Lima desde una ¡®combi¡¯
Aunque las gu¨ªas tur¨ªsticas no suelen rese?arlas, este medio de transporte local para sentir de cerca la esencia de la capital peruana
La adrenalina est¨¢ garantizada a bordo de estos minibuses que marcan el ritmo de las congestionadas arterias lime?as. Velocidad, pitidos, frenazos y ausencia de distancias de seguridad convierten el recorrido en lo opuesto a un viaje de placer. Bajo las ruedas de una combi se obra el milagro de la multiplicaci¨®n de los carriles, fen¨®meno inaudito para los turistas occidentales. No por casualidad, el ca¨®tico tr¨¢fico de la capital peruana fue objeto en 2013 de un reportaje de Discovery Channel, dentro de la serie Don¡¯t drive here.
Para quien quiera vivir esta experiencia, aqu¨ª van algunos consejos pr¨¢cticos que recrean, para los menos osados, este viaje alucinante sin necesidad de padecer el frenes¨ª del manejo a la peruana. Para ellos hay dos alternativas m¨¢s sosegadas de transporte p¨²blico, el autob¨²s Metropolitano y el tren el¨¦ctrico, mientras avanza la construcci¨®n del metro lime?o.
Abstenerse personas de gran altura o claustrof¨®bicas. En sus aproximadamente cinco metros de longitud, las combis suelen aglutinar en su interior un inaudito n¨²mero de pasajeros, como se?oras cargadas con bolsas que preguntan a quienes van sentados si pueden llevarlas en las rodillas (las bolsas, no a las se?oras). Cuando parece que ya se han rebasado los l¨ªmites de la f¨ªsica y el r¨¦cord de un pueblo entero api?ado en un Seat 600, el cobrador informa de que ¡°?al fondo hay sitio!¡±.
El tintineo de las monedas en su mano semi abierta ameniza el trayecto. Cuando las cumbias a todo volumen de la selecci¨®n musical del conductor dificultan su misi¨®n, el cobrador recuerda a los viajeros la obligaci¨®n de pagar el solsito a la voz de ¡°?pasajes en la mano!¡±.
El precio del boleto oscila entre 50 c¨¦ntimos y dos soles, menos de un euro, dependiendo de la distancia a destino. No existe la posibilidad de efectuar transbordos con el mismo billete de una a otra combi, hay que volver a pagar ya que la gesti¨®n de este transporte corre a cargo de diversas empresas privadas que son adem¨¢s las que fijan las tarifas.
El cobrador recolecta el monto de los billetes pasajero a pasajero, movi¨¦ndose como puede de un extremo a otro de la combi. Entre sus responsabilidades se encuentra la de anunciar en cada parada el itinerario que recorre el veh¨ªculo. ¡°?Arequipa, Arequipa, todo Arequipa!¡± y ¡°?Javier Prado, Javier Prado!¡± son dos de las m¨¢s escuchadas, especialmente en los distritos de Miraflores y San Isidro, ya que corresponden a dos de las avenidas m¨¢s largas de la ciudad. Finalmente, se encarga de jalar a nuevos usuarios con una tentadora propuesta: ¡°?suba, suba!¡±.
El datador es el tercer protagonista del mundo combi, un personaje que aparece en algunas paradas con cuaderno y bol¨ªgrafo en mano grit¨¢ndole?al conductor tres enigm¨¢ticas cifras entre el uno y el diez, mientras el cobrador le lanza una moneda por la ventanilla. Esta especie de c¨®digo que solo ellos parecen entender es un simple pero efectivo an¨¢lisis de la competencia. El primer n¨²mero corresponde a la l¨ªnea de la combi que va delante, el segundo al n¨²mero de minutos que han pasado desde que se detuvo en esa misma parada y el ¨²ltimo es una valoraci¨®n de nivel de ocupaci¨®n. Por ejemplo, ¡°?dos, uno, seis! ?dos, uno, seis!¡± significa que ha pasado una combi de la l¨ªnea dos hace un minuto con una ocupaci¨®n de poco m¨¢s de la mitad. La valoraci¨®n de los conceptos de lleno y vac¨ªo responde a una f¨®rmula absolutamente indescifrable.
Para subirse a una combi primero hay que conseguir que se detenga. Para ello, el futuro y aventurado usuario debe situarse bajo la placa azul y blanca que reza paradero y levantar el brazo cuando vea el veh¨ªculo en el horizonte. No siempre es un requisito indispensable, ya que no es infrecuente que las combis acudan all¨¢ donde ven un brazo en alto y una mano agit¨¢ndose. En dichos paraderos no hay informaci¨®n disponible sobre rutas o l¨ªneas, por lo que es importante conocer de antemano el recorrido que la combi realiza o preguntar si pasa por nuestro destino antes de subir. Los nombres de calles escritos en los laterales de los minibuses dan una pista de la ruta que sigue.
Para bajar, hay que avisar al conductor y al cobrador de nuestras intenciones. Basta con gritar ¡°paradero baja¡± y como ante la cueva de los ladrones de Al¨ª Bab¨¢ la puerta se abre conforme formulamos las m¨¢gicas palabras. Despu¨¦s, se espera que nos apeemos con la misma rapidez con la que el cobrador de la combi ha ejecutado nuestra demanda. Si la combi est¨¢ en plena carrera por ganarle pasajeros a otra de la competecia, el cobrador nos pedir¨¢ que preparemos el pie derecho sobre el escal¨®n para que nuestro descenso sea r¨¢pido y diligente. ?Suerte!
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