Ron y rugby bajo los chaguaramos
La Hacienda Santa Teresa acoge una de las destiler¨ªas m¨¢s antiguas de Venezuela y esconde historias de h¨¦roes y villanos, de licor y deporte. Y un ins¨®lito experimento de regeneraci¨®n social
Hay lugares que son ¨²nicos en el mundo por la cantidad y la calidad de las historias que encierran. Y por su capacidad de conjugar, en un mismo espacio geogr¨¢fico, ideas aparentemente antag¨®nicas. Historia y futuro. Riqueza y miseria. Naturaleza e industria. H¨¦roes y villanos. O, quiz¨¢ la m¨¢s atractiva de ellas, licor y deporte. Todas esas cosas, y alguna otra m¨¢s, se entretejen entre los ca?averales que se extienden por las 300 hect¨¢reas de la Hacienda Santa Teresa, en el Estado de Aragua, en el norte de Venezuela.
La ruta por la hacienda se realiza en un viejo vag¨®n de tren que parte de la estaci¨®n de El Consejo
Dos caminos flanqueados por 1.194 chaguaramos, palmeras de m¨¢s de 20 metros de altura, forman una gigantesca cruz en el centro de la hacienda. Es la cruz de Aragua, que durante a?os ha servido para identificar desde el aire, o desde los altos cerros forrados de vegetaci¨®n tropical que lo rodean, el valle del mismo nombre. Y entre esos alt¨ªsimos chaguaramos, que antiguamente fueron s¨ªmbolos de poder y riqueza, discurre el trayecto tur¨ªstico que, desde hace poco, permite al visitante conocer la fascinante historia (y el alucinante presente) de la m¨¢s antigua marca de ron de Venezuela.
Aqu¨ª se hace ron desde mediados del siglo XIX. La hacienda fue fundada en 1796 por el conde Mart¨ªn Tovar, que la bautiz¨® en honor a su hija Teresa, pero fue devastada en la guerra de independencia, a principios del siglo XIX, en la que Venezuela se separ¨® de la Corona espa?ola.
En esta finca Sim¨®n Bol¨ªvar ratific¨® su hist¨®rica proclama de abolici¨®n de la esclavitud. Y fue precisamente una esclava liberada la que salv¨® a Panchita, una ni?a de ocho a?os, la ¨²nica superviviente de la familia Ribas, compr¨¢ndola a un oficial por siete pesos macuquinos. Panchita era sobrina de un general del ej¨¦rcito libertador que en 1814, al frente de un inexperto ej¨¦rcito de estudiantes, par¨® a las tropas del temible comandante Bov¨¦s. Pero este se repuso y en venganza orden¨® liquidar a toda la familia Ribas. Casi lo logra, pero sobrevivi¨® Panchita, que volvi¨® a Aragua al acabar la guerra.
En 1909 se registra la marca Santa Teresa, la primera de ron de Venezuela
Aqu¨ª la conoci¨® en 1926 Gustav Julius Vollmer, el primer Vollmer que lleg¨® a Venezuela, un alem¨¢n que qued¨® prendado de aquel valle y de Panchita, con quien se cas¨® en 1830. Juntos empezaron a recuperar las tierras familiares. Fue en 1885 cuando Gustavo Julio, el hijo de ambos, compr¨® la Hacienda Santa Teresa. Y en 1909 se registra la marca Santa Teresa, la primera de ron de Venezuela.
Los Vollmer trajeron a la hacienda el primer tractor que lleg¨® al pa¨ªs, para llevar la ca?a de az¨²car al trapiche. A mediados del siglo XX ya hab¨ªa en Santa Teresa un moderno complejo agroindustrial para producir finos rones a?ejos, con una destiler¨ªa de melaza, que hoy se puede visitar. La ruta empieza en la vieja casa de los condes y prosigue por las distintas etapas de elaboraci¨®n del ron, desde la recolecci¨®n de ca?a hasta la planta de embotellado, pasando por las destiler¨ªas, la moderna y la antigua, y las naves, rodeadas de vegetaci¨®n salvaje, donde descansan las viejas barricas de ron. Por el camino se pueden probar, de la mano del maestro catador, los distintos rones elaborados en la finca. Desde el Gran Reserva hasta los delicad¨ªsimos 1796 o el Bicentenario, procedente de toneles que atesoran rones de m¨¢s de 80 a?os y de los que solo se extraen un millar de litros al a?o, en botellas numeradas a mano.
La ruta por la hacienda se realiza en un viejo vag¨®n de tren (primero por v¨ªas y luego por caminos de tierra) que parte de la estaci¨®n de El Consejo, dentro de la propia finca. Aqu¨ª lleg¨® el 8 de abril de 1893 el m¨ªtico ferrocarril que un¨ªa Caracas y Valencia, acaso el m¨¢s importante de la historia ferroviaria venezolana, y que supuso el despertar de Aragua. Alberto Vollmer Herrera, padre del actual presidente de la compa?¨ªa ronera, mand¨® construir en su recuerdo 12 kil¨®metros de v¨ªa f¨¦rrea dentro de la hacienda y restaurar la vieja estaci¨®n, que entra en funcionamiento los fines de semana para las visitas.
Si la historia de la hacienda es curiosa, su presente entra ya de lleno en el realismo m¨¢gico
Desde la estaci¨®n de El Consejo, asentada sobre una loma cubierta de c¨¦sped y que funciona tambi¨¦n como restaurante y cocteler¨ªa, se disfruta de una espectacular vista de la hacienda. Los alt¨ªsimos chaguaramos, los frondosos ca?averales, los alambiques, la planta embotelladora, la vieja residencia de los condes... y un elemento disonante que conecta con el ins¨®lito presente de la hacienda: un campo de rugby.
Porque si la historia de la hacienda es curiosa, su presente entra ya de lleno en el realismo m¨¢gico. Un presente que empieza un s¨¢bado de diciembre de 2003, cuando un oficial de seguridad de la finca fue asaltado por tres muchachos pertenecientes a una de las bandas delictivas juveniles que impon¨ªan su ley en los barrios (o favelas) que salpican los cerros que circundan la Hacienda Santa Teresa.
Una alternativa creativa
Aquel asalto hizo ver a Alberto Vollmer, que hab¨ªa entrado a pilotar la compa?¨ªa en 1999, que no pod¨ªan vivir de espaldas a la cruda realidad social que les rodeaba. Vollmer constat¨® que si los entregaba a la polic¨ªa, aquellos asaltantes que casi asesinaron a su empleado iban a ser ajusticiados. Pero sab¨ªa que si los dejaba libres estar¨ªa lanzando un peligroso mensaje a los cerros. De modo que el joven empresario les propuso una alternativa "creativa". Les ofreci¨® pagar por su delito trabajando tres meses para ¨¦l en la hacienda. Y los asaltantes aceptaron.
As¨ª empez¨® lo que hoy se ha convertido en el Proyecto Alcatraz, un singular modelo de regeneraci¨®n social y econ¨®mica. Un programa que ha logrado dividir por cuatro la tasa de homicidios en la zona y que ha llamado la atenci¨®n de instituciones, expertos y Gobiernos de medio mundo.
Los j¨®venes alcatraces, algunos con mucha gracia y solvencia, muestran a los visitantes la finca
En una surrealista sucesi¨®n de acontecimientos, capeados sobre la marcha por Vollmer y su equipo, a aquellos tres asaltantes les siguieron la veintena de miembros de su banda. Despu¨¦s, la banda enemiga. Y as¨ª hasta los dos millares de j¨®venes que hoy participan en los distintos programas. Un proyecto que se vertebra en un inesperado eje: el rugby. Los hermanos Vollmer, Henrique y Alberto, son apasionados de este deporte, que aprendieron en sus a?os de estudiantes en Francia. Y enseguida comprendieron que los valores de ese "deporte de villanos jugado por caballeros" pod¨ªan servir para ayudar a aquellos muchachos que llegaban a su hacienda, acostumbrados a resolver sus pleitos a balazos.
Los alcatraces, como se conoce a los j¨®venes de las bandas integrados en el programa, combinaban los entrenamientos de rugby con trabajos en diferentes ¨¢reas de la empresa. Y ellos mismos reclutan en sus barrios a otros chavales en peligro de exclusi¨®n social. "Antes nos ve¨ªan con pistolas y jugaban a pistolas", explica un alcatraz. "Ahora nos ven con pelotas de rugby y juegan al rugby".
Algunos de los alcatraces van incorpor¨¢ndose en las distintas actividades de la oferta tur¨ªstica que tiene hoy la hacienda. En las cocinas o en las barras del restaurante, y tambi¨¦n vestidos con el blanco y el negro de la equipaci¨®n de rugby del equipo Alcatraz, guiando a los turistas en su recorrido por la finca. Los j¨®venes alcatraces, algunos con mucha gracia y solvencia, muestran a los visitantes las distintas zonas de la finca exponiendo las similitudes entre la elaboraci¨®n del ron y la pr¨¢ctica del rugby. Dos cosas que, por extra?o que parezca, y quiz¨¢ con la ayuda del efecto de los chupitos de ron que se van degustando por el camino, al final del tour parece que tienen mucho en com¨²n.
La visita
- Hacienda Santa Teresa (www.haciendasantateresa.com.ve). El Consejo. La hacienda se encuentra a 65 kil¨®metros en coche de Caracas, la capital de Venezuela. La visita tur¨ªstica dura unas dos horas.
El turismo es el nuevo horizonte del Proyecto Alcatraz, trazado por un empresario visionario, Alberto Vollmer. Su nueva fantas¨ªa es de color blanco. En alg¨²n viaje a Espa?a se le ocurri¨® que los barrios de chabolas encaramados a los cerros que rodean la hacienda, donde hasta hace poco reinaban las bandas y no pod¨ªa entrar ni la polic¨ªa, podr¨ªan ser como los pueblos blancos andaluces. As¨ª naci¨® el Proyecto Casas Blancas, que cuenta con la financiaci¨®n de, entre otros, la fundaci¨®n de Bill y Melinda Gates. Cuando un barrio se convierte en seguro se pinta de blanco. El resultado es sorprendente. La sencilla geometr¨ªa de las chabolas de hormig¨®n se transforma en pueblos blancos que emergen entre la vegetaci¨®n tropical y se asoman al maravilloso valle presidido por la cruz de Aragua. Un paisajista dise?ar¨¢ plazas y plantar¨¢ flores. Y aquellos j¨®venes antes abocados a morir en un tiroteo abrir¨¢n sus negocios tur¨ªsticos. Algunos ya se est¨¢n formando. ?Una fantas¨ªa inveros¨ªmil? Qui¨¦n sabe. Pero esto es el valle de Aragua y cosas m¨¢s improbables que esta se han producido.
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