10 experiencias para descubrir Etiop¨ªa
De la ins¨®lita depresi¨®n del Danakil a las m¨ªticas Fuentes del Nilo Azul, un viaje m¨¢gico por el pa¨ªs de la Reina de Saba
En Etiop¨ªa hasta las leyendas m¨¢s descabelladas parecen convertirse en realidad. Es la tierra del Preste Juan, el legendario y esquivo rey cristiano que cre¨® un reino donde estaba la fuente de la eterna juventud. Es tambi¨¦n la tierra de la reina de Saba, de la que supuestamente descend¨ªan todos los emperadores et¨ªopes hasta Haile Selassie. En Etiop¨ªa hay culturas y pueblos que viven todav¨ªa en la prehistoria pero tambi¨¦n castillos de estilo europeo, monasterios excavados en roca a los que solo se llega escalando verticales paredes, las m¨ªticas fuentes del Nilo e incluso un templo donde se guarda, cuenta la leyenda, el hist¨®rico Arca de la Alianza¡ S¨ª, el Arca Perdida de Indiana Jones.
Etiop¨ªa resulta siempre sorprendente para los viajeros, incluso para quienes ya conocen otras zonas de ?frica. Sus paisajes componen un escenario perfecto para la aventura, desde monta?as donde practicar senderismo por encima de 3.000 metros de altitud a la depresi¨®n del Danakil, el punto m¨¢s bajo del continente africano. Y entre ambos extremos se extienden asombrosos desiertos, vertiginosos ca?ones, una espl¨¦ndida sabana, extensos lagos y altas mesetas.
Pero Etiop¨ªa es extraordinaria por su historia: un pa¨ªs mayoritariamente cristiano y el ¨²nico en ?frica que escap¨® al colonialismo europeo y conserva parte de su identidad cultural. Aqu¨ª naci¨® Lucy, una de nuestras antecesoras m¨¢s c¨¦lebres, el original reino de Aksum y una singularidad religiosa ¨²nica en ?frica: a la implantaci¨®n del cristianismo se une el rico abanico ¨¦tnico de los pueblos surma, afar, mursi, karo, hamer, nuer y a?uak, que conservan sus tradiciones pr¨¢cticamente intactas.
1 Visitar las iglesias de Lalibela
Aunque hayas visto previamente muchas fotos, nada te prepara para contemplar por primera vez las iglesias rupestres de Lalibela. Son la gran joya del pa¨ªs y su reclamo tur¨ªstico mas conocido. Excavadas por completo en la roca, a¨²n siguen utiliz¨¢ndose como espacio de culto. Inmensas, art¨ªsticamente refinadas y magn¨ªficamente conservadas, son patrimonio mundial, una de las maravillas del mundo y, por supuesto, el principal tesoro del cristianismo ortodoxo et¨ªope. Arquitect¨®nicamente ¨²nicas, est¨¢n adornadas con pinturas que cobran vida cuando los sacerdotes y peregrinos, vestidos de blanco, entonan sus c¨¢nticos.
Hay quien aconseja visitar Lalibela durante la Epifan¨ªa (Timkat), cuando cientos de miles de personas acuden a un ceremonial colorido y ¨²nico, pero resultan sobrecogedoras el resto del a?o, conservando ese temor reverencial hacia Dios y los ritos del cristianismo en su ver?si¨®n m¨¢s antigua e inflexible. Construidas bajo el nivel del suelo, se distribuyen en dos grupos y para visitarlas todas es necesario un d¨ªa completo. La m¨¢s conocida y fotografiada es Bet Giyoris, la iglesia de San Jorge, obra maestra de la ciudad, con tres plantas excavadas y una proporcionada forma de cruz griega.
Una recomendaci¨®n: recorrer los rurales alrededores de Lalibela, para descubrir otras iglesias y monasterios de dise?o, estilo y antig¨¹edad muy diversos. Muchos est¨¢n escondidos y requieren de un gu¨ªa para dar con ellos, pero la experiencia compensa el esfuerzo.
2 Senderismo por las monta?as Simien
Un paisaje tan impresionante como irreal de profundos ca?ones y escarpados picos de formas extravagantes se despliega ante los ojos del viajero en el parque nacional de las monta?as de Simien, declaradas patrimonio mundial. Se trata de una de las cordilleras m¨¢s bonitas de ?frica, un enorme altiplano salpicado de barrancos y pin¨¢culos en el que algunas especies end¨¦micas de Etiop¨ªa ¨Cdesde los d¨®ciles babuinos gelada hasta la cabra mont¨¦s y el escurridizo lobo et¨ªope, del que apenas quedan 100 ejemplares¨C conviven pac¨ªficamente con los senderistas. Tambi¨¦n se pueden ver primates como los colobos y los papiones sagrados.
Un paisaje que provoca emoci¨®n, la sensaci¨®n de que estamos en un lugar ¨²nico y apartado del resto del mundo. Tanto si se visitan dando un paseo de 15 minutos desde la carretera hasta el mirador sobre el ca?¨®n y la cascada Jimbas (preferiblemente durante la estaci¨®n de lluvias) como si optamos por una ruta de senderismo de dos semanas, las Simien son un excelente complemento a los monumentos de la Ruta Hist¨®rica.
3 Dentro de un laberinto en Harar
Para muchos, la ciudad m¨¢s fascinante de Etiop¨ªa es Harar, donde la religi¨®n prioritaria es el islam. Una especie de isla en medio del cristianismo mayoritario, algo que trasciende en sus gentes e incluso en su paisaje urbano. Declarada patrimonio mundial, Harar es un mundo aparte con 368 callejones en apenas un kil¨®metro cuadrado que recuerdan m¨¢s a la vieja medina de Fez que a una ciudad del Cuerno de ?frica.
Perderse por las sinuosas callejuelas de Harar es tan irresistible como viajar a una ¨¦poca remota, y despu¨¦s est¨¢n las hienas. Estos gran?des carn¨ªvoros deambulan por la ciudad ¨Cdos familias se encargan de alimentarlas¨C y es posible cruzarse con ellos si se sale a pasear de noche. Un encuentro singular (e inofensivo).
La antigua ciudad amurallada (conocida como Jugal) est¨¢ rodeada de gruesos muros de 5 metros de alto construidos en el siglo XVI y se ha conservado pr¨¢cticamente intactos, con sus seis puertas. Intramuros, aguarda un laberinto de estrechas y tortuosas callejuelas repletas de edificios hist¨®ricos, como 82 peque?as mezquitas (dos del siglo X), m¨¢s de 100 santuarios y tumbas, y unas 2.000 casas tradicionales. Adem¨¢s, si uno acaba perdi¨¦ndose realmente en este laberinto, no ser¨¢ por mucho tiempo: la ciudad es tan compacta que siempre se termina dando con un muro o una calle m¨¢s ancha que con?duce a Feres Magala (mercado de caballos), la bulliciosa plaza central, punto de encuentro de la comunidad que vive dentro del recinto amurallado, como mujeres ataviadas con coloridos vestidos de colores y artesanos realizando sus oficios en las puertas de sus casas.
Toda visita a Harar exige tambi¨¦n pasear por sus ca¨®ticos mercados, frecuentados sobre todo por los oromo, as¨ª como una visita al museo de Arthur Rimbaud; el poeta franc¨¦s vivi¨® en esta ciudad a principios del siglo XX. Cuenta con una colecci¨®n de fotos de Harar a principios del siglo XX (algunas realizadas por el propio Rimbaud) que permiten comparar la ciudad que encontr¨® el poeta con la que podemos ver actualmente.
4 Recorrer los palacios de Gondar
Lo fascinante no es lo que Gondar es hoy, sino lo que fue. Conocida como la Camelot de ?frica por su aire medieval y las leyendas que la envuelven, aunque actualmente es una ciudad t¨ªpicamente africana con casas de tejados de hojalata por encima de ellas sorprenden los muros de una Ciudad Imperial, con media docena de palacios. Aqu¨ª es donde vivi¨®, en el siglo XVII, Pedro P¨¢ez, un jesuita madrile?o que logr¨® granjearse la amistad y la confianza del emperador, dise?¨® la construcci¨®n de varios de estos palacios de aire europeo, le acompa?¨® en sus viajes y, sobre todo, describi¨® por primera vez las Fuentes del Nilo Azul. Un personaje excepcional reivindicado desde hace pocos a?os.
Fuera de los muros hay lugares tan evocadores de su historia como los ba?os de Fasiladas, el complejo de Kuskuam y la iglesia de Debre Birhan Selassie, una de las m¨¢s bonitas de Etiop¨ªa (Debre Berhan Selassie), con un interior de fabulosos frescos y un techo pintado con hileras de querubines. La iglesia es?tuvo a punto estuvo de ser destruida en la d¨¦cada de 1880 pero cuando los derviches sudaneses aparecieron frente a su entrada surgi¨® un enorme enjambre de abe?jas del recinto que ahuyent¨® a los invasores. Es el pre¨¢mbulo para visitar la joya de Gondar, su recinto real, que nos desvela la inmensa riqueza que debi¨® de acaparar esta ciudad. El recinto, de 70.000 metros cuadrados, alberga numerosos castillos y palacios y ha sido restaurado con la ayuda de la Unesco.
Gondar es uno de los mejores rincones de Etiop¨ªa para celebrar el Timkat, la Epifan¨ªa copta que conmemora el bautismo de Cristo con tres d¨ªas de celebraciones que empiezan el 19 de ene?ro. La v¨ªspera de la fiesta, un cortejo procesional lleva los tabot (reproduc?ciones del Arca de la Alian?za) desde la iglesia hasta un cercano curso de agua. A la ma?ana siguiente, los tabot son llevados de nue?vo a la iglesia mientras los fieles cantan y bailan. Tambi¨¦n es especialmente interesante el Timkat de Askum, menos multitudinario que el de Gondar y celebrado en los ba?os de la Reina de Saba.
5 Viajar en el tiempo en el valle del Omo
La otra cara de Etiop¨ªa est¨¢ en el valle bajo del r¨ªo Omo, donde se vive a un ritmo muy diferente, al margen de la sociedad moderna. Viajar hasta aqu¨ª es como hacer un trabajo de campo etnogr¨¢fico en el que se encuentra, no una, sino muchas culturas diferentes: desde los mursi y sus platos labiales hasta los banna con sus sombreros de calabaza, o los karo con sus cuerpos pintados.
Aqu¨ª tambi¨¦n tienen lugar ceremoniales y rituales que nos resultan sorprendentes ¨Ccomo la ceremonia del salto del toro de los hamer¨C pero hay que reparar tambi¨¦n en el paisaje circundante: desde llanuras secas y abiertas de sabana hasta bosques de alta monta?a y r¨ªos como el Omo, que serpentea durante casi 800 kil¨®metros desde Ad¨ªs Abeba has?ta el lago Turkana, en la frontera con Kenia.
La visita al valle del Omo, eso s¨ª, suele convertirse a menudo en una especia de safari humano, en el que los aldeanos posan para los turistas, los billetes cambian de manos y los visitantes montan de nuevo en su Land Cruiser hasta la pr¨®xima parada. Para evitarlo hay que tomar la iniciativa ¨Cla mayor¨ªa de los gu¨ªas se limitan a negociar el precio de las fotos¨C y al visitar estos poblados lanzarse a hablar con sus habitantes de t¨² a t¨², o aloj¨¢ndose una noche o dos en una aldea si llevamos tienda y provisiones. Solo as¨ª ser¨¢ posible experimentar la aut¨¦ntica vida local, una vez que los grupos tur¨ªsticos se hayan ido de la zona.
6 Escalar hasta las iglesias de Tigray
Los paisajes del norte de Tigray parecen sacados de un cuento de hadas africano. La brillante luz ba?a afilados picos que se alzan hacia el cielo desde un semidesierto de olas de arena. Las llanuras estrati?ficadas, sobre todo entre Dugem y Megab, en la regi¨®n de Gheralta, conducen a inevitables comparaciones con el des¨¦rtico suroeste de Estados Unidos.
Ocultas como tesoros perdidos en el ¨¢rido paisaje, las antiguas igle?sias rupestres de Tigray (m¨¢s de 120) son un fascinante contrapunto a los c¨¦lebres templos de Lalibela. De innegable importancia hist¨®rica y art¨ªstica, fueron excavadas en acantilados, construidas en cuevas o erigidas en puntos elevados de acceso inve?ros¨ªmil: llegar hasta la mayor¨ªa de ellas conlleva largas caminatas y, en ocasiones, una buena dosis de valor (requieren escalar muros verticales). M¨¢s all¨¢ de las m¨¢s conocidas, es probable que el viajero est¨¦ pr¨¢cticamente solo cuando las visite, incluso en temporada alta.
Casi todas las iglesias est¨¢n desperdigadas por el este de Tigray. Hawzien y la zona circundante suelen ser las bases preferidas por los viajeros. El grupo de iglesias de Gheralta (alrededor de 30) es el m¨¢s famoso y el m¨¢s visitado.
7 Caminar entre lobos en Bale
El lobo et¨ªope es uno de los animales m¨¢s raros del mundo y no es f¨¢cil observarlo, a no ser que viajemos a la meseta de Sanetti (4.000 metros), en el hermoso parque nacional de las Monta?as Bale. Al llegar desde Dodola, las crestas orientales parecen fortalezas, mientras hacia el norte sobresalen cumbres rocosas m¨¢s suaves y redondeadas. El avistamiento de especies salvajes comienza en cuanto la carretera atraviesa las praderas de Gaysay, hogar de la mayor concentraci¨®n de grandes mam¨ªferos de todo el pa¨ªs.
Adem¨¢s, podemos disfrutar de los bosques de Harenna despu¨¦s de recorrer la carretera m¨¢s alta de ?frica, transitable durante todo el a?o, que previamente atraviesa el parque de Bale y sube a la meseta de Sanetti, desde donde podemos acceder en todoterreno a la cima del Tullu Deem-tu (4.377 metros).
Resulta recomendable salir muy temprano para llegar al parque cuando los lobos et¨ªopes salen en busca de alimento. En estas monta?as hay ca?ones profun?dos, lagos alpinos, arroyos, casca?das, corrientes de lava y vistas que se extien?den hasta el infinito. Probablemente ser¨ªan tan populares como las monta?as Simien si no estuvieran en una zona tan remota.
8 Descender al infierno en Danakil
Situada en territorio volc¨¢nico, esta ins¨®lita regi¨®n podr¨ªa resumirse gr¨¢ficamente en un lago de lava permanente y una enorme extensi¨®n de rocas sulf¨²ricas. Sorprendentemente es una zona habitada ¨Clos cordiales afar sobreviven en las sofocantes planicies agrietadas¨C pero viajar hasta aqu¨ª no es f¨¢cil (y solo es posible como parte de una excursi¨®n organizada) debido a la falta de infraestructuras y a las tempe?raturas extremas. Algo que hace de la inh¨®spita depresi¨®n de Danakil una experiencia viajera ¨²nica.
Danakil es uno de los lugares m¨¢s calurosos e inh¨®spitos de la Tierra, con temperaturas que rondan a menudo los 50?C, paisajes sorprendentes y ausencia total de hoteles, restaurantes y carreteras convencionales. Danakil tiene un lago de lava, burbujeantes volcanes iluminando el cielo nocturno, montes sulfurosos de formas caprichosas y es?pejismos de camellos cruzando lagos de sal. El lugar m¨¢s impresionante es el volc¨¢n Irta¡¯ale (613 metros), que lleva en erupci¨®n desde 1967. Su peque?o cr¨¢ter sur es uno de los ¨²nicos lagos permanentes de lava del planeta. La ascensi¨®n hasta ¨¦l es larga (15 kil¨®metros, entre 3 y 4 horas de marcha) pero no muy pronunciada.
Otra de las atracciones imprescindibles en Danakil, a 20 kil¨®metros al norte de Hamedela, es el Dallol, con extensas y retorcidas for?maciones de azufre y ¨®xido de hierro ti?en de amarillo y naranja un paisaje que parece un arrecife de coral. La base de la colina, a 125 metros por debajo del nivel del mar, es el lugar a menor altura de Etiop¨ªa y el lugar m¨¢s caluroso de la Tierra, con una tempera?tura media de 34,4¡ãC durante todo el a?o. Los afar extraen bloques de sal del lecho seco y agrietado del lago Asale, junto al Dallol, y las famosas caravanas de camellos cargan aqu¨ª la sal y es posible parar a verlo.
Mucho menos conocido es el lago Afdera, apenas visitado, a 60 kil¨®metros al sur de Irta¡¯ale (6 horas en todoterreno) y 102 metros por debajo del nivel del mar. De sus verdes aguas se extrae sal y es posible ba?arse en ¨¦l o en los cercanos manantiales termales.
9 En busca de las fuentes del Nilo
En 1613 un misionero jesuita madrile?o, Pedro P¨¢ez, se convert¨ªa en el primer occidental en llegar a las m¨ªticas fuentes del Nilo Azul, que describi¨® en un libro en el que relat¨® tambi¨¦n sus viajes y aventuras por ?frica. Sin embargo, tal m¨¦rito se lo anot¨® el brit¨¢nico James Bruce que lleg¨® al mismo lugar 152 a?os m¨¢s tarde. Pedro P¨¢ez fue tambi¨¦n el primero en otras muchas cosas: debati¨® con los te¨®logos coptos ortodoxos y acab¨® convirtiendo al catolicismo a dos emperadores; viaj¨® por todo el imperio acompa?ando a la corte; domin¨® sus lenguas (el am¨¢rico y el ge¡¯ez) y se convirti¨® en constructor de lujosos palacios en Gondar y en el lago Tana.
Hoy podemos imaginar su vida navegando por estas aguas y parando en los viejos monasterios (muchos de ellos de los siglos XIII y XIV), llenos de murales y tesoros que hay en medio del lago. Hay que dedicar al menos un d¨ªa para visitar los m¨¢s interesantes: Ura Kidane Meret, Azuwa Mayram, Narga Selassie y Dega Estefanos, y si sobra tiempo a?adir el de Bete Selassie.
Pero la traves¨ªa imprescindible en la zona es llegar, como hizo P¨¢ez, a las m¨ªticas fuentes del Nilo Azul. Est¨¢n a 20 minutos en barco al este de Bahir Dar, un lugar importante sobre todo geogr¨¢ficamente. Desde aqu¨ª el Nilo serpentea hacia el sur antes de cambiar el rumbo y dirigirse hacia el norte al encuentro del Nilo Blanco. El manantial que da origen al r¨ªo es un lugar con una aureola m¨ªstica, casi m¨¢gica, al que los et¨ªopes peregrinan en busca de algo especial. No muy lejos de all¨ª, el r¨ªo se precipita por las cataratas del Nilo Azul, una ca¨ªda de 42 metros de altura que forma enormes nubes de agua vaporizada y arco¨ªris antes de continuar su rumbo hacia Jart¨²n.
10 Perderse por los mercados de Ad¨ªs Abeba
Ad¨ªs Abeba est¨¢ cambiando a un ritmo acelerado. La ruidosa capital de Etiop¨ªa tiene un clima agradable y aunque es un sitio de paso ofrece al visitante interesantes propuestas culturales. Desde su fundaci¨®n en el siglo XIX, Ad¨ªs Abeba siempre ha sido la ciudad que abr¨ªa las puertas a las diferentes etnias del pa¨ªs para el contacto con el resto del mundo. Hoy para los visitantes es la puerta de entrada a un mundo antiguo y m¨ªstico. Es la cuarta ciudad en tama?o de ?frica y su capital diplom¨¢tica; tambi¨¦n es una ciudad con un tr¨¢fico imposible y una belleza dif¨ªcil de apreciar, en la que muchos turistas intentan permanecer el menor tiempo posible. Pero conviene reservar tiempo suficiente para algunos de sus tesoros.
Por ejemplo, el Museo Nacional, que acoge los restos de Lucy, el primer hom¨ªnido que camin¨® erguido; el Museo de los M¨¢rtires del Terror Rojo, un conmovedor espacio conmemorativo; la catedral y Museo de San Jorge, que es un interesante museo religioso, y la Catedral de la Sant¨ªsima Trinidad, que acoge la tumba del emperador Haile Selassie.
Lo que no hay que perderse es el Merkato, un ca¨®tico mercado ¨Cseg¨²n algunos, la m¨¢s grande de ?frica¨C de aspecto rural con los productos expuestos en el suelo o en peque?os puestos. Aunque a primera vista la masa de puestos, pro?ductos y personas puede abrumar al visitante, si se observa con detenimiento se descubrir¨¢ una cuidada organizaci¨®n, con sectores para los distintos productos, desde especias a joyas de plata.
M¨¢s informaci¨®n en la nueva gu¨ªa en espa?ol Lonely Planet Etiop¨ªa y Yibuti y en www.lonelyplanet.es
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