Versos y besos en la alameda
Paseo por la ribera segoviana del Eresma tras los pasos de Antonio Machado
En Segovia, una tarde, de paseo / por la alameda que el Eresma ba?a, / para leer mi Biblia / ech¨¦ mano al estuche de mis gafas / en busca de ese andamio de mis ojos / mi volcado balc¨®n de la mirada¡±. Antonio Machado escribi¨® en 1919 estos versos. El poeta ha dejado ¡°su blanca celda de viajero¡± en su pensi¨®n de la calle de los Desamparados para bajar como otras tardes a las orillas del Eresma. La Alameda del Parral forma parte del desconocido cintur¨®n verde de Segovia. ¡°De las huertas al Parral, para¨ªso terrenal¡±, proclama un dicho segoviano. En la ribera del r¨ªo, las huertas flanquean una arboleda plantada durante el reinado de Felipe II, ¨¢rboles de hoja caduca que permiten el paso del sol en el ¨¢spero invierno y proporcionan confortable sombra en el verano: fresnos, chopos, arces, tilos, sauces, pl¨¢tanos de sombra y casta?os de Indias. Los olmos cayeron hace a?os por la grafiosis y en su lugar se plantaron variedades muy diversas para prevenir plagas.
Hoy, el poeta busca en vano sus gafas para entregarse a la pl¨¢cida lectura y a la contemplaci¨®n, junto a una fuente, bajo un ¨¢rbol, en uno de los r¨²sticos bancos de piedra. Machado encuentra el estuche de sus lentes vac¨ªo y momentos despu¨¦s escribe en su cuaderno el poema cuyos primeros versos se reproducen al comienzo de este texto. Las gafas se han convertido en mariposa y han volado de retorno a la humilde pensi¨®n de do?a Luisa Torrego.
Los versos de Machado aparecen labrados en la piedra junto al puente central de la Alameda. Trece a?os estuvo el poeta en Segovia dando clases de franc¨¦s en el instituto, sueldo m¨ªsero y constante actividad creativa. En la Alameda escribi¨® algunos de sus poemas a Guiomar, su amor de madurez, relaci¨®n profunda y al parecer plat¨®nica. El po¨¦tico nombre de Guiomar bautiza hoy la estaci¨®n del AVE de Segovia, a 25 minutos de Madrid, un trayecto que Antonio Machado recorr¨ªa los fines de semana para visitar a su musa madrile?a en un tren renqueante. Entre clase y clase, el poeta tuvo tiempo y entusiasmo para fundar con algunos intelectuales segovianos la Universidad Popular y proclamar la llegada de la Rep¨²blica desde el balc¨®n del ayuntamiento. Tiempo fecundo en el que escribi¨®, a veces con la colaboraci¨®n de su hermano Manuel, la mayor parte de su teatro, lo m¨¢s desconocido de su producci¨®n. En la Alameda brotaron quiz¨¢ los aforismos del sabio Juan de Mairena, entre apuntes y poemas, en la contemplaci¨®n de esta ribera sacra poblada de conventos y monasterios.
Del otro lado del puente, hacia el este, se vislumbra el convento de San Vicente. A su primitiva construcci¨®n rom¨¢nica se fueron a?adiendo edificios adosados hasta formar un conjunto azaroso, pero de una misteriosa armon¨ªa. Las monjas cistercienses, de rigurosa clausura con sus pardos h¨¢bitos medievales, cultivan un huerto y venden sus flores frescas en la ciudad cercana. Desde la Alameda se percibe una hermosa vista del perfil de Segovia, las murallas enmarcan el caser¨ªo urbano en el que afloran las torres de algunas de sus m¨²ltiples iglesias, la esbelta torre rom¨¢nica de San Esteban con el gallo en la veleta y la maciza pero delicada silueta de los altos de la catedral g¨®tica y flam¨ªgera. Al oeste, la proa emblem¨¢tica del Alc¨¢zar segoviano, m¨¢s palacio que fortaleza; castillo fant¨¢stico e inspirador de fantas¨ªas.
El Eresma fluye bordeando la ciudad, en la orilla orientada al sur discurre el primer paseo p¨²blico producido por la munificencia regia. La Alameda del Parral termina con otra fundaci¨®n real: la Casa de la Moneda, la antigua ceca segoviana que acu?aba el oro y la plata de las Am¨¦ricas. Un hito de la arqueolog¨ªa industrial recuperado recientemente, un edificio de Juan de Herrera, el arquitecto favorito de Felipe?II. Arrumbada y reconvertida en f¨¢brica de harinas en los a?os de Machado, la Casa de la Moneda ha vuelto a ser referencia de la ciudad, una esmerada y ardua rehabilitaci¨®n ha vuelto a poner en marcha los cilindros de madera que mueven el agua del r¨ªo mediante ingeniosos mecanismos. Hay un museo en el que se conservan artilugios hidr¨¢ulicos del pasado, una activa sala de exposiciones y un restaurante cafeter¨ªa en cuya terraza volcada sobre el r¨ªo se goza del tibio sol de invierno y de la fresca sombra en verano.
El milagro de la Alameda es el agua que brota de numerosos manantiales, riega las huertas y se vuelca a chorros sobre las caceras que llevan el agua del monasterio del Parral hasta el r¨ªo. Fuentes y caceras, verde paisaje que pocos identificar¨ªan con el de la ¨¢rida meseta. Tiene esta Alameda sus peligros; en oto?o, los frutos del casta?o de Indias caen desde las alturas en un bombardeo incesante y alfombran el paseo. Por aqu¨ª estaba el Soto del Parral, este es el tel¨®n de fondo de la c¨¦lebre zarzuela segoviana. Hoy la Alameda vuelve a ser un paseo muy frecuentado, un circuito deportivo con aparatos de madera, una cita para corredores y canes estresados. Perros y ni?os, familias y eventos art¨ªsticos y deportivos que hubieran turbado la lectura o la escritura del poeta que viajaba a Madrid en los d¨ªas feriados, d¨ªas en los que la ciudad es un hormiguero de turistas, y la Alameda, un refugio para los locales.
En una encrucijada cercana al monasterio del Parral hay una curiosa placa con esta cr¨ªptica inscripci¨®n: ¡°Traidor, no te valdr¨¢ tu traici¨®n, pues si uno de los que te acompa?an me cumple lo prometido quedaremos iguales¡±. Seg¨²n la leyenda, don Juan Pacheco, marqu¨¦s de Villena, favorito de Enrique?IV, cuando ven¨ªa de visitar las obras del monasterio que se edificaba bajo los auspicios de su se?or, fue emboscado por tres espadachines embozados y sali¨® del apuro creando dudas sobre la lealtad de los sicarios, una artima?a cre¨ªble en este maestro de intrigas cortesanas y conjuras pol¨ªticas. El marqu¨¦s dej¨® inacabada la fachada del edificio, problemas de presupuesto que solo dio para ornamentar profusamente la base de la portada: un gran roset¨®n y los escudos del marqu¨¦s y de su esposa son los ¨²nicos elementos decorativos. G¨®tico, plateresco, renacentista, el monasterio que guarda el sepulcro del de Villena posee una huerta que fue magn¨ªfica y famosa, como lo fue la Orden Jer¨®nima que tras perder su simb¨®lico enclave de Yuste se refugia en estos altos del Parral con una peque?a comunidad de monjes de clausura.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
??Oficina de turismo de Segovia (www.turismodesegovia.com).
??Academia de San Quirce, antigua Universidad Popular (www.academiadesanquirce.org).
??Alc¨¢zar de Segovia (www.alcazardesegovia.com).
??Casa de la Moneda de Segovia (www.casamonedasegovia.es)
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