Saint-Laurent, el alma de Montreal
Un recorrido por este bulevar muestra la riqueza hist¨®rica, ¨¦tnica y cultural de la ciudad canadiense
Hay calles que reflejan el alma de una ciudad. El bulevar Saint-Laurent de Montreal ha cumplido con este papel a lo largo de su historia. No hay sitio en la ciudad canadiense con mayor tradici¨®n, originalidad y desarrollo que esa l¨ªnea que la atraviesa por completo de sur a norte.
Pasear por los once kil¨®metros del bulevar es un recorrido en el tiempo, desde los primeros asentamientos franceses hasta el rostro m¨¢s actual de la ciudad. El explorador Chomedey de Maisonneuve fund¨® en 1642 la Villa Mar¨ªa de Montreal. En 1672, se traz¨® una peque?a calle llamada Saint-Lambert y desde 1717 existen registros de un sendero que comunicaba la poblaci¨®n con los campos agr¨ªcolas ubicados m¨¢s al norte. La gente llamaba a esta v¨ªa el camino de Saint-Laurent. Finalmente, en 1905 ambas se fundieron en una sola arteria que pas¨® a llamarse bulevar Saint-Laurent. Ya en esos a?os comenz¨® a ser conocida como The Main Street, apodo que ha derivado en The Main, para los angl¨®fonos, La Main para la gente de habla francesa, o St-Lo, para los j¨®venes asiduos al glamour de su vida nocturna.
Saint-Laurent ha actuado desde mediados del siglo XIX como una frontera imaginaria entre los angl¨®fonos ¨Cresidentes al oeste de la ciudad¨C y los franc¨®fonos ¨Cal este¨C. Desde esa ¨¦poca, esta delimitaci¨®n ha sido respetada aunque sin entrar en fanatismos. En 1945, Hugh MacLennan public¨® la novela Two Solitudes, en la que describe los problemas de comunicaci¨®n entre ambas comunidades. La Main ha representado un espacio para que ambas comunidades convivan en la cotidianeidad y, a su vez, conozcan al mundo gracias a la sorprendente multiculturalidad de esta calle.
El bulevar nace al pie del Centro de las Ciencias de Montreal, a unos cuantos metros de la carpa que alberga los espect¨¢culos del Cirque du Soleil, orgullo de todos los quebequenses. Al subir una peque?a pendiente se recorren las calles empedradas del viejo puerto, germen de la ciudad. Metros m¨¢s adelante comienzan a percibirse aromas orientales. A finales del siglo XIX, llegaron a Canad¨¢ miles de chinos al ser contratados como mano de obra para la construcci¨®n del tren que atravesar¨ªa todo el pa¨ªs. Muchos de ellos perecieron por las duras jornadas de trabajo y la mayor¨ªa de los que sobrevivieron decidieron instalarse en el este canadiense, principalmente en Montreal. Poco a poco fueron construyendo un sector muy propio, ofreciendo en un primer momento servicios de lavander¨ªa para despu¨¦s dedicarse a la gastronom¨ªa. As¨ª, entre la calle Viger y los l¨ªmites del red light (barrio rojo), el bulevar vio nacer al barrio chino.
En la actualidad, montrealenses de todos los or¨ªgenes se dan cita en las decenas de restaurantes de este barrio y acuden con curiosidad a sus peculiares supermercados en busca de nuevas experiencias para el paladar. Dragones y pirotecnia en d¨ªas de fiesta, pel¨ªculas policiacas del magistral Johnnie To, abuelos practicando tai chi. Eso y m¨¢s puede uno encontrarse en esta zona del bulevar tan parecida a una calle de Hong Kong.
Prosiguiendo siempre hacia el norte, se adentra en lo poco que queda del antiguo barrio rojo de Montreal. Durante d¨¦cadas, trabajadores del puerto, angl¨®fonos, franc¨®fonos e inmigrantes frecuentaron por igual este espacio caracterizado por la tolerancia y la diversi¨®n nocturna. Los salones de baile recib¨ªan a una considerable clientela, los bares florec¨ªan en la zona, los casinos clandestinos estaban bien camuflados, los burdeles no eran una excepci¨®n, el opio flotaba en el aire y los clubs de jazz acog¨ªan a importantes m¨²sicos afroamericanos, quienes hu¨ªan del racismo estadounidense. El red light vivi¨® verdaderos a?os de bonanza durante la ¨¦poca de la Ley Seca en los Estados Unidos y, seg¨²n los historiadores sostienen, varios miembros de la mafia decidieron afincarse en Montreal para comprar bares y organizar el env¨ªo ilegal de bebidas alcoh¨®licas al sur de la frontera. Con el fin de la prohibici¨®n y al estallar de la Segunda Guerra Mundial, el barrio rojo sufri¨® un golpe del cual jam¨¢s consigui¨® reponerse: la econom¨ªa vivi¨® a?os dif¨ªciles y muchos montrealenses se alistaron en el ej¨¦rcito.
Este tramo del bulevar tambi¨¦n se convirti¨® en un espacio decisivo para el desarrollo del teatro en Canad¨¢. Con la inauguraci¨®n del Monument National en 1893, la ciudad se benefici¨® de una imponente sala de espect¨¢culos entre cuyos muros han tenido lugar algunos de los momentos m¨¢s importantes del drama y la comedia en franc¨¦s. La sala tambi¨¦n ha acogido a lo largo del tiempo representaciones en ingl¨¦s, yiddish, canton¨¦s e italiano. El bulevar ha albergado de igual manera a otros teatros y sus casas y aceras han inspirado algunas de las obras de Michel Tremblay, el dramaturgo franc¨®fono m¨¢s importante del pa¨ªs.
En La Main tuvo lugar la primera proyecci¨®n cinematogr¨¢fica en Norteam¨¦rica. El 27 de junio de 1896, apenas seis meses despu¨¦s de que lo hicieran los hermanos Lumi¨¨re en Par¨ªs, se mostraron en el Palace Theatre las primeras im¨¢genes en movimiento a un p¨²blico boquiabierto. Las salas cinematogr¨¢ficas llegaron a ser numerosas en Saint-Laurent, aunque la apertura de recintos de mayor capacidad en otras zonas de la ciudad provocaron el cierre de casi todos los pioneros cines del bulevar. En la actualidad solo dos de ellos permanecen abiertos, demostrando la variedad en gustos y estilos que abriga The Main: Excentris, una moderna sala dedicada al cine de autor, y Cin¨¦ma l¡¯Amour, la sala porno en funcionamiento m¨¢s antigua de Norteam¨¦rica.
Al d¨ªa de hoy, apenas quedan algunos bares en esta franja anteriormente pecaminosa de Saint-Laurent. En 2003 dieron comienzo varios proyectos inmobiliarios para convertir a esta zona en el nuevo barrio de espect¨¢culos, integrando a diversos recintos art¨ªsticos pr¨®ximos para as¨ª poder contar con m¨¢s de 30 salas y todas las disciplinas art¨ªsticas, ya fueran eventos fijos del calendario ¨Ccomo el Festival de Jazz de Montreal¨C o una din¨¢mica y cambiante programaci¨®n.
¡®Ferraris¡¯ y hipsters
En la esquina con la calle Maisonneuve est¨¢ ubicada la estaci¨®n del metro Saint-Laurent, con una interminable hilera de bicicletas estacionadas a unos metros de su entrada durante los meses de calor. Despu¨¦s se llega a una zona del bulevar famosa por sus onerosos restaurantes y sus exclusivas discotecas. Es habitual ver Ferraris en los aparcamiento y los clientes muestran lo mejor de su guardarropa al caminar por la acera.
M¨¢s adelante llega el hipster quarter: caf¨¦s frecuentados por modernos y escaparates repletos de productos org¨¢nicos. Hay adem¨¢s galer¨ªas de arte, muebler¨ªas de grandes dise?adores y librer¨ªas de prestigio. Los negocios llenos de colorido no son la excepci¨®n en esta ¨¢rea: estudios para tatuarse, pasteler¨ªas, tiendas de disfraces y de pelucas. Y la m¨²sica indie tambi¨¦n encuentra cabida gracias a Barfly y Le divan orange, dos de los bares m¨¢s reconocidos del g¨¦nero. No hay que olvidar que muchos de los sonidos iniciales de Arcade Fire se fraguaron en esta zona de Montreal.
El paseo continua por la zona que acogi¨® desde 1905 hasta finales de la Segunda Guerra Mundial a decenas de miles de inmigrantes jud¨ªos provenientes, principalmente, del este de Europa; hu¨ªan de los pogromos rusos y, posteriormente, de las atrocidades nazis. En la primera mitad del siglo XX el yiddish era la tercera lengua m¨¢s hablada en Montreal, por detr¨¢s del franc¨¦s y el ingl¨¦s. Se abrieron decenas de f¨¢bricas, cuyos due?os eran predominantemente jud¨ªos (ahora acogen estudios para dise?adores y espacios de experimentaci¨®n art¨ªstica) y la comunidad jud¨ªa contribuy¨® al desarrollo de luchas sociales, como la semana laboral de 40 horas. La primera celebraci¨®n del d¨ªa del trabajo en Canad¨¢ se organiz¨®, en 1906, en la zona hebrea del bulevar.
Quedan s¨ªmbolos de aquella etapa, como las tiendas de bagels y el restaurante Schwartz, uno de los mayores templos de la cocina montrealense, conocido por los bocadillos de carne ahumada que ofrece desde 1928. La cotidianeidad de los jud¨ªos en esta zona del bulevar puede leerse en las p¨¢ginas de algunas de las novelas de Mordecai Richler. Y Leonard Cohen se aloja, cada vez que pasa por su ciudad natal, en una casa ubicada en una callejuela contigua a esa altura de The Main.
Acento espa?ol
Cerca de la Avenida Mont-Royal se escuchan con frecuencia conversaciones en espa?ol. Huyendo del franquismo, un numeroso grupo de emigrantes abri¨® aqu¨ª su centro de reuniones: el club espa?ol de Quebec. A unos pasos se encuentra la L'Espa?ola. Maritxin, originaria de Bilbao y propietaria de esta librer¨ªa, se?ala que abri¨® sus puertas en 1964. En un principio vend¨ªan ¨²nicamente libros, diarios y revistas, pero poco a poco la gente fue solicitando otros productos espa?oles, as¨ª que desde hace tiempo ofrece embutidos, turrones y otras delicias gastron¨®micas. Y si de hispanohablantes se trata, algunos negocios cercanos proveen a los latinoamericanos de un sinf¨ªn de alimentos.
A esta altura de Saint-Laurent tambi¨¦n encontramos restaurantes y pasteler¨ªas con lo mejor de la gastronom¨ªa portuguesa y banderines del Benfica lisboeta (entre 1950 y 1980 miles de lusos arribaron a la metr¨®poli quebequense), as¨ª como comercios que constatan la presencia africana en el bulevar. Por ejemplo, Balattou, en la esquina de la calle Marie-Anne, el bar de m¨²sica africana m¨¢s importante de la ciudad. La comunidad ¨¢rabe, tambi¨¦n numerosa en Montreal, tambi¨¦n est¨¢ presente en La Main a trav¨¦s de restaurantes y tiendas de productos halal.
A partir de la calle Saint-Zotique comienza la peque?a Italia de Montreal. La presencia italiana en la metr¨®poli data de los primeros a?os del siglo XX, aunque intensificaron su llegada durante la d¨¦cada de los veinte. Entre restaurantes y comercios de productos t¨ªpicos del pa¨ªs, destaca el Caf¨¦ Lino, abierto en 1962. Joseph, nieto del fundador del negocio, asegura que la clientela sigue siendo predominantemente italiana.
Little Italy se extiende hasta la avenida Jean-Talon, desde la que The Main discurre paralela al parque Jarry, uno de los pulmones de la ciudad, hasta llegar a los pies de las aguas del R¨ªo de las praderas y atravesar la isla por completo. En cualquiera de las cuatro estaciones, Saint-Laurent se transforma y sigue igual; muda de piel pero mantiene la esencia de sus primeros a?os. Un bulevar no es una ciudad en s¨ª, pero Montreal sin su gran bulevar vivir¨ªa igual que un enfermo conectado a una m¨¢quina.
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