Despidiendo el verano en Capdepera
Un castillo del siglo XIV, un faro con vistas a Menorca, las cuevas de Art¨¤ y un restaurante con estrella Michelin. Una apacible escapada al noreste de Mallorca
Desde lo alto del castillo de Capdepera se divisa una disyuntiva. A un lado, las tierras de olivo silvestre y algarrobo del interior de Mallorca. Al otro, el azul cristalino de las calas mallorquinas y el canal de Menorca, que separa las dos islas. Una despedida del verano en condiciones bien pudiera comenzar aqu¨ª, en la zona m¨¢s oriental de Mallorca, en este cruce de caminos que divide los disfrutones ¨²ltimos d¨ªas del verano y el recogimiento interior que anuncia el oto?o.
El castillo fortificado fue levantado en el siglo XIV por orden del rey Jaume II para proteger a la poblaci¨®n de los asaltos piratas. Declarado bien de inter¨¦s cultural (BIC), funciona como mirador sobre Capdepera y los 30 kil¨®metros de playas cercanas. Descendiendo al municipio por el camino desde la torre de defensa isl¨¢mica del castillo, que acoge tambi¨¦n una iglesia de los siglos XIV al XVIII, est¨¢ el Casal Can Melis (calle Centre, 9), antigua casa se?orial mallorquina que, desde 2010, muestra al p¨²blico el mobiliario regionalista y modernista de su ¨²ltima reforma. En su planta baja, una reconstrucci¨®n de la farmacia novecentista que despach¨® f¨®rmulas magistrales entre 1916 y 1974. En la superior, un mirador contempla el entorno del castillo y mira de reojo el mar.
En la cercana Sa Torre Cega, una de las residencias m¨¢s emblem¨¢ticas de la familia March-Servera, hoy propiedad de la Fundaci¨®n March, verane¨® la esposa del banquero, Leonor Servera. Dedicada all¨ª a la jardiner¨ªa y el arte, las dos grandes pasiones que compart¨ªa junto a su hijo, Bartolom¨¦ March, fue el paisajista ingl¨¦s Russell Page quien ayud¨® a reformar el jard¨ªn, ocupado hoy por esculturas de Auguste Rodin, Mart¨ªn Chirino o Eusebio Sempere, propiedad de la colecci¨®n familiar.
De torre a torre
A apenas un par de kil¨®metros de all¨ª, desde el faro de Capdepera, construido en 1861, se contemplan los principales n¨²cleos costeros de la zona (cala Ratjada, Canyamel). Hacia el norte, si el cielo despejado lo permite, se divisa la isla de Menorca. Junto al faro, edificado sobre un acantilado a 58 metros sobre el nivel del mar, la torre Esbucada, una construcci¨®n defensiva del siglo ?XVIII, m¨¢s frecuentada en el final del verano por cormoranes, pardelas o gaviotas de Audouin que por visitantes.
Algo m¨¢s transitadas est¨¢n las cuevas de Art¨¤, unos 13 kil¨®metros al sur del faro (entrada 15 euros). Son un fascinante prodigio geol¨®gico cubierto de estalagmitas y estalactitas que puede recorrerse junto a un gu¨ªa en una media hora. A la salida, las vistas sobre la bah¨ªa dejan a nuestra espalda la torre de Canyamel, construcci¨®n del siglo XIII que hace una d¨¦cada reabri¨® como espacio para eventos art¨ªsticos con un restaurante donde saborear platos t¨ªpicos de la zona, como la jugos¨ªsima lechona.
Los paladares m¨¢s refinados agradecer¨¢n tambi¨¦n la visita a Andreu Genestra, el restaurante que ha sabido mantener su estrella Michelin desde 2015 con una carta que combina carnes de cordero y cerdo de la zona, huevos de sus propias gallinas y hortalizas cultivadas a escasos metros de la cocina. Su men¨² de la tierra conserva el aroma de las hierbas aut¨®ctonas y, como casi todo lo bueno a este lado de las islas Baleares, ha puesto ya en marcha el reloj de la despedida del buen tiempo, anunciando su cierre de temporada para el pr¨®ximo 2 de noviembre.
En busca de sosiego, el viajero puede recalar en el antiguo convento que hasta 2005 habitaron monjas franciscanas y que desde el pasado mes de mayo ha transmutado en un hotel, el Creu de Tau, un cuatro estrellas con algunos secretos ocultos a simple vista. El m¨¢s llamativo, una piscina con vistas al castillo de Capdepera, rodeada de un bosque centenario de encinas que completa la oferta de spa, jacuzzi, sauna y ba?o turco del establecimiento, situado en la zona lim¨ªtrofe a pie del Puig de sa Cova Negra. La segunda, una colecci¨®n privada de arte contempor¨¢neo distribuida en todas las estancias. Desde los salones del muy recomendable restaurante, donde sirven el desayuno en el que no faltan los embutidos mallorquines, hasta el bar, con una estupenda cocteler¨ªa, y a lo largo de las escaleras del edificio, uno puede toparse con piezas del afroamericano Jacolby Satterwhite, pinturas de Jos¨¦ D¨ªaz u obra sobre papel de Antonio Ballester Moreno, uno de los j¨®venes espa?oles con m¨¢s proyecci¨®n internacional. Aunque quiz¨¢ las austeras monjas de la congregaci¨®n Hijas de la Misericordia, que habitaron aqu¨ª desde 1891, se sentir¨ªan m¨¢s c¨®modas hoy junto a la obra del hist¨®rico del arte povera griego Jannis Kounellis.
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