Goya en Charlottenburg
En el oeste de Berl¨ªn, el barrio de Charlottenburg, a orillas del r¨ªo Spree, sorprende con una exposici¨®n surrealista, brillantes jardines y un castillo
Es com¨²n en la capital alemana mudarse de un kiez (barrio) a otro kiez. Cambiar a menudo de casa, de pareja y paisaje... Moverse. Y a un palacete de mitad del siglo XIX, que cobija la colecci¨®n Scharf-Gerstenberg y en el que estuvo cobijada hasta 2005, la reina Nefertiti y toda su parafernalia fara¨®nica, se han venido a vivir ahora Francisco de Goya y otros amigos. Oh, sorpresa. Algunos de sus Caprichos lucen en la primera sala. Y al lado cuelgan piranesis (de Giovanni Battista). Y m¨¢s all¨¢ surgen piezas de Max Ernst, de Paul ?luard, de Ren¨¦ Magritte, de Jean Dubuffet¡ Obras peque?as todas, pero primorosas, colgando en el mismo lugar que alberg¨® durante cuatro d¨¦cadas la colecci¨®n egipcia citada, hoy trasladada al Neues Museum, restaurado con maestr¨ªa en 2003 por David Chipperfield.
Bastar¨ªa con esto, con el contenido de esta exposici¨®n titulada Surreale Welten, sobre el surrealismo y sus distintas fuentes de inspiraci¨®n en el arte y el tiempo, para justificar la visita a este noble barrio berlin¨¦s llamado Charlottenburg. Pero no. Hay mucho m¨¢s. Las obras de la colecci¨®n permanente del Scharf-Gerstenberg, comparten espacio con las temporales (ahora Paul Klee), en este centro, uno de la veintena de museos estatales que esconde la ciudad. Otro de ellos se ve justo enfrente a trav¨¦s de los ventanales: el Museo Berggruen, un edificio cl¨¢sico y hermano, que expone la colecci¨®n hom¨®nima y presume de picassos, matisses, giacomettis¡
En este barrio la vida berlinesa fue y sigue siendo como anta?o: tranquila o tediosa, aristocr¨¢tica o popular
Al otro lado de la calle?aparece el castillo de Charlottenburg,?inmenso, de un cl¨¢sico blanco perlado y grandes jardines que permiten la recogida y el paseo hacia los canales del r¨ªo Spree. Coloc¨¢ndose all¨ª, en su orilla, se podr¨¢ elegir entre sumergirse en el clasicismo palaciego visitando el interior del Schloss?(castillo) o seguir el curso del agua (a pie, en bici o en barco) en una u otra direcci¨®n. Hacia un lado, a Mitte, centro neur¨¢lgico de la capital alemana hasta hace poco, con Friedrichstrasse y la isla de los museos; hacia el otro, los bosques (Grunewald) y los lagos que desembocan en Potsdam, hermana peque?a, hist¨®rica e imperial, de Berl¨ªn
Hay quien ama Charlottenburg por ser cl¨¢sico. Y siempre le fue fiel. A pesar del tir¨®n que empuj¨® a las masas, tras la ca¨ªda del Muro, hace ahora 25 a?os, a moverse hacia Mitte o Prenzlauer Berg.? Hay quien nunca lo abandon¨®, y quien retorna -otra vez ese continuo movimiento- precisamente por eso, porque aqu¨ª la vida berlinesa fue y sigue siendo como anta?o: tranquila o tediosa, aristocr¨¢tica o popular. Todo a un tiempo. Muy personal. Un barrio de casas se?oriales, parques y grandes avenidas cortadas a medida en la ¨¦poca de la divisi¨®n de la ciudad (en los a?os sesenta), que van pespunteando las zonas de Zoologischer Garten, el Ku'damm, la Kantstrasse¡ Todas con mucha historia que cortar.
La zona del Zoo, medi¨¢tica, cin¨¦fila y tur¨ªstica, anda rehaci¨¦ndose ahora, empujada por la apertura de ese macrohotel de lujo llamado Astoria. Dicen que su suite superior es la envidia. Un lugar de Berl¨ªn para los mas adinerados. Para compensar, quiz¨¢, debajo, pegado al m¨ªtico Zoo Palast, acaba de inaugurarse la Bikini Berlin (the concept mall, un centro comercial conceptual, lo publicitan). En un lugar donde antes reinaba lo ecl¨¦ctico, donde hab¨ªa un edificio insulso marcado por el abandono y la dejadez de los ochenta y el subid¨®n de los noventa. Las librer¨ªas del mont¨®n y las tiendas decadentes de sus soportales han mutado en boutiques de lujo, en tiendas con ediciones de dise?o y publicaciones y objetos bien cool. Todo empaquetado en una terraza con vistas a las jaulas de los monos del zoo y una torre, la del 25H Twenty Five Hours Hotel, que atrapa la vista. El interior del Bikini, terminado con estructuras de hierro y madera y techo de cristal, remite a lo industrial, y alberga mucha moda. Contrasta con el Europa Center ya bien decadente. Y cerca, la Ged?chtnis Kirche,?que permanece tapada, en obras, prepar¨¢ndose para una nueva ¨¦poca. Porque durante la ¨²ltima, hasta hace poco, el Este de la ciudad se lo llev¨® todo, cual im¨¢n.
Ahora, poco a poco, la balanza berlinesa se empieza a equilibrar. Hay quien no aguanta las masas de turistas que acuden a la capital alemana interesados por su historia, sus museos o, los m¨¢s modernos, como si de un parque tem¨¢tico de lo underground se tratara. Ajeno a ese trasiego, el barrio de Charlottenburg, con parque y palacio, luce sobrio y mucho. Tiene bazas: agua, jardines y grandes avenidas; presume de universidad, de tiendas y restaurantes de altura donde se re¨²ne el famoseo y la jet set sociocultural; posee centros de negocios y ese gran mercadillo (el de la calle 17 de Junio), que permite avistar la Puerta de Brandeburgo a lo lejos. Un kiez que parece despertar a una nueva edad. Otra. Quiz¨¢ hasta Nefertiti vuelva la mirada hacia su antigua casa ahora que bulle de actividad y Goya se ha instalado pr¨¢cticamente en su alcoba.
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