El arte de contar las horas
El Palacio del Tiempo de Jerez de la Frontera acoge una colecci¨®n de 302 relojes de los siglos XVII al XIX, desde piezas de bolsillo hasta obras escult¨®ricas
Las jacarandas del jerezano paseo de Porvera desembocan en la calle de Lealas y nos conducen, entre olores de bodega, hasta el Palacio del Tiempo. Al entrar o¨ªmos un ruido de ni?os que preguntan a la vez. El se?or que amablemente nos acompa?a mira hacia el techo: en el piso superior de este blanco palacio neocl¨¢sico dos gu¨ªas hablan con chavales que ya casi no saben lo que es un reloj: ¡°?Tu mam¨¢ no te pone el despertador para que te levantes?¡±. ¡°Mi mam¨¢ me pone el m¨®vil¡±, responde un espabilado. Me pregunto si a los ni?os se les siguen regalando relojitos de pulsera cuando hacen la primera comuni¨®n y si a¨²n aprenden a leer las manecillas. Me consta que las comuniones a¨²n se celebran, pero sospecho que, con la llegada digital de los Casio y el imperio del smartphone, el reloj ¡ªese peque?o infierno en que la vida se acaba segundo a segundo, grano a grano¡ª intensifica su car¨¢cter de fetiche elegiaco, de mundo perdido.
Parece que estamos en un museo arqueol¨®gico, una sala de animales en extinci¨®n, un pabell¨®n de momias. Todas las piezas marcan las 11.10 porque hemos llegado a las 11.10: a las 12.00 el interior del palacio resonar¨¢ como una caja de m¨²sica porque los relojes con soner¨ªa dar¨¢n las campanadas. Me siento como un p¨¢jaro al que asustan rasgando las rejas de su jaula. Este es un lugar inquietante donde miro hacia adelante y hacia atr¨¢s en un luctuoso ejercicio metaf¨®rico.
Que todos los relojes est¨¦n en hora, funcionen y emitan sus m¨²sicas es responsabilidad del hombre que nos ha acompa?ado y ahora se retira. Estamos en una sala con un reloj de cuatro frentes, un reloj farola, con maquinaria al aire, obra del ¨²nico relojero espa?ol del que encontramos una pieza en este museo: Jos¨¦ Rodr¨ªguez Losada, el art¨ªfice del reloj de la madrile?a Puerta del Sol. Nos adentramos por la planta baja contemplando el preciosismo de las muestras francesas de esta colecci¨®n, inaugurada en 1973 con los relojes heredados de la condesa de Gavia y aumentada por Pedro de Le¨®n. El propietario del palacio, sus jardines y los relojes y bastones que hoy constituyen el museo Palacio del Tiempo no era otro que Emilio Ruiz-Mateos. Con la expropiaci¨®n de Rumasa, el patrimonio pas¨® a la Junta de Andaluc¨ªa y ahora lo gestiona el Ayuntamiento de Jerez.
Los relojes franceses sobresalen por su vocaci¨®n decorativa. Lo menos importante son los relojes en s¨ª, de maquinaria peque?a. Lo primordial son los grupos escult¨®ricos que los rodean: motivos mitol¨®gicos, Ceres y gavillas de delicadas espigas, Apolo, astr¨®nomas que miden con el comp¨¢s sus bolas del mundo, ni?os que hacen burbujas, mujeres frente al espejo¡ Bronce, cristal o porcelana pintada. Tengo la desasosegante sensaci¨®n de que, cuando dejo de contemplar las figuras, ¨¦stas me hacen un gui?o, una burla: la del tiempo. Me impresionan los relojes de esfera redonda con p¨®rtico de cristal y los relojes esqueleto, obscenos y m¨¢gicos, que exhiben su maquinaria, precisa, laber¨ªntica, como una imagen de Escher a la vez posible e imposible.
Los relojes esqueleto, obscenos y m¨¢gicos, exhiben su maquinaria laber¨ªntica como una imagen de Escher
La relojer¨ªa inglesa, m¨¢s adusta formalmente, no es menos hermosa: el protagonismo recae en la utilidad del artefacto que mide el tiempo, esfera, soner¨ªas y el n¨²mero de manecillas que en algunos casos llegan a siete porque estos relojes marcan hora, minuto, d¨ªa, mes, grado de humedad¡ Las sobrias cajas del reloj ¡ªen mi infancia hab¨ªa un programa de televisi¨®n, La casa del reloj, que conten¨ªa p¨¦ndulos y otros misterios¡ª suelen estar fabricadas en caoba o ¨¦bano, maderas nobil¨ªsimas, resistentes a las infecciones.
Min¨²scula maquinaria
En el segundo piso descansan las joyas de la corona: desde relojes de bolsillo hasta relojes port¨¢tiles, de viaje, entre los que destaca un peque?¨ªsimo reloj turco de min¨²scu?la maquinaria, pensado para dar la hora, pero cuyo recept¨¢culo adyacente sirve para guardar otras cositas. Secretos. Maulas. Resulta deslumbrante un gran reloj ingl¨¦s, pesado y voluminoso, y otro con las tres gracias esculpidas en m¨¢rmol dentro de una c¨²pula de cristal, detenidas, inm¨®viles, inaccesibles. Es enigm¨¢tico y bell¨ªsimo un reloj nocturno italiano que ten¨ªa la peculiaridad de funcionar, adem¨¢s de como m¨¢quina del tiempo, como l¨¢mpara, ya que se pod¨ªa introducir dentro de ¨¦l una vela encendida que iluminaba su esfera.
Gu¨ªa
El Palacio del Tiempo (Cervantes, 3. 956 18 21 00. museosdelaatalaya.com) pertenece a los Museos de la Atalaya. Las visitas son siempre en grupos y guiadas (de lunes a viernes cada hora entre las 9.30 y 13.15, sin necesidad de reserva) y la entrada cuesta 6 euros (ni?os, 3 euros) / Turismo de Jerez (turismojerez.com) / Turismo de Andaluc¨ªa (andalucia.org).
En el palacio tambi¨¦n se exhibe una colecci¨®n de bastones. Algunos son estoques. En una de las paredes se abre una ventana hacia el ficticio taller de un relojero que intenta construir una m¨¢quina de movimiento perpetuo. Se escuchan voces grabadas y muchos ni?os salen deprisita: ¡°Da yuyu¡±. El tiempo, su paso, su p¨¦rdida, su medida y velocidad dan mucho yuyu. Si los ni?os hubiesen visto el habit¨¢culo tal como lo vi yo por primera vez, con interactuantes hologramas fantasmag¨®ricos, el yuyu se les habr¨ªa agigantado hasta ser un vac¨ªo en la tripa, que se acent¨²a con las melifluas m¨²sicas, los sonidos de la osamenta de los relojes, los efluvios sonoros que acompa?an el recorrido por el Palacio del Tiempo. Un testimonio de la habilidad del ser humano. Un hermoso espacio para la imaginaci¨®n.
Marta Sanz es autora de la novela ¡®Amor Fou¡¯ (Anagrama).
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