El legado de Francisco Espinoza Due?as
Pr¨¢cticamente desconocido en Espa?a y olvidado en su pa¨ªs natal, Per¨², el artista que se dedic¨® a ense?ar a pintar a jubilados, desempleados y amas de casa deja detr¨¢s una obra colosal.
Del inventario de personalidades fallecidas a lo largo de 2020 rescato un nombre que llevaba muchos a?os fuera de la centralidad que disfrut¨® a principios de los a?os sesenta del siglo pasado, cuando los mejores artistas pl¨¢sticos latinoamericanos trabajaban y expon¨ªan en Par¨ªs, Madrid, Nueva York o M¨¦xico, mientras impart¨ªan talleres en La Habana, en diversas escuelas europeas o en las Facultades de bellas artes de sus pa¨ªses de origen. Aquel era el linaje de Francisco Espinoza Due?as (Lima, 1926-Carmona, Sevilla, 2020), fallecido a los 94 a?os en una residencia de mayores. Los residentes que convivieron con Espinoza Due?as durante la ¨²ltima d¨¦cada sab¨ªan que era un ¡°artista famoso¡±, pues la Fundaci¨®n Caja Rural del Sur le dedic¨® en 2011 una muestra extraordinaria en la Casa de la Provincia de la Dipu?taci¨®n de Sevilla, pero jam¨¢s se habr¨ªan imaginado que su compa?ero peruano del geri¨¢trico dejaba un generoso patrimonio, suficiente para abrir un museo.
Francisco Espinoza Due?as lleg¨® a Espa?a en 1955 para perfeccionarse como muralista en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y como lit¨®grafo en la Escuela Nacional de Artes Gr¨¢ficas. En 1958 se traslad¨® a Par¨ªs para formarse como ceramista en S¨¨vres y en 1965 se instal¨® en La Habana, donde imparti¨® clases y pint¨® murales dedicados al inca Pachac¨²tec o al poeta C¨¦sar Vallejo, quiz¨¢ el creador al que m¨¢s admir¨®. Sin embargo, el artista regres¨® a Espa?a en 1969 y desde entonces llev¨® una existencia discreta pero de intenso trabajo en todas las facetas que desarroll¨®. Vivi¨® primero en Burgos y a partir de 1989 en una casa rural de Constantina, dictando clases en escuelas-talleres de su localidad, El Pedroso, Cazalla de la Sierra, Las Navas de la Concepci¨®n y otros pueblos de la zona, donde ninguno de sus alumnos ¡ªdesempleados, jubilados y madres de familia¡ª sab¨ªa que el ¡°maestro¡± hab¨ªa compartido paletas y pinceles con Roberto Matta, Wilfredo Lam y David Alfaro Siqueiros, entre otros grandes artistas.
El legado de Espinoza Due?as no solo es inmenso, sino que su obra producida en Espa?a representa una novedad con respecto a la que atesoran museos de Francia, Cuba, M¨¦xico, Per¨² y Estados Unidos, correspondientes a su etapa de 1958-1970. En realidad, desde su regreso a Espa?a el artista peruano se mantuvo al margen de las veleidades del mercado, las ferias y los galeristas, y as¨ª trabaj¨® con materiales diversos como la piedra, el metal, la cer¨¢mica o el vidrio. Sus formatos tampoco son convencionales, pues encontramos desde primorosas miniaturas hasta enormes vasijas que recuerdan las cer¨¢micas policromadas de las culturas preincaicas, pasando por m¨¢scaras, mosaicos y osad¨ªas escult¨®ricas. Sin prisa, sin plazos y sin contratos, Espinoza Due?as experiment¨® durante d¨¦cadas con esmaltes, barnices, colores y soportes, que dej¨® plasmados en miles de piezas de un museo invisible que sus propias hijas no terminan de inventariar.
En el cat¨¢logo de la gran exposici¨®n sevillana de 2011, Mario Vargas Llosa escribi¨®: ¡°Su arte no es mim¨¦tico, no duplica lo real, no reproduce las im¨¢genes cotidianas del mundo; m¨¢s bien traduce en l¨ªneas, colores y vol¨²menes, en objetos pl¨¢sticos, ciertos contenidos profundos del esp¨ªritu humano: la c¨®lera, la humillaci¨®n, el estupor¡±. Desconocido en Espa?a y olvidado en Per¨², Francisco Espinoza Due?as vivi¨® como se defini¨® a s¨ª mismo su amado C¨¦sar Vallejo: fue un ¡°pobre barro pensativo¡±.
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