Los canelones de la se?ora Anetta
Un paseo por la deliciosa costa de Amalfi, con paradas en Ravello y Positano
Nuestro destino es la costiera amalfitana, de modo que vamos a dejar N¨¢poles, esta ciudad escandalosa, decadente, hipn¨®tica, para otro viaje. Pero hay cosas que no pueden ignorarse: no importa a qu¨¦ hora se aterrice en N¨¢poles, s¨²banse el cuello del polo ¡ªpara mimetizarse con los italiani¡ª y tomen un aperitivo en cualquier piazza. Benvenuti in Italia!
Mi sitio preferido para hacer noche antes de coger el ferri al d¨ªa siguiente es el Hotel Miramare, en el paseo mar¨ªtimo (Via Nazario Sauro, 24). Su ubicaci¨®n cercana al puerto Beverello es una ventaja. Pero, la verdad de la verdad, es que desde su azotea ya se comienza el viaje, tomando una copa ante el Vesubio y las monta?as hacia las que viajaremos al d¨ªa siguiente.
De entre todas las maneras de llegar desde N¨¢poles a la costa amalfitana la m¨¢s c¨®moda ¡ªal margen del autom¨®vil con ch¨®fer (italiano)¡ª es el barco. Los ferris salen desde el puerto Beverello y hay que coger un Metro del Mare direcci¨®n a Salerno. A Amalfi se tarda algo menos de dos horas (metrodelmare.net es una web un tanto liosa, mejor conseguir los horarios de los barcos en el mismo hotel o directamente en la oficina de informaci¨®n tur¨ªstica en la Piazza Dei Martiri, 58).
Sin Patricia Highsmith
Desde el ferri tendr¨¢ la mejor vista de Positano, antiguo puerto de pescadores colgado en la monta?a, con sus callejuelas rodeando la iglesia de Santa Maria Assunta, con una c¨²pula que brilla bajo el sol y hace parecer al conjunto una estampa de un cuento de hadas.
Puede desanimar, s¨ª, el alboroto de Positano cuando uno tiene en la cabeza el escenario donde se mov¨ªa la jet set norteamericana de mediados del siglo XX o donde Patricia Highsmith, con un cigarrillo colgando de la boca en la terraza de su hotel, tecleaba el primer boceto de Mr. Ripley. Pero qu¨¦ quieren, estamos ya en el a?o 13 del siglo XXI, demasiado tarde.
Para moverse por la costa, de nuevo obviando la posibilidad del ch¨®fer (insisto, italiano), tenemos la SITA, compa?¨ªa de autobuses que cubre todo el recorrido desde Sorrento a Salerno. Los billetes se compran antes de subir, en estancos y puestos de peri¨®dicos. Los buses pasan con mucha frecuencia y son c¨®modos si no van abarrotados (depende de la hora, as¨ª que se trata de intentar ir a contracorriente). Si durante el trayecto hubiera momento-p¨¢nico ante las curvas al borde de los acantilados, recomiendo mirar al conductor, del mismo modo que uno mira al personal de vuelo cuando hay turbulencias en el aire al viajar en avi¨®n. Te sientes seguro de inmediato al verlos distra¨ªdos o charlando con alg¨²n colega.
Una parada de cine
Aproximadamente a mitad de camino entre Positano y Amalfi se encuentra el Fiordo de Furore, lugar en el que Rossellini rod¨® Il Miracolo. Bajar las largas, empinadas y retorcidas escaleras de piedra cuesta lo suyo. Te tienes que ir parando para recuperar el aliento, pero tambi¨¦n para admirar a cada paso el paisaje. El agua turquesa cambia seg¨²n le d¨¦ la luz; el color de la piedra, seg¨²n la perspectiva. Es imposible bajarlas de golpe sin pararte a mirar. Al final del camino te encuentras encajonado entre dos paredes monta?osas y una lengua de agua. Es un lugar extra?o y maravilloso.
Callejeo secreto
Todos los pueblos costeros son un paseo al lado del mar, una calle principal y una plaza con iglesia. Tambi¨¦n Amalfi. Y desde luego en este caso su duomo, la catedral bizantina, es imponente. En su plaza, llena de terrazas en verano, se mezclan los veraneantes locales con los turistas extranjeros, pero tambi¨¦n es habitual el paisano leyendo La Gazzetta dello Sport.
El secreto de Amalfi es que tras su apariencia de pueblo t¨ªpico de costa esconde un laberinto de pasajes, callejuelas, escaleras y recovecos que resulta fascinante descubrir. A ambos lados de la calle principal no solo se pueden encontrar rincones con peque?os altarcillos religiosos o asomarse sobre un muro y descubrir una vista ins¨®lita, tambi¨¦n hay que estar al tanto de esquivar la ropa tendida o tener cuidado de no seguir un camino que es en realidad un pasillo y acabar metido en una casa. Por supuesto por este Amalfi lateral hay peque?os locales a descubrir, terrazas donde cenar sintiendo la corriente de aire atravesando los frescos callejones. Mi favorito es el Ristorante Maccus, en la piazzetta S. Maria Maggiore. Todo est¨¢ bueno all¨ª, pero los spaguetti vongole son una locura.
Serenidad y actitud
A siete kil¨®metros de Amalfi, hacia el interior ¡ªy hacia arriba (de nuevo hay que mirar a las azafatas)¡ª se encuentra Ravello. Es famoso su festival de verano, de julio a septiembre, que incluye m¨²sica, teatro y conferencias (www.ravellofestival.com).
Hay que decirlo de entrada: Ravello es un sitio cool, y culto. Tambi¨¦n precioso. Si en el Fiordo de Furore se hace acopio de la follia necessaria, aqu¨ª en Ravello lo suyo es Il ozio creativo. La sencillez total de su iglesia es una muestra de esa elegancia sin ostentaci¨®n (al menos por fuera. En las dos veces que lo he intentado ha sido imposible entrar. Los horarios son un poco¡ italianos). Desde su plaza principal, mires donde mires, te encuentras algo bonito: la iglesia, la enorme monta?a ah¨ª enfrente o el magn¨ªfico edificio en ruinas que hace esquina. Es algo que resulta incluso un poco inquietante.
Pero es que adem¨¢s est¨¢n los jardines de Villa Cimbrone. Lucille Katherine Beckett, su propietaria durante la primera mitad del siglo XX, intervino activamente en su dise?o ayudada por Virgina Woolf y compa?¨ªa, al parecer hu¨¦spedes habituales. No es dif¨ªcil imaginar al grupo Bloomsbury festejando encuentros en un lugar as¨ª. En el mirador ¡ªperd¨®n, en Il terrazzo dell¡¯lnfinito¡ª los bustos de piedra se recortan sobre el horizonte azul del mar, y sentarse un rato all¨ª es una sesi¨®n intensiva de yogameditaci¨®n.
Para salir del trance recomiendo tomar un aperitivo en la terraza (?qu¨¦ digo terraza!, ?son mesas dispuestas en el campo!) del bar que hay dentro del mismo jard¨ªn. Suele estar vac¨ªa y no s¨¦ muy bien si es porque est¨¢ un poco escondido y la gente ni se da cuenta de su existencia o es porque da la sensaci¨®n de que ser¨¢ algo fuera de nuestro alcance, por caro, por elegante o por privado. Nada de eso. El precio es razonable y los empleados amables. Tras el momento m¨ªstico en el mirador tendremos otro momento, ahora con una copa en la mano contemplando las monta?as. As¨ª es Ravello. No da respiro al esp¨ªritu.
Para volver a tierra, lo mejor es caminar de vuelta al centro e ir a comer un buen plato de pasta. Habr¨¢ otros igualmente buenos, no digo que no, pero yo soy de Cumpa Cosimo, en Via Roma. No tiene terraza, pero uno est¨¢ ya como Stendhal a punto de dar el ¨²ltimo suspiro. En lugar de admirar m¨¢s paisaje podemos fijarnos ahora en las fotos de grandes glorias de los a?os cincuenta y sesenta que pasaron por el local. La mamma ¡ªla se?ora Anetta¡ª continu¨® el negocio de su padre y es la que maneja el cotarro, con su delantal y su floripondio rojo en el pelo negro ella viene y va controlando todo. Claro que es t¨ªpico, incluso demasiado t¨ªpico; bueno, s¨ª, y qu¨¦, tambi¨¦n son t¨ªpicos los canelones que hace, y resultan una delicia dif¨ªcil de olvidar.
? Bego?a Huertas es autora de Una noche en Amalfi (El Aleph Editores).
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Villa Cimbrone (0039 089 85 74 59). Via S. Chiara, 26. Ravello.
? Museum della Cattedrale de Amalfi.
? Oficina de Turismo de Amalfi (0039 089 87 11 07).
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