Nueva York en 70 claves
Todo lo que debes saber de la gran metr¨®poli estadounidense antes de lanzarte a descubrirla
1. Nueva York es la ciudad m¨¢s cosmopolita del mundo, entre su poblaci¨®n puede encontrar una diversidad cultural sorprendente, aunque si algo distingue a los residentes es su amor por la ciudad.
2. Nueva York se divide en cinco condados: Manhattan, Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island. Solo al primero se le conoce por Big Apple, la Gran Manzana.
3. La ciudad cuenta con dos aeropuertos internacionales: JFK (John Fitzgerald Kennedy) y La Guardia, en honor al alcalde que lo construy¨®, este ¨²ltimo m¨¢s orientado hacia los vuelos dom¨¦sticos.
4. Manhattan, que no Nueva York, recibe la friolera de 60 millones de visitantes al a?o, casi tanto como Espa?a entera, que es la tercera potencia mundial. La zonas m¨¢s frecuentadas por los turistas son, por este orden, Times Square, la Quinta Avenida, la esquina sureste de Central Park, el Empire State, el One World Trade Center (erigido sobre las ruinas de las Torres Gemelas), la? estatua del toro de Wall Street, Broadway y sus musicales, el Battersea Park de la Autoridad Portuaria, los barrios del Little Italy y el Soho, la Metropolitan Opera House del Lincoln Center, el Rockefeller Center y Columbus Circus, donde, por cierto, no existe ninguna referencia a Espa?a. A todos estos se le ha unido la High Line, la l¨ªnea f¨¦rrea sobreelevada convertida en paseo ajardinado, el mayor ¨¦xito urbano en Nueva York desde la construcci¨®n de Central Park. Otro hito tur¨ªstico es recorrer a pie el fabuloso puente de Brooklyn. La magnitud del Empire State Building cuando fue construido le hizo acreedor de un c¨®digo postal propio: el 10118.
5. En las calles de New York City (NYC) Uber ha superado en n¨²mero al taxi. Adem¨¢s de c¨®modo, pues no se paga en efec tivo al final de la carrera sino a trav¨¦s de la aplicaci¨®n, es m¨¢s limpio que la mayor¨ªa de taxis y seguramente tambi¨¦n m¨¢s seguro, pues sus conductores son evaluados constantemente por los clientes.
6. Orientarse en Manhattan no requiere mapa. El racionalismo de su ordenamiento urbano, en calles y avenidas numeradas, hace muy sencillo el tr¨¢nsito. Imprescindible al tomar el metro es saber si nos dirigimos al Uptown o al Downtown, norte y sur de la isla.
7. La circulaci¨®n por la acera es r¨¢pida, a veces ultrarr¨¢pida. Pero los residentes se mueven con orden. Hay que transitar por la derecha para no impedir el tr¨¢fico de los dem¨¢s viandantes. Lo m¨¢s molesto es caminar por el Midtown (la zona media de la isla), ya que est¨¢ atestado de turistas, especialmente en los meses de verano, con los que muchas veces te topas porque se han parado en medio de la acera a tomar fotograf¨ªas de los rascacielos.
8. Los neoyorquinos son gente eminentemente pr¨¢ctica. Lo cual significa que, como peatones, no tienen respeto alguno por los sem¨¢foros en rojo. En cuanto la calle o avenida quedan despejadas de veh¨ªculos, basta una ojeada hacia ambos lados para cruzarla sin sentir que est¨¢n infringiendo las normas de circulaci¨®n. Ninguna ley lo prohibe. La tradici¨®n anglosajona ense?a que la responsabilidad en este caso es personal, nunca institucional.
9. Los neoyorquinos no dan direcciones exactas de ad¨®nde se dirigen, ni por el n¨²mero de la calle ni por el distrito al que van. La manera de expresarlo es mediante la conjunci¨®n de una calle y una avenida. Por ejemplo, la octog¨¦simo octava con la primera. En ingl¨¦s se emplea la copulativa ¡®y': 84th and First.
10. Las calles se ven siempre atiborradas de gente. Pero nada comparado con el primer domingo de noviembre, cuando se celebra la Marat¨®n de Nueva York. Desde las aceras, dos millones de personas jalean a los corredores, cuya m¨¢xima gloria es ser finisher (quien llega a la meta, instalada en un lado de Central Park, junto al popular restaurante Tavern on the Park).
11. Esta metr¨®poli es un verdadero melting pot (cazuela) donde se hablan unos 800 idiomas, lo que la convierte en la ciudad con mayor diversidad ling¨¹¨ªstica del mundo. El 51% de la poblaci¨®n habla ingl¨¦s. El segundo idioma, el espa?ol, lo habla el 25%. Y el tercero es el chino, hablado por el 5,5% de la poblaci¨®n.
12. No es por ser escabroso, pero los parques de Madison Square, Washington Square, Union Square y Bryant Park fueron al principio cementerios.
13. Nueva York es una ciudad tan deseada por todos que solo permite calidad de vida a los millonarios. El resto vive en apartamentos m¨ªnimos a precio de oro, muchos de los cuales se caen de viejos. Sus due?os no los rehabilitan y apenas los mantienen. Los conductos el¨¦ctricos y las tuber¨ªas est¨¢n en un estado deplorable. Y, muchos de ellos, no tienen ascensores. Los alquileres de viviendas son incre¨ªblemente caros. En bastantes zonas, de media 250 d¨®lares (unos 250 euros) por metro cuadrado. Un apartamento de 15 metros cuadrados, muy com¨²n en Manhattan, puede llega a costar 4.000 d¨®lares al mes.
14. Curiosamente, la mayor inmobiliaria de Manhattan es la NYU (New York University), propietaria de una ingente cantidad de rascacielos donde operan su programa acad¨¦mico, sus laboratorios, sus centros hospitalarios, sus bibliotecas y sus dorm (dormitorios para los alumnos). Esta Universidad est¨¢ tan integrada en el alma de la ciudad que el d¨ªa de la graduaci¨®n la iluminaci¨®n del Empire State muda al violeta, que es el color corporativo de esta instituci¨®n acad¨¦mica.
15. Los apartamentos se rigen en dos modalidades: condominio y cooperativa. Los primeros son m¨¢s caros, aunque su adquisici¨®n, alquiler o utilizaci¨®n es libre. Lo que se compra es una propiedad horizontal. Los segundos dependen del consejo rector de la cooperativa, que ha de aceptar al comprador o inquilino previo dictamen. Lo que se compra es una participaci¨®n en la sociedad cooperativa.
16. Los apartamentos nuevos tienen todos una alarma antiincendios que puede llegar a activarse con un simple huevo frito.
17. Seg¨²n el ¨ªndice GoEuro, la hoteler¨ªa de Nueva York es la m¨¢s cara del mundo, a mucha distancia de la segunda: St. Moritz (Suiza).
18. A los neoyorquinos de pura cepa, cuando entablan una conversaci¨®n entre s¨ª, les gusta preguntar primero d¨®nde viven y, tambi¨¦n, cu¨¢l es su sueldo. Una relajada cuenta bancaria ayuda aqu¨ª a hacer amigos.
19. La oferta de supermercados es apabullante. As¨ª como los salones para hacerse la u?as. Las peluquer¨ªas son muy de barrio. Nada modernas. Las compras al por mayor, de alimentaci¨®n y moda, salen m¨¢s econ¨®micas en la cadena de almacenes Costco.
20. Los neoyorquinos miran constantemente el parte meteorol¨®gico. No tiene mucho fundamento urbano, pero las temperaturas extremas de la ciudad son objeto frecuente de conversaci¨®n.
21. Los inviernos son muy duros. En verano, el calor es extremado. En invierno, la ciudad permanece durante semanas, si no meses, bajo cero. En 2014 se registraron las temperaturas m¨¢s bajas desde 1849. Un d¨ªa la sensaci¨®n t¨¦rmica fue de -33?.
22. Los vecinos no saludan en el ascensor. Incluso a pesar de coincidir con ellos en innumerables ocasiones. Es frecuente abstraerse escuchando m¨²sica o consultando el m¨®vil en los ascensores. Su velocidad en los rascacielos comprime a veces los o¨ªdos.
23. Mucha gente tiene perros y gatos. La existencia de caimanes en el r¨ªo Hudson, producto de ser arrojados por algunos neoyorquinos a trav¨¦s del inodoro de sus viviendas, es leyenda urbana. Pero es frecuente toparse con uno o varios perros en el ascensor. La conversaci¨®n se suscita con ellos. No de vecino a su amo, sino al perro directamente.
24. En Nueva York hay edificios de viviendas en los que trabajan hasta 18 porteros. Unos se turnan, mientras otros ejercen en distintas funciones, como la de avisar al taxi, aposentarse en la puerta del garaje u ocupar el mostrador de recepci¨®n. Incluso numerosos edificios tienen sus propios handymen (encargados del mantenimiento de cada vivienda), que te cambian las bombillas y te sustituyen la nevera cuando no funciona. En Navidades se les da a cada uno de ellos propinas de entre 50 y 200 d¨®lares.
25. Cada a?o, las empresas de desrratizaci¨®n consultan puerta a puerta las necesidades de fumigaci¨®n de los domicilios.
26. Aunque muchas viviendas poseen lavadora y secadora, la mayor¨ªa de los neoyorquinos de toda condici¨®n llevan a lavar la ropa a la lavander¨ªa o tintorer¨ªa m¨¢s pr¨®ximas.
27. Las c¨¢maras fotogr¨¢ficas, y aun las de v¨ªdeo, anta?o tan populares entre los turistas, han disminuido notablemente desde que existen los dispositivos m¨®viles. El de mayor uso en la ciudad es el iPhone.
28. Aunque parezca incre¨ªble, existe una ley que proh¨ªbe las ventosidades en el interior de las iglesias, por muy despobladas que est¨¦n ¨²ltimamente. Una persona puede ser acusada de causar disturbios durante un servicio religioso, funeral, entierro o cualquier otro acto religioso por hacer ruidos molestos sin una raz¨®n espec¨ªfica. Sin embargo, es legal que una mujer haga topless en p¨²blico.
29. A los neoyorquinos les gusta andar, aunque su destino se encuentre a 30 manzanas. Pero tambi¨¦n utilizan mucho el metro, el sistema de transporte m¨¢s r¨¢pido. Con calefacci¨®n en invierno y aire acondicionado en verano.
30. El metro es sucio. El ajetreo es constante, d¨ªa y noche, pues nunca cierra. Con frecuencia los mendigos se internan en los vagones a pedir, y alguno hay que toca m¨²sica a cambio de una propina. Muchas estaciones sirven de escenario a m¨²sicos callejeros e incluso bandas musicales con amplificaci¨®n. La Estaci¨®n Central (Grand Central) es el eje suburbano de la ciudad. En sus corredores se puede escuchar en corro a varios m¨²sicos o bandas a la vez. El vest¨ªbulo, atestado de pasajeros, es una aut¨¦ntica obra de arte arquitect¨®nico. Merece la pena mirar la b¨®veda, aunque el mapa del firmamento est¨¢ pintado al rev¨¦s.
31. La Metrocard es una tarjeta que sirve para acceder indistintamente al metro y al autob¨²s. Su coste es de un d¨®lar y rellenarla al completo supone el gasto de 40 d¨®lares. Por lo general, cada trayecto cuesta 2,50 d¨®lares.
32. Desde hace tres a?os existe un servicio p¨²blico de bicicletas en numerosas calles y avenidas. Lo financia el Citibank; por eso, el servicio se llama City Bike. Uno de sus usuarios m¨¢s conocidos es Leonardo DiCaprio.
33. En verano, el nivel de frigor¨ªas del aire acondicionado en viviendas, en oficinas, en el metro o el autob¨²s rebasa los l¨ªmites tolerables (como para quedarse hecho un chupito en mangas de camisa). Es un despilfarro insostenible y nada ecol¨®gico. Pero que nadie les heble a los neoyorquinos de bajar su potencia.
34. La criminalidad es relativamente baja. Desde luego, nada que ver con la existente en los pasados a?os setenta y ochenta. No obstante, es recomendable no internarse por Hunts Point, Bedford-Stuyvesant, Stapleton, South Jamaica y Crown Heights. Manhattan es muy seguro, incluso a altas horas de la madrugada. El hecho de que numerosos comercios est¨¦n permanentemente abiertos ayuda bastante a mantener la seguridad ciudadana.
35. En los restaurantes, la propina es obligatoria. Pero se paga en funci¨®n de la calidad del servicio que se recibe. Entre el 15% y el 25%. La media radica en torno al 18% por un servicio satisfactorio. Los camareros apenas reciben salario, de ah¨ª que la propina cobre vital importancia en esta actividad. ?ltimamente, algunos establecimientos optan por no aceptar propinas y pagar un salario a sus camareros. La raz¨®n estriba en que la propina paga el servicio, pero no a los cocineros.
36. Sin ninguna inhibici¨®n, los locales piden el doggie bag (la bolsa del perro) cuando dejan algo en el plato. No porque vayan a alimentar as¨ª a sus mascotas, sino porque luego se lo comen en casa. Algunos vecinos con buena posici¨®n son capaces de hurgar en los cubos de basura que se acumulan por la noche en las aceras.
37. Los neoyorquinos tienen a gala dejar la basura en bolsas de pl¨¢stico sobre las aceras. Incluso muebles en estado de buen uso todav¨ªa. La raz¨®n es altruista: pueden serles ¨²til a alguien. Desde fuera se juzga esta actitud como un signo de cutrer¨ªo. Pero nada m¨¢s lejos que esta percepci¨®n. Los neoyorquinos son en general ahorrativos, austeros, sin caer en la taca?er¨ªa.
38. La salud es cara. Una consulta con hospitalizaci¨®n de urgencias llega a salir por $1.500, sin incluir el pago suplementario de unos 450 d¨®lares al m¨¦dico que te atiende. Se recomienda no enfermar jam¨¢s. Y, si llega el caso, puede salir m¨¢s barato pagar un billete de avi¨®n con destino a la Seguridad Social espa?ola. La norteamericana es m¨ªnima y apenas cubre gastos a los propios nacionales.
39. Los neoyorquinos, en abrumadora mayor¨ªa, viven solos. A veces esta soledad es deseada y sentida con orgullo por parte de los denominados singles. Los supermercados y el comercio en general ofrecen dosis individuales en sus estantes.
40. Nadie en Nueva York piensa en tiempo presente. Sus pensamientos y actividades siempre miran al futuro.
41. Para muchos, la ¨²nica raz¨®n de vivir en NYC es ganar dinero. Desde el broker de Wall Street al mensajero en bicicleta, la mayor obsesi¨®n cotidiana no es llegar a fin de mes, sino ganar dinero. Mucho dinero. Sin ning¨²n trauma de humildad. Al contrario que en las culturas latinas, la exhibici¨®n de lo ganado es una virtud. Una muestra de que el culto al self made man norteamericano sigue en vigor. Nueva York representa lo m¨¢s cotizado del sue?o americano.
42. La tolerancia de los neoyorquinos es ejemplar. A menudo se soportan estoicamente las molestias causadas por el tr¨¢fico andante, o por los vecinos del inmueble. Y, con demasiada frecuencia, por el creciente n¨²mero de gente sin hogar que puebla las calles, los parques y los requiebros de los edificios. La proporci¨®n de inmigrantes extranjeros supera hoy el 30%. Y la convivencia entre todos es mucho m¨¢s llevadera que en la mayor¨ªa de las ciudades del mundo.
43. Juzgar y, m¨¢s a¨²n, prejuzgar es casi un t¨¦rmino prohibido en el diccionario de los neoyorquinos. Todo cuanto acontece en la calles, cr¨ªmenes incluidos, llama poco la atenci¨®n a los viandantes.
44. En la acera, en el metro, mejor no cruzar la mirada con nadie. Puede resultar inquietante, incluso ofensivo. La cantidad de personas con alg¨²n problema mental es llamativa. Muchos hablan consigo mismo mientras caminan. Otros vociferan quejas de un lado a otro de la acera. Hay quienes orinan en los alcorques de los ¨¢rboles. Es importante no responder a las llamadas provocativas de algunos perturbados. Quiz¨¢ lo ¨²nico que saque de sus casillas a los neoyorquinos es cuando el metro se retrasa o se estropea. Algunos se quejan a grito pelado hacia ninguna parte.
45. En las v¨ªas del metro, aqu¨ª conocido como subway, suelen verse ratas y cucarachas. En general, la gente responde con indiferencia a sus merodeos.
46. El ejercicio personal de tolerancia lleva a aceptar que la basura y el mal olor se acumule en las aceras. Los neoyorquinos soportan a veces el olor f¨¦tido sin problemas.
47. Los olores, estos algo m¨¢s agradables, se suceden en la calle. No solamente por el vapor de las tintorer¨ªas, sino sobre todo por la mir¨ªada de food trucks (camiones que sirven comida) que las pueblan. Huele a az¨²car, a glutamato, a pizza, a kebab y, tambi¨¦n, fuertemente, a curry. Nadie pone el menor remilgo a consumir sus elaboraciones. Algunos puestos figuran incluso en las gu¨ªas gastron¨®micas y soportan por ello largu¨ªsimas colas. Muchos de estos puestos se instalan enfrente mismo de los restaurantes, sin que los profesionales emitan ninguna queja al respecto. Gran parte de estas camionetas pertenecen a reci¨¦n inmigrados.
48. No obstante, los neoyorquinos o los norteamericanos en general no sienten mucha inclinaci¨®n hacia la gastronom¨ªa. Qu¨¦ cabe pensar de un pueblo que come mientras camina. Lo ¨²nico verdaderamente apetitoso son las hamburguesas. Pero dicho esto, conviene matizar que algo est¨¢ cambiando a pasos agigantados, y una generaci¨®n de chefs cada vez m¨¢s nutrida est¨¢ d¨¢ndole a la ciudad una vuelta gastron¨®mica y creando una atm¨®sfera gourmet en la que abundan los buenos y sabrosos restaurantes con buena relaci¨®n calidad/precio.?
49. Por cierto, las pizzas se comen aqu¨ª con las manos. En todas partes, por la calle y en los restaurantes italianos. M¨ªrate alg¨²n cap¨ªtulo de Sexo en Nueva York para verificarlo.
50. Es igualmente un h¨¢bito generalizado beber caf¨¦ por la calle. Las cafeter¨ªas Starbucks hacen aqu¨ª furor. Pr¨¢cticamente hay una en cada manzana.
51. Los neoyorquinos soportan con mayor estoicismo que otros habitantes las colas. Se hace cola para todo. Se dir¨ªa que la cola es un espacio de convivencia necesario. Los extranjeros llegan incluso a pensar que a los neoyorquinos les encanta hacer cola. Stay on the line (Guarde la cola) es un lema frecuentemente inscrito en centros comerciales.
52. El mirar hacia arriba es propio de los turistas, no de los locales. King Kong tiene poca credibilidad. M¨¢s que un simio escale el Empire State lo extra?o ser¨ªa que los neoyorquinos lo hubieran notado.
53. Abundan los bares de estilo ingl¨¦s e irland¨¦s. En ellos se proyecta en varias pantallas los partidos de la NBA (Baloncesto), NFL (f¨²tbol americano) y la NHL (hockey sobre hielo). En invierno, el d¨ªa grande de los deportes es la Superbowl de f¨²tbol americano, de la que se dice que es un largo anuncio publicitario interrumpido con frecuentes secuencias de juego. En verano, la programaci¨®n exhibe preferentemente el b¨¦isbol (American League y National League, que se juegan entre s¨ª la MLB). El equipo de la ciudad domina la historia de este deporte, con 40 t¨ªtulos obtenidos hasta ahora. El Yankee Stadium es un t¨®tem tan sagrado como el Madison Square Garden.
54. En bares m¨¢s refinados, sobre todo los abiertos dentro de los hoteles de moda, es frecuente encontrarse a alg¨²n famoso compartiendo barra. Madonna frecuenta, por ejemplo, el bar del hotel Tribeca Grand. Los escritores bohemios siguen acudiendo al bar del Algonquin, uno de los hoteles m¨ªticos de la ciudad.
55. A pesar de la multitud de latinoamericanos llegados en los ¨²ltimos a?os, conviene guardar las distancias con los neoyorquinos. El concepto 'invadir el espacio ajeno' debe ser tenido muy en cuenta. Cualquier aproximaci¨®n puede ser malinterpretada, aunque siempre tolerada.
56. Las calles del Financial District est¨¢n atiborradas de snobs. Y cada vez m¨¢s frecuentadas por hordas de turistas obsesionados con hacerse un selfie frente al edificio del Stock Exchange (la Bolsa) o la escultura bronc¨ªnea del toro (a los alcistas en Bolsa aqu¨ª se les llama bullish), y, desde hace unas semanas, y al menos hasta dentro de un a?o, de la Fearless girl (La ni?a sin miedo), de la artista Kristen Visbal, colocada, desafiante, frente al toro del escultor Arturo Di Modica.
57. Quien necesita alguna ayuda de los neoyorquinos en la calle debe saber que su inclinaci¨®n natural es la amabilidad. No obstante, la pregunta debe ser corta y al punto.
58. El atuendo de los neoyorquinos es libre, caprichoso y un punto desali?ado. Hasta los ricos visten con cierta desinhibici¨®n. Claro que tambi¨¦n es costumbre vestir con elegancia cuando se va a la ¨®pera o un restaurante de post¨ªn. En invierno, la poblaci¨®n suele abrigarse bien, con mucha ropa t¨¦cnica y gorro de lana o fibra sint¨¦tica. En verano abundan las gorras deportivas con la divisa NY de los Yankees, el equipo de b¨¦isbol de Nueva York.
59. El habla es correcta, y no solo pol¨ªticamente. En la calle no se oye decir fuck (follar), ni motherfucker (derivado del vocablo anterior a?adiendo la palabra madre en el sentido de cabr¨®n o hijo de puta), ni siquiera shit (mierda). Las pel¨ªculas exageran una costumbre que, si acaso, permanece encerrada en los guetos multiculturales del Bronx. No en Manhattan.
60. Es asombrosa la cantidad de gente que sale a la calle en sandalias, incluso en los rigurosos meses de invierno. El calzado por antonomasia en la ciudad es la zapatilla deportiva, mayoritariamente de la marca Nike.
61. Central Park se atiborra cada domingo de runners, marchadores, ciclistas y simples paseantes en busca de un ef¨ªmero contacto la naturaleza. A pesar de ello, el neoyorquino se escapa poco de su ciudad. Pr¨¢cticamente no existe el turismo rural en sus alrededores. Los lugares de asueto, en cualquier caso, son el Upstate, al norte de la ciudad; Long Island, al nordeste, y las Adirondacks, donde se esqu¨ªa en multitud de estaciones. Lake Placid fue escenario en 1980 de las Olimpiadas de Invierno.
62. La pista de patinaje sobre hielo del Rockefeller Center no es la ¨²nica que alegra las Navidades. Pr¨¢cticamente todos los parques grandes albergan una. Central Park incluso dos.
63. Las Navidades marcan un hito en las calles y en los comercios de la ciudad. Son exactamente como se ven en las pel¨ªculas. Todos los edificios, las tiendas y las aceras aparecen engalanados con ricos y originales motivos navide?os. La apoteosis se vive en los escaparates de la Quinta Avenida, cada a?o distintos, cada invierno mas tecnol¨®gicos. La fachada de los almacenes Sacks ofrece cada cinco minutos un ensordecedor espect¨¢culo de luz y sonido, contemplado por una mir¨ªada de personas ¡ªpreferentemente turistas¡ª, desde la plaza que da acceso al Rockefeller Center. Times Square y sus alrededores atraen cada Nochevieja a m¨¢s de dos millones de personas. Dif¨ªcil acceder a sus inmediaciones, salvo que se madrugue el d¨ªa anterior.
64. Los cielos de Nueva York son dignos de verse y retratarse con ellos. Cualquier rascacielos atesora un punto de observaci¨®n.
65. La poblaci¨®n jud¨ªa es numerosa y muy influyente. Sus nombres se acu?an como miembros benefactores en multitud de museos y parques. Actualmente se est¨¢ recuperando su antiguo barrio, Harlem, al noroeste de la isla.
66. La poblaci¨®n hispana (latinoamericana, que no espa?ola) es la m¨¢s numerosa despu¨¦s de la anglosajona. En cualquier parte se oye hablar espa?ol. Ning¨²n turista cuya lengua sea esa podr¨ªa perderse en la ciudad. El barrio del Spanish Harlem, en el noreste de Manhattan, conocido popularmente como ¡®El Barrio¡¯, es mayoritariamente de habla hispana.
67. Hablar como un local significa no darle tanta importancia a lo que dices, sino c¨®mo lo dices. Los neoyorquinos son conocidos por ser directos, obstinados y seguros. Tambi¨¦n, por hablar mucho y en voz alta.
68. La solidaridad ciudadana es admirable, sin edad ni condici¨®n social. Durante el hurac¨¢n Sandy, que caus¨® enormes destrozos en Manhattan, Brooklyn y Queens, se comprob¨® ese car¨¢cter colaborador y unitario del neoyorquino. No hay vecino que no contribuya a alguna causa o sea miembro benefactor de un parque o un museo. Serlo del Metropolitan da derecho de asistencia a sus veladas teatrales y musicales. Serlo del MOMA concede la gracia de una visita a hora temprana, de nueve a diez de la ma?ana, sin apenas gente dentro. Central Park y otros parques mantienen sus bancos gracias a quienes contribuyen a su sostenimiento con placas met¨¢licas adheridas a sus respaldos.
69. Gracie Mansion, la residencia oficial del alcalde de Nueva York, actualmente el dem¨®crata Bill de Blasio, se encuentra en el Carl Schulz Park, a orillas del East River. El anterior alcalde, el potentado de los medios de comunicaci¨®n Michael Bloomberg, mantuvo un idilio con Nueva York que le llev¨® a ganar tres elecciones. Bloomberg se dej¨® muchos millones de d¨®lares de su fortuna en obras para la ciudad.
70. Una costumbre inveterada es leer a diario el peri¨®dico The New York Times. Es signo de status y de cultura urbana.
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