Dulzor de fruta

Hace cuatro generaciones, Agust¨ªn Nanclares, un viticultor visionario, cre¨® en La Seca (Valladolid) su bodega y plant¨® sus primeras cepas. Supo elegir para tal empe?o de superaci¨®n personal terrenos adecuados para la obtenci¨®n de vinos cuyas caracter¨ªsticas principales fueran finura y complejidad. Todo en una zona donde los blancos ostentaban cierta rusticidad.

Su finca Villa Narcisa, que da nombre al vino, se asienta en tierras pobres, mis¨¦rrimas, que ofrecen al viajero un paisaje duro, heroico: el terru?o expone al implacable sol estival una gruesa capa de cantos rodados que lo protegen de la solana, favorece la ventilaci¨®n y el drenaje, y preservan la humedad de sus capas de marga arcillosa y calc¨¢rea, tan necesarias para la vi?a ¨¢vida de agua. El pago lo forma un espl¨¦ndido vi?edo que atesora cepas prefilox¨¦ricas, aunque son las de cuarenta a?os las que se utilizan para este vino.

Su bisnieto, Javier Sanz, ha sabido optimizar su herencia vitivin¨ªcola, incorporando una elaboraci¨®n rigurosa y esmerada que permite a su verdejo, una variedad que no admite median¨ªas y pasa de la excelencia a la mediocridad sin t¨¦rmino medio, alcanzar expresividad arom¨¢tica, con una gran carga frutal ex¨®tica, adornada con el caracter¨ªstico recuerdo de hierbas como el hinojo y flor de ¨¢rbol. Muy sabroso, suave y equilibrado, empieza con el ligero dulzor de la fruta muy madura para evolucionar hacia el fresco y amargo final. Se echa en falta una mayor complejidad, que posiblemente llegar¨¢ tras unos meses de botella.