Georges Brassens, en su isla so?ada
De la casa natal del cantautor franc¨¦s al cementerio junto al mar que inspir¨® a Paul Val¨¦ry. Entre el mar y la laguna de Thau, un d¨ªa en S¨¨te, un islote de ficci¨®n cerca de Montpellier
En 1966, el poeta y cantautor franc¨¦s Georges Brassens describi¨® en una canci¨®n c¨®mo quer¨ªa ser enterrado en S¨¨te, su localidad natal: bajo un pino, en la playa en la que conoci¨® el amor, abierto al mistral y a la tramontana, donde sus amigos de Espa?a e Italia le trajeran los sones de sus tierras... y donde alguna bella se?orita todav¨ªa pudiera concederle alg¨²n placer p¨®stumo. La canci¨®n se convirti¨® en una de las m¨¢s universales del autor, un deseo en vida, un testamento prematuro. As¨ª que, 15 a?os m¨¢s tarde, cuando la pipa de Georges Brassens se apag¨® para siempre, las autoridades de S¨¨te se vieron en la obligaci¨®n de intentar cumplir los deseos del fallecido. No fue f¨¢cil, porque quer¨ªa ser enterrado en la arena y ello habr¨ªa incumplido las m¨¢s elementales normas sanitarias, pero existen el pino, la proximidad del mar y un monumento conmemorativo donde los amigos del cantante le rinden visita y homenaje.
Si los amigos de Georges quieren, adem¨¢s, escuchar sus canciones mientras degustan unos mejillones con vino catal¨¢n, tienen tambi¨¦n en S¨¨te su restaurante (Les Amis de Georges (1), 38 rue Maurice Clavel; www.resto-brassens.com), al que se accede junto a un gran mural con los inmortales de la canci¨®n francesa: Ferr¨¦, Brel, Moustaki, Aznavour, Gaingsbourg, todos juntos. El restaurante es un cabaret con decoraci¨®n de posguerra y espect¨¢culos en honor al autor de La mauvaise reputation (la mala reputaci¨®n). All¨ª se conmemor¨® hace unos d¨ªas el 30? aniversario de la muerte del juglar, fallecido el 29 de octubre de 1981 en Saint-G¨¦ly-du-Fesc (48 kil¨®metros al norte de S¨¨te) a los 60 a?os.
10.00 Por la salida 34
S¨¨te (42.000 habitantes, regi¨®n de Languedoc-Rousillon; www.es.ot-sete.fr) es una grata sorpresa en la costa del golfo de Le¨®n, a media hora de Montpellier. Lo mejor, tanto si circula desde el norte como desde Espa?a, es abandonar la A-9 no por la salida 33, que es la propia, sino por la 34 hacia Agde. Ello le permitir¨¢ atravesar la reserva natural de Bagnas - B y recorrer la estrecha barra de arena de 12 kil¨®metros que separa el Mediterr¨¢neo, a su derecha, de la laguna de Thau - C, a su izquierda. Agua por todas partes, aves, dunas, tamarindos, orqu¨ªdeas, playas nudistas y la inmensidad del mar. Y al fondo, el monte Saint Clair - D, que fija S¨¨te en la historia de las primeras navegaciones del Mare Nostrum con su forma de ballena.
Hay restos de la edad del bronce en el fondo de esta inmensa marisma, pero fueron los romanos los que trajeron la civilizaci¨®n al t¨®mbolo de S¨¨te, que no es pen¨ªnsula porque ning¨²n brazo natural lo une a la tierra, ni es isla porque numerosos puentes, esclusas y presas lo impiden. S¨¨te ser¨ªa, en todo caso, una ficci¨®n de islote amarrado al continente por cabos invisibles, una isla azul y singular, como la defini¨® el poeta Paul Val¨¦ry. Su nacimiento se debe a Luis XIV, que decidi¨® crear un puerto e iniciar desde aqu¨ª el Canal de Midi para enlazar con el r¨ªo Garona y unir los dos mares franceses sin necesidad de bajar hasta el peligroso Gibraltar.
12.00 De pie, por el canal real
Primer paseo. La regia arquitectura se deja ver en las mansardas y buhardillas del Canal Royal (5), que entra como un estilete en el coraz¨®n de la ciudad y le confiere un inevitable aire veneciano. Los norais de sus muelles sujetan embarcaciones de recreo, pero tambi¨¦n los barcos de pesca, que hacen de este puerto uno de los m¨¢s importantes de Francia en extracciones y por los ferrys que lo unen con T¨¢nger y Nador, en el norte de Marruecos.
Ya es hora de comer. Las orillas del Canal est¨¢n salpicadas de restaurantes con las delicias del mar: ostras de los viveros del Thau, la bullabesa, la tielle de sepia o la macaronade. Hay tambi¨¦n peque?as boutiques para adquirir los previsibles jers¨¦is bleu marin (azul marino), y librer¨ªas en las que se sirve vino, o vinacotecas donde adquirir un libro de vacaciones, como Le Flo des Mots (6) (6, Quai Suquet).
De junio a septiembre, en fin de semana, S¨¨te festeja su fundaci¨®n hace m¨¢s de tres siglos a golpe de torneo en medio del Canal. Dos gigantescas g¨®ndolas, una roja y una azul; diez remeros, un dol?ainer y un tamborilero por barca, y en la proa, el guerrero, provisto de lanza y protegido por escudo. El resto es f¨¢cil de imaginar: los remeros impulsan las embarcaciones y los contendientes pujan y empujan hasta derribar al otro y echarlo al agua. Les Joutes, las Justas de S¨¨te son famosas en toda Francia.
15.00 Un hotel junto a la playa
Despu¨¦s de la comida, una siesta. Para el alojamiento puede decantarse por el centro, con hoteles de ¨¦poca como L'Orque Bleu (7) (10, Quai Aspirant Herber; www.hotel-orquebleue-sete.com; la doble, desde 65 euros) o Le Grand Hotel (8) (17, Quai du Marechal de Traissigny; www.legrandhotelsete.com; la doble, desde 107 euros), o bien por uno de pura playa como La Joie des Sables (9) (Plage de la Corniche; www.lajoiedessables.com; la habitaci¨®n doble, desde 68 euros). Una soluci¨®n intermedia, un poco est¨¢ndar, pero con un maravilloso panorama es Port Marin (10) (30, Promenade JB Marty; www.hotel-port-marine.com; la doble, desde 75 euros).
17.00 Gatos y flores
Ya es hora para seguir el paseo. Colina arriba se abre la vieja urbe. Tejas rosadas coronan fachadas ocres y mallorquinas azules, la paleta de colores del Mediterr¨¢neo franc¨¦s. De vez en cuando, una plaza sombreada, un teatro cl¨¢sico o un museo inesperado. Remontando el acantilado a trav¨¦s de un par de curvas llegar¨¢ pronto al Cementerio Marino (11), cantado en un c¨¦lebre poema por una de las glorias de las letras francesas, Paul Val¨¦ry, tambi¨¦n natural de S¨¨te. Si existe la burbuja funeraria, es aqu¨ª donde explotar¨¢, porque pocos camposantos hay en el mundo tan bien situados como este. Regios panteones con vistas al mar, parcas de rostro sereno recortadas sobre la espuma de la marejada, cruces, m¨¢rmoles, t¨²mulos y b¨²caros mordidos por el salitre y horneados por el sol. "Oh, el mar, siempre recomenzado", escribi¨® Val¨¦ry al contemplar el Mediterr¨¢neo desde aqu¨ª e imaginar sus aguas como la eterna morada del hombre. Tres kil¨®metros median entre la casa en la que naci¨® Georges Brassens, en la antigua Rue de l'Hospice (12), y el lugar donde est¨¢ enterrado, en el cementerio de Py (13). Entre estos tres kil¨®metros hay 60 a?os de vida y 300 canciones inolvidables. "Quiero partir al otro mundo por el camino de los escolares antes de contar florituras a las bellas almas de las damas", dec¨ªa en su canci¨®n testamento. Una gata se pasea muy coqueta sobre el nicho familiar. Los vigilantes aseguran que, cada poco, bellas j¨®venes vienen a pasar la tarde all¨ª.
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