S¨®ller, la buena vida mallorquina
Un ferrocarril de madera, animadas terrazas, edificios modernistas y un bello jard¨ªn bot¨¢nico. Una excursi¨®n por el noroeste de Mallorca que finaliza en la cala de Sa Calobra
Al noroeste de la isla de Mallorca, S¨®ller guarda todav¨ªa el sabor de ese destino convertido en el Caribe espa?ol de la d¨¦cada de 1960, al que tambi¨¦n viajan los protagonistas de la cinta de Berlanga El verdugo (1963). Un para¨ªso a tiro de piedra pero monetariamente inalcanzable para la mayor¨ªa de los espa?oles de entonces. Para llegar desde Palma, hoy los nost¨¢lgicos de la Mallorca coqueta y humilde pueden coger el tren de S¨®ller en una peque?a estaci¨®n que recuerda a las de los pueblos de antes. Un antiguo ferrocarril de madera hace el trayecto en una hora, a una velocidad humana, la suficiente para ir divisando desde la ventanilla los campos de almendros y olivos y las partes traseras de las casas, con sus patios e imprescindibles limoneros.
S¨®ller, enclavada en un valle rodeado de monta?as, estuvo mucho tiempo aislada del resto de la isla. La ¨²nica manera de alcanzar Palma era por barco o usando un camino agotador y peligroso hasta llegar al paso de monta?a llamado Coll de S¨®ller. Es por eso que los sollerenses se dedicaron a comerciar, v¨ªa mar¨ªtima, con Barcelona y Francia. Al pa¨ªs vecino exportaban naranjas, limones, almendras, higos y aceitunas, y de all¨ª trajeron muebles, moda y un sabor franc¨¦s a¨²n presente en la arquitectura y est¨¦tica de este municipio. En 1865 una plaga terrible ech¨® a perder los naranjos y limoneros del valle, y la ¨²nica salida econ¨®mica para muchos campesinos fue emigrar a Francia o a Am¨¦rica. Cuando el negocio de los c¨ªtricos se recuper¨®, a principios del siglo XX, muchos regresaron a Mallorca con los bolsillos llenos y edificaron casas que recordaban al art nouveau franc¨¦s o a las coloniales de Am¨¦rica del Sur. La Gran V¨ªa es un buen ejemplo de estas peque?as mansiones.
El centro neur¨¢lgico est¨¢ en la plaza de la Constituci¨®n, presidida por la iglesia de San Bartolom¨¦ y el edificio del Banco de S¨®ller, que ahora alberga una sucursal del Santander; obra modernista del arquitecto Joan Rubi¨®, disc¨ªpulo de Gaud¨ª, que tambi¨¦n firm¨® la fachada de la iglesia, con un roset¨®n esculpido en piedra. Un viejo tranv¨ªa que hace el trayecto hasta el puerto de S¨®ller cruza la plaza abarrotada de terrazas varias veces al d¨ªa. Un acontecimiento simple, pero que inunda de jolgorio el instante. En la misma plaza se encuentra el hotel La Vila, un peque?o establecimiento de ocho habitaciones en un edificio modernista del siglo XIX. Sus azulejos, l¨¢mparas, el comedor y el jard¨ªn con palmeras evocan el pasado pr¨®spero y afrancesado de este lugar.
Can Prunera
Si se quiere bucear a¨²n m¨¢s en esta tendencia arquitect¨®nica, el Museo Modernista Can Prunera es una deliciosa lecci¨®n, con su escalera de caracol, sus vidrieras y sus preciosas baldosas y objetos que denotan un modernismo m¨¢s rococ¨® que el del resto de Mallorca y Catalu?a. Incluye exposiciones temporales y una muestra permanente de pintura perteneciente a la Col¡¤lecci¨® d¡¯Art Serra, con obras de grandes maestros como Joan Mir¨®, Toulouse Lautrec, Paul Klee o Fernand L¨¦ger.
El Museo Can Prunera es una deliciosa lecci¨®n de modernismo, con su escalera de caracol y sus vidrieras
El jard¨ªn bot¨¢nico y el Museo Balear de Ciencias Naturales se encuentran en una misma possessi¨® (t¨¦rmino con el que los mallorquines denominan las grandes fincas rurales). Adem¨¢s de grupos escolares y turistas alemanes y franceses, el lugar bien merece una visita para los amantes de las plantas y los espacios buc¨®licos y algo ex¨®ticos.
Menos visitantes se acercan al cementerio de S¨®ller, Son Sang, uno de los m¨¢s bellos de la isla. Se empez¨® a utilizar en 1841 y hoy es un museo modernista del m¨¢s all¨¢ gracias a su variado repertorio de tumbas, monumentos funerarios y panteones. El escultor Josep Llimona (Barcelona, 1864-1934) es el autor de las piezas m¨¢s valiosas de Son Sang, influenciadas por su estancia en Par¨ªs y por el trabajo de Auguste Rodin. El decorado natural que rodea este camposanto, con las monta?as como tel¨®n de fondo a las palmeras y cipreses, pone la nota ex¨®tica.
Siete kil¨®metros separan la localidad del puerto de S¨®ller, y la manera m¨¢s divertida de cubrir esa distancia es viajando en el peque?o tranv¨ªa. La playa no es aqu¨ª lo m¨¢s destacado, pero si la geograf¨ªa priv¨® a S¨®ller de bonitos arenales, a cambio le hizo el regalo de la relativa proximidad (supone un trayecto de una hora en coche) de dos calas peque?as y espectacu?lares, la de Sa Calobra y la del Torrent de Pareis, ambas de aguas esmeraldas y encajonadas entre imponentes rocas. Acceder a ellas por mar es otra de las grandes experiencias que no hay que perderse en esta ruta con el sabor de la Mallorca de antes.
Gu¨ªa
- Tren de S¨®ller. La ida entre Palma y S¨®ller cuesta 18 euros.
- Hotel La Vila.
- Museo Modernista Can Prunera. Entrada: 5 euros.
- Jard¨ªn bot¨¢nico de S¨®ller. Entrada: 8 euros.
- Ir y volver en barco del puerto de S¨®ller a la cala de Sa Calobra cuesta 30 euros.
- Informaci¨®n de S¨®ller.
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