Secretos y piratas en el Cabo de Gata
Ver¨®nica Echegui y Rodrigo S¨¢enz de Heredia nos llevan de la mano (y en silencio) a recorrer los escenarios del rodaje de la ¨²ltima pel¨ªcula de Manuel Mart¨ªn Cuenca, 'La Mitad de Oscar'
Un parque natural, playas desiertas, una salina casi abandonada y el silencio (que conviene escuchar), solo interrumpido por el sonido del mar y el viento. Los paisajes del Cabo de Gata crean un escenario entre lo lunar y lo mitol¨®gico que acoge una historia de secretos no revelados, La Mitad de Oscar, interpretada por Ver¨®nica Echegui y Rodrigo Sa¨¦nz de Heredia; Mar¨ªa y ?scar en la ficci¨®n.
Ambos actores confiesan haber descubierto, junto al director Manuel Mart¨ªn Cuenca una Almer¨ªa casi m¨¢gica, "que tiene poes¨ªa", y si te despistas te envuelve. Mucha culpa de esta identificaci¨®n de los personajes con los paisajes la tuvo el director, que a trav¨¦s de ejercicios y unos cuantos regalos en forma de atardeceres les fue introduciendo en el ritmo vital de esta tierra de fronteras, escondite de piratas en tiempos remotos y de naturistas hippies, dicen, en otros m¨¢s cercanos.
La quimera del oro de Rodalquilar
Para mimetizarse con el paisaje, Manuel llev¨® a su equipo a las minas abandonadas de Rodalquilar. Un antiguo pueblo minero que tuvo su esplendor hace m¨¢s de medio siglo con la explotaci¨®n de los ¨²nicos yacimientos de oro de Espa?a. Ver¨®nica sit¨²a aqu¨ª uno de los ocasos m¨¢s bonitos que haya visto nunca: "est¨¢bamos recogiendo piedras de color ¨¢mbar y al incidir en ellas los ¨²ltimos rayos de sol creaban efectos maravillosos".
La fiebre del dorado fue tan intensa como ef¨ªmera, pero Rodalquilar conserva ese aire evocador que viste a todo poblado minero abandonado; un lugar que fue testigo de tiempos mejores y que invita a pasear por sus recuerdos. El Museo Geominero, ubicado en la antigua Casa de la Fundici¨®n, permite realizar un recorrido did¨¢ctico por el pasado minero del pueblo y los or¨ªgenes volc¨¢nicos de esta regi¨®n. Se pueden visitar las antiguas instalaciones mineras, como los tanques y tornillos lavadores, o bien asomarse al mirador que, desde la parte trasera del museo, contempla en amplia perspectiva el valle de Rodalquilar.
Con buen calzado, y desde un oportuno y puramente cinematogr¨¢fico cruce de caminos a la altura del Barranco de Requena, merece la pena estirar la caminata (girando a la derecha) hasta el Cortijo del Fraile. Una construcci¨®n de siglo XVIII y tintes dram¨¢ticos: en 1928 fue testigo del llamado crimen de N¨ªjar (una novia huida con su primo para burlar a su prometido el d¨ªa de su boda, a los que sorprende un enmascarado que les descerraja cuatro disparos), tr¨¢gica hist¨®rica que recogi¨® Lorca en su obra Bodas de Sangre.
Olas en el desierto
Un litoral jalonado por abruptos acantilados, calas solitarias y alargadas playas contrasta con los extensos territorios ¨¢ridos tierra adentro. El Parque natural del Cabo de Gata desgrana una sorpresa tras otra. Para los que quieran planificar sus rutas, pueden obtener toda la informaci¨®n de la zona en la Oficina de Turismo de San Jos¨¦ (Avenida de San Jos¨¦ 27, San Jose. 950 380 299 - www.cabodegata-nijar.com).
Color, olor y sonido son las sensaciones que tanto Ver¨®nica como Rodrigo se trajeron de vuelta a casa. Encontraron refugios mar¨ªtimos escondidos y de dif¨ªcil acceso, como Cala Chica y Cala San Pedro, a unos kil¨®metros de Las Negras, atractivos rincones playeros de naturaleza salvaje. A ambas se accede por caminos de tierra sobre monta?as escarpadas, con un ba?o en aguas cristalinas como merecida recompensa para los viajeros m¨¢s esforzados. Cala San Pedro, adem¨¢s, es uno de los ¨²ltimos reductos del paz y amor en el Cabo de Gata, y todav¨ªa resiste como un aut¨¦ntico oasis de tranquilidad, excepto en periodos vacacionales, atestado de hippies ocasionales o de temporada.
El inmenso y sobrecogedor desierto de Tabernas, alma del spaghetti western t¨ªpicamente almeriense de hace algunas d¨¦cadas, se extiende entre las sierras de los Filabres y Alhamilla y sirvi¨® de escenario fotogr¨¢fico meses despu¨¦s del rodaje, cuando lleg¨® el turno de las fotos promocionales de la pel¨ªcula. Todav¨ªa se puede emular al joven Eastwood de El bueno, el feo y el malo, echar una mano de p¨®quer en el saloon o disfrutar de un espect¨¢culo de can-can en las cantinas de Mini Hollywood (Ctra. N-340, km 364. 950 36 52 36 - www.minihollywood.es) y Cinema Studios Fort Bravo (Ctra. N-340, km 468. 950 066 014 - www.fort-bravo.com).
Una de piratas
Un lugar de esos que enamoran es la Isleta del Moro Arr¨¢ez, antiguo refugio frecuentado por piratas y embusteros de la peor cala?a, en busca de tesoros. En panorama cambi¨®, y actualmente su mejor reclamo son sus gentes y el tradicional paisaje que dibujan las barcas de colores amarradas en el puerto; afortunadamente, este pueblecito ha logrado conservar su acogedora apariencia de aldea de pescadores. Un buen lugar para sentarse a otear el horizonte y, de paso, cenar pesca¨ªto.
Para eso, comer bien, Rodrigo y Ver¨®nica lo tienen claro. Aunque recuerdan vagamente el nombre, bar La Estrella, han grabado fielmente en la memoria (y el paladar) las deliciosas recetas de un restaurante que parec¨ªa enclavado en el final del mundo: est¨¢ junto al faro de la solitaria playa de La Fabriquilla, barriada costera pr¨®xima al arrecife de las sirenas. Un mirador imprescindible donde quedarse embelesado intentando hacer inventario de los m¨²ltiples tonos de azul que se pintan en el mar. Y si hay suerte, por qu¨¦ no, quiz¨¢ o¨ªr el canto de una sirena.
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