Bichos muy singulares en Rabat
El zool¨®gico de la ciudad alberga fauna aut¨®ctona marroqu¨ª y africana
En el zoo de Rabat no hay osos, ni tigres, ni koalas... Con tan solo un a?o de vida, este centro de animales es tan moderno como el de cualquier urbe occidental, pero tiene la particularidad de que solo alberga fauna africana, con especial ¨¦nfasis en el Magreb y el S¨¢hara. Aqu¨ª las estrellas son los bell¨ªsimos leones del Atlas, un grupo compuesto por los ¨²ltimos ejemplares vivos de la especie procedentes de las reservas reales, que impidieron su desaparici¨®n en 1922.
Estos raros felinos est¨¢n en buen estado de salud y se est¨¢n reproduciendo sin dificultad, lo que est¨¢ permitiendo donar ejemplares a otros centros. Los programas de reproducci¨®n y reintroducci¨®n de especies son uno de los puntos fuertes del zool¨®gico de Rabat. Eso s¨ª, no hay ninguno que prevea la reintroducci¨®n del le¨®n marroqu¨ª. ¡°?Usted se imagina? Si hasta los zorros nos causan unos problemas enormes entre la poblaci¨®n¡¡±, comentan los responsables. No olvidemos que, Marruecos es uno de los pa¨ªses con mayor biodiversidad del Mediterr¨¢neo, y que cuenta con algunos de los animales m¨¢s singulares y amenazados del continente africano.
La tecnolog¨ªa y el concepto de este parque (al que se llega por la autopista que va a Temara, tomando la salida Rabat-Casablanca) se inspiraron en el zool¨®gico de Singapur, y corrieron a cargo de un estudio especializado en zoos asi¨¢ticos: Bernard and Harrisson. Hoy se trata de una empresa p¨²blica. Las instalaciones est¨¢n repartidas a lo largo de 27 hect¨¢reas (a¨²n faltan 23 por acondicionar) y abundan en espacios amplios y ecol¨®gicamente adaptados, con barreras apenas visibles entre los animales y el p¨²blico: dobles fosos, vallas de madera, barreras acu¨¢ticas o pantallas de cristal. En ning¨²n caso rejas ni espacios cerrados. La idea es, seg¨²n los responsables, provocar un comportamiento natural entre los animales mediante unas condiciones de bienestar. El clima de Rabat, entre mediterr¨¢neo templado, atl¨¢ntico y subtropical, con temperaturas suaves, es adecuado para reproducir diferentes ecosistemas.
Las pajareras, bajo las que revolotean grandes rapaces como el alimoche, el buitre leonado o los milanos, as¨ª como las dedicadas a otras aves menores, en las que el visitante puede introducirse sinti¨¦ndose parte de ese fabuloso universo alado, est¨¢n fabricadas con alta tecnolog¨ªa alemana y cubiertas de una malla de acero tejida y tensada a mano.
Lo suyo, si se desea palpar el ambiente infantil y familiar, es elegir un d¨ªa festivo en el que se acerquen grupos animados por las tarifas especiales (los precios, en general, no son econ¨®micos). Los ni?os tiran de sus mayores como resortes hacia los must: jirafas, elefantes, guepardos o rinocerontes. Pero hay otros animalillos peque?os que tambi¨¦n atrapan su atenci¨®n: los l¨¦mures, como el catta de Masdagascar, cuyos gr¨¢ciles movimientos cautivan, o los suricatos de los desiertos de Namibia y Kalahari, con esa deliciosa postura sobre dos patas, en actitud de perpetua vigilancia. Tampoco es infrecuente ver a los chiquillos arremolinados en la granja pedag¨®gica, junto a toda clase de simp¨¢ticos animales dom¨¦sticos que satisfacen su sed de naturaleza. O con la nariz pegada a la gran pantalla de cristal que los separa del h¨¢bitat de los cocodrilos, sumergidos durante gran parte del d¨ªa en su charca cristalina. Otra opci¨®n atractiva para los cr¨ªos es acercarse a los distintos ecosistemas (monta?as del Atlas, sabana, desierto, humedales y selva tropical), a la hora en que se da de comer a los animales, cada una debidamente se?alizada.
Cuando brilla el sol, cosa harto frecuente en esta ciudad atl¨¢ntica de clima ben¨¦volo, apetece pasar el d¨ªa haciendo una pausa en los chiringuitos frente a los humedales o los grandes mam¨ªferos, o incluso tray¨¦ndose su propio almuerzo, en esa costumbre tan andalus¨ª y magreb¨ª que es el nuzha, algo as¨ª como el pic-nic, solo que mucho m¨¢s antiguo: de ¨¦poca medieval. Por lo dem¨¢s, no es raro ver grupos familiares en oraci¨®n en cualquier esquina que verdee a las horas preceptivas, ya que, como asegura el Cor¨¢n, el mundo entero es una mezquita.
Hoy en d¨ªa lo que justifica la existencia de los zoos m¨¢s all¨¢ del negocio, el ocio y hasta la pedagog¨ªa, es la actividad cient¨ªfica y la conservaci¨®n de la fauna, que en este caso es notable. El zoo de Rabat cuenta as¨ª con numerosos programas de reproducci¨®n y reintroducci¨®n de especies en sus h¨¢bitats naturales, que se est¨¢n llevando a cabo en colaboraci¨®n con distintos organismos nacionales e internacionales. Eso sucede por ejemplo con el mufl¨®n de Berber¨ªa, o arru¨ª, oriundo de las monta?as del Atlas, aunque introducido en muchas regiones mediterr¨¢neas, as¨ª como ciertos primates, la rara avestruz de cuello rojo ¨Cprocedente de las regiones del Sahel¨C, las gacelas saharianas Dorca, Dama y de Cuvier, as¨ª como los ant¨ªlopes africanos Orix Addax y Orix Dammah, cuyas manadas siguen la direcci¨®n de una hembra adulta.
Una de las especies m¨¢s singulares es sin duda el ibis calvo, un ave end¨¦mica exclusiva de Marruecos, que se encuentra en su estado natural en el parque nacional del Sus Masa, al Sur, con el que el jard¨ªn zool¨®gico est¨¢ colaborando para su conservaci¨®n. Estos ibis calvos, con su plumaje negro tornasolado y su cabeza desplumada, observan las hordas de visitantes agazapados con discreci¨®n sobre la puerta de la pajarera, ojo avizor y pico cerrado, tratando de pasar desapercibidos.
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