Jungla con ¡®spa¡¯ en Borneo
Ruta en moto por una de las islas m¨¢s grandes del mundo, entre plantaciones de palma, aguas termales en plena selva y un centro de rehabilitaci¨®n de orangutanes
El barco que zarp¨® de Java navega angustiosamente lento sobre un mar calmo que se incendia cada atardecer. Al agotarse la segunda jornada de traves¨ªa divisamos Borneo, una de las islas m¨¢s grandes del planeta, a caballo entre Asia y Ocean¨ªa. Nos adentramos en un gran estuario. El agua corre marr¨®n de lodo. En cada orilla se extiende un horizonte plano de selva. Verde, espeso, impenetrable. Estoy cruzando de nuevo la L¨ªnea del Ecuador. Sobre el puente presencio la degluci¨®n de nuestro nav¨ªo por esta jungla cruel. La r¨ªa est¨¢ plagada de mercantes y petroleros. El cielo se encrespa de gr¨²as oxidadas. En una de ellas puedo leer Pontianak Port.
Indonesia es el caos. Calor horrible, atascos y poluci¨®n. Hay millones de peque?as motos, en ellas van hasta cinco personas. Los ni?os est¨¢n tan acostumbrados que van dormidos. Son los veh¨ªculos de transporte para todo. El pasajero sujeta como puede una bicicleta, un colch¨®n, una silla, una mesa o una bombona de gas. Y as¨ª durante kil¨®metros. Esta gente es dura.
Dos d¨ªas despu¨¦s cruzo la frontera con facilidad. Se me hab¨ªa olvidado c¨®mo es Malasia de ordenada y limpia. Es otro planeta. Las carreteras son buenas, hay tiendas bien surtidas, los pueblos aparecen pulcros y bien urbanizados entre enormes plantaciones de palma para producir aceite que lo invaden todo. Ocupa el lugar de la selva primigenia.
Sobre el horizonte, nubes gordas y pesadas, grises y panzudas como bombarderos. Cuando paso por debajo, cae sobre m¨ª una cortina de agua. Un chaparr¨®n impenitente y tenaz. Pasan de largo y entonces el firmamento se expande y aparece un sol que quiere arrancarte la piel a tiras.
El reino del sult¨¢n
Gu¨ªa
Documentaci¨®n
? Indonesia, Brunei y Malasia: pasaporte con seis meses de vigencia y visado obtenido en frontera.
? Carne du Passage que expide el RACE para el veh¨ªculo.
Dormir
? Hotel Borneo, barato y limpio, en Pontianak (Indonesia).
? Hotel Bingtang Kiki, el ¨²nico que hay en Entikong (Indonesia), junto a la frontera con Malasia.
? Hotel Borneo en Lawas (Malasia). Conviene preguntar para encontrarlo.
? Balneario Merarap Hotspring (Ba'kelalan Highlands, distrito de Lawas, Malasia).
? Bed and Breakfast Sepilok, en el centro de rehabilitaci¨®n de orangutanes Sepilok, cerca de Sandakan (Malasia).
Brunei es un peque?o pa¨ªs de 300.000 habitantes. Su rey, el Sult¨¢n, es el hombre m¨¢s rico del mundo, aunque la verdadera riqueza, probablemente, no es tener sino no necesitar. La moto, la carretera, la libertad y un coraz¨®n que permita emocionarse con facilidad ante los muchos est¨ªmulos que nos ofrece el universo, como todos los grandiosos escenarios que he contemplado y que se est¨¢n guardando en alg¨²n lugar de mi memoria, aunque yo crea haberlos olvidado.
De nuevo en Malasia, pernocto en Lawas. Un joven occidental se acerca y me habla en espa?ol. Ha visto la matr¨ªcula de mi moto. Pau Petoner es un chaval de 31 a?os valiente, despierto y observador. Ge¨®logo oriundo de Tarragona, decidi¨® buscarse la vida allende nuestras fronteras. March¨® a Australia. All¨ª se hizo experto trabajando con los mejores. Intent¨® un regreso a Europa pero su extraordinaria formaci¨®n era sistem¨¢ticamente despreciada por las compa?¨ªas nacionales (m¨¢s favorables al amiguismo), mientras que las empresas australianas lo reclamaban con inter¨¦s. Desde entonces ha rodado por las selvas africanas de Mozambique a Kenia, y ahora supervisa un proyecto en la jungla de Borneo para construir una presa que evite las c¨ªclicas inundaciones de la regi¨®n.
¡ªPago mis impuestos en Espa?a. Podr¨ªa evitarlo abriendo una cuenta en un para¨ªso fiscal, pero eso no va conmigo. Por eso no te puedes imaginar c¨®mo me irritan los casos de corrupci¨®n. Para ganar ese dinero tengo que andar entre cocodrilos, serpientes y ara?as, desbrozando la jungla y sudando a mares.
Le hablo de que lo que he visto en mis viajes, de que la basura se va a comer el planeta. Que la ¨²nica causa que creo universalmente defendible sin reserva alguna es la de concienciar a las gentes sencillas de los pa¨ªses pobres. Le comento mi idea de involucrar a los grandes clubes de futbol espa?oles para que la difundan. De Oriente Medio a ?frica pasando por Asia, la gente no tiene conciencia ambiental pero todos, de cualquier religi¨®n o ideolog¨ªa pol¨ªtica, adoran a Messi.
Termas en la jungla
Al d¨ªa siguiente salgo de viaje al interior de la selva. Pau me ha hablado de un balneario de aguas termales, el Merarap Hotspring. Es un lugar cuya sola visita ya es una aventura. He de internarme en las monta?as que hacen de frontera entre la regi¨®n de Sarawak y Sabah. El ¨²nico camino es una pista de tierra que usan los camiones que transportan madera tropical. Borneo es el mayor exportador del mundo de esa preciosa materia prima.
Cuando llego veo que hay unos barracones con habitaciones muy b¨¢sicas pero suficientes. Hay piscinas calientes nutridas del manantial que brota del subsuelo. Desde el restaurante abierto se contempla la jungla y un r¨ªo que hoy baja marr¨®n y bravo. El due?o es un nativo de religi¨®n protestante dispuesto a charlar con el ¨²nico hu¨¦sped.
¡ª?ramos cazadores de cabezas hasta que llegaron los misioneros¡ªexplica¡ª, entonces abrazamos el cristianismo y nos hicimos amantes de la paz.
Mont¨® el negocio hace ocho a?os. Antes aqu¨ª solo hab¨ªa vegetaci¨®n. Como aborigen tiene derecho a reclamar la explotaci¨®n de esta tierra que ya habitaban sus abuelos. La propiedad es oficialmente del gobierno, pero el derecho al suelo es suyo.
El prodigio del balneario se debe a una fractura en la roca. A cuatro mil metros de profundidad la temperatura es de 120 grados, de modo que el agua de r¨ªo que cae por la sima hierve y regresa en forma de vapor.
D¨ªas despu¨¦s, viajando hacia el Oriente, supero las altas monta?as del Kinabalu. Ser¨ªa un sitio precioso si no lloviera y no me rodeara esta niebla espesa como pur¨¦ de guisantes. Desciendo a un llano deforestado y surtido de plantaciones de palma. El tr¨¢fico enloquece debido a los lent¨ªsimos camiones cisterna que llevan el aceite al puerto de Sandak¨¢n.
Cuando estoy a veinte kil¨®metros de la ciudad veo el cartel del parque de orangutanes de Sepilok. Un largo pasillo de madera lleva hasta un claro en la jungla. Montones de alemanes e ingleses esperan c¨¢mara en ristre sobre una plataforma. A la hora convenida, unos empleados vestidos de kaki dejan forraje. Algunos orangutanes acuden desganados a comer mientras los turistas aprovechan para estrenar sus teleobjetivos. Me siento observador del reflejo de Paulov a ambos lados de la plataforma.
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