Casa de Santiago, silencio y una bonita panor¨¢mica de Albarrac¨ªn

Agazapada entre el enjambre de callejas y adarves que conforman el casco monumental de Albarrac¨ªn, no muy lejos de la plaza Mayor y de la esquinera Casa de la Julianeta, edificada en el siglo XIV y actualmente convertida en casa taller de artistas, la Casa de Santiago esconde un coraz¨®n de piedra y unas hechuras modestas, aunque no an¨®nimas. Aqu¨ª tuvieron una muy prominente sede los caballeros de la Orden de Santiago, en ese conjunto de viviendas que rodea la iglesia parroquial de Santiago, obra cuatro veces centenaria con sus cimientos unidos a la roca serrana.

Esa pl¨¢stica rupestre guio la intervenci¨®n del arquitecto Pedro Ponce de Le¨®n hace ya 28 a?os, que son los que carga sobre su techumbre uno de los hoteles con encanto pioneros en estos l¨ªmites aragoneses. Desde entonces, sus propietarios no han dejado de ponerla al d¨ªa con remates decorativos que respetan el interiorismo r¨²stico on¨ªrico de Cassandra Constant, hoy concentrada en las artes pl¨¢sticas.

Intactos se conservan los suelos de barros, el mobiliario recio, la lencer¨ªa de cama fina y algunos de los tejidos con que la casa inici¨® su andadura de la mano de firmas como Becara, Pe?alver y Gast¨®n y Daniela, bien tapizados sobre unos sillones y sof¨¢s de mucha comodidad dom¨¦stica. Tambi¨¦n contribuyeron en crear esta atm¨®sfera casera los artesanos de la escuela taller de Albarrac¨ªn, creada en su d¨ªa por Antonio Jim¨¦nez para revitalizar su pueblo bajo el lema formulado por el ministro de Econom¨ªa Enrique Fuentes Quintana: ¡°El patrimonio de anta?o son las rentas de hoga?o¡±.

Desde el sal¨®n-mirador, enmarcado por unos ventanales panor¨¢micos, se dominan los tejados de la villa y parte de su cinematogr¨¢fico amurallamiento. Vistas extraordinarias ofrecen tambi¨¦n algunas habitaciones (como la 1, la 2 y la 7), aunque ninguna tan se?orial como la adoselada suite. En todas se desmayan los tules y las lamparillas del silencio que reina, gracias a la peatonalizaci¨®n de las calles y al esp¨ªritu calmado de quien aqu¨ª trabaja.

Lo mejor del establecimiento, de lejos, es la cocina honrada de tradici¨®n turolense. Exquisitos el ciervo y el rabo de toro. Por la ma?ana, el desayuno colma las expectativas a un precio muy conveniente, habida cuenta de que se puede repetir plato. El edificio carece de ascensor y hay que subir dos pisos a pie si se quiere alcanzar el ¨¢tico de la casa, donde, una vez m¨¢s, el medievalista y p¨¦treo perfil de Albarrac¨ªn se muestra a nuestros pies.