s postraum¨¢tico. Lanzaban tuits rogando prudencia a los ciudadanos que les aplaud¨ªan, pero que luego se lanzaron a vivir el verano sin mirar atr¨¢s.
Tambi¨¦n en verano, la Comisi¨®n para la Reconstrucci¨®n parlamentaria diagnostic¨® y prescribi¨® un tratamiento para sus males. Hay que pagarles mejor, mucho mejor, porque en los pa¨ªses de nuestro entorno los m¨¦dicos ganan m¨¢s del doble, y en algunos, como el Reino Unido, cuatro veces m¨¢s. Hay que hacerles contratos fijos. Y m¨¢s atractiva su carrera profesional. Hay que reforzar la atenci¨®n primaria y la salud p¨²blica. Hay que invertir m¨¢s, en definitiva. Pero esos mismos gobernantes, esos mismos partidos que apoyaron el dictamen sobre sanidad ¡ªtodos excepto Vox¡ª se han movido poco. En julio, cuando la incidencia de la enfermedad hab¨ªa amainado, Espa?a ten¨ªa menos de la mitad de rastreadores de lo que deber¨ªa. Cuando llegaron era tarde: la segunda ola se elevaba a¨²n m¨¢s amenazante que la primera.
La atenci¨®n primaria, muy tensionada antes de la pandemia, no se reforz¨® y los centros de salud colapsaron en verano y oto?o teniendo que acometer las tareas de rastreo y ocuparse a la vez de esas otras dolencias desatendidas en primavera. Sus agendas se llenaron hasta con 60 pacientes diarios por m¨¦dico. As¨ª lo cuenta Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Espa?ola de Medicina Familiar y Comunitaria (?Semfyc): ¡°Los pol¨ªticos y responsables p¨²blicos siempre est¨¢n con el discurso de que la atenci¨®n primaria es muy importante, pero son solo palabras¡±. Ejerce en un centro de salud de Asturias, casi la ¨²nica comunidad que respir¨® en primavera, pero que ha estado boqueando en la segunda ola. Ahora atiende a la mayor¨ªa de sus pacientes por tel¨¦fono. ¡°Esto es como una monta?a rusa y cuando est¨¢s en medio del foll¨®n no ves la salida¡±, dice. Contratar m¨¢s m¨¦dicos de familia no es sencillo. En parte porque, como la mayor¨ªa de sus colegas que acaban el MIR, creen que su futuro est¨¢ fuera de Espa?a. El a?o pasado pidieron el certificado para emigrar en busca de mejores condiciones de trabajo 4.100 m¨¦dicos, el m¨¢ximo hist¨®rico. Y se han ido 8.000 enfermeras en nueve a?os.
Cuando acaba 2020, siguen en ese camino largo y cansado, seg¨²n la intensivista Mart¨ªn Delgado. Las UCI han tenido que volver a expandirse, pero no hay suficientes sanitarios especializados para trabajar en ellas. Los hospitales son un ente dividido con enfermos de coronavirus y de esas patolog¨ªas graves que tuvieron que aguardar. Y a m¨¢s pacientes covid, menos disponibilidad para paliar ese otro desastre, lo que les angustia m¨¢s a¨²n. ¡°Hay mucho cansancio y cierto grado de enfado, porque la gente no se ha portado y no se ha reforzado el rastreo¡±, asegura Moreno. Agotados tambi¨¦n est¨¢n los m¨¦dicos de familia, sobrellevando la crispaci¨®n social y sintiendo que no hacen bien su trabajo.
As¨ª est¨¢n los sanitarios de este pa¨ªs, esperando esos cambios tan anunciados que no llegan. A¨²n empapados por la segunda ola de covid, temiendo la tercera. Han enfermado ya casi 90.000. Han muerto 63 hasta principios de junio. Queda por saber c¨®mo de hondas ser¨¢n sus otras heridas.
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