El coronel vive en Riohacha
La playa y el mar lo dominan todo en la ciudad colombiana donde los padres de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez pasaron la luna de miel
Los riohacheros dicen que los pol¨ªticos colombianos solo visitan su ciudad cuando est¨¢n en campa?a y no vuelven a acercarse por all¨ª una vez que han sido elegidos. Asomada a uno de los balcones del Caribe, Riohacha es la capital del departamento de La Guajira, en el rinc¨®n nororiental del pa¨ªs. Est¨¢ lejos de casi todo, y si no forma parte de los destinos habituales de los colombianos, menos a¨²n de los extranjeros.
Es verdad que, a diferencia de otras capitales caribe?as, buena parte de su larga historia qued¨® reducida a escombros por siglos de guerras y desastres naturales, y el viajero que busque monumentos y vestigios del pasado no encontrar¨¢ gran cosa. Cuando entras en la oficina de turismo, te reciben casi con sorpresa. Si dices no tener coche, sacuden la cabeza con pesadumbre: es su manera de reconocer que los principales lugares de inter¨¦s est¨¢n fuera de la ciudad. Al final te recomiendan que disfrutes del paseo mar¨ªtimo y la inmensa playa, cosa que probablemente ya habr¨¢s hecho a esas alturas.
El paseo mar¨ªtimo, que all¨ª llaman Camell¨®n, recibe la sombra de varias filas de palmeras con los troncos decorados en vivos colores. Son m¨¢s o menos los mismos colores de los tejidos y los bolsos artesanales que las mujeres ind¨ªgenas exponen sobre unas telas. En los dos d¨ªas que pas¨¦ en la ciudad no vi a nadie detenerse a comprar nada. Pero a ellas no parece importarles, como si su presencia en el Camell¨®n no respondiera a prop¨®sitos comerciales y fuera solo una forma de pasar el tiempo. Pertenecen a la etnia de los way¨², que viven en peque?as comunidades rurales llamadas rancher¨ªas, y, adem¨¢s de a la artesan¨ªa, se dedican a la cr¨ªa del chivo, ingrediente b¨¢sico de la gastronom¨ªa guajira.
De la existencia del idioma wayuunaiki me enter¨¦ nada m¨¢s aterrizar en el peque?o aeropuerto local, donde todos los letreros est¨¢n escritos en las dos lenguas oficiales. Si al verlo escrito me pareci¨® que el wayuunaiki abusaba de los ap¨®strofos, luego, oy¨¦ndolo, lo encontr¨¦ dulce y melodioso, con algo de maullido.
Zumos y batidos
Pese a sus m¨¢s de 200.000 habitantes, a Riohacha no han llegado las franquicias ni las grandes cadenas. Su pintoresquismo todav¨ªa es aut¨¦ntico, con abarrotadas tiendecitas familiares y terrazas de sillas desiguales en las que sentarse a combatir el calor con la ayuda de zumos y batidos. En un extremo del paseo se alinean unos cuantos quiosquitos de madera sin desbastar. Son apenas del tama?o de una cabina telef¨®nica, con los r¨®tulos pintados a mano: Cocteler¨ªa, Comidas R¨¢pidas, Jugos Naturales. Con medio cuerpo dentro y medio fuera, las mujeres que los regentan saludan al paseante con un invariable: ¡°A la orden, se?or, a la orden¡±.
Probablemente no sean los zumos ex¨®ticos ni las playas inmensas ni los exquisitos guisados de carne de chivo sino la literatura lo que m¨¢s viajeros atrae a Riohacha. Quiero decir, la literatura de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que menciona la ciudad en Cien a?os de soledad y que en su autobiogr¨¢fico Vivir para contarla dej¨® constancia de la eterna nostalgia de su madre: ¡°?No hay mar como el de Riohacha!¡±.
En una ruta imaginaria por la geograf¨ªa m¨ªtica del premio Nobel colombiano no podr¨ªa faltar (al lado de Aracataca, Barranquilla o Cartagena de Indias) el nombre de Riohacha, ¡°la ciudad de arena y sal donde naci¨® mi estirpe desde los tatarabuelos, donde mi abuela vio a la Virgen de los Remedios apagar el horno con un soplo helado cuando el pan estaba a punto de quem¨¢rsele, donde mi abuelo hizo sus guerras y sufri¨® prisi¨®n por un delito de amor, y donde fui concebido en la luna de miel de mis padres¡±. En efecto, la familia materna de Garc¨ªa M¨¢rquez era guajira.
En Riohacha nacieron su abuela Tranquilina, al parecer una mujer aficionada a los fantasmas y las conversaciones con los difuntos, y su abuelo Nicol¨¢s, al que tan unido estuvo el escritor en su infancia. Se dice que el abuelo Nicol¨¢s, coronel ¨¦l mismo en la Guerra de los Mil D¨ªas, sirvi¨® de modelo para los dos coroneles m¨¢s importantes de su literatura: el coronel Aureliano Buend¨ªa y el viejo coronel que no ten¨ªa quien le escribiera. En Riohacha hay quienes afirman conocer el lugar exacto en el que, en octubre de 1908, Nicol¨¢s M¨¢rquez Mej¨ªa mat¨® a Medardo Pacheco, pero qui¨¦n sabe. ?Asunto de honor? ?L¨ªo de faldas? Seg¨²n algunos, el motivo del duelo fue un comentario malinterpretado acerca de la decencia de una se?ora, cuyo hijo se sinti¨® obligado a retarle para restituir su honra.
Lo que s¨ª se sabe con certeza es d¨®nde se aloj¨® el matrimonio Garc¨ªa-M¨¢rquez durante su luna de miel: en una vivienda pr¨®xima a la Casa de la Aduana, en la actualidad un centro cultural que est¨¢ previsto consagrar a la vida y la obra del escritor. El hecho es que, desde antes de su nacimiento, Riohacha estuvo incorporada a la memoria sentimental de Garc¨ªa M¨¢rquez, quien sin embargo no conoci¨® la ciudad hasta muy tarde, cuando estaba a punto de cumplir 60 a?os. Entonces sinti¨® que ¡°la Riohacha id¨ªlica que llevaba desde ni?o en el coraz¨®n, con sus calles de salitre que bajaban hasta un mar de lodo, no eran m¨¢s que ensue?os prestados por mis abuelos¡±.
Han pasado unos 30 a?os desde aquella primera visita a la ciudad de sus ancestros, pero no da la sensaci¨®n de que esta haya cambiado demasiado: las mismas casas bajitas con las paredes desconchadas, supongo que las mismas palmeras aunque algo m¨¢s crecidas, las mismas playas ya limpias de lodo, el mismo muelle clav¨¢ndose como un alfiler en las aguas del Caribe.
Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n es autor de la novela La buena reputaci¨®n (Seix Barral).
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