H¨¦roes callados
Probablemente no haya habido nunca una sociedad que haya tratado tan mal a los viejos como la actual. En esa ancianidad acabaremos todos (si tenemos la suerte de no morir j¨®venes).Y sobre este miserable caldo de cultivo se abati¨® el coronavirus
Un dicho norteamericano que algunos atribuyen a la actriz Bette Davis sostiene que hacerse viejo no es para blandengues. Comparto la idea: siempre he pensado que la vejez es la etapa ¨¦pica de la vida humana. Y a¨²n lo es m¨¢s en la actualidad, con una existencia cada vez m¨¢s dilatada en el tiempo pero no en la calidad de ese tiempo a?adido. Con ancianos viej¨ªsimos pero llenos de achaques, y lo que es peor, solos, arrumbados, invisibles. En otras ¨¦pocas a los ancianos se les admiraba por su capacidad de resistencia, por abrirnos camino y pasar el testigo, por su sabidur¨ªa y su experiencia. Eran nuestros mayores, qu¨¦ hermosa palabra, m¨¢s grandes que nosotros. Ahora, en cambio, los desde?amos, los ignoramos, no solo no nos parecen m¨¢s sabios, sino que los consideramos trastos obsoletos, y por a?adidura sentimos que su empe?o en no morirse es un fastidio, una carga para la colectividad. Es el viejismo o edadismo, un prejuicio feroz cada d¨ªa m¨¢s fuerte. Probablemente no haya habido nunca una sociedad que haya tratado tan mal a los viejos como la actual. Cosa que no deja de asombrarme por la estupidez y falta de previsi¨®n del personal, porque en esa ancianidad acabaremos todos (si tenemos la suerte de no morir j¨®venes).?
?Y sobre este miserable caldo de cultivo se abati¨® el coronavirus. No es de extra?ar que pasaran los horrores que pasaron. Amnist¨ªa Internacional ha publicado un informe demoledor cuyo t¨ªtulo ya lo dice todo: Abandonadas a su suerte: La desprotecci¨®n y discriminaci¨®n de las personas mayores en residencias durante la pandemia. El trabajo denuncia a la Comunidad de Madrid y a Catalu?a por ¡°protocolos y pr¨¢cticas que supusieron la exclusi¨®n de ingreso hospitalario¡± de los residentes de los geri¨¢tricos. Y concluye que se vulneraron cinco derechos humanos: a la salud, a la vida, a la no discriminaci¨®n, a la vida privada y familiar, y a una muerte digna. ? Yo a?adir¨ªa que tambi¨¦n se vulneraron la sensatez y la empat¨ªa, la corresponsabilidad generacional, la autoestima colectiva. Porque el trato a nuestros mayores en la primera ola de la pandemia ha sido tan terrible que ha causado una herida profund¨ªsima en nuestra sociedad, un desgarro traum¨¢tico que nos llevar¨¢ mucho tiempo coser y sanar. Y para eso lo primero que tenemos que hacer es hablar de ello. Reconocerlo, maldita sea. Ojal¨¢ pudiera citar aqu¨ª, uno a uno, los nombres de todos esos ancianos que murieron aislados. Y los de los cuidadores que intentaron arroparlos, como en esta bell¨ªsima foto del cumplea?os de la nonagenaria Elena P¨¦rez. ?Saben qu¨¦? Tengo la sensaci¨®n de que, despu¨¦s del sobrecogedor abandono que los ancianos sufrieron, la sociedad espa?ola se ha sentido culpable y se ha vuelto un poco m¨¢s consciente del valor de los mayores, m¨¢s respetuosa. Esto es, nuevamente lo dieron todo por nosotros; se fueron como una lluvia silenciosa, y no s¨®lo liberaron respiradores y plazas hospitalarias, sino que tambi¨¦n nos ense?aron una lecci¨®n moral. Ancianos nuestros, guerreros de la noche, h¨¦roes callados: mi gratitud, mi recuerdo emocionado y mi admiraci¨®n.
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