Costa de Caparica, el ed¨¦n playero de Lisboa
15 kil¨®metros de arena fina y mar brav¨ªo, y un destino final: el chiringuito Borda de Agua, en playa Morena
Aunque no sea la m¨¢s cercana, Caparica es la playa de Lisboa. Tan larga, y tan ancha, que va cambiando de nombre. En fin de semana, los m¨¢s complicado es llegar -y regresar- porque el puente 25 de abril se convierte en un gigantesco embudo. Los lisboetas, muy tempraneros ellos, sortean el inconveniente llegando a las 10.00 y regresando a las 15.00, bien tostados y bien servidos. Pasado el embudo, Caparica es el ¨²ltimo ed¨¦n que se puede encontrar alguien en agosto cerca de una metr¨®poli. Caparica nunca se llena.
Caparica es un gen¨¦rico de 15 kil¨®metros de arena fina y mar brav¨ªo. En medio se encuentra el n¨²cleo urbano de Costa de Caparica, con sus d¨¢rsenas y sus quioscos y su turismo veraniego habitual en cualquier esquina con sol. La extensi¨®n se subdivide en una quincena de nombres de playas, comenzando por la punta, la Cova do Vapor, que tiene la ventaja de poder llegar en barco desde la terminal de Bel¨¦m, y se acaba en la playa familiar Fonte da Telha. Entre medio hay espacios para gais y nudistas (Bela Vista), para los del katesurf (Sereia) y para los que quieren leer bajo una sombrilla, con una hamaca multiposiciones y un camarero que les acerque una lubina a la parrilla impecable. Estamos hablando de la playa Morena y su chiringuito Borda de Agua. Es la parada 17, si se toma el trenecito Transpraia que sale del pueblo, un transporte que al hay que subirse en cualquier caso para apreciar las dunas y las coloreadas casas de hojalata.
No hay lujo superior que dejar tranquilamente bolsos y objetos de m¨¢s o menos valor en la hamaca, encargar el almuerzo para una hora, y echarse a andar por la arena h¨²meda durante kil¨®metros y kil¨®metros. Sin m¨¢s barrera que perros y ni?os juguetones, ba?istas y corredores, el paisaje playero va cambiando seg¨²n las diferentes tribus que las disfrutan. Hay chiringuitos de d¨ªa y otros de noche, los del buffet y los de la patata frita, pero todos ellos suficientemente alejados de la arena y el mar -por la cuenta que les trae-. Dos horas despu¨¦s, en la Borda d¡¯agua siguen los bolsos en su sitio, las toallas preparadas y el camarero dispuesto a servir los pescados reci¨¦n cocinados. En esos momentos, el embudo para entrar en Lisboa, es la ¨²ltima de las preocupaciones.
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