Abad¨ªa Samitier, monta?as de calma y sabores de la huerta

Arturo Gast¨®n es un profesional de la comunicaci¨®n gastron¨®mica con una dilatada carrera en Arag¨®n. Y, como relator en esencia, su cometido en este proyecto que nace en las monta?as pr¨®ximas a A¨ªnsa, en pleno Pirineo de Huesca, pretende revivir la historia del mos¨¦n que habit¨® una casa de piedra se?alada como de 1653 en el dintel de la entrada. La peque?a localidad de Samitier aporta silencio a los pies de la colina hom¨®nima, desde cuya torre albarrana del siglo XI se domina el cauce del r¨ªo Cinca y el embalse de Mediano. La experiencia de ascender al mirador del castillo es dif¨ªcil de olvidar.

Piedra sobre piedra, arco tras arco, la casa del mos¨¦n fue visti¨¦ndose con ropajes gregorianos, revocos cuidadosos, lechadas de cal natural, saneamiento de las viejas vigas de roble macizo y abrigamiento de las ventanas y los ventanucos que los siglos respetaron aqu¨ª pese a los rigores serranos. No hubo que hacer ninguna obra singular tras la restauraci¨®n que inici¨® un ac¨®lito de las rehabilitaciones rom¨¢nicas antes de que Gast¨®n se hiciera cargo de la vivienda y la transformara en hotel con encanto. Su estado de conservaci¨®n depar¨® tantas alegr¨ªas que en la intervenci¨®n apenas hubo que colgar cuadros aleg¨®ricos de la ¨¦poca de san Emeterio y alg¨²n aguafuerte contempor¨¢neo. En su af¨¢n de agasajo invirti¨® en unos colchones que deb¨ªan ofrecer el m¨¢s eficiente somn¨ªfero y en una p¨¦rgola que aproxima el huerto a la mirada curiosa de los hu¨¦spedes.

Su esposa, Raquel Mart¨ªnez, que le aguz¨® en el empe?o, despliega tal dominio del campo, la huerta y la cocina que deja a los comensales sin ganas de levantarse de la mesa. Para qu¨¦ abundar en detalles si todo el mundo a?ora en estos tiempos de espumas y gelatinas las viejas recetas de pueblo.

Pero entremos en la casa si el jard¨ªn se pone oto?al y el calor de la chimenea invita a ver caer las hojas tras los cristales. En la planta baja se encuentra el comedor, la cocina y el hogar propiamente dicho. Arriba se distribuyen las dos suites familiares, rotuladas como la Alcoba del Mos¨¦n y la Alcoba de la Torre. M¨¢s arriba, en el tercer piso, la suite Alcoba de la Iglesia nos obliga a una genuflexi¨®n ante la ba?era, provista de sales de ba?o gratuitas, y a la elevaci¨®n del esp¨ªritu por su acceso directo a la biblioteca de la abad¨ªa. Con las ventanas abiertas de par en par, el esp¨ªritu sale de excursi¨®n hacia el campanario de la iglesia de San Miguel Arc¨¢ngel, siglo XVII, y la dentellada de escualo que dibujan en el horizonte las crester¨ªas pirenaicas.