Noche de autocine en Gij¨®n

A Chema Fern¨¢ndez la inspiraci¨®n le sobrevino una jornada de huelga en el solitario aparcamiento de una gran superficie adonde hab¨ªa llevado a su hijo para unas lecciones de conducir. Un contratiempo con la llave de contacto frustr¨® sus planes y les oblig¨® a una tediosa espera mientras llegaba la gr¨²a. ¡°Si ahora nos pusieran una pel¨ªcula¡­¡±, fantase¨® Fern¨¢ndez frente a la destartalada pared del centro comercial. Cuatro a?os m¨¢s tarde, en agosto de 1993, abr¨ªa sus puertas en Gij¨®n el primer autocine del norte de Espa?a. Concebido como un cine de verano, a expensas del inclemente clima asturiano, el ¨¦xito de la propuesta rebas¨® la estaci¨®n seca. En la actualidad el Autocine Gij¨®n, con una sesi¨®n diaria y programa doble durante el fin de semana, permanece abierto todo el a?o gracias a unas viseras para coches que permiten una buena visi¨®n cuando arrecia la lluvia.

Situado en la carretera de La Providencia, a cuatro kil¨®metros del centro urbano, un cartel luminoso se?ala el acceso al recinto a trav¨¦s de un camino sembrado de ¨¢rboles y p¨®sters de pel¨ªculas. El precio de la entrada es de 10 euros por coche, una soluci¨®n econ¨®mica para grupos de amigos que aqu¨ª son clientela habitual. Los espectadores, adem¨¢s, sugieren los estrenos que desean ver. Existe tambi¨¦n la posibilidad de disfrutar la pel¨ªcula por tan solo 2,50 euros desde alguno de los autobuses acondicionados como peque?as salas frente a una fabulosa pantalla de 300 metros cuadrados.

Las pel¨ªculas se renuevan semanalmente con predominio de los t¨ªtulos situados en lo m¨¢s alto del box-office y sin discriminar g¨¦neros ¨Ccomedia, acci¨®n, terror¨C, aunque experiencias pasadas recomiendan cierta precauci¨®n con el western. ¡°En una ocasi¨®n, el relinchar de una estampida de caballos en la pantalla atrajo a un buen n¨²mero de yeguas y vacas de los prados cercanos que, tras sortear la alambrada, se mezclaron entre los coches para aproximarse a sus h¨¦roes de ficci¨®n¡±, recuerda el creador de este autocine con una inevitable sonrisa.

El recinto, con capacidad para 200 veh¨ªculos, se despliega como una peque?a ciudad poblada de casetas de colores donde se despacha comida reci¨¦n hecha. Desde los cl¨¢sicos bocadillos y hamburguesas hasta platos combinados y toda clase de chucher¨ªas y refrescos (sidra incluida) para consumir en el propio veh¨ªculo o en mesas, a cubierto y al aire libre, a precios muy populares.

Aunque las proyecciones tienen lugar al ponerse el sol, en las tardes de verano funciona como un merendero sacado de una escena de Los Picapiedra y en sinton¨ªa con el cartel de bienvenida del primer autocine inaugurado en 1933 en Nueva Jersey: ¡°Toda la familia es bienvenida, sin importar lo ruidosos que sean sus ni?os¡±. Desde entonces, los cines drive-in se han convertido en un icono de la cultura americana. ¡°Descampados del amor¡±, como en American Graffiti o Lolita, que permiten la evocadora experiencia de ver, desde la intimidad de un coche, una pel¨ªcula bajo las estrellas.

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