¡®Vide-greniers¡¯, mercadillos a la francesa
Una ma?ana de rastro entre los cachivaches m¨¢s insospechados en Toulouse, la m¨¢s espa?ola de las ciudades francesas
Francia es un pa¨ªs f¨¢cil de visitar y dif¨ªcil de conocer. Demasiados ¨ªconos, t¨®picos y prejuicios se confabulan para distorsionar la mirada del viajero deslumbrado por la belleza a flor de calle de Par¨ªs, enamorado por la excelente gastronom¨ªa o al acecho del menor signo de chovinismo. Uno puede recorrer el pa¨ªs galo de una punta a otra con las obras completas de Balzac y V¨ªctor Hugo bajo el brazo ¨Cinteresante desaf¨ªo¨C y al final regresar a casa como quien vuelve de visitar una postal. Es un pa¨ªs de lectura compleja, donde los turistas se congregan en masa ante el esplendor de los Campos El¨ªseos mientras los franceses acuden por millares al Sal¨®n Internacional de Agricultura, la mayor feria del pa¨ªs, para deleitarse con un paseo entre tractores y terneros. ?D¨®nde puede el viajero encontrar el punto medio entre ambos polos, el tur¨ªstico y el gaulois? En otro tipo de feria masiva y popular conocida como vide-greniers, los mercados de pulgas franceses.
Los vide-greniers, literalmente vac¨ªa-desvanes, son peque?os rastros organizados por particulares, asociaciones o instituciones locales donde los participantes venden todo aquello que sobra en sus hogares. Cuando una asociaci¨®n de vecinos, por ejemplo, desea recaudar fondos para una causa, sus miembros regresan a casa, vac¨ªan sus armarios, buhardillas y trasteros, y el fin de semana desparraman un tenderete de cachivaches en la plaza m¨¢s cercana. Voil¨¤, un vide-grenier. En esencia, lanzan la casa por la ventana, la amontonan sobre un estand y que comience el mercadillo. Resulta habitual que compartan espacio con puestos de antig¨¹edades, venta ambulante y comida r¨¢pida, por lo que el conjunto adquiere un ambiente de coqueta fiesta de barrio muy a tono con el esprit convivial de las celebraciones francesas.
En cada regi¨®n francesa decenas de pueblos y ciudades celebran este tipo de mercados de segunda mano todos los fines de semana, agenda que se puede consultar en la web vide-greniers.org. Existe tal profusi¨®n y variedad que casi merece una investigaci¨®n sociol¨®gica: de juegos y juguetes para ni?os, especializados en material deportivo, para celebrar el fin del verano, o la llegada del oto?o, de ropa de invierno a partir de cuatro a?os, a nombre de la Casa Diocesana del Cristo-Rey o del Sindicato de Apicultura Meridional. El listado es inagotable. Los meses de oto?o son especialmente propicios para una ruta por los mercados de pulgas, pues con el arranque del nuevo curso medio pa¨ªs se deshace de lo acumulado durante el resto del a?o.
Una ma?ana barroco-'kitsch'
Toulouse, la m¨¢s espa?ola de las ciudades francesas, no es una excepci¨®n. En buena parte de sus barrios, cada s¨¢bado y domingo las plazas y parques se llenan de puestos a rebosar de discos de vinilo, ropa de segunda mano, enseres de cocina, herramientas, muebles, baratijas y cualquier cosa que el lector pueda imaginar entre un gato chino de la suerte y un daguerrotipo del siglo XIX. Sin embargo, el m¨¢s cl¨¢sico de estos mercados se ubica bajo los muros de la Bas¨ªlica de Saint-Sernin, donde los vendedores montan sus puestos sabatinos.
La arquitectura rom¨¢nica del templo como decorado de la invasi¨®n vintage que se extiende a sus pies resulta una experiencia barroco-kitsch de primer orden. Mu?ecas de porcelana hacen juego con los bajos relieves de escenas religiosas labrados en la piedra; un viol¨ªn sin cuerdas da la r¨¦plica a las campanadas que llegan desde lo alto del templo; un curioso trastea con un herrumbroso fusil de avancarga apuntando hacia las vidrieras, mientras los ac¨®litos se demoran en un puesto de m¨¢scaras africanas que restallan contra a la arquitectura de la bas¨ªlica como una nueva colecci¨®n de g¨¢rgolas.
Un cl¨¢sico que nunca falla son los viejos ¨¢lbumes de Ast¨¦rix y Ob¨¦lix como escoltas del busto de De Gaulle. En cualquier vide-granier que visite el viajero, ya sea en un peque?o pueblo o en la plaza c¨¦ntrica de una capital, puede estar seguro de que encontrar¨¢ a los irreductibles galos junto a la efigie del general y su mirada determinada hacia un horizonte que solo ¨¦l parece atisbar. Si en estos d¨ªas planea una escapada a Francia, no dude en acercarse a uno de estos mercados de pulgas. La cari?osa delicadeza con el que el p¨²blico pasa las hojas de los c¨®mics, as¨ª como la indiferencia, comentario burlesco o nostalgia reverente con la que los visitantes contemplan la mirada del general son un buen comienzo para comprender la Francia actual.
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