Jap¨®n en 20 vi?etas
Recorrido por el pa¨ªs asi¨¢tico para descubrir, junto a las paradas tur¨ªsticas habituales, rasgos genuinos de la cultura japonesa como la cortes¨ªa y el ascetismo
Un recorrido geogr¨¢fico por Jap¨®n esconde siempre un recorrido espiritual. La mirada del viajero se pierde por igual en los grandes templos y en las extra?as costumbres de esas islas orientales cuyo nombre significa literalmente ¡°el pa¨ªs donde nace el sol¡±.
01 Un pa¨ªs extra?o
Cifras
? Jap¨®n tiene 127 millones de habitantes. En Tokio viven 8,9 millones de personas; 13,1 en el ¨¢rea metropolitana. La poblaci¨®n de Jap¨®n es una de las m¨¢s longevas: el 24% tiene m¨¢s de 65 a?os y en 2012 m¨¢s de 50.000 personas superaron los 100 a?os.
? El Shinkansen, el tren bala, se inaugur¨® en 1964; alcanza los 300 kil¨®metros por hora.
? La ¨²ltima erupci¨®n del monte Fuji se produjo en 1707.
La civilizaci¨®n japonesa moderna tiene una merecida fama de extravagante. No hace falta pasar mucho tiempo en el pa¨ªs para darse cuenta de que all¨ª el sol sale a veces por el Oeste y la lluvia cae hacia arriba. En los locales p¨²blicos de Tokio, por ejemplo, est¨¢ permitido fumar, pero no puede hacerse en las calles, al aire libre, salvo en unos pocos puntos habilitados para ello. Las calles no tienen nombres ni n¨²meros, de modo que buscar un lugar puede convertirse ¡ªpara un japon¨¦s tambi¨¦n¡ª en una aventura. Las ciudades est¨¢n relucientemente limpias, pero se trata de un milagro, porque no hay apenas papeleras: uno debe guardar sus desperdicios hasta encontrar el momento de tirarlos. El consumo es la mayor de las aficiones, pero en muchos sitios no es posible pagar a¨²n con tarjeta de cr¨¦dito. Y as¨ª hasta el infinito de las sorpresas.
02 ¡®El crisantemo y la espada¡¯
Hay decenas de libros apasionantes que pueden leerse antes de pisar Jap¨®n, pero dos de ellos son fundamentales: Elogio de la sombra, de Tanizaki, y El crisantemo y la espada, de Ruth Benedict. El primero es una reflexi¨®n ya cl¨¢sica sobre las particularidades est¨¦ticas del pa¨ªs: sus habitaciones despojadas, sus muros de papel, su luz de penumbra. El segundo, escrito por una estadounidense por encargo del ej¨¦rcito de su pa¨ªs en plena II Guerra Mundial, trata de desentra?ar y de poner a la luz esos rasgos culturales de los japoneses que tanto llaman la atenci¨®n de los occidentales. Sus reglas morales, su disciplina, su actitud ante el sexo o su comportamiento social.
03 Los miradores de Tokio
Tokio es una ciudad de visi¨®n a¨¦rea. Gana en las distancias altas. Muchos no compartir¨¢n esta opini¨®n, embelesados por la vivacidad de las muchedumbres a ras de suelo, pero incluso esos disfrutar¨¢n al contemplar la inmensidad metropolitana desde arriba. En el distrito de Maronouchi, cerca de la estaci¨®n central, hay rascacielos comerciales con restaurantes en los pisos superiores, igual que en la colina de Roppongi. Comer cerca de un ventanal puede ser una experiencia fascinante. El Ayuntamiento de la ciudad ¡ªun rascacielos de dos torres geminadas sin ninguna pinta de Ayuntamiento al uso¡ª tiene en su cima un mirador gratuito que ofrece una visi¨®n de 360 grados. Y recientemente se ha inaugurado la Tokyo Sky Tree, la torre de televisi¨®n m¨¢s alta del mundo, que tiene en sus alturas tambi¨¦n un restaurante y un mirador. Sus precios, sin embargo, son disuasorios.
04 El mercado de pescado
El famoso mercado de pescado de Tokio, el m¨¢s grande del mundo para el pa¨ªs que m¨¢s pescado consume, se encuentra en el distrito de Tsukiji, cerca del centro de la ciudad. Para visitarlo hay que madrugar mucho, y si se quiere visitar sin restricciones, accediendo a las subastas, hay que registrarse el d¨ªa de antes y obtener una acreditaci¨®n. A pesar de lo que dicen muchas gu¨ªas, no conviene llegar m¨¢s tarde de las cuatro de la madrugada si se quiere contemplar todo el desfile de especies marinas, que, sobre las mesas de los mercaderes, muchas a¨²n vivas, deslumbran al profano. Las grandes naves con los suelos llenos de atunes alineados parecen, m¨¢s que un mercado, una galer¨ªa de arte contempor¨¢neo.
05 Locura de sem¨¢foros
El cruce de Shibuya es quiz¨¢s uno de los lugares urbanos m¨¢s fascinantes del mundo. Dos avenidas se entrecruzan y forman, como en tantos otros sitios, una plaza. Todos sus sem¨¢foros est¨¢n perfectamente sincronizados, de forma que se abren y se cierran a la vez. Y los pasos de cebra permiten atravesar el cruce no solo en los cuatro cortes de calle, sino en las dos diagonales. Cuando se detiene el tr¨¢fico, una muchedumbre abigarrada corre en todas direcciones como los hilos de un telar, entreteji¨¦ndose. Durante un minuto, la plaza parece un hormiguero. Dicen que cada d¨ªa pasa por all¨ª un mill¨®n de personas. Por la noche, con los neones ilumin¨¢ndolo todo, el espect¨¢culo es grandioso.
06 Los gu¨ªas voluntarios
En Tokio es posible visitar la ciudad acompa?ado por un nativo. Hay un servicio gratuito de gu¨ªas que, para practicar idiomas o para mostrar una vez m¨¢s la hospitalidad nipona, pasan el d¨ªa con el turista y le llevan a conocer los rincones m¨¢s populares o m¨¢s inexplorados ¡ªa elecci¨®n del viajero¡ª sin ning¨²n coste, salvo el de sus gastos de transporte y manutenci¨®n. Son sobre todo estudiantes, pero hay tambi¨¦n amas de casa ociosas, como Mami, mi gu¨ªa, y tokiotas de cualquier pelaje. Son evidentes las ventajas que tiene recorrer una ciudad de la mano de alguien que vive en ella, pero en este pa¨ªs tan ins¨®lito hay que a?adir la de poder conocer de primera mano las opiniones y la conducta de uno de sus habitantes.
07 El manga porno
Algunas tiendas de c¨®mics parecen grandes almacenes. Ofrecen series completas de historietas, mu?ecos, videojuegos y merchandising diverso. Entro en un local del distrito de Akihabara y husmeo. Tiene varias plantas, y solo en la ¨²ltima, apartada del azar, rec¨®ndita, est¨¢ la secci¨®n porno. Los c¨®mics est¨¢n plastificados, pero en todos hay una p¨¢gina de muestra a la vista para que el cliente examine. Los dibujos son de una contundencia sexual explosiva. Sus personajes tienen rostros adolescentes, a veces p¨²beres, pero sus atributos sexuales contradicen la edad. Hay para todos los gustos er¨®ticos.
08 Las nubes del monte
Fuji No son muchos los viajeros que consiguen ver el monte Fuji, con 3.776 metros la cumbre m¨¢s alta de Jap¨®n, dadas las condiciones climatol¨®gicas de la zona. En la pel¨ªcula Cerezos en flor, Doris D?rrie narraba con ingenio esa frustraci¨®n del visitante que d¨ªa tras d¨ªa contempla las nubes cubriendo por completo las laderas. Normalmente no son nubes esponjosas, sino una masa densa que hace dif¨ªcil creer que detr¨¢s haya nada. Por eso hay que vigilar las previsiones meteorol¨®gicas y acudir preparado para el fracaso.
09 Doce siglos de belleza
Nikko est¨¢ cerca de Tokio, a una hora de viaje. Es un enclave religioso cl¨¢sico, fundado hace doce siglos, en el que hay varios templos soberbios, como el de Futarasan. Uno de ellos, sin embargo, no puede dejar de visitarse, pues su belleza, a contracorriente de la frugalidad est¨¦tica japonesa, es exuberante. Corta la respiraci¨®n. Se trata del santuario Tosho-gu, que est¨¢ profusamente decorado. La armon¨ªa florida de su pagoda de cinco plantas, la brutalidad colorista de las puertas Niomon, que da acceso al complejo, y Yomeimon, adornada con im¨¢genes de flores y de bestias, y el barroquismo delicado de sus cornisas, sus z¨®calos y sus muros, perturban al visitante.
10 La ternera de Takayama
Casi siempre pensamos que los japoneses solo comen pescado. Sushi, sashimi: es el paradigma. Sin embargo, su cocina es un fest¨ªn inacabable, y la carne tiene un cometido fundamental en ella. La ternera de Kobe, famosa en el mundo entero, no es una excepci¨®n extravagante. Ni siquiera es su mejor carne. Las terneras de Takayama ¡ªque en realidad pastan en la vecina Hida, en la zona de los Alpes japoneses¡ª son al parecer las m¨¢s apreciadas en el pa¨ªs. En una de sus calles antiguas, que conserva intactas algunas casas de mercaderes del periodo edo, hay una larga cola frente a un min¨²sculo puesto de comida. Venden peque?os bocaditos de arroz sobre los que se coloca una porci¨®n de carne cruda que se hornea durante unos instantes con un soplete de cocina. Un manjar.
11 Sirakawago
Desde Takayama se viaja en autob¨²s a Sirakawago, una aldea museo escondida entre monta?as. El viaje podr¨ªa ser prodigioso ¡ªuna naturaleza embrutecida, desfiladeros y quebradas, barrancos¡ª si Jap¨®n no fuera un lugar tan eficiente: una autopista que perfora t¨²neles inacabables lleva hasta all¨ª casi sin paisaje. El viaje, sin embargo, merece la pena. Se llega a un valle en el que antiguamente se refugiaban los perseguidos. El valle del fin del mundo. All¨ª se conservan unas casas tradicionales cuyo mayor atractivo son los tejados, construidos con un espeso trenzado de paja ¡ªm¨¢s de un metro de grosor¡ª para resistir las fuertes nieves del invierno. El paraje es espectacular.
12 El memorial de Hiroshima
La bomba lanzada por el Enola Gay explot¨® 600 metros antes de tocar tierra. En su trayectoria estaba el Centro de Exhibiciones de Comercio de la ciudad, un edificio de varias plantas rematado por una c¨²pula. Ese edificio, que qued¨® en pie, con la c¨²pula reducida a un esqueleto, se conserva intacto en recuerdo a la tragedia, y cerca de all¨ª, al otro lado de una explanada en la que luce una llama perpetua de homenaje a las v¨ªctimas, se alza el Museo de la Paz. Un museo pedag¨®gico y memorialesco que estremece. En la primera sala, una m¨²sica elegiaca compuesta para el caso, predispone al esp¨ªritu. Restos de v¨ªctimas, relatos, maquetas y diagramas. Un paseo en el que merece la pena espeluznarse.
13 Miyajima
Al lado de Hiroshima se encuentra la isla de Miyajima, uno de los enclaves emblem¨¢ticos de Jap¨®n, pues es all¨ª donde se alza, flotando sobre el mar, la gran puerta roja del santuario Itsukushima, uno de los monumentos m¨¢s fotografiados del pa¨ªs. El santuario, sinto¨ªsta, es de una sobriedad extrema, como la mayor¨ªa de los templos y los palacios japoneses. Su privilegio es el emplazamiento natural en el que est¨¢. Cuando baja la marea, se puede llegar hasta el torii, la gran puerta roja, con la ropa remangada hasta los tobillos. En el peque?o pueblo de la isla pueden visitarse tambi¨¦n una pagoda de cinco plantas y el pabell¨®n Sejokaku, cuya desnudez interior amansa. En cualquier restaurante se pueden degustar las ostras t¨ªpicas, que se cocinan rebozadas.
14 Alojamiento especial
Los ryokanes son los hoteles tradicionales japoneses. La mayor¨ªa de los hospedajes del pa¨ªs son de tipo occidental, pero se conserva una buena red de ryokanes ¡ªcaros y baratos¡ª que permiten al viajero, si es for¨¢neo, conocer de primera mano el interiorismo japon¨¦s. El ascetismo de los espacios es la caracter¨ªstica m¨¢s sobresaliente. La habitaci¨®n, sobria, con un tatami en el suelo, tiene un fut¨®n que a veces se recoge durante el d¨ªa para desocuparlo todo. Los ventanales y algunas puertas y paredes son de madera y papel duro trasl¨²cido que apenumbra la luz. No hay sillas, sino cojines, y cualquier actividad ha de hacerse a ras de suelo. En los ryokanes, como en la mayor¨ªa de los dem¨¢s hoteles, hay a disposici¨®n del viajero un yukata, vestimenta tradicional que puede llevarse tambi¨¦n en las zonas comunes de la hospeder¨ªa.
15 Gion y Pontocho
En Jap¨®n todo se arrasa. El santuario de Ise ¡ªel lugar sagrado m¨¢s antiguo del sinto¨ªsmo¡ª se destruye y vuelve a levantarse cada veinte a?os. Los edificios se demuelen sin miramientos urban¨ªsticos. Por eso las ciudades tienen un aspecto impersonal, un aire de desarraigo o de frontera. Como los aeropuertos, todas se parecen. Los barrios de Gion y Pontocho, en Kioto, son una excepci¨®n admirable. Conservan el sabor de la historia. En sus calles, adem¨¢s de a las geishas, puede verse la arquitectura tradicional que uno imagina en sus sue?os orientales. La modernidad en el coraz¨®n de lo antiguo. Los restaurantes que dan al r¨ªo Kamogawa, en cuyas riberas holgazanean bandadas de j¨®venes y parejas enamoradas, son miradores formidables del Jap¨®n imaginado.
16 El pabell¨®n dorado de Kioto
La primera vez que tuve noticia de este lugar casi legendario fue en la novela de Yukio Mishima que se titula as¨ª, El pabell¨®n dorado. Situado al borde de un lago sobre el que se refleja, el edificio, de una sencillez armoniosa, tiene tres plantas. Las dos superiores est¨¢n completamente cubiertas por pan de oro y tienen terrazas que las rodean. Los tejados, como es habitual en la arquitectura oriental, se elevan en las esquinas de los aleros, dando la sensaci¨®n de que el edificio va a arrancarse a volar. La estampa del Pabell¨®n Dorado, Kinkakuji, es casi on¨ªrica. Y sus jardines ayudan a reposar el alma.
17 Sanjusangen-do
El viajero puede pasarse semanas en Kioto visitando templos, pero hay algunos que no puede perderse. El de Miyokizudera, que est¨¢ colgado en una ladera boscosa de una de las colinas, es uno de ellos. El santuario Fushimi, cuyo laberinto de toriis anaranjadas y casi cosidas entre s¨ª recorre varios kil¨®metros en otra ladera, tampoco puede excusarse. Pero el que dejar¨¢ al visitante con la boca abierta es el templo Sanjusangen-do, una larga construcci¨®n de madera ¡ªla m¨¢s larga del mundo, seg¨²n cuentan¡ª que alberga 1.001 estatuas id¨¦nticas y alineadas de la diosa Kannon. Las estatuas, de madera recubierta de oro, son como un ej¨¦rcito de interminables brazos.
18 Ascetismo en el monte
Koyas¨¢n, o el monte Koya, es un lugar sagrado del budismo japon¨¦s. Est¨¢ a pocos kil¨®metros de Osaka o de Nara, en la pen¨ªnsula de Kii. Al parecer, en la ¨¦poca edo hab¨ªa en el monte mil templos. Hoy hay un centenar, y algunos de ellos ofrecen alojamiento y ascetismo al viajero. Es interesante visitar la gran puerta Daimon y el Kongobu-ji, un templo en el que algunas estancias se salen de lo acostumbrado. Pero lo que no puede dejar de recorrerse es el gran cementerio del santuario Okuno-in, un paseo de unos dos kil¨®metros en el que las tumbas llenas de verd¨ªn parecen guardar esp¨ªritus.
19 Nara
Nara es, como Kioto, una ciudad monumental y llena de memoria. Fue capital de Jap¨®n y guarda muchos edificios de su tiempo de gloria. Ofrece una virtud tur¨ªstica indudable: todo lo que hay que visitar est¨¢ reunido en torno al gran parque central, por el que corren los ciervos, y puede recorrerse a pie. En el edificio del Tesoro hay seis esculturas en madera policromada de monjes arrodillados de una belleza sosegante. Y en el templo Todai-ji se encuentra la escultura gigantesca del Gran Buda, que m¨¢s que mover a la espiritualidad mueve a la megaloman¨ªa.
20 La cortes¨ªa
En uno de los viajes en tren me equivoco de vag¨®n: estoy en el coche 1 y mi billete dice que debo acomodarme en el 6. El revisor no me reprende, sino que se ofrece a llevarme ¨¦l mismo de uno a otro, como si pudiera perderme. Cada vez que cambiamos de vag¨®n, se da la vuelta y me hace una peque?a reverencia sonriendo. Cinco reverencias en total. En todos los lugares encuentro esa ceremoniosidad, que no parece hip¨®crita ni impostada. En los comercios saludan con una cordialidad casi caricaturesca, dando grandes voces. En la calle se desviven por auxiliar. La sonrisa es el gesto que los japoneses usan cuando miran a los ojos de un desconocido.
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Qatar Airways y Swiss vuelan, por ejemplo, con escala a Tokio desde Madrid y Barcelona. Desde 584 y 590 euros, respectivamente, con tasas y suplementos incluidos.
Moverse por jap¨®n
? El Japan Rail Pass solo puede adquirirse fuera de Jap¨®n. Se vende en agencias y establecimientos autorizados. Los precios en clase turista est¨¢n en torno a 233 euros (siete d¨ªas de validez), 372 euros (14 d¨ªas) y 476 euros (21 d¨ªas). Al comprarlo se obtiene un vale que luego hay que intercambiar por el pase en oficinas de las estaciones de JR. El listado de estas oficinas, as¨ª como otras informaciones, puede consultarse en: www.japanrailpass.net y www.japan-rail-pass.es.
Agencias especializadas
? Jaltour ofrece viajes de ocho o m¨¢s d¨ªas a Jap¨®n (vuelo m¨¢s Rail Pass y alojamiento), a partir de 999 euros por persona.
Informaci¨®n
? Embajada de Jap¨®n en Madrid (915 90 76 00). Serrano, 109.
? Luisg¨¦ Mart¨ªn es autor de la novela La mujer de sombra, publicada por la editorial Anagrama.
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