El vino que conquistó a Shakespeare
Una copa de goloso malvasía en Fuencaliente o acariciar un mar de nubes mirando al Teide. Planes para conectar con el sosegado ritmo isle?o y su naturaleza salvaje más intacta
Paradójicamente, el escenario preludio de rutas senderistas que conducen a las cimas más elevadas de Canarias, proporciona también un saludable descanso. Divisar la Caldera desde el Roque de Los Muchachos, en La Palma; la pasión gomera del Garajonay, el majestuoso Teide de Tenerife, mirar al Atlántico desde el pico herre?o de Malpaso y, desde la terraza del Parador de Cruz de Tejeda, contemplar el petrificado Roque Nublo, en Gran Canaria. Por el camino, un fenómeno atmosférico condensa las nubes que, en el ascenso, quedan atrás formando un colchón blanco casi palpable. Además, vegetación apretada en bosques de laurisilva. Palmeras, brezos, tilos, laureles y fayas en convivencia pacífica a pocos kilómetros de la costa.
DORMIR
? Parador de La Palma (Ctra. de el Zumacal, s/n, Bre?a Baja, Santa Cruz de Tenerife). Telf.: 922 43 58 28.
? Parador de La Gomera (San Sebastián de la Gomera, Santa Cruz de Tenerife). Telf.: 922 87 11 00.
? Parador de Las Ca?adas del Teide (Las Ca?adas del Teide, La Orotava, Santa Cruz de Tenerife). Telf.: 922 37 48 41.
? Parador de El Hierro (Las Playas, s/n, El Hierro, Santa Cruz de Tenerife). Telf.: 922 55 80 36.
? Parador de Cruz de Tejeda (Cruz de Tejeda s/n, Tejeda, Las Palmas). Telf.: 928 01 25 00.
Una copa de goloso malvasía
En La Palma, que presume de paisajes verdes e intensos, los terrenos más jóvenes de Fuencaliente muestran su lado más árido. Un escenario donde se cultiva el goloso vino malvasía que mereció las exclamaciones del mismísimo Shakespeare. El sabor dulzón que proviene de una tradición azucarera iniciada en el siglo XIV, compartida con otras zonas del archipiélago, se menciona en obras como Las alegres comadres de Windsor, Enrique IV y Noche de Reyes.
En la isla, palmera no es solo la especie botánica. Es también el gentilicio de las féminas. Más que habituales (las plantas) lo difícil es no encontrar hermosos ejemplares vegetales en una tierra que defiende el eslogan de "la isla bonita". Excursión obligada a la Caldera de Taburiente. Botas de monta?a y protector solar en la mochila para dejarse perder en un ovillo de senderos, bosques y arroyos imposibles. Un ba?o en las gélidas aguas de riachuelos que allí nacen recompone la musculatura. Las mejores vistas de los ocho kilómetros de diámetro de este cráter, obligan a realizar una ruta hasta el Roque de Los Muchachos, con 2.426 metros.
En una orografía herida por barrancos profundos, la capital palmera no escapa al verde dominante. Muy cerca, en Bre?a Baja, el Parador de La Palma con elegantes vistas al mar y en noches despejadas a las islas de La Gomera y Tenerife. Con el cuerpo relajado, la tentación de probar los tradicionales puros no pudo reprimir ni siquiera Winston Churchill, que en su visita a la isla no olvidó llevarse un buen pu?ado. Según los entendidos, su calidad se debe al microclima donde se cultivan las plantas y a sus talleres que aún conservan las técnicas de elaboración artesanal.
Romeo y Julieta, versión guanche
Exclusivos bosques de laurisilva en el Parque Nacional de Garajonay, en La Gomera. Un baile vegetal que conjuga en armonía grandes laureles, vi?átigos, fayas, brezos, acebi?os y alguna palmera desperdigada. Debe su nombre a dos amantes prehispánicos, Gara y Jonay, la versión aborigen de Romeo y Julieta, dos jóvenes que no pudieron vivir juntos por la férrea oposición de sus padres. Antes que separarse, se atravesaron con una estaca de laurel en el pico más alto de la isla. Desde esa cumbre la pasión de la leyenda se nota en el pecho, aunque quizá la presión se deba más bien al esfuerzo necesario para alcanzar sus 1.487 metros. Con vistas al Atlántico, aparece el espectáculo de la lluvia horizontal. Las monta?as más elevadas son empujadas por los vientos del clima canario, los alisios, hasta que descargan la humedad gota a gota.
Vallehermoso lo dice todo con su nombre. Un pueblo apretado de palmeras con su plaza guapa que invita a comprar un bote de miel de palma. O a probar el sabor intenso del almogrote, un paté que mezcla queso curado, pimientos rojos y aceite de oliva. En peque?as tostadas de pan que abren el apetito dejando hueco para pescado fresco. Sardinas o chicharros fritos con mojo verde es la receta de familia que nunca decepciona. De camino a Valle Gran Rey, el fondo del barranco descubre, de nuevo, una verbena de palmeras que se alterna con plantaciones de plátanos rumbo a la costa. Las rocas se deshacen poco a poco hasta dar lugar a la playa de arena negra que lleva el mismo nombre que el municipio.
La orografía acantilada fue la mejor muralla de la isla en tiempos de piratas. Se estableció como último lugar de abastecimiento de Cristóbal Colón cuando partía al encuentro de otros mundos. Alusiones marinas e instrumentos de navegación en recuerdo de las naves colombinas en el interior del Parador de La Gomera, de arquitectura isle?a. Y siempre, vistas sobre el Océano con el majestuoso Teide de fondo.
Silueta del Teide bajo la luz de la luna
Elegir un sendero para ascender a Las Ca?adas del Teide, en Tenerife, resulta imposible. Los hay para todos los perfiles, desde excursionistas atrevidos hasta aventureros en familia. Mágicamente tentadora es la opción de descubrir la venerada mole en una ruta nocturna bajo la luz de la luna. Trayecto en el que sentirse astrofísico bajo uno de los mejores cielos del mundo. Paredes cortadas que desvelan coladas de lava de diferentes erupciones. Roca amarilla, roja o negruzca y con un punto de verde, el de la olivina. Mosaico de colores en el cráter ahora pacífico. La mayoría de las rutas parten del Parador de Tenerife, la única edificación dentro del Parque. Indescriptibles panorámicas y un interior que fue testigo, en 1978, de la constitución del órgano que derivó en el Gobierno de Canarias.
Desde la retama de Las Ca?adas a las palmeras, en todas sus variantes, asentadas en las zonas más subtropicales. Casta?os en los altos de La Orotava y tabaibas y cardones en las regiones sure?as. Vegetación siempre presente que maravilló al investigador Alexander von Humboldt. Las vistas desde el mirador que le rinde homenaje en el Puerto de la Cruz, despejan cualquier resquicio de duda sobre la belleza natural chicharrera.
De la monta?a al mar en un salto
La isla más peque?a se dibuja como un triángulo casi perfecto. Imposible perderse en El Hierro, una invitación para recorrer el terru?o sin prisas. En la parte central aparece la cumbre, descaradamente alta para la escasa superficie insular. La cima más elevada, el Pico de Malpaso, con unos 1.500 metros. Entre acantilados se accede al Puerto de la Estaca, la puerta marítima de acceso y, cerca de la capital, adentrarse en Ti?or es descubrir tradiciones pesqueras conservadas. Los amantes de César Manrique deben acercarse al Mirador de la Pe?a, a unos nueve kilómetros de Valverde, donde se domina El Golfo, los Roques del Samor y la cumbre.
De la volcánica monta?a al mar en un salto. Desde Las Tijeretas se inicia el litoral de Tijimiraque, paraje natural hasta la Punta del Fraile, con costas sin apenas playa. Dicen que allí habitan los mejores cardonales de la isla. Junto al mar, el Parador de El Hierro se alza frente al Roque de Bonanza. En el edificio, de planta moderna y salpicado de balcones, se aprecia el rumor de las olas.
La cruz que marca el centro
En el centro geográfico de Gran Canaria, el Parador de Cruz de Tejeda alberga la escultura de piedra labrada de 1960 que servía para orientar a los vecinos en el siglo XVII. Punto de encuentro de la mayoría de los antiguos caminos reales que se siguen utilizando por parte de senderistas. A 1.560 metros, desde la terraza del edificio se vislumbra el Roque Nublo. Aunque la cumbre más elevada es el Pico de Las Nieves, con casi dos mil metros, el monumento rocoso resulta llamativo por su forma peculiar. Monolito de culto por los guanches que se eleva 80 metros sobre su base. Desde las cumbres de Gran Canaria se divisa el Teide vecino y, como siempre, el mar de deliciosas nubes queda abajo modelado por los vientos alisios. El ascenso a pie es abordable, ya que existe un camino empedrado que conduce hasta las mismas Cuevas del Rey. Allá arriba, otras formas monolíticas, todas con su nombre y su leyenda, como El Fraile, otro gran fantasma de piedra rodeado de la flora canaria más característica; tómense como referencia los pinares de Inagüa, Ojeda y, algo más allá, el de los Pechos.
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