Ulm, tan a gusto
La ciudad natal de Einstein, campamento base de un agradable verano al sur de Alemania. Rutas en bici, lagos, un castillo de cuento y el parque de Playmobil
Mencionada ya en 854, Ulm es una ciudad de unos 120.000 habitantes situada en Baden-Wurtenberg y separada de Baviera por el Danubio, r¨ªo que seg¨²n Strauss es azul, pero que yo siempre vi verde. Centro industrial y universitario, a 120 kil¨®metros de M¨²nich y a 95 de Stuttgart, debe su fama a la catedral y a Einstein. Pero hay mucho m¨¢s: lagos a los que ir en bicicleta, castillos a tiro de coche, fiestas populares... Su s¨ªmbolo, en lugar de un ¨¢guila negra, es un gorri¨®n, lo que despierta cierta ternura.
01 La catedral y el Fischerviertel
¡°?Qui¨¦n cree en Ulm?¡±, se preguntaba C¨¦line en su huida por la Alemania destruida, ante la duda de si segu¨ªa existiendo tras los bombardeos (cita que tomo de El Danubio,de Claudio Magris). Cerca de uno de los puentes que la une con Neu-Ulm, la ciudad b¨¢vara al otro lado del Danubio, veo una casa a medio demoler. As¨ª fue Ulm: en 1945, de 12.975 edificios solo permanec¨ªan m¨¢s o menos intactos 2.663. Dec¨ªa H?lderlin que hay dioses ocultos en el Danubio, y para muchos fue un milagro que la catedral g¨®tica se salvara de las bombas.
Ciudad libre imperial y muy rica gracias al comercio textil, Carlos IV la siti¨® para recortar sus privilegios. Al no poder ir a la iglesia extramuros por el asedio, los ciudadanos decidieron construir otra, cuya primera piedra se coloc¨® en 1377. El burgomaestre Ludwig Krafft, para mostrar la riqueza de Ulm, la cubri¨® con cien florines de oro de su bolsa, y los dem¨¢s patricios le imitaron, arrojando monedas. Conserva algunas vidrieras medievales, magn¨ªficas esculturas en piedra y un notable coro. Posee adem¨¢s la torre de piedra m¨¢s alta del mundo (161 metros). Pero en Ulm, como en cualquier sitio, casi todo es discutible, y la torre se finaliz¨® en 1890 para superar a la de Colonia. Cada uno debe calibrar el estado de sus piernas y de su coraz¨®n para decidir si vale la pena subir sus 768 escalones y disfrutar de la mejor vista de la ciudad.
Enfrente est¨¢ la Stadthaus, de Richard Meier, de 1993. Un bonito edificio blanco que hace pensar en la pir¨¢mide del Louvre y sobre el que hay opiniones encontradas.
Hacia el r¨ªo se halla la Markplatz, con la Fischkasten, su famosa fuente con tres estatuas de guerreros (las actuales son copias). Mirando el Rathaus, con estatuas del siglo XV y las fachadas pintadas, uno cae en el error de pensar que cualquier arquitectura pasada fue mejor.
Cerca se encuentra el Museo de Ulm, en la Kiechelhaus. Busco al famoso L?wen-Mensch, el hombre le¨®n, con casi 32.000 a?os de antig¨¹edad. Lo que veo es, no pod¨ªa ser de otra forma en este curioso siglo XXI, una copia, pues el verdadero lo est¨¢n restaurando. ?Qu¨¦ quedar¨¢ del aut¨¦ntico una vez restaurado?
Hay, aparte de las secciones dedicadas a la prehistoria o a la Edad Media, obras de Munch, de Picasso, de Rothko. Entro en una sala con cuadros de Paul Kleinschmidt. Tras siglos y siglos de b¨²squeda de la belleza, el hombre empez¨® a explorar la fealdad, con innegable acierto.
Paseo por el Fischerviertel (el barrio de los pescadores). Las tejas rojas recuerdan ahora m¨¢s que nunca las escamas de un pez. Tilos que despiden un denso perfume, canales, casas de vigas entramadas, anticuarios y restaurantes. El murmullo del agua del Blau, que corre por unos canales a unirse al Danubio. Flores en los balcones, en las mansardas, en macetas en las aceras. Una pareja de reci¨¦n casados posa acaramelada en la fachada del hotel Schiefes Haus. En el caf¨¦ Ulmer M¨¹nz tomo un capuchino y leo una leyenda que explica la ligera inclinaci¨®n de la torre de los Carniceros. Unos carniceros fueron encerrados all¨ª por adulterar con virutas las salchichas. Al entrar el alcalde, los gordos timadores se amontonaron en un rinc¨®n llenos de miedo, y la torre se inclin¨® por su peso... Sonr¨ªo pensando que este tipo de historias siempre me plantea una duda: ?son deliciosas o una simple memez?
Comemos en la terraza de un restaurante. La fachada est¨¢ decorada con una bandera con un ¨¢guila negra, una red y una nasa. Un s¨ªmbolo de Ulm casi le da un picotazo a mi hijo al arrebatarle la patata frita que le ofrece. Me gustan los gorriones con alma de ¨¢guila. Huye con su bot¨ªn a un sauce cuyas l¨¢nguidas ramas acarician el Blau.
02 Visita a Blaubeuren
A unos 19 kil¨®metros de Ulm se halla el monasterio de Blaubeuren, un conjunto precioso de edificios del XVII dispuestos alrededor de un patio. Muy cerca hay una peque?a laguna de aguas limpias y transparentes, turquesas, con truchas. Sobre las fuentes del Danubio se ha discutido casi tanto como sobre las del Nilo, pero nadie pone en duda que aqu¨ª nace el modesto Blau.
De regreso a Ulm me detengo en el peque?o cementerio de Herrlingen, lleno de flores. Veo la tumba de Erwin Rommel, el Zorro del Desierto. Dos cruces, una con una medalla, la otra con las fechas durante las que fue mariscal del Afrika Korps (1941-1943), y unas palmeras, unas dunas, un sol. Hitler orden¨® que se le hiciera un funeral de Estado, celebrado en Ulm en 1944. Pero antes le oblig¨® a suicidarse. No muy lejos del cementerio hay una roca con esta inscripci¨®n: ¡°Aqu¨ª fue obligado E. Rommel a suicidarse. Tom¨® un vaso de veneno y se sacrific¨® para salvar la vida de su familia de los esbirros de Hitler¡±.
03 Un paseo en bici y un lago
Por la tarde, como si ya fuera un alem¨¢n m¨¢s, voy en bici a ba?arme a un lago, el Pfuhlersee. Alemania es un pa¨ªs de lagos y bosques, donde un carril bici puede tener cientos de kil¨®metros¡ ?Y ay del peat¨®n que se atreva a poner un pie en ¨¦l! Pedaleo bordeando pastos, bosques y campos de cereales, y pensando que me estoy ganando unas salchichas y una cerveza. Las riberas rebosan de gente de todas las edades que saben que un d¨ªa de sol no debe desperdiciarse. Las aguas son verdes, pues reflejan el bosque. Nado hasta una plataforma de madera con un trampol¨ªn. Un ni?o lleva un ba?ador id¨¦ntico al de mis hijos. Las mismas tiendas en Ulm que en Madrid. La globalizaci¨®n.
A la vuelta se cruza por el sendero un animal que se pierde tras un seto. Cuando ya ha desaparecido me doy cuenta de que era un zorro. Un t¨ªpico alem¨¢n pensar¨ªa que se trataba del esp¨ªritu de Rommel devolvi¨¦ndome la visita.
04 El m¨¢s ilustre ciudadano
Pero, sin olvidar su gusto por lo esot¨¦rico, c¨®mo negar la pasi¨®n por la ciencia en Ulm. El m¨¢s famoso cient¨ªfico del siglo XX, Albert Einstein, naci¨® aqu¨ª. El marat¨®n de la ciudad, que se celebra en septiembre, lleva su nombre. Al lado de la estaci¨®n de tren hay un monumento que recuerda que ah¨ª estuvo la casa donde naci¨®. Paseo hasta lo que se conserva del Zeughaus (el Arsenal), de los siglos XVI y XVII. All¨ª est¨¢ la Einstein-Brunnen, ¡°una reminiscencia al gran hijo de la ciudad¡±, en palabras de mi folleto. Una concha de caracol de la que sale el busto del sabio sacando ¡ªc¨®mo no¡ª la lengua. Es una fuente de un mal gusto que impresiona. En la Casa de la Historia de la Ciudad se exhibe una carta en la que Einstein agradece los honores que su ciudad le dispensa. No encuentro m¨¢s huellas suyas, quiz¨¢ porque su familia se mud¨® a M¨²nich al a?o de que naciera, cuando a¨²n no andaba.
Gu¨ªa
Visitas e informaci¨®n
? Castillo de Neuschwanstein (+49-83 62 93 08 30). Hasta el 15 de octubre, el castillo abre de 8.00 a 17.00; despu¨¦s, de 9.00 a 15.00. La entrada de adulto cuesta 13 euros. Las entradas se compran en el castillo para el mismo d¨ªa, aunque se pueden reservar online y por tel¨¦fono para asegurarlas.
? Playmobil FunPark. Hasta el 11 de septiembre abre de 9.00 a 19.00 (despu¨¦s cierra a las 18.00). Entrada, 10 euros (entrada de tarde a partir de las 16.00, 7 euros).
05 La Semana del Juramento
El museo con la carta de Einstein forma parte de la Schw?rhaus, la Casa del Juramento, del siglo XVII. Se ha retomado la tradici¨®n medieval de que el pen¨²ltimo lunes de julio el alcalde jure desde el balc¨®n servir bien a los ciudadanos. En esa semana, las fiestas se suceden. Una noche busco un hueco entre la gente que se agolpa en la ribera para ver el espect¨¢culo del Danubio surcado por las llamitas de miles de velas que sueltan desde unos barcos engalanados con luces. Toda la ciudad ha salido. Los fuegos artificiales iluminan a los espectadores, y bajo su resplandor la multitud parece hermosa. El r¨ªo con las luces es muy bonito, pero hay algo que lo supera: un leve rumor, unas peque?as olas. Trece cisnes en fila, elegantes y resueltos, avanzan por las aguas del Danubio como si el mundo a¨²n fuera joven.
Participamos en la Nabada, el carnaval. Cientos de botes hinchables, balsas, piraguas y barcas bajan el curso del Iller hasta confluir con el Danubio y siguen hasta la ciudad vieja y m¨¢s all¨¢, y nos mojamos unos a otros con cubos y pistolas. Algunos son tem¨¢ticos: pap¨¢s noeles, marineros, vikingos, futbolistas¡ En el reparto de papeles, me toca remar mientras mi mujer da las indicaciones pertinentes, bajo un sol depredador. Un resumen de mi jornada podr¨ªa ser este:
¡ªDerecha. Derecha. M¨¢s. Esa derecha no, la otra. Izquierda, izquierda. Cuidado, que vamos hacia los pap¨¢s noeles. ?Que nos damos!
Choque con los pap¨¢s noeles, que nos lanzan entre risotadas un par de cubos de agua sucia del Danubio.
Esa noche, el Friedrichsau, el parque, se llena de gente, de puestos de cerveza y perritos, y se demuestra que los alemanes no son tan diferentes.
07 El sastre de Ulm
Camino por la muralla medieval, que va desde el Fischerviertel hasta el Friedrichsau. Me detengo en el basti¨®n del ?guila, cerca del Jard¨ªn de Rosas. Desde all¨ª, el sastre de Ulm, Albert Ludwig Berblinger, quiso en 1811 volar ante Federico I de Wurtenberg. Berblinger hab¨ªa construido unas alas con madera, cuerdas, espinas de pescado y seda (una reproducci¨®n de su maravilloso artefacto, que recuerda una mariposa de franjas rojas y blancas, puede verse colgando del techo en la Rathaus). Se dec¨ªa que hab¨ªa saltado ya exitosamente con esa especie de parapente. Leo en mi folleto, al que cada vez tengo m¨¢s cari?o: ¡°A falta de la, en ese tiempo desconocida t¨¦rmica faltante sobre el r¨ªo Danubio, fracas¨® la intensi¨®n del sastre de Ulm y el cay¨® al agua¡± (sic). A unos pocos metros de la placa que conmemora el fallido salto hay un monumento a Max Eyth, m¨¢s visible y aparente, que escribi¨® El sastre de Ulm. ?Es m¨¢s importante escribir las cosas que hacerlas?
08 Castillo de Neuschwanstein
A unos 120 kil¨®metros de Ulm est¨¢ F¨¹ssen, y en esa peque?a localidad, Neuschwanstein, el castillo de Luis II de Baviera, enclavado en un paisaje majestuoso, con vistas a un gran lago, a las monta?as y al castillo de su padre, el Hohenschwangau. El viaje no se hace largo, no solo porque en la autopista no hay l¨ªmite de velocidad, sino por el id¨ªlico paisaje: bosques, vacas, prados, campos cultivados, casas discretas con tejados a dos aguas, torres de iglesias rematadas por chapiteles o c¨²pulas de cebolla. Al final esperan las primeras estribaciones de los Alpes y el castillo. Es muy recomendable sacar las entradas antes de ir.
Ludwig, que inspir¨® a Visconti una pel¨ªcula solemne y lenta, estaba obsesionado con Wagner, genial m¨²sico y aceptable timador. En el interior, esculturas y pinturas remiten constantemente a sus ¨®peras, con las historias de Lohengrin, Sigfrido, Tannh?user, Trist¨¢n e Isolda, Parsifal¡ Las pinturas no son muy valiosas, pero la visita merece la pena, como tambi¨¦n subir por el camino que lleva al Marienbr¨¹cke, un puente que salva un abismo y desde el que se tienen unas vistas inmejorables del castillo que inspir¨® a Walt Disney La Bella Durmiente.
Luis II empez¨® a construir Neuschwanstein en 1869 como lugar de aislamiento y retiro, y hoy es uno de los diez lugares tur¨ªsticos m¨¢s visitados de Alemania. Con sus gastos amenazaba con arruinar su reino, y hoy su castillo es una gran fuente de ingresos para Baviera. Es dif¨ªcil decir si el tiempo pone las cosas en su sitio o si, por el contrario, las descoloca.
09 Playmobil FunPark
En Malta, Par¨ªs, Atenas y Estados Unidos hay parques dedicados a los clicks,los mu?ecos de Playmobil de 7,5 cent¨ªmetros con los que han jugado millones de ni?os. Pero el mejor es el de Alemania, en Zirndorf, donde nacieron y se fabrican, a unos 14 kil¨®metros de N¨²remberg y a 200 de Ulm por autopista. Hace honor a su lema, ¡°juego, movimiento y descubrimiento¡±.
Lo que lo diferencia de otros parques es que los ni?os tienen que moverse (y no sentarse en m¨¢quinas que se mueven por ellos) y no tienen que estar acompa?ados por adultos. En sus 90.000 metros cuadrados pueden refrescarse en una cascada, remar en una balsa hasta el barco pirata y subirse a la cofa, lanzar pelotas de tenis contra botellas en un sal¨®n del Oeste, buscar pepitas en la arena de la mina de oro, entrar en una mazmorra medieval, ir de un ¨¢rbol a otro por una pasarela de cuerda, tirarse por toboganes o lavar un ¡°caballo¡± en la granja, todo ello sin hacer cola.
En la zona cubierta, adem¨¢s de un restaurante, hay miles de clicks para que los ni?os jueguen. Los ni?os alemanes parecen tranquilos, ordenados. No se empujan ni gritan ni pelean. Pero yo no me f¨ªo: pueden ser ¨¢guilas con plumas de gorri¨®n.
Puesto que desde Ulm son 200 kil¨®metros de ida y 200 de vuelta, no es mala idea hacer noche. Al lado del parque hay un apartotel con habitaciones decoradas con motivos de PlayMobil. Pero hemos preferido pernoctar en Rothenburg, que casi pilla de camino.
10 Rotemburgo medieval
Rothenburg ob der Tauber (Rotemburgo) es una ciudad b¨¢vara de 12.000 habitantes que, excepcionalmente, se libr¨® de las bombas. El coche se deja fuera, y antes de entrar, al ver las murallas y las torres medievales, ya se siente una extra?a emoci¨®n. Paseo por sus calles, me fijo en las casas, las puertas de madera, las esculturas, los escudos, las fuentes, los museos, los bastiones, entro en la iglesia de San Jacobo, camino por el paseo de ronda y veo el puente sobre el Tauber. Somos muchos turistas, pero al no estar tan concentrados como en Neuschwanstein, no resulta inc¨®modo. En una terraza me tomo un delicioso apfelstrudel,sinti¨¦ndome un privilegiado.
Regreso a Ulm conduciendo bajo la lluvia. Toda alegr¨ªa lleva alg¨²n dolor oculto y, recordando las maravillas de Rotemburgo y las fotograf¨ªas de Ulm bombardeada, pienso en lo incre¨ªblemente hermosa que ser¨ªa la hermosa Alemania de no haber causado y padecido la Segunda Guerra Mundial.
? Mart¨ªn Casariego es autor de la novela Un amigo as¨ª (Espasa).
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