Navegando la Albufera
Un paseo guiado en barca permite conocer la historia, la cultura y los usos tradicionales de este parque natural de Valencia
El nombre Albufera, que oficialmente bautiza al mayor lago de agua dulce de Espa?a, se refiere tambi¨¦n a un parque natural adyacente a una decena de municipios valencianos incluyendo la capital. Pero no suena nunca en boca de quienes todav¨ªa pescan en ¨¦l o cultivan el arroz en los campos que este provee de agua. Sus trabajadores, que ejercen adem¨¢s de conservadores, se refieren al lago como el lluent (el luciente, en castellano), o tal vez como l¡¯ample (el ancho).
Este es uno de los datos que despiertan la curiosidad de quienes suben a bordo de la barca de Alalbufera, y uno de los primeros que deja caer Paco Baixauli, precursor de esta iniciativa que a¨²na naturaleza, etnolog¨ªa, leyendas, gastronom¨ªa y hasta arte. Todo directamente relacionado con el lluent que le vio crecer y al que profesa ¨Cse lee en sus ojos entusiastas y sensibles¨C un hondo respeto que nace de la asimilaci¨®n de siglos de tradici¨®n agr¨ªcola y pesquera.
Paco Baixauli, natural de Silla (Valencia), se gan¨® su primer jornal a los diez a?os cuando acompa?¨® en la barca de su padre a unos visitantes que acudieron a conocer el lago. Desde entonces no ha cesado de compartir, con quien se deje, su gran pasi¨®n: la Albufera. Y con ese nombre tambi¨¦n ha puesto en marcha un servicio de paseos en barca por esta reserva natural que se adapta a los gustos, aficiones y horarios del grupo interesado.
Alalbufera ofrece salidas diurnas para almorzar un buen bocadillo en medio del lago mientras Baixauli explica la leyenda de Sanxa, la serpiente gigante que inmortaliz¨® Blasco Ib¨¢?ez en Ca?as y barro y que, aseguran, todav¨ªa habita en las aguas dulces del paraje, como una suerte de monstruo del lago Ness; la misma excursi¨®n se puede combinar con una t¨ªpica comida albuferenca de dilatada sobremesa en una casa t¨ªpica de pescadores, saboreando con ellos el all i pebre o el arroz con pato; tambi¨¦n es posible realizar el paseo a la luz de la luna llena, que en Valencia, dicen, es m¨¢s redonda y fiel que en cualquier parte, y participar de una de las ¡°veladas canallas¡±, como Baixauli las denomina, en las que la lectura de poemas, las canciones, las guitarras y la cassalla (bebida alcoh¨®lica de an¨ªs) corren a cuenta de los visitantes.
No son pocos los valencianos y turistas que han realizado ya una excursi¨®n en barca por el lago. Alalbufera quiere aportar algo diferente, haciendo del contacto con la Albufera (del ¨¢rabe al-buhayra, mar menor) el valor principal de sus tours. La gastronom¨ªa de la zona es tan rica y apetitosa que habitualmente resta protagonismo a su historia y a su fauna; por tanto, aunque sin olvidar la comida, Alalbufera quiere incidir en esos atractivos menos populares. ¡°Hacemos pedagog¨ªa en un entorno natural¡±, declara Baixauli. ¡°La Albufera es una cultura dentro de otra cultura, la valenciana¡±. Y, conf¨ªa ¨¦l, ser¨¢ la propia cultura, el conocimiento de la realidad del lago, lo que salve a este territorio de su progresiva disminuci¨®n y de la p¨¦rdida de unos atributos que lo hacen f¨¦rtil.
Pasado salado
Las ca?as nos acarician al bordear los canales que desembocan en el lago, cuyas aguas eran saladas hasta hace s¨®lo 350 a?os; avistamos garzas reales, ibis y cormoranes que solo toman nombre tras escuchar la explicaci¨®n del barquero; conducimos el tim¨®n, que hace girar la embarcaci¨®n con un leve toque de cadera; escuchamos leyendas como la del gat verd (gato verde), que gatea hasta los pueblos ba?ados por l¡¯ample para robar los chupetes de los ni?os que ya no tienen edad para llevarlos. Nos cruzamos con los pocos pescadores que todav¨ªa llavoren (recogen las redes) en el lago, y que nos dejan espiar c¨®mo abren en canal los m¨²joles que han atrapado. Baixauli confiesa la relaci¨®n amor-odio que los jornaleros de la Albufera sol¨ªan guardar con ella: por una parte, la esclavitud de depender del temporal y el fr¨ªo que en invierno deb¨ªan padecer para acometerla les hac¨ªa detestarla; por otra, no pod¨ªan ignorar que de ella proven¨ªan y que era lo que les daba de comer, as¨ª que no pod¨ªan dejar de venerarla.
Los peces que no han sido pescados bailan alrededor de la barca mientras volvemos al puerto de Silla. Nos hemos adentrado en una cultura que, con la compa?¨ªa de quienes la aman, ya no resulta tan distante, tan esquiva. La pr¨®xima vez volveremos para degustar una paella valenciana ¡°ortodoxa¡±, para aventurarnos con la vela latina ¨CAlalbufera organiza cursos de esta modalidad que, en toda Espa?a, solo perdura aqu¨ª- o para combinar la barca con la bici y recorrer los arrozales, pertenecientes tambi¨¦n al parque natural. El grupo escribe la obra, siempre que la Albufera sea su actor principal.
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