Comer como un emperador en Yuste
El pueblo de Cuacos y el monasterio, en la Vera cacere?a, fueron escenarios decisivos en la vida de Juan de Austria y de su padre, Carlos I
Hay una frase de P¨ªo?V que se me qued¨® grabada de un libro le¨ªdo en mi infancia: ¡°Hubo un hombre elegido por Dios cuyo nombre fue Juan¡±. Se refer¨ªa a don Juan de Austria. Antes fue un ni?o llamado Jerom¨ªn, bastardo de Carlos I y B¨¢rbara Blomberg.
De vida azarosa, heroica y breve, naci¨® en 1547 en Ratisbona. Su padre quiso que se criara en Espa?a. Al abdicar y retirarse a San Jer¨®nimo de Yuste en 1557, Carlos dispuso su traslado a Cuacos. En el monasterio le vio con frecuencia, sin que el ni?o conociera su parentesco.
En Cuacos veo una discoteca que se llama Jerom¨ªn, un torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n de la leyenda de la que me he imbuido, cerca de la plaza de Don Juan de Austria. Bonita y modesta, con forma de anfiteatro, se encuentra en ella la casa en la que vivi¨® el futuro h¨¦roe de Lepanto. Reformada como sede de la Mancomunidad, el exterior da una idea de c¨®mo ser¨ªa en esos tiempos. El porche con techo de madera y columnas de granito se abre a la plaza en la que brotan una fuente y una higuera sobre una gran pe?a. Las casas de adobe, con entramado de vigas y entejadas, son t¨ªpicamente veratas. Por aqu¨ª cerca, unos ni?os descalabraron a Jerom¨ªn. Llevados a Yuste, Carlos?I los perdon¨®. Desde entonces, a los de Cuacos se les llama ¡°los perdonaos¡±.
Bajo a la iglesia de la Asunci¨®n, monumento de inter¨¦s cultural, construida entre los siglos XIII y XVIII, donde seguramente rez¨® Jerom¨ªn. Es hermosa, dentro de su tosquedad. La encuentro cerrada. Una de esas ancianas de negro que quedan en los pueblos (ellas s¨ª que deber¨ªan ser monumentos de inter¨¦s cultural) me dice que el cura anda no s¨¦ d¨®nde, y que en Semana Santa sacan a la Virgen por la puerta de Santa Mar¨ªa.
Regreso al coche evitando la disco Jerom¨ªn como Dr¨¢cula los ajos. Recuerdo un cuadro del Prado, La presentaci¨®n de don Juan de Austria al emperador Carlos V en Yuste, de Rosales. En presencia de cortesanos y jer¨®nimos, la juventud se inclina ante la vejez. Me dispongo a ver la copia en el monasterio de Yuste.
Franqueando dos puertos
Conduzco hacia el cercano monasterio por una carretera rodeada de robledales, previamente informado por un lugare?o de que los monjes que ahora lo llevan son polacos, ¡°de esos que les gustan a las t¨ªas¡±. Con m¨¢s solemnidad y sentido de la historia, Carlos?I, viejo (para la ¨¦poca), achacoso y decepcionado por sus ¨²ltimos fracasos, dijo al atravesar el Collado de las Yeguas: ¡°No volver¨¦ a franquear otro puerto m¨¢s que el de la muerte¡±.
Si Par¨ªs bien vale una misa, el precioso monasterio bien vale una visita, que empieza por el patio renacentista, con setos de mirto, cipreses centenarios y una fuente octogonal. En la iglesia, g¨®tica tard¨ªa, hay una copia de La Gloria, cuadro de Tiziano en el que Carlos y su familia adoran a la Trinidad. El recorrido sigue por la cripta (con un pobre ata¨²d de madera que parece m¨¢s de carpintero que de emperador), el refectorio y la casa-palacio, que se asoma al patio g¨®tico. Castigada por la furiosa invasi¨®n napole¨®nica y la Desamortizaci¨®n, est¨¢ construida con ladrillo, mamposter¨ªa y piedra. En la sala, orientada al Sur, el emperador com¨ªa y despachaba. La visten cuadros, una mesa, sillas, una chimenea, una copia de la litera en la que se le transportaba. Desde un mirador, gozaba de las vistas de bosques y monta?as circundantes y de un estanque en el que pescaba. Ya en el dormitorio, con cortinajes negros en las paredes, veo la cama con dosel desde la que atend¨ªa la misa.
Migas con huevos fritos
Voy al antiguo castillo-palacio de Oropesa, del siglo XV, hoy parador. En septiembre de 1556, Carlos, viniendo de Flandes, desembarc¨® en Laredo con la intenci¨®n de retirarse en Yuste, quiz¨¢ confiando en que su clima aliviar¨ªa su gota. Transportado en una silla, franque¨® Gredos por Tornavacas. En Jarandilla de la Vera, el conde de Oropesa le aloj¨® mientras se acondicionaba Yuste. El porqu¨¦ el emperador de medio mundo eligi¨® este lugar apartado para retirarse, que implicaba un viaje dur¨ªsimo, es un enigma.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Monasterio de San Jer¨®nimo de Yuste (www.patrimonionacional.es). Abierto al p¨²blico de martes a domingo, de 10.00 a 18.00 (entre abril y septiembre, hasta las 20.00). Entrada, 7 euros.
Ya en el monasterio, Carlos renunci¨® a los goces de la carne. Prohibi¨® a toda mujer acercarse ¡°a una distancia de m¨¢s de dos tiros de ballesta so pena de doscientos azotes¡±. Sin embargo, sigui¨® disfrutando de la buena mesa. El recetario de su cocina era famoso. Le enviaban toneles de cerveza alemana y flamenca, ostras en hielo desde Lisboa, aceitunas de Sevilla, sardinas ahumadas, salmones, angulas, truchas, salchichas picantes y chorizos; adem¨¢s, por supuesto, de la caza. Adicto a la comida, su m¨¦dico hasta 1542, Francisco L¨®pez de Villalobos, critic¨® sus h¨¢bitos alimentarios: ped¨ªa siempre m¨¢s y exig¨ªa constantemente nuevos platos. Alternaba glotoner¨ªa con ayunos.
Almuerzo en soledad, al igual que Carlos?I, en su caso por el prognatismo que le dificultaba masticar, avergonz¨¢ndole. Me sirven unas aceitunas muy ricas en el comedor, con vigas de madera en el techo y cortinajes, mientras veo el bonito y se?orial patio con palmeras. Pido migas extreme?as con huevos fritos, sazonadas con piment¨®n de la Vera. De segundo, cochifrito de cabrito con pimientos rojos y verdes, todo regado con Equus, un tinto extreme?o muy rico. A punto de reventar, por un momento me siento como un emperador, pero sin gota, sin s¨ªfilis y sin re¨²ma. En suma, mucho mejor que un emperador.
Mart¨ªn Casariego es autor de la novela El juego sigue sin m¨ª (Siruela).
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