Los ¡®tifosi¡¯ de Verdi
El bar¨ªtono Ramon Gener viaj¨® a Italia, donde la m¨²sica se vive como el f¨²tbol y sus hinchas
Su programa This is Opera, en La 2, por el que le acaban de premiar en el Festival Zoom, arrastra una audiencia muy respetable en n¨²meros, pero a¨²n m¨¢s notable en entusiasmo. En sus libros, en sus colaboraciones en la SER y seguramente hasta en la cola del supermercado, el bar¨ªtono Ramon Gener sigue con su misi¨®n en la vida: desacralizar y popularizar la ¨®pera. Por eso le emociona recordar su primera excursi¨®n a tierras del compositor Giuseppe Verdi, donde el bel canto se vive como el f¨²tbol y sus hinchas.
?C¨®mo son esos tifosi de la ¨®pera?
Son fant¨¢sticos. El p¨²blico del teatro Regio de Parma se asigna la facultad de decidir qui¨¦n puede y qui¨¦n no puede cantar a Verdi. Son como los taurinos. Se dice que si quieres interpretarlo en cualquier lugar del mundo, antes tienes que pasar el examen del Regio.
?Cu¨¢ndo fue su primera vez?
Nunca la olvidar¨¦. Era el a?o 1990 o 1991 y yo estudiando canto. Hab¨ªa ahorrado y consegu¨ª una entrada en la ¨²ltima fila del gallinero para ver El trovador. Si fu¨¦semos ahora, ser¨ªa capaz de decirle en qu¨¦ silla exacta me sent¨¦. Me alucin¨® lo que pasaba en el escenario, pero sobre todo lo que pasaba entre el p¨²blico. Era un clamor, una locura, un rugir ante cualquier error¡
?Qu¨¦ hay que hacer para completar la ruta de Verdi?
Hay que ir a su casa natal en Le Roncole, cerca del pueblo de Bussetto; a Mil¨¢n, al Gran Hotel, donde se puede visitar la habitaci¨®n en la que muri¨®, y a las galer¨ªas Cristofori, que ahora son muy cutres, pero fueron importantes para Verdi. Por supuesto, a La Scala de Mil¨¢n, que te produce una enorme sacudida intelectual y emocional. Cuando entro all¨ª, cierro los ojos, respiro y me digo: ¡°Vale, a esto huele la ¨®pera¡±. Y tambi¨¦n hay que acercarse a Sant¡¯Agata, a la casa de Verdi. Cuando muri¨®, estipul¨® que su habitaci¨®n ten¨ªa que conservarse intacta, y as¨ª ha sido.
Aquello debi¨® de ser especial para usted¡
Bueno, es que me qued¨¦ tanto tiempo, mirando las partituras, que tuvieron que echarme. Me vinieron a buscar diciendo: ¡°Oiga, que cerramos¡±. Despu¨¦s he vuelto muchas veces y siempre paso un buen rato bajo el platanero que hay en el patio. He llevado a mucha gente all¨ª y por lo menos me sirve para revivir la emoci¨®n de la primera vez. Veo en sus caras que sienten lo que yo sent¨ª.
Bego?a G¨®mez Urzaiz
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