Brassens, el veraneante eterno
Del cementerio Le Py al mercado Les Halles de S¨¨te, ruta por la ciudad francesa que mantiene vivo el recuerdo del cantautor
Georges Brassens era poco dado a la celebridad y a exigencias, pero a trav¨¦s de la canci¨®n S¨²plica para ser enterrado en la playa de S¨¨te decidi¨® expresar un humilde deseo. En ella resume los motivos de manera po¨¦tica, con retorcido ingenio y sin descuidar el humor agudo que caracteriz¨® toda su obra, y as¨ª prefigura una tumba que no dar¨¢ al paisaje una sombra triste, sino un encanto indefinible, que servir¨¢ como biombo a los ba?istas y ante la que los ni?os exclamar¨¢n: ¡°?Qu¨¦ bonito castillo de arena!¡±.
El cantautor consideraba que su ¡°universo se modificaba a cada instante, alrededor de una mujer, una flor, un ¨¢rbol¡±, pero jam¨¢s dud¨® de que ?S¨¨te, al sureste de Francia, era el puerto de su vida y de su deseo de dormir aqu¨ª el largo sue?o. Lo consigui¨®. Est¨¢ enterrado desde 1981 en el cementerio Le Py, sin pompa, pero frente al mar de su infancia. Al lado tiene su Espace Georges Brassens, cuya visita supone una inmersi¨®n en su universo a trav¨¦s de im¨¢genes, proyecciones y pensamientos (¡°Morir por las ideas, de acuerdo, pero de muerte lenta¡±) con vistas a la laguna de Thau. Ambos se hallan al oeste del monte Saint-Clair, al otro lado del S¨¨te tur¨ªstico. Paseando por esta orilla, m¨¢s sobria, o por la amplitud que brinda la Corniche, o por sus canales o por las plazas y calles de su Quartier Haut (atenci¨®n al Caf¨¦ Social), a nadie le extra?a que Brassens quisiera permanecer aqu¨ª, desde donde se lanz¨® a la vida y empez¨® a descubrir el mundo.
Su recuerdo sigue vivo en S¨¨te (donde naci¨® en 1921), y en el bar cabaret Les Amis de Georges se re¨²nen sus incondicionales para revivir composiciones y defender la alegr¨ªa. ¡°Cuando mi alma tome su vuelo hacia el horizonte, hacia el de Gavroche [personaje de Los Miserables, de Victor Hugo] y Mimi Pinson [protagonista de un cuento de Alfred de Musset en el que representa al pueblo llano, igual que Gavroche], el de los golfillos de Par¨ªs, el de las modistillas, que hacia mi tierra natal sea llevado en un coche cama de Paris M¨¦diterran¨¦e, con parada en la estaci¨®n de ?S¨¨te¡ Junto al borde del mar, a dos pasos de las olas azules, cavad si es posible un peque?o hoyo mullido, un buen nicho peque?ito. Cerca de mis amigos de la infancia, los delfines, a lo largo de esta costa donde la arena es tan fina, sobre la playa de la Corniche¡ aqu¨ª donde a mis quince a?os ya perdidos, en la edad en que divertirse solo ya no era suficiente, conoc¨ª el primer amorcito¡ cerca de una sirena, una mujer pez, yo recib¨ª del amor la primera lecci¨®n, tragu¨¦ mi primera espina¡¡±, explica en su canci¨®n.
Precisamente en S¨¨te es muy f¨¢cil dar con espinas. Ciudad orgullosa de su esp¨ªritu marinero (hay un Museo del Mar, en un estupendo edificio de Cregut y Duport) y en la que seg¨²n un refr¨¢n hay m¨¢s pescadores que otra cosa, mantiene la venta en la lonja y tradiciones desde que Luis XIV, el Rey Sol, eligiera el cabo de S¨¨te para conectar el Canal du Midi con el mar Mediterr¨¢neo y lo inaugurase en 1666 con un torneo de joutes (justa n¨¢utica).
Un idilio con las ostras
El patrimonio gastron¨®mico de S¨¨te es generoso. El viajero ser¨¢ feliz si al pasar por el Quai de la R¨¦sistance se detiene en el n¨²mero 11. All¨ª est¨¢ Paradiso, donde se elaboran tielles (una especie de empanadillas) rellenas de mejillones, calamares o pulpo con salsa de tomate bajo una masa delicada y crujiente en los bordes. Es tan peque?o el lugar que la cola se extiende por la acera. ?Y ese nombre italiano? S¨ª, tiene un porqu¨¦: la tradici¨®n viene de la d¨¦cada de 1930, cuando llegaron a S¨¨te familias de pescadores de dos poblaciones del sur de Italia, Cetara y Gaeta. Las mammas que esperaban a los hijos en casa preparaban p¨ªcnics con los restos de la pesca.
Para vivir un idilio con las ostras se puede elegir entre los restaurantes o el mercado de Les Halles, emblema de la excelencia gastron¨®mica local desde 1890, cuya reforma fue proyectada en 2011 por Fran?ois Font¨¨s, colaborador de Jean Nouvel. Es un lugar que irradia sensaci¨®n de refinamiento popular, conceptos que, aunque puedan parecer contradictorios, aqu¨ª casan de maravilla. Para muestra, cualquiera de sus pescader¨ªas con degustaci¨®n de ostras (a cinco euros la media docena) y, a¨²n mejor, Chez Diego, el bar del mercado, cuyo muro aparece forrado de p¨®steres del equipo de f¨²tbol de la ciudad desde su fundaci¨®n.
Alrededor, por la Rue Gambetta, se despliega un colorido mosaico comercial en el que caben la librer¨ªa L¡¯Echap?p¨¦e Belle o L¡¯?picerie, una tienda llena de especialidades aut¨®ctonas. Al respecto conviene hablar de la mentheuse (bebida alcoh¨®lica con menta, az¨²car y agua, a consumir con moderaci¨®n porque es claramente desinhibidora) y las z¨¦zettes (galletas avainilladas, el souvenir m¨¢s comprado), muy presentes en las calles del centro, en las que brilla el charme yodado del sur de Francia, extensible hasta la hist¨®rica Esplanade y al jard¨ªn dedicado a Simone Veil. El puerto ofrece restaurantes muy populares como Le Bobar y otros m¨¢s selectos que anuncian en sus pizarras esa delicia marinera llamada bouillabaisse (sopa de pescado).
El otro hijo predilecto de S¨¨te es Paul Val¨¦ry. M¨¢s c¨¦lebre y menos comprometido que Brassens, el escritor (1871-1945) est¨¢ enterrado en el impactante Cementerio Marino (t¨ªtulo adem¨¢s de su poemario m¨¢s notorio). Al lado tiene un museo en su honor. Instalado en un flanco del monte de Saint-Clair, el edificio goza de una ubicaci¨®n privilegiada. Obra de Guy Guillaume, es un espacio formidable y silencioso.?La muestra permanente dedicada a Val¨¦ry da sentido a una de sus sentencias: ¡°Una obra de arte deber¨ªa siempre ense?arnos que a¨²n no hemos visto aquello que vemos¡±. Se exhiben algunas de sus pinturas y numerosas cartas manuscritas, adem¨¢s de un v¨ªdeo con su voz recitando los versos de El cementerio marino.
Brassens, tan ir¨®nico, dec¨ªa en su canci¨®n: ¡°Con el debido respeto a Paul Val¨¦ry, yo, el humilde trovador, sobre ¨¦l sobresalga, y que el buen maestro me lo perdone. Y si sus versos valen m¨¢s que los m¨ªos, mi cementerio sea m¨¢s marino que el suyo y no disguste a sus aut¨®ctonos¡ Pobres reyes, pobre Napole¨®n, pobres grandes desaparecidos que yacen en el Pante¨®n. Vosotros envidiar¨¦is un poco a este eterno veraneante, que va en hidropedal sobre las olas, so?ando que pasa su muerte de vacaciones¡±.
Use Lahoz es autor de la novela ¡®Los buenos amigos¡¯ (Destino).
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