Violencia y ni?ez: contrapuntos para crecer en una realidad ineludible
Si lo que se aprende en la infancia determina al hombre o la mujer del futuro. ?Qu¨¦ se puede hacer cuando los peque?os conviven con la violencia?
Andr¨¦s tiene 11 a?os y va a las protestas con su mam¨¢. Ah¨ª le toca caminar entre mucha gente que canta y celebra. Tambi¨¦n, huir del carro lanza aguas de la polic¨ªa y aspirar bromuro de bencilo, el componente principal del gas lacrim¨®geno, que no es letal, pero le produce lagrimeo, tos e irritaci¨®n. Incluso un par de veces ha visto c¨®mo, entre forcejeos, gritos y garabatos, detienen personas y se las llevan. Una vez estuvo en medio de una gresca de piedras contra balines y su madre lo tuvo que agarrar del cuello para sacarlo, corriendo a tropezones entre el humo y el caos.
Andr¨¦s piensa que todo eso es normal; que es como ir al estadio o a una reuni¨®n familiar, que toca cada cierto tiempo salir a la calle, marchar, gritar y a veces correr peligro. Piensa que as¨ª es la vida y esa es la forma en que la sociedad se expresa. Y quiz¨¢s tenga raz¨®n.
Despu¨¦s, llega a su casa, hay comida en la mesa, en la escuela lo esperan sus amigos y cuando sea grande quiere ser ingeniero. Aparte de las peque?as violencias cotidianas que ve en las peleas de los adultos, en la tele o en su videojuego de nazis contra zombis, todo transcurre normal. Es parte de la generaci¨®n de ni?os y ni?as que crece en entornos violentos, yendo y viniendo por la delgada l¨ªnea de la ficci¨®n y la violencia real.
No necesitamos mirar lo obvio de la violencia cotidiana que sufren los m¨¢s de 81 millones de ni?os, ni?as y adolescentes que, en Am¨¦rica Latina y el Caribe, viven en situaci¨®n de pobreza. Esa violencia estructural, mandatada por la negaci¨®n de sus derechos, se suma a una universal contra la ni?ez, que cruza todas las condiciones sociales y econ¨®micas. Est¨¢ en el ambiente, en la calle, en la computadora y en todos los espacios que habitan. Es normal, parte del paisaje.
Los intentos de los adultos por esconderlo son fallidos, los ni?os perciben mejor que nadie la convulsi¨®n del mundo, ven el odio y la muerte en los noticieros y los videos, sin filtro ni explicaci¨®n. Muchas veces, de la perplejidad o la indiferencia de sus padres ante las crisis que vivimos, est¨¢n aprendiendo que no ser¨¢n ellos quienes los salvar¨¢n en el futuro. Saben que su momento viene y que en unos a?os tendr¨¢n que inventar las soluciones o unirse a una masa de humanos ap¨¢ticos a los que parece no importarles nada ni nadie.
Mientras transcurre el delicado proceso del desarrollo cognitivo en la infancia, todos los est¨ªmulos tienen una consecuencia. Los aprendizajes que se consolidan en la primera edad son el disco duro del ser humano en construcci¨®n. Desaprender es posible en la edad adulta, pero lo que est¨¢ sellado a fuego en la ni?ez es lo que determina al hombre o la mujer del futuro.
Con esa carga imposible de vencer, que representan las im¨¢genes ineludibles de la violencia de nuestros tiempos, es urgente encontrar visiones que se contrapongan y siembren esperanza y optimismo en las nuevas generaciones. Muchas de esas visiones pueden provenir de la misma ni?ez y adolescencia cuando, en grupos organizados o liderazgos personales, levantan la voz contra el cambio clim¨¢tico y por el desarrollo sostenible, cuando accionan en sus comunidades para producir cambios, participando c¨ªvicamente en la construcci¨®n de un futuro mejor
No se trata de que se queden en casa sin exponerse a los medios y a la vida real, no es posible ni deseable que vivan en una burbuja de amor y paz, tipo imagen id¨ªlica de los comerciales con ni?os y ni?as rodeados de naturaleza, abrazando a su perrito y tomando su leche mientras pap¨¢ y mam¨¢ los abrazan y sonr¨ªen. ?Qu¨¦ es eso?
Convivir con la violencia, conocerla, identificarla como el l¨ªmite de no pasar. Conocer sus consecuencias, entender el dolor que produce en sus v¨ªctimas. Decidir estar por la paz y la convivencia de todos, por el di¨¢logo y los acuerdos. Estas son afirmaciones a las que ni?os solo pueden llegar sopesando lo que han visto y aprendido, y contraponiendo sus experiencias con oportunidades reales de participar en iniciativas constructivas para el mundo.
La participaci¨®n de la ni?ez y la adolescencia, junto con darle sostenibilidad a los derechos de la infancia, es esencial para hacer un contrapunto del mundo que les toca vivir. Si conviven con otros y ejercitan su capacidad de tomar decisiones y crear iniciativas, el mapa de su desarrollo cognitivo se va ampliando, al tiempo que crecen como ciudadanos y agentes de cambio. Al ejercer su derecho de participaci¨®n se fortalecen y contrastan el mundo que ven con el que ellas y ellos mismos construyen.
Hace un par de semanas, Andr¨¦s, que es el hijo menor de una amiga, limpi¨® junto a algunos vecinos la plaza de su barrio. Fue una jornada inolvidable y ahora es parte de un grupo que se llama Amigos de los ¨¢rboles. Ah¨ª va Andr¨¦s sacando sus propias conclusiones, mezcla de protestas, escuela, videojuegos, familia, televisi¨®n, naturaleza y amigos del barrio¡ Nada que ver con la imagen del comercial absurdo ni con ninguna otra imagen. Su crecimiento es ¨²nico e irrepetible. No podemos protegerlos del mundo, de la realidad, pero s¨ª podemos desplegar oportunidades para que exista el contraste que lo haga comprender que hay miles de oportunidades y que ¨¦l puede hacer la diferencia.
Lea Rodriguez es parte del equipo de Am¨¦rica Solidaria.
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