¡°Soy lesbiana y creo, profundamente, en Jesucristo y la Virgen¡±
Mujeres, feministas, diversas y creyentes. Retrato de las (otras) activistas cat¨®licas
Muchas son las personas homosexuales que han encontrado en la iglesia el refugio para esconder su condici¨®n sexual. Ahora, mujeres creyentes y diversas pelean por dignificar su presencia y condici¨®n en el organigrama eclesi¨¢stico.
Laly estudi¨® en ?vila, en un colegio cat¨®lico en el que le ense?aron que las ni?as buenas iban al cielo y a las malas se las defenestraba. Lo aprendi¨® rapidito, siendo hija de guardia civil que, por inercia, ca¨ªa en el colegio de monjas m¨¢s cercano que hubiera a la casa cuartel. Su madre se quedaba tranquila as¨ª y su padre no replicaba. "Con las monjas estaba bien porque no se me ocurri¨® salirme jam¨¢s del redil. Soy creyente desde peque?a y me gusta cumplir con lo que supone serlo. Iba a misa, me implicaba en la parroquia y a nadie le extra?¨® que quisiera ser monja". Laly se orden¨® a los 18 a?os. En cuanto se lo permitieron pas¨® a ser la madre Elvira.
En el convento conoci¨® a Clara, quien despu¨¦s ser¨ªa la madre Clarisa. Y lo que vino despu¨¦s es f¨¢cil de entender: j¨®venes estudiantes en el convento, jornadas eternas de reflexi¨®n y an¨¢lisis. Clara sostiene que era lo que ten¨ªa que pasar, siendo como eran tan parecidas en lo devoto y en lo seglar: "Tan f¨¢cil como que nos enamoramos". Aquello trastoc¨® todos sus planes de ser monja, cosa que ambas quer¨ªan. A los dos a?os de iniciar la relaci¨®n ambas se salieron de la orden. En la actualidad, viven en una pedan¨ªa lejana de una ciudad andaluza que prefieren no desvelar. Son maestras de escuela. Comparten piso y, tambi¨¦n, vida. Pero no llaman la atenci¨®n ni sienten el m¨¢s m¨ªnimo rechazo a su alrededor. "Pasamos desapercibidas. Solo somos dos maestras de escuela que comparten piso". En su barrio nadie se plantea que sean pareja. "En mi caso", afirma Laly, "me sent¨ª rechazada por la iglesia, que era algo importante para m¨ª. Sent¨ªa amor hacia una persona de mi mismo sexo y la Iglesia me repudiaba por ello". Ninguna sinti¨® hostilidad en el convento. El resto de hermanas pod¨ªan o no saber de su situaci¨®n, pero no crearon dificultades: "No ¨¦ramos las ¨²nicas; solo fuimos las ¨²nicas coherentes", remarca Clara.
Ni Laly ni Clara conocen lo que es la Revuelta de las Mujeres en la Iglesia, quienes en su cuenta de Twitter, ¨²nica v¨ªa de comunicaci¨®n, por ahora, explican que existen "hasta que la igualdad sea costumbre". Si las conocieran, se sentir¨ªan acompa?adas por otras mujeres diversas profundamente creyentes, como ellas. En la revuelta de mujeres entienden mucho. Se denominan a s¨ª mismas cat¨®licas, feministas y revolucionarias.? Defienden que ser devota no significa ponerle flores a la virgen, sino pelear para que la comunidad no pase miserias. Mientras el Vaticano se cierra en banda a plantearse cualquier salida de la cisheteronormatividad, estas mujeres dinamitan donde m¨¢s duele: en la base de la iglesia cat¨®lica.? Comunidades abiertas a proteger, cuidar, ayudar y acompa?ar a todas las personas que lo necesiten. Independientemente de qui¨¦nes sean y c¨®mo sean. Pepa Mole¨®n, es pedagoga jubilada y lo mismo te la encuentras en el movimiento de pensionistas que en la Revuelta de Mujeres en la Iglesia. Divorciada y madre de dos hijas. Compagina su activismo cat¨®lico con colaboraciones en la revista Alandar. Forma parte de ese grup¨²sculo de devotas de Jesucristo que apuestan por una Iglesia diversa: "En la Iglesia estamos todas las personas. No solo las que siempre se cree", explica Pepa, "en los barrios, en la calle, el trabajo de parroquia no sabe cu¨¢l es tu condici¨®n sexual ni tu identidad de g¨¦nero, pero trabajas en comunidad. Puede que la iglesia diga que los matrimonios homosexuales no se reconocen eclesi¨¢sticamente, pero cada vez hay m¨¢s sacerdotes que bendicen estas uniones. Los cambios llegar¨¢n y llegar¨¢n desde abajo".
Aupadas por el influjo que supuso el Me Too y el feminismo inclusivo, estas revolucionarias devotas pretenden llegar, incluso, a tener presencia en las altas jerarqu¨ªas, pero su trabajo empieza en la base sobre la que se sostiene la Iglesia. Este es un trabajo de parroquia.?Tere Casillas, doctora en neuroqu¨ªmica y profesora de Formaci¨®n Profesional, considera que, por mucho que la alta jerarqu¨ªa se empe?e en establecer unos par¨¢metros cisheteronormativos, la base de la Iglesia es una amalgama de diversidades varias: "Ya hemos tenido reuniones con algunos obispados, no solo el de Madrid y, sobre todo, con bastantes di¨®cesis. Hemos escrito a Francisco (se refiere al papa Francisco en este tono coloquial) y sabemos que nos leer¨¢. Francisco ha marcado una l¨ªnea progresista muy buena, pero el mastodonte que es la Iglesia es complicado de mover. Esperanzas, todas". Y desde Latinoam¨¦rica les llegan muy buenas vibraciones: "Mujeres trans, lesbianas e intersex latinoamericanas se est¨¢n uniendo a nosotras cada vez m¨¢s. Esto es imparable. Los cambios no van a venir desde arriba. Llegar¨¢n desde abajo. La iglesia dice una cosa, pero de las bases surgen otras".
Clara y Laly abandonaron el convento porque les pareci¨® que no encajaban en los par¨¢metros de la congregaci¨®n: "Soy lesbiana y creo, profundamente, en Jesucristo y la Virgen", admite Laly.? "Vivo en un pueblo donde participo de todas sus festividades religiosas, pero no me atrevo a decir a qui¨¦n amo por miedo al rechazo. Si la Iglesia me aceptara, ser¨ªa mucho m¨¢s f¨¢cil que me quisieran, tambi¨¦n, mis vecinas. Ojal¨¢ la Iglesia se planteara la m¨¢s m¨ªnima intenci¨®n pedag¨®gica y educativa".
Ah¨ª queda la petici¨®n de una mujer que s¨ª se siente parte de la Iglesia.
S¨ªgueme en Twitter y Flipboard y esc¨²chame en 'Con todos dentro'
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.