Un hermoso lugar de paso
En ruta por el valle de Alcudia, tierra de trashumancia, leyendas y naturaleza
Para muchos, el valle de Alcudia (Ciudad Real) se reduce a una vista desde la ventanilla del AVE que une Madrid con Sevilla. En parte, el valle siempre ha sido as¨ª: un hermoso lugar de paso. Ya desde tiempos remotos se dice que los hombres primitivos segu¨ªan la migraci¨®n de los animales, generando ese pre¨¢mbulo instintivo de la trashumancia. La trashumancia todav¨ªa se desarrolla anualmente (el valle de Alcudia es un importante pasto de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica en invierno).
El hist¨®rico Camino Real de la Plata que une Madrid, Toledo, C¨®rdoba y Sevilla tambi¨¦n surca el valle de Alcudia, lo que ha concedido a su paraje una personalidad itinerante, donde las ventas y sus cientos de caminos y sendas han sido escenarios por los que soldados, granjeros, comerciantes o viajeros han presentido el ritmo apresado entre Castilla y Andaluc¨ªa. La Ca?ada Real Soriana Oriental, de 75 metros de anchura, proveniente de Yanguas, sigue siendo paso de ganado, donde los animales siguen abrevando en ancestrales piletas de piedra que son antiguos sarc¨®fagos que contuvieron huesos de los primeros moradores de esta tierra.
A estas alturas de la pel¨ªcula, claro est¨¢, conviene detenerse. Para eso no estar¨ªa mal abandonar el AVE en Puertollano, antigua metr¨®poli minera reconvertida por la impresionante refiner¨ªa de sus afueras. Los contornos urbanos est¨¢n satinados por diferentes pozos mineros que han sido abandonados. En 2006 se abri¨® el Museo de la Miner¨ªa, que recupera la identidad de esta ciudad, puerta de entrada al valle.
Al coronar la carretera que atraviesa la Dehesa Boyal aparecer¨¢ la primera perspectiva global de la depresi¨®n donde se asienta el valle de Alcudia, llamado as¨ª por uno de los r¨ªos que atraviesan su fisonom¨ªa. En las ma?anas de invierno es muy probable que unas nieblas baj¨ªsimas y espesas envuelvan sus colinas. En la primavera, esa panor¨¢mica ofrece la imagen del llano de encinas por antonomasia, o de Fahs al Ballut como llamaban los musulmanes al valle.
La amplitud de esa vista ya ofrece las pinceladas de un muestrario de impresionante riqueza natural en sus m¨¢s de 200.000 hect¨¢reas, con alrededor de 100 kil¨®metros de longitud y una media de 11 de anchura. El inventario de plantas de la comarca supera el millar de especies. Surgen los nombres musicales de las plantas: lentisco, jaras, cornicabra, hiedras, madreselvas, labi¨¦rnago, cantueso, adelfas, helechos¡ Adem¨¢s, muchas de las fincas del valle de Alcudia son ricos cotos cineg¨¦ticos.
La carretera hasta el peque?o pueblo de Hinojosas es un balc¨®n continuo donde las llanuras ondulantes del valle muestran su verde el¨¦ctrico. En Hinojosas se puede encontrar con facilidad una peque?a carretera que lleva a la antigua estaci¨®n de Cabezarrubias, el pueblo envuelto en lomas amarillentas. El camino es otro viaje en el tiempo. La vegetaci¨®n empieza a envolver algunas casas derruidas, empieza a imponerse como sello incontestable por los cantos de los caminos y en los ra¨ªles de la vieja v¨ªa que se clausur¨® en 1970. Su visi¨®n evoca la frase con la que Houellebecq termina El mapa y el territorio: ¡°El triunfo de la vegetaci¨®n es absoluto¡±. Este camino ser¨ªa la primera v¨ªa verde del valle de Alcudia y unir¨¢ Puertollano con la antigua estaci¨®n de Cabezarrubias.
Descendiendo levemente podemos llegar al cruce con la carretera que lleva a C¨®rdoba. Desde all¨ª hay que tomar otra comarcal que llegar¨¢ a la aldea de La Bienvenida, donde en el bar del pueblo todav¨ªa sirven caf¨¦ de puchero y se venden mantecados y berenjenas.
Por un peque?o camino de tierra se llegar¨¢ a Sisapo, antiguo municipium de la Oretania prerromana. Todo parece indicar que este fue un lugar residencial creado por la cercan¨ªa de las minas de Almad¨¦n. En Sisapo viv¨ªan las clases dirigentes, que controlaban uno de los yacimientos de cinabrio m¨¢s importantes del Imperio Romano. La Casa de las Columnas Rojas es su composici¨®n m¨¢s llamativa, pero tambi¨¦n han sido encontrados cantidad de mosaicos y se especula con la existencia de un anfiteatro en una depresi¨®n adyacente que comienza a ser excavada. Sisapo, sin duda, es un testimonio clave de la historia del Imperio Romano en la Pen¨ªnsula. En invierno la excavaci¨®n est¨¢ parada y los mosaicos y los capiteles de las columnas est¨¢n tapados con harapos blancos de nailon. El enclave est¨¢ custodiado por tres volcanes inactivos.
La Venta de la In¨¦s
Los secretos del valle de Alcudia son numerosos: el t¨²nel en Minas del Horcajo (uno de los mejores lugares para disfrutar del espect¨¢culo de la berrea en oto?o); los yacimientos de pinturas rupestres cerca de Fuencaliente (como la cueva de la Batanera y Pe?a Escrita); la fuente del Alcornoque, mencionada por Cervantes en el cap¨ªtulo XII de Don Quijote; los antiguos chozos de piedra de pastor trashumante¡ Pero pocos vestigios representan el valle como la Venta de la In¨¦s, antigua Venta del Alcalde, reflejada en Rinconete y Cortadillo, y donde vive Felipe Ferreiro y su familia. La prodigiosa memoria del se?or Ferreiro es el testimonio mismo de su tierra, de sus caminos, de los cencerros de las ovejas, de sus injusticias, de sus secretos, de su belleza sosegada.
Cerca de la Venta de la In¨¦s se encuentra otra huella insubordinada del valle de Alcudia: la encina centenaria. Se dice que pod¨ªan pastar bajo la sombra de su copa m¨¢s de mil ovejas; aunque eso tal vez era antes, porque la encina decae, signo del paso de tiempo y, seg¨²n qu¨¦ voces, de una mala poda. Aun as¨ª, su perfil imponente es un punto en mitad del mapa del valle, una insignia que narra la paciencia de esta tierra, un testimonio apto para las leyendas y la memoria.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? www.valledealcudia.net/alcudia
? Turismo de Castilla-La Mancha tiene un apartado del parque natural del valle de Alcudia y sierra Madro?a.
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