Las tensiones del arco¨ªris
Los procesos de lucha por la conquista de la dignidad no han sido sino por alcanzar ese estatus en el que nuestras diferencias en ning¨²n caso generen desigualdad
Me imagino que la lectura de un libro como El arco¨ªris de la evoluci¨®n, de Joan Roughgarden, y publicado en Espa?a por Capit¨¢n Swing, provocar¨¢ en muchos y en muchas interrogantes, inquietudes e incertidumbres. No s¨¦ si incluso miedo en quienes perciben la ruptura de fronteras y la superaci¨®n de paradigmas como una amenaza. Y no creo que se trate solo de los temores propios de quienes, sin falta de raz¨®n, ven en la diversidad una eclosi¨®n c¨®mplice del mercado y sus din¨¢micas individuales y competitivas, sino del pavor que parece provocar que los conceptos, las clasificaciones y los esquemas usados durante siglos se resquebrajen ante la fuerza inevitable de las diferencias. Las que son tan habituales en el mundo de los seres vivos no humanos, y no digamos en la experiencias de tantos sujetos que todav¨ªa hoy tienen que luchar frente a las disciplinas que siempre han intentado imponer los poderes.
La religiones, la Ciencia o el Derecho han procurado siempre mantener bien domesticadas las diferencias. Como dispositivos de poder que son y han sido, han convertido en pecado, patolog¨ªas o delito lo que con el paso del tiempo hemos ido reconociendo, tras muchas batallas, como expresiones diversas de lo humano. Todo ello en el marco de un pensamiento, el occidental, y de una cultura, la patriarcal, asentadas sobre dualismos jer¨¢rquicos. Es decir, sobre la divisi¨®n del mundo en pares de opuestos, la cual ha servido de marco interpretativo del mundo durante siglos en funci¨®n de quienes hemos ocupado siempre el lugar privilegiado del binomio.
En gran medida, las pol¨¦micas generadas en torno a la regulaci¨®n de los derechos de las personas trans, y no digamos en torno a la controvertida teor¨ªa queer, m¨¢s all¨¢ de las consecuencias perversas que pudieran tener en la definici¨®n del sujeto ¡°mujeres¡±, tienen que ver con el progresivo desmoronamiento de las categor¨ªas que durante siglos han servido para construir las subjetividades, bajo el control siempre de quienes han sido investidos del poder y la autoridad para hacer normas y para generar conocimiento.
En este sentido, incluso podr¨ªamos decir que los derechos humanos han sido una progresiva evoluci¨®n con respecto a la ¡°autodeterminaci¨®n consciente y responsable¡± de los individuos, por usar una expresi¨®n literal de nuestro Tribunal Constitucional manejada por este al hilo de la controversia del aborto. O, lo que es lo mismo, de c¨®mo nos hemos ido liberando de servidumbres que nos imped¨ªan desarrollar libremente nuestra personalidad. De esta manera, podr¨ªamos concluir que los procesos de lucha por la conquista de la dignidad no han sido sino por alcanzar ese estatus en el que nuestras diferencias en ning¨²n caso generen desigualdad.
Marcos jur¨ªdicos y dificultades
No negar¨¦ las dificultades de crear marcos jur¨ªdicos que garanticen de manera efectiva el reconocimiento progresivo de la diversidad humana, ni los riesgos que en determinadas circunstancias ello puede suponer para las mujeres en cuanto que todav¨ªa andan en la lucha por ser reconocidas como sujetas de derechos, m¨¢s all¨¢ de las proclamaciones formales de la ley. De ah¨ª la necesidad de que cualquier regulaci¨®n que se pretenda hacer de cuestiones tan complejas y movedizas como las identidades sexuales pondere los posibles derechos en conflicto y prevea las garant¨ªas necesarias para que el reconocimiento de un colectivo no vaya en detrimento de los derechos de ning¨²n sujeto o grupo.
Pero nadie dijo que fuera f¨¢cil articular jur¨ªdicamente un r¨¦gimen pluralista como es la democracia, ni garantizar debidamente los derechos que son por naturaleza din¨¢micos y conflictivos. En realidad, regular los derechos no es otra cosa que prever sus l¨ªmites y c¨®mo gestionar sus inevitables tensiones. Tal vez un problema de fondo sea que todav¨ªa no hemos sido capaces de inventar herramientas y m¨¦todos que nos permitan gestionar la complejidad. Demasiado acostumbrados como estamos a las certezas de una realidad normativizada ¡ªlo normal no existe, lo normal es lo normativo¡ª en funci¨®n de unos par¨¢metros creados hace siglos y por tanto desde y para un mundo que poco o nada tiene que ver con el presente.
No creo por tanto que se trate solo de una amenaza derivada del neoliberalismo, al que con tanta frecuencia culpamos de todo lo que nos tensiona, y por m¨¢s que sea cierto que el mercado alimenta egos narcisistas e identidades que pudieran llegar a ser ¡°asesinas¡±, sino que m¨¢s bien estamos ante la explosi¨®n inevitable de lo que durante siglos estuvo bien encerrado en los armarios.
La ruptura de las fronteras
De ah¨ª la necesidad de que en t¨¦rminos jur¨ªdicos nos replanteemos la misma noci¨®n de sujeto y con ella toda una teor¨ªa, la de los derechos humanos, lastrada por el androcentrismo, los binarismos propios del patriarcado, as¨ª como por unos marcos occidentales que no tuvieron presentes otras expresiones de lo humano que cuestionan la universalidad que transpiran nuestros ombligos. De la misma manera que no se cont¨® con la realidad insoslayable de los seres vivos no humanos o de los bienes comunes.
Un reto que, en definitiva, tiene que ver con la ruptura de fronteras que nos han servido para definir lo humano, as¨ª como el ensanchamiento de las categor¨ªas para que incorporen todas las vidas, dignas todas de ser vividas. Un reto que remueve el suelo firme que pisamos y ante el que nos vendr¨ªa muy bien a todas y a todos lecturas como la del libro de la bi¨®loga Joan Roughgarden.
En ¨¦l, entre otras cosas, se pregunta lo siguiente: ¡°?Deber¨ªamos tener solo dos categor¨ªas muy amplias, hombre y mujer, que dieran cabida a la sexualidad entre personas del mismo sexo y al cruce de g¨¦neros; dos enormes galletas llenas de pepitas de chocolate, pasas, frutos secos, chispitas de colores y mucho m¨¢s? ?Estas dos grandes categor¨ªas ¨²nicas seguir¨ªan permitiendo la discriminaci¨®n de quienes desean un tercer g¨¦nero? ?O deber¨ªamos tener muchas galletas peque?as, cada una con sabores especiales y una proliferaci¨®n de pol¨ªticas de identidad? ?O tal vez algunas galletas grandes y otras peque?as? No lo s¨¦. Lo que s¨ª s¨¦ es que lo que no va a funcionar es embutir a nuestra especie en dos peque?as categor¨ªas de g¨¦nero y sexualidad¡±.
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