Cien maneras de clavar un clavo
El Museo de la Ciencia y la Tecnolog¨ªa de A Coru?a expone decenas de martillos y otros artefactos que hablan del ingenio humano. Se une a las casas del Hombre y de los Peces en el entorno de la Torre de H¨¦rcules
"Dijiste: ir¨¦ a otra ciudad, ir¨¦ a otro mar¡ pero la ciudad te seguir¨¢¡±. Los versos de Konstantino Kavafis, el viejo poeta de Alejandr¨ªa, tienen la forma del cruas¨¢n que me zampo en El Pato Mareado (1) (Padre Feijoo, 7). Yo tambi¨¦n viv¨ª en esta ciudad una vez y, en efecto, all¨¢ donde fui me sigui¨®. Por otra parte, nada ha cambiado en este pub con aires de Valle-Incl¨¢n, especializado en tortillas y men¨²s a nueve euros. Estamos en los alrededores de la plaza de Lugo, un buen lugar para empezar el d¨ªa. El mercado ha sido integrado en un centro comercial. Detr¨¢s de vitrinas de dise?o, las pescantinas siguen ofreciendo sus mejores centollos y rodaballos a precios defendibles.
11.00 La proa del ¡®jumbo¡¯
A Coru?a (246.000 habitantes) es una pen¨ªnsula espl¨¦ndida, perfecta. Su istmo es estrecho y en pocos minutos pasas de los muelles de estribor a las playas de babor. Dejando el estadio de Riazor a la izquierda se llega al nuevo Museo de Ciencia y Tecnolog¨ªa (MUNCYT) (2) (plaza del Museo Nacional, 1; horario de verano: de martes a s¨¢bado, de 11.00 a 15.00 y de 17.00 a 20.00; domingos y festivos, de 11.00 a 15.00; lunes, cerrado; entrada gratuita). El edificio tiene el aspecto de un enorme dado vitrificado. Como si alguien hubiera cubierto un bloque de hormig¨®n con una urna de cristal. Un trabajo herc¨²leo para dos creadores, Victoria Acebo y ?ngel Alonso, que consiguieron en 2007 el Premio Nacional de Arquitectura Joven. Al final, 5.000 metros cuadrados para varias plantas a distintos niveles, entre vidrios y hormigones. Ram¨®n N¨²?ez muestra orgulloso este nuevo espacio que ¨¦l dirige, p¨²blico y gratuito, con poco m¨¢s de un a?o de existencia. ?Y qu¨¦ hay all¨ª dentro? Colecciones que muestran la evoluci¨®n t¨¦cnica del hombre. Por ejemplo, el martillo, pero no uno solo, centenares de martillos, cada uno adaptado para un uso. En la sala May¨²scula, ejemplares ¨²nicos: la ¨²ltima linterna que funcion¨® sin electricidad en el faro de la Torre de H¨¦rcules a mediados del siglo XIX o el primer ordenador que lleg¨® a Espa?a en 1959 y que ocupaba el espacio de varios armarios roperos. En la sala Patrimonio, artefactos que marcan hitos en la evoluci¨®n de la ciencia nacional. Una galer¨ªa entera rinde homenaje a los cien mejores innovadores espa?oles. Y otra, a la evoluci¨®n biol¨®gica del teclado con el que escribo este reportaje. Por fin, en la ¨²ltima planta, muy cerca del cielo, la proa del jumbo de Iberia Lope de Vega, en el que el Guernica vino a Espa?a, con su altura de tres pisos. Y una sala de pr¨®xima inauguraci¨®n: los cien objetos cotidianos que marcaron el siglo XX, uno por a?o, con sus utilidades, encantos y nostalgias.
13.00 Ascensor a San Pedro
?Alej¨¢ndonos de la ciudad, siguiendo el paseo mar¨ªtimo, un enorme pulpo nos ataca desde el acantilado. No hay peligro, es una broma en forma de estatua. Un poco m¨¢s all¨¢, un ascensor-burbuja trepa la ladera escarpada cada media hora y nos sit¨²a en el mirador del Monte de San Pedro (3) en pocos minutos. Las antiguas fortificaciones militares que defend¨ªan la ciudad son ahora un magn¨ªfico parque de ocio, con merenderos naturales, lagos, laberintos y rutas de bici, bajo la presencia de los ca?ones del calibre 38, por cuya boca cab¨ªa un hombre, ahora mudos para siempre. El mirador, de 360 grados, ofrece un magn¨ªfico panorama (si el d¨ªa ha salido claro) desde la r¨ªa de Ferrol hasta las islas Sisargas y la Costa da Morte, con el oc¨¦ano inabarcable, y enfrente, la urbe peninsular con su torre, patrimonio mundial.
14.00 Men¨² en el mirador
?Estas son las vistas que se divisan desde el Mirador de San Pedro (4),? uno de los restaurantes mejor enclavados de Galicia. Si se lo puede permitir, su men¨² de 40 euros incluye salmorejos, langostinos, zamburi?as, lomos de sardinas, carrilleras, postres, albari?os y queimadas. Pero si no es el caso, dos generosas tapas de salpic¨®n de marisco y raxo con patatas y dos heladas 1906, la cerveza puntera de Estrella de Galicia, salen por 7,80 euros, IVA incluido, en la cafeter¨ªa, y es un aperitivo que no olvidar¨¢ nunca por el fant¨¢stico entorno en el que lo degusta.
Ya comidos, es preciso retomar Riazor para espabilar con un caf¨¦ especial en la terraza del Playa Club (5), a pie de arena y a merced de las olas desmelenadas que entran directas desde el fondo del Atl¨¢ntico. Pero hoy ha salido un magn¨ªfico d¨ªa y la tarde invita a pasear. Primero a pie, por la playa del Orz¨¢n (6), siguiendo la v¨ªa del tranv¨ªa, inutilizada hasta nueva orden. Y despu¨¦s en bicicleta, alquil¨¢ndola, por ejemplo, en la tienda Eco-l¨®gica (7), una vez pasado el hotel Meli¨¢-Mar¨ªa Pita, en la cuesta del Matadero.
16.00 Atardecer entre tojos y verbenas
Lo primero que encontrar¨¢ a su derecha es el Domus (8), la Casa del Hombre, obra del japon¨¦s Isozaki, museo interactivo sobre la evoluci¨®n de la especie. Un poco m¨¢s adelante, cuando se superan As Lagoas, la Casa de los Peces (9), el acuario de la ciudad, dedicado no solo a la fauna, sino tambi¨¦n a las actividades humanas que la pesca trae consigo.
Todo ha cambiado mucho desde que H¨¦rcules vino por aqu¨ª. Lo hizo despu¨¦s de sus famosos doce trabajos, para matar al gigante Geri¨®n de un tajo en el cuello. Sobre la cabeza mand¨® elevar un t¨²mulo y anotar el nombre de los pobladores. Una muchacha de nombre Cru?a o Crunna fue la primera en presentarse. De ah¨ª el nombre de la ciudad, seg¨²n la leyenda. Datos m¨¢s reales sit¨²an en el siglo I la construcci¨®n del faro por los romanos en su b¨²squeda del esta?o brit¨¢nico.
Veinte siglos despu¨¦s, sus habitantes pasean con perros, con ni?os, elevan cometas, se recuestan en los bancos y se empapan del sol crepuscular, entre tojos y verbenas. El entorno de la Torre de H¨¦rcules (10) se ha convertido en un parque de disfrute, abierto y gentil, que se prolonga hacia la avenida de los Menhires (11), un conjunto escult¨®rico que quiere recordar a Stonehenge.
21.00 Vinos en la calle Real
Hay un optimismo innato y un gusto por la vida en las gentes de A Coru?a. Este saber vivir se derrama cada noche por los bares de la calle Real y la calle de los Olmos (12), entre risotadas, habaneras, chistes, c¨¢nticos a capela y buen marisco. Hay decenas de tabernas en las que prolongar los vinos con las tapas, y las tapas, con la cena. Lo mejor es perderse por ellas. Aniceto, reabierto en el Cant¨®n Grande, data de 1815 y ofrece delicatessen y caldos de calidad; la Antigua Casa Jesusa (Oliva, 1) sigue especializada en la caldeirada de merluza y en los postres; en Mes¨®n do Pulpo (Franja, 9) no hace falta precisar. Para las copas, la plaza de Azc¨¢rraga (13), en la Ciudad Vieja, bajo unos fresnos y plataneros de impresi¨®n, cerca de la tumba de sir John Moore, en los melanc¨®licos Jardines de San Carlos, donde la sombra de Rosal¨ªa de Castro parece presagiar los versos del poeta de Alejandr¨ªa: ¡°Nuevas tierras no hallar¨¢s. No hallar¨¢s otros mares. La ciudad te seguir¨¢¡±.
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Emilio Garrido es autor de la novela Ning¨²n lugar (Meteora).
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