Largos tejados al Duero
Un nost¨¢lgico paseo por Oporto entre adoquines, tabernas y viejos escaparates
Desde lo m¨¢s alto de la Torre dos Cl¨¦rigos se dir¨ªa que todos los tejados de Oporto se empujan y disputan su lugar para asomarse al Duero. Abajo, frente a la Pra?a da Cordoaria, personas diminutas entran a comprar naranjas, bacalao o t¨¦ en la Casa Oriental, el ultramarinos que abri¨® sus puertas a principios del siglo pasado. En el Jardim das Oliveiras parecen setas gigantes las sombrillas blancas de una terraza que a¨²n tiene sus mesas vac¨ªas. Es temprano y, para desmentir el t¨®pico de la ciudad, el sol brilla y chispea en las ventanas, en los azulejos y en los curiosos lucernarios acristalados que adornan las cubiertas de algunos edificios. Hasta que se levant¨® en Lisboa la moderna Torre Vasco da Gama para la Expo?98, la de los Cl¨¦rigos fue el balc¨®n m¨¢s alto de todo Portugal y su perfil condujo a puerto durante siglos a los barcos que remontaban el r¨ªo cargados de mercanc¨ªas.
Tomando la Rua das Carmelitas se divisa enseguida la fachada neog¨®tica de la famosa librer¨ªa Lello e Irm?o, de la que dicen los que han visto muchas que es una de las m¨¢s bellas del mundo. Dentro, ba?ados por una luz dorada y alojados entre los ricos artesonados de paredes y techos, los libros parecen joyas, y viajan de una punta a otra de la librer¨ªa por los ra¨ªles del suelo en un enorme caj¨®n de madera. Pessoa est¨¢ en los estantes y en los mostradores, y tambi¨¦n, como es habitual, en las chapitas, cuadernos, tazas, imanes y en los mil objetos que uno puede llevarse como recuerdo de la visita.
Igual que en el resto de la ciudad, apenas se siente la sombra del poeta Eugenio de Andrade, que vivi¨® y muri¨® en la casa que hoy es su fundaci¨®n cerca de la desembocadura del r¨ªo. Por la Rua do Carmo se llega hasta la vasta plaza de Gomes Teixeira, que limita la iglesia barroca del mismo nombre con fachada de azulejos azules, donde tiene parada uno de los tres antiguos tranv¨ªas que a¨²n suben y bajan cuestas sorteando veh¨ªculos mal aparcados y peatones temerarios.
Se dir¨ªa que esta ciudad se esponja en sus grandes plazas: Cordoaria, Batalha, la Pra?a da Liberdade, que prolonga sus brazos por la elegante avenida dos Aliados hasta el majestuoso edificio del ayuntamiento; y se dir¨ªa que tambi¨¦n se recoge en multitud de plazas peque?as donde charlan los vecinos, picotean los gorriones y confluyen empedrados y escaleras. Oporto es solo la peque?a plaza donde desde hace a?os aprendo met¨®dicamente a ser ¨¢rbol, escribi¨® Andrade. Y luego se arremolina toda en el bullicio de la Rua Santa Catarina, donde sentada en la terraza del lujoso caf¨¦ Majestic miro el trasiego de la gente envuelta en el humo de los casta?eiros, escuchando al chico que canta una canci¨®n de Donovan acompa?ado por su guitarra. Casi todas las fachadas conservan los r¨®tulos y neones de los comercios m¨¢s populares de hace 50 a?os. Aqu¨ª resulta antig¨¹edad todo lo que vimos de ni?os, y te das cuenta de que las ciudades de adoqu¨ªn y escaparate rotulado en oro, de bares en penumbra y palomas ociosas en los balcones est¨¢n al borde de extinguirse. Las calles de Oporto se libran a¨²n de la impersonal monoton¨ªa que lucen hoy las nuestras, y por eso son una fiesta para la nostalgia.
Sardinas y ensalada
El tradicional Mercado do Bolh?o, en la paralela Rua S¨¢ da Bandeira, exhibe cierto abandono melanc¨®lico. A pesar de todo, muchos de sus puestos est¨¢n abiertos y ante ellos pasa lenta la vida cotidiana de Oporto. En el patio central, junto a las flores, varios chiringuitos ofrecen un men¨² sencillo a base de sardinas asadas y ensalada, que se puede completar al salir del mercado con alg¨²n dulce exquisito de la Confeitaria do Bolh?o, por la que tampoco parece correr el tiempo. No se tarda mucho en llegar caminando a la estaci¨®n de S?o Bento, pasando ante dos de los teatros con m¨¢s solera de la ciudad: el Rivoli y el de S¨¢ da Bandeira. De la estaci¨®n, con su atrio embaldosado y su gr¨¢cil estructura de hierro, se podr¨ªa decir ¡ªcomo la famosa librer¨ªa¡ª que es una de las m¨¢s bonitas del mundo. A dos pasos se alza la catedral, que desde su origen en el siglo XII ha ido cambiando de tama?o y estilo, a?adiendo tambi¨¦n elementos aut¨®ctonos como los azulejos pintados del hermoso claustro g¨®tico. Desde la muralla de la catedral se derrama el barrio da S¨¦ en una amalgama de tejados viejos hasta La Ribeira, hacia donde bajo perdi¨¦ndome por callejuelas empinadas que esconden tabernas de fado y escaleras con nombres como Escadas das Verdades.
Gu¨ªa
Dormir
Comer
- Hotel B&B Porto Centro? (www.hotel-bb.com). Desde 45 euros.
- Hotel Internacional (www.hi-porto.com). Desde 40 euros.
- O Comercial. Rua Ferreira Borges. Pal¨¢cio da Bolsa. Entre 13 y 30 euros.
- A Tasquinha. Rua do Carmo, 23. Entre 10 y 15 euros.
- Dom Tonho. Cais da Ribeira, 13-15. Unos 40 euros.
Quiz¨¢ La Ribeira sea la estampa m¨¢s universal de Oporto, con sus fachadas de colores y el Ponte de Dom Lu¨ªs I hincando sus pies de hierro en las dos orillas, y los antiguos barcos con vistosos emblemas y su carga falsa de barriles dormitando en el agua. En las d¨¢rsenas se puede adquirir billete para hacer una traves¨ªa por el Duero y pasar bajo sus seis puentes. Al abrigo de los muros del muelle se suceden las terrazas de los caf¨¦s y restaurantes que tambi¨¦n llenan la animada Pra?a da Ribeira, desde donde arranca la cuesta de la Rua dos Mercadores. Algunas gaviotas rondan y se posan junto a las mesas a compartir con la gente el suave panorama de Vila Nova de Gaia en la otra orilla. All¨ª est¨¢n las cavas y bodegas donde fermenta el vino con el nombre de la ciudad al que los ingleses a?adieron aguardiente para que resistiera las largas traves¨ªas en sus buques; muchas ofrecen visitas guiadas y catas de sus tres variedades: blanco, ruby y tawny. Habr¨¢ que probar esos vinos, me digo. Y al atravesar el puente de Dom Lu¨ªs I caminando y ver c¨®mo se mecen los reflejos de las casas sobre el agua, ya no s¨¦ si Oporto me gustaba m¨¢s desde arriba o ahora, con el voto de esa copa en los labios, desde aqu¨ª abajo.
Ana Esteban es autora de la novela La luz bajo el polvo (Ediciones del Viento).
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