Dentro de una discoteca rodante
Las 'chivas' son autobuses que circulan por la capital de Ecuador con gente bailando y bebiendo en su interior
Un cami¨®n Ford del 77 de 175 caballos de fuerza es el veh¨ªculo para la fiesta en Quito. Decorado con extravagante gusto, luces de colores y un barroco sacado de una historia garciamarquiana. Son las llamadas chivas que circulan por la ciudad dejando destellos de gritos de parranda y m¨²sica tropical.
Originalmente serv¨ªan como transporte p¨²blico en la costa del pa¨ªs, pero en los de la capital se han eliminado los asientos y en la parte de atr¨¢s solo hay tubos y cuerdas para mantenerse en pie mientras se recorre la ciudad bailando y bebiendo entre amigos. Hasta 2008 estaba permitido ir? hasta en el techo, pero despu¨¦s de levantar a algunos ebrios del asfalto, el municipio lo prohibi¨® y ahora todos deben permanecer en el interior. M¨¢s seguro, pero igual de divertido.
Cualquier motivo es bueno para contratar sus servicios. Por 170 d¨®lares (unos 3,7 por cada uno de sus 45 viajeros de aforo) ofrecen dos horas de recorrido y 24 litros de canelazo, un c¨®ctel caliente hecho con un aguardiente muy t¨ªpico de los Andes ecuatorianos. Todo el que sube a la disco rodante recibe un vaso con una peque?a cuerda para colg¨¢rselo del cuello. Esto no impide que algunas botellas extras suban a la chiva de las manos de los fiesteros.
Francisco O?a es el dj de la compa?¨ªa Chivas de mi Pueblo (00593 2) 2435840). Lleva tres a?os en su trabajo y dice que ha visto de todo, especialmente cuando son despedidas de soltero. ¡°Esta es una diversi¨®n pagada¡±, dice antes de empezar un trayecto, de los ocho que tiene a la semana.
Mientras recorre el norte de Quito, la chiva llama la atenci¨®n a la gente. Algunos tratan de ser invitados durante el camino, pero casi siempre sin mucho ¨¦xito. Despu¨¦s de pasar por las principales avenidas de la parte moderna, la chiva se encamina al centro hist¨®rico. Despu¨¦s llega una parada obligatoria para bailar en una plaza y elegir a los reyes de la parranda. A estas alturas, todos con silbatos y ya enfiestados, no comprenden, o no quieren comprender, que el recorrido est¨¢ llegando a su fin.
Las 45 personas que la gozan en la chiva proceden de todas partes. Los extranjeros son un buen target. Cuando pasan las dos horas y los 24 litros de alcohol se agotan no hay depresi¨®n. La chiva desembarca a los juerguistas en La Mariscal, la zona de fiesta de la ciudad. Frente a ellos se despliega un gran men¨² de bares para seguirla hasta el final.
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