Centinelas de Ibiza
Las antiguas torres de vigilancia levantadas en su litoral trazan una ruta escenogr¨¢fica por la isla Pitiusa
Antes de que hippies y artistas se extasiaran con su atm¨®sfera, y de que los clubbers se entregaran a la noche y la m¨²sica electr¨®nica, otomanos y berberiscos ya se obsesionaron con la sal que los ¨¢rabes convirtieron, junto con la agricultura y la pesca, en el motor econ¨®mico de Ibiza. Lo hicieron antes de que el Reino de Arag¨®n les expulsara y se asentaran en la isla los catalanes y el catal¨¢n. Estos ¨²ltimos, adem¨¢s de introducir una lengua, tambi¨¦n construyeron iglesias fortificadas en los pueblos del interior y torres de vigilancia en la costa para protegerse de las incursiones de los piratas desde el norte de ?frica y de los invasivos ataques de las flotas inglesas, francesas y de los Pa¨ªses Bajos. Entre los siglos XVI y XIX los insulares cristianos estaban tan agitados como las aguas del Mediterr¨¢neo.
Las torres, de piedra y c¨®nicas, se levantaron en el litoral ibicenco pensadas como atalayas de protecci¨®n y defensa, aunque vigilar fue la funci¨®n que m¨¢s desempe?aron. Los torreros de Es Carregador, atalaya erguida sobre un promontorio rocoso entre la cala pedregosa de Sa Sal Rossa y la extensa playa d¡¯en Bossa, al sur de la isla, es probable que tuvieran m¨¢s trabajo que el resto de sus compa?eros; de ellos depend¨ªa la seguridad de los trabajadores de las vecinas salinas.
Estos preciados estanques tambi¨¦n estaban protegidos por la torre de Ses Portes, en la punta meridional de Ibiza. Esta torre, junto con la que hay en el islote de S¡¯Espalmador, garantizaba la seguridad por medio del fuego cruzado en el paso que hay entre Ibiza y Formentera. A Ses Portes, ubicada en el v¨¦rtice en el que se juntan la famosa playa de Ses Salines y la nudista Es Cavallet, solo se puede llegar andando desde cualquiera de los dos arenales, mostr¨¢ndose al final del camino, como animando al viajero a seguir avanzando. Al regresar, donde las carreteras de acceso a ambas playas vuelven a encontrarse, junto a los estanques y la monta?a de sal, se halla el restaurante Can Salinas, casa donde Manuel, oficioso rey de la fideu¨¢, recibe desde hace m¨¢s de tres d¨¦cadas. Cerca, al otro lado de las pistas del aeropuerto, el restaurante Sa Caleta?invita a disfrutar de un arroz con vistas frente a la playa de Es Bol Nou.
A la atalaya de Ses Portes se llega caminando desde la famosa playa de Ses Salines y la nudista Es Cavallet
Cuando en el horizonte marino, repleto de pe?ascos e islotes, aparec¨ªa una embarcaci¨®n enemiga, los vig¨ªas hac¨ªan se?ales de fuego y humo en la terraza de sus torres, o hac¨ªan sonar un cuerno para alertar a la poblaci¨®n. Raudos, los ibicencos se refugiaban en las iglesias fortaleza de Santa Eul¨¤ria, Sant Miquel, Sant Jordi y Sant Antoni, mientras las familias m¨¢s pudientes lo hac¨ªan en las torres que ten¨ªan junto a sus residencias.
Todos estos baluartes ten¨ªan varias plantas. En la baja no hab¨ªa puerta ¡ªlas rehabilitadas actualmente s¨ª la tienen¡ª y para acceder hab¨ªa que trepar por una escalera de cuerda o de madera, que despu¨¦s se retiraba. En el interior, una escalera de caracol comunica los diferentes pisos. Es el caso de la torre des Molar, en el noroeste, entre la punta de Sa Creu y el puerto de Sant Miquel. Desde lo alto del acantilado en el que se encuentra se pueden contemplar islotes, la costa de Benirr¨¤s ¡ªcuya playa es bien conocida por los ocasos que se contemplan al son de los tambores¡ª y el puerto de Sant Miquel.
Atardecer sin aplauso
Las torres vig¨ªa est¨¢n ubicadas en lugares hermosos y expuestos. Observatorios fortificados que regalan panor¨¢micas postaleras a quienes se animan a verlas de cerca. Las que no son propiedad privada admiten visitas solicitando cita previa (lo mejor es contactar con Turismo de Ibiza), aunque actualmente todas permanecen cerradas excepto la de Es Carregador, que se puede visitar en horario de ma?ana y algunas tardes. Despu¨¦s, merece la pena acercarse a la cala de Talamanca, junto al puerto deportivo de Ibiza, para tomar un buen pescado en el restaurante Flotante (971 19 04 66).
La torre des Savinar es uno de los mejores balcones de la isla balear, una especie de casa colgada ibicenca. Se encuentra en el extremo suroeste, en Cala d¡¯Hort, frente a los islotes de Es Vedr¨¤ y Es Vedranell, que ahora son reserva natural. La playa queda lejos, pero con suerte veremos esconderse el sol sin gent¨ªo y sin aplausos. En el otro extremo insular se alza la torre d¡¯en Valls, en la pen¨ªnsula de Es Cap Roig, entre Cala Boix, de arena negra y fina, y la playa de Canal d¡¯en Mart¨ª (Pou des Lle¨®), un puerto natural con casas varadero desde el que sale un camino que termina en la torre. Un paraje que intercala los bosques de pinos y sabinas con los huertos de las casas payesas. Esta atalaya mira al islote de Tagomago, hogar que comparte el halc¨®n de Eleonora con alg¨²n halc¨®n peregrino, gorriones, jilgueros y mirlos. En su momento almacenaba p¨®lvora, pero un rayo hizo de detonador y la torre explot¨®. Hubo que rehabilitarla. Lo mismo que han hecho los propietarios de la torre d¡¯en Rovira, convertida en una vivienda particular, desde la que uno puede mojarse los pies en el agua. Se encuentra entre la playa de arena blanca y roca de Comte y la amplitud de Cala Bassa, rodeada de pinos, sabinas y tamarindos, en una posici¨®n estrat¨¦gica desde la que custodiar los islotes de poniente y el puerto de Sant Antoni. En el norte, a 45 metros sobre el nivel del mar, se eleva la torre de Portinatx, tambi¨¦n en la actualidad una residencia privada.
La red de vigilancia tejida por estas torres levantadas en la costa funcionaba entre abril y septiembre, meses en los que era m¨¢s sencillo navegar las aguas del Mediterr¨¢neo. Varios siglos despu¨¦s, clubbers, deportistas famosos y las fortunas ap¨¢tridas llegan a Ibiza siguiendo ese mismo calendario y las torres permanecen en silencio.
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